martes, 26 de diciembre de 2017

La potencia de la impotencia


En la vida de los pueblos hay situaciones límite. Momentos en los que la paciencia popular y su capacidad de soportar adversidades, aparentemente infinitas, se agotan. Esto sucede cuando el poder establecido extrema abiertamente su crueldad y cierra todas las válvulas de esperanza de una vida mejor para las mayorías. 
La explosión social aparece cuando el pueblo ve amenazada su subsistencia, coartada su libertad, mancillada su dignidad y toma clara conciencia de la impunidad y la soberbia de los sectores dominantes. Ocurre cuando al habitual saqueo y vejación a los estratos sometidos se suman la manipulación, la represión, el fraude y la persecución o proscripción de toda organización o líder, cuyas políticas pudieran ofrecer una alternativa emancipadora a la desigualdad sistémica. En tales momentos, la impotencia se convierte en potencia de rebeldía y cambio. 
Así sucedió en repetidas oportunidades en América Latina y el Caribe. Aconteció en Bolivia en el transcurso de la Guerra del Agua (2000) o en Argentina con el memorable “que se vayan todos” en Diciembre de 2001. Ambos acontecimientos abonarían el surco en el cual se constituirían luego los gobiernos transformadores de Néstor Kirchner y Evo Morales Ayma. 
También el Caracazo de 1989 marcó el momento de un levantamiento popular que culminaría con la elección de Hugo Chávez poco menos de diez años después, poniendo fin a cuatro décadas de componenda elitista en Venezuela. Del mismo modo, el triunfo de la Revolución Ciudadana liderada por Rafael Correa en Ecuador (2006), había sido precedido por un brutal vaciamiento bancario en 1999, al que siguieron dos alzamientos populares en el año 2000 y la Rebelión de los Forajidos en 2005, que terminó con el gobierno de Lucio Gutiérrez.  
Los ejemplos podrían multiplicarse llegando incluso al Bogotazo de 1948, una enorme reacción popular ante el asesinato del candidato presidencial liberal Eliécer Gaitán que dio pie, poco tiempo después, al surgimiento de la lucha guerrillera en Colombia. La misma asfixia política fue el germen de la  expansión posterior del fenómeno en distintos puntos de la región que tuvo en las revoluciones en Cuba y Nicaragua su momento triunfal, pero como desgarradora contracara, la criminal acción represiva de regímenes dictatoriales, costando la vida de miles de jóvenes y activistas sociales.   
Hoy atraviesa un momento similar Honduras, en el que el presidente Hernández, en connivencia con un entramado de corrupción política extendida y la anuencia de los Estados Unidos, quiere defraudar la voluntad popular expresada en las urnas a favor de su contrincante Salvador Nasralla. Ante este hecho, una parte importante de la población mantiene la protesta desde hace ya más de tres semanas arriesgando su vida, demandando el reconocimiento de su derecho a elegir. 
Señal enérgica que dio también una multitud de argentinos ante la actitud extorsiva y autoritaria del gobierno, que logró aprobar esta semana un recorte a la protección social de ancianos y niños y modificaciones tributarias a favor del empresariado. Protesta que explotará en marzo próximo si Macri insiste en promover una reforma laboral retrógrada, similar a la vigente ya en el Brasil de Temer, avanzando hacia la destrucción de conquistas sociales acumuladas en décadas de lucha. 
Eclosión que también podría producirse en Perú, si el actual conflicto en torno a la destitución de Kuczinsky desembocara en una farsa institucional tutelada por la mayoría parlamentaria fujimorista y el efecto que podría provocar un indulto negociado al ex presidente,  Alberto Fujimori. 
Estallido social que habrá de replicarse en Brasil cuando el recorte social en curso impacte de lleno en la población pobre, acentuándose además si se confirmara la condena que proscribiría la candidatura de Lula Da Silva – cuyas posibilidades de ser electo en 2018 son abrumadoras.
Rebelión que posiblemente tendrá lugar en México, si – como es de prever – el PRI pretende mantenerse en el poder mediante fraude o en Colombia, si la derecha impide mediante subterfugios jurídicos y mediáticos un ejercicio democrático pleno en las próximas elecciones.

De la impotencia a la desobediencia 
En todos los casos en los que el pueblo se rebela abiertamente, se muestra la necesidad de rebasar el encuadre vigente, formalmente legal, pero degradado y convertido en ilegítimo, para dar un nuevo ordenamiento a la vida social. Dicho propósito suele confirmarse en aquellas ocasiones virtuosas en las que los excluidos encuentran una representación política que encauza la rebelión hacia el claro objetivo de modificar normas constitucionales inadecuadas al nuevo momento social. 
Hay que decir que algo de esa desobediencia radical se expresa también cuando una porción del pueblo intenta salidas inmediatas o individuales a su desprotección. Tanto en la migración tildada por los gobiernos de “irregular”, como en los distintos tipos de delincuencia, puede verse la búsqueda de respuesta a necesidades lacerantes, violando normativas establecidas pero ineficaces a efectos de mejorar la situación social. 
Tales impulsos desesperados, en determinadas circunstancias absolutamente imperativos, terminan generalmente reforzando las estructuras represivas de los Estados, conduciendo a una cadena de involución y violencia generalizada como la que podemos observar en distintos lugares de América Latina y el Caribe. 
Tan sólo la desobediencia civil colectiva y con fines de transformación política parece resultar decisiva para conseguir cambios efectivos y duraderos.

De la desobediencia a la revolución 
Sin embargo, no toda acción de protesta, no toda estampida social contra mandatos injustos deviene necesariamente en transformación profunda de la vida social. Muchas veces el tumulto termina en anécdota, aunque sirviendo de precedente para sublevaciones futuras. 
Que la desobediencia se torne revolución es algo difícil de predecir. Con más razón, de producir. Aquellos que se dedican a su estudio indican que, entre otros factores, es relevante la cercanía de relación de fuerzas organizadas con los grandes conglomerados inorgánicos movilizados, que tan desprestigiada esté la autoridad o qué tan claros sean los paradigmas para lograr convertir el malestar en propuesta y la crítica en esperanza. Otros indicadores ligados al despliegue o al repliegue del hecho revolucionario serían de qué manera entroncan los objetivos trazados en el sentir popular y la memoria histórica, qué tan fuertes y representativos son los liderazgos y si, en definitiva, el justo reclamo popular logra trascender la inmediata reacción interna y externa del sistema. 
Pero ninguna revolución se consuma sin antes producirse un primer grito de libertad. Y ese grito suena hoy en millones de gargantas latinoamericanas.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

LOS AZOTES DEL IMPERIO

Carolina Vásquez Araya - https://carolinavasquezaraya.com/2017/12/04/los-azotes-del-imperio/
Las libertades democráticas son el mito creado para sostener la zanahoria en el palo.
Aquí y en todos los países en vías de desarrollo se hace lo que convenga a las grandes compañías multinacionales y a los objetivos geopolíticos de un puñado de Estados en los cuales éstas asientan sus reales. De ahí las guerras bélicas, económicas y mediáticas contra países ricos en materias primas o recursos energéticos, cuyos líderes han osado rebelarse contra el mandato de esos centros de poder desde los cuales emanan las directrices políticas impuestas a los gobiernos. El imperio -siempre se ha sabido- no perdona las defecciones y, cuando surge alguna, la combate con mano de hierro.
He vivido lo suficiente como para haberlo visto una y otra vez en los abundantes golpes de Estado y en los documentos desclasificados en donde se revelan, al cabo de los años, los verdaderos motivos detrás de esos crueles operativos antidemocráticos. Es tan hábil la estrategia imperialista como para esperar al paso de una generación, contando con la ignorancia de la siguiente respecto de sus intenciones. Y así la pobreza y el subdesarrollo se instalan como algo connatural a nuestra manera de vivir.
Lo acontecido en Honduras no escapa a este esquema de dominación. Estados Unidos y sus aliados no quieren más gobiernos progresistas, mucho menos cuando éstos pretenden consolidarse con el voto democrático en una región tan cercana a sus fronteras. Para ello le sirven los ejércitos financiados y entrenados como feroces guardianes de sus intereses políticos y económicos, equipados con todo el arsenal necesario para someter cualquier intento de manifestación ciudadana. El silencio de la comunidad internacional respecto de la represión en Honduras y el fraude electoral que ha provocado el estallido ciudadano, sin duda responde a consignas tajantes del Departamento de Estado, desde donde se gobierna la mayoría de nuestros países. Los observadores internacionales, entonces, algunos de los cuales proceden de países vecinos, terminan siendo meros espectadores del operativo en un silencio que, por cómplice, se aproxima a lo criminal.
Para los demás países de la región el panorama hondureño es un cuadro de costumbres; es el recuerdo de lo vivido una y otra vez en carne propia, siempre con la excusa del resguardo de las “libertades democráticas”, “la protección del estado de Derecho”, “el imperio de las garantías constitucionales” y cuanta poesía se les ocurra para acallar las eventuales protestas y consolidar el estatus. El entramado apretadísimo de intereses corporativos con las políticas internas de nuestras naciones ha sido una constante durante siglos, con el conveniente resultado de mantener en el imaginario social el miedo al fantasma del comunismo y la aceptación tácita de la explotación y la pobreza como realidades inevitables implícitas en ese concepto abstracto e indefinido llamado democracia.
¿Qué sucederá en los demás países de la región cuando les toque el momento de elegir autoridades? ¿Acaso coinciden los eventos de Honduras con el incremento inexplicable de los presupuestos militares en países vecinos? El futuro mediato es como una nube negra plagada de amenazas. De ahí la importancia fundamental de combatir la corrupción y depurar a las instituciones, elementos clave para la recuperación del equilibrio político de los países centroamericanos.
Es imperativo entender que la violencia y la miseria en las cuales se hunde la vida de nuestros países no son naturales, responden a estrategias bien pensadas para mantener a la población en silencio, temerosa y sumisa. Será a ella, entonces, a quien le corresponda romper el hechizo.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Chile: Una oportunidad para la Izquierda

http://www.puntofinal.cl/888/ultimoeditorial889.php
La coyuntura electoral permite comprobar que existen condiciones muy favorables para iniciar la construcción de una alternativa democrática y popular que permita a la Izquierda abrirse camino -con sus propias banderas- en la lucha contra el neoliberalismo.
Por supuesto nos referimos a una Izquierda del siglo XXI, capaz de botar el lastre de los errores del pasado para recuperar -junto con sus principios éticos y políticos- las banderas limpias del socialismo, tales como la democracia, la participación popular, las libertades públicas y el respeto a los derechos humanos, que le fueron arrebatados desvergonzadamente incluso, por sectores de derecha.
Las elecciones del 19 de noviembre, en efecto, confirman el proceso de descomposición del duopolio político que gobierna el país desde 1990. Si se comparan sus resultados con los de la anterior elección presidencial, del 17 de noviembre de 2013, se observa que Michelle Bachelet obtuvo aquel año casi 3 millones y medio de votos en primera vuelta (46,7%). En cambio, su heredero político, Alejandro Guillier, consiguió sólo un millón y medio (22,7%). Asimismo, la coalición de gobierno perdió su mayoría en la Cámara de Diputados. En cualquier otro país -menos en Chile, donde ningún actor político reconoce sus fracasos- estos resultados se considerarían una importante derrota.
A su vez a la derecha no le fue todo lo bien que pretende hacer creer. Sebastián Piñera, aun cuando encabeza la opción para el 17 de diciembre, tuvo dos millones 400 mil votos (36,64%), cifra muy lejana a los 3 millones de votos (44.06%) que obtuvo en primera vuelta el año 2009. Es verdad -pero es una verdad relativa- que el sector fascista de José Antonio Kast (500 mil votos y 7,93%) también forma parte de la derecha. Es una verdad a medias porque la ultraderecha pinochetista es muy crítica de las inclinaciones liberales de Piñera y de su propósito de construir una derecha moderna.
La abstención -que esta vez registró un 54%- se ha convertido en el barreno que debilita el sistema político. En los hechos es el instrumento de que se vale parte de la población para manifestar de manera pacífica su protesta por la corrupción y la demagogia. Es expresión también de la atonía e indiferencia en que el sistema mantiene a buena parte de los ciudadanos para manipularlos a su amaño. No obstante hay que anotar que el fenómeno de la abstención disminuyó esta vez. Hay que recordar que Bachelet fue elegida con 58,21% de abstención en 2013 y que en las elecciones municipales de octubre del año pasado la abstención llegó a 65%.
El mayor interés en votar el 19 de noviembre es otro dato que permite pensar que estamos ante un proceso de reactivación popular, ingrediente fundamental para la rearticulación de la Izquierda. El factor de este cambio hay que atribuirlo a la irrupción de una tercera fuerza -el Frente Amplio (FA)- que entró a la disputa electoral con sorprendentes resultados. Su candidata presidencial, Beatriz Sánchez, recibió un millón trescientos mil votos, o sea 20,27%. Y por añadidura el FA eligió 21 diputados y un senador, que lo convierte en una fuerza importante en el Congreso Nacional.
El FA no es un partido sino la agrupación de una docena de partidos y agrupaciones político-sociales y tiene su origen en las movilizaciones estudiantiles de 2011. Aunque su anclaje social está muy focalizado en sectores intelectuales y de la clase media, su gran votación interpreta -al menos por ahora- a un contingente social que desborda sus propias hechuras orgánicas. Ha venido a llenar el vacío en el espectro electoral que dejó la decepción del pueblo con los partidos del duopolio que gobierna desde 1990 en alianza con el gran empresariado nacional y extranjero.
El FA plantea un programa democratizador y de justicia social y asume un compromiso de lucha contra la corrupción que se ha adueñado de las instituciones. Su programa también incluye la convocatoria a una Asamblea Constituyente que redacte y plebiscite una nueva Constitución Política. Este aspecto es fundamental y determina la naturaleza de un proyecto que se proponga cambios económicos y sociales profundos.
La Asamblea Constituyente debe estar a la cabeza de un programa orientado a reformar en profundidad la sociedad chilena. El modelo de economía de mercado es un sistema complejo que abarca ámbitos políticos, institucionales, sociales y culturales. Su basamento es la Constitución que rige -con mano de hierro-todos esos ámbitos. La eliminación del sistema de AFP, por ejemplo, o el derecho universal a salud y educación de calidad, son metas imposibles de alcanzar en el marco de la actual Constitución. La rigidez del sistema político-institucional heredado de la dictadura haría estrellarse la cabeza contra un muro a quien pretenda eliminar sus aspectos más conservadores y represivos, sin cambiar antes el cimiento del sistema que es la Constitución.
El FA tiene en este momento la responsabilidad de prestar un gran servicio a las fuerzas del cambio si es capaz de convertirse en el engranaje que ponga en marcha el proceso de recomposición de la Izquierda.
La experiencia que dejan numerosos esfuerzos realizados durante estos años por reconstruir una alternativa de Izquierda, independiente del maridaje de política y negocios, deberían ser tomados en cuenta por quienes se propongan ahora ese objetivo. La experiencia indica que el más rotundo fracaso espera a quienes traten de unir grupos que disfrutan su autonomía y cultivan luchas fratricidas. Tampoco ayudan los esfuerzos por refaccionar cascarones envejecidos que padecen sus propias oligarquías. Lo que moviliza y une al pueblo, como lo demuestran el propio FA o el Movimiento de Trabajadores NO+AFP, es la convocatoria político-social audaz e independiente que permita ocupar los espacios abandonados por las organizaciones tradicionales. No hay que dejar pasar las condiciones favorables que se presentan para iniciar la rearticulación de la Izquierda y levantar su alternativa. En esto, sin duda, cabe gran responsabilidad al Frente Amplio.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Diez días que estremecieron al mundo: Centenario de la Revolución de Octubre

Relación con la Primera Guerra Mundial
Cuando se aproximan las conmemoraciones de la Primera Guerra Mundial, ahora es el momento de un nuevo centenario: el de la Revolución de Octubre, que tuvo lugar en 1917 en el Imperio ruso y llevó a la creación de la Unión Soviética. No es casual que ambos aniversarios se solapen ya que están estrechamente ligados.
La Primera Guerra Mundial estalló como un conflicto entre las grandes potencias europeas de entonces que esperaban reforzar y expandir su posición de fuerza. Pero al cabo de cuatro años de una lucha militar cada vez más extendida y sin salida, y con un importante deterioro de las condiciones de vida en las naciones beligerantes, la Primera Guerra Mundial provocó la caída de no menos que cuatro imperios. La Rusia zarista ni siquiera conoció el final de la guerra. La abdicación de zar Nicolás II en marzo de 1917 ponía fin a 300 años de dominación dinástica de los Romanov. El final de la Primera Guerra Mundial en noviembre de 1918 provocó después la caída del Imperio alemán, la de la doble monarquía austro-húngara de los Habsburgo y del Imperio otomano.

Antecedentes
La Primera Guerra Mundial, que había estado precedida de un largo periodo de problemas y conflictos, supuso en cierto modo el golpe de gracia del Imperio zarista. Tras la supresión del vasallaje en 1861 y la entrada en la revolución industrial no había dejado de aumentar el descontento provocado por el autoritarismo del régimen zarista. En 1881 el zar Alejandro II fue asesinado por un grupúsculo de conspiradores. El hermano mayor de Lenin se vio implicado en un intento de asesinato del nuevo zar, Alejandro III. Fue detenido y condenado a muerte en 1887. Lenin y compañía sacaron sus conclusiones de ello y se unieron al Partido Obrero Social Demócrata de Rusia (POSDR) fundado en marzo de 1898, precursor del futuro Partido Comunista.
El campo seguía padeciendo unas condiciones de vida feudales. Los grandes propietarios tenían todo el poder. Representaban solo el 0,3 % de la población, pero poseían más de la mitad de todas las tierras. Las condiciones de existencia de los campesinos rusos eran similares a las del campesinado francés y belga del siglo XIV. Todos los levantamientos sucesivos de campesinos fueron aplastados sin piedad.
También en las ciudades reinaba el descontento. Hacia finales del siglo XIX la población estaba cada vez más insatisfecha y después de la derrota de Rusia en la guerra ruso-japonesa (1904-1905) se multiplicaron los motines de soldados y las manifestaciones. El Domingo Rojo del 9 de enero de 1905 la guardia imperial abrió fuego y causó cientos de víctimas entre los manifestantes. Las manifestaciones y huelgas no hicieron más que aumentar, el zar se vio obligado a hacer concesiones con unas reformas económicas e instauró una primera Duma (parlamento). Pero como las reformas propuestas apenas supusieron mejoras, la agitación persistió.
Mientras tanto, el POSDR se había dividido en dos facciones: los menchevikes, mas bien moderados, y los bolcheviques, radicales. A principios de la Primera Guerra Mundial el zar había vuelto a fortalecer su poder y la agitación dio paso a un patriotismo entusiasta. Pero era una ilusión. A medida que avanzaba la guerra el ejército zarista sufría cada vez más derrotas y la economía se desarticulaba. Hacia finales de 1916 Rusia estaba al borde de un desmoronamiento militar y económico total. El coste en vidas humanas fue particularmente elevado. Perecieron dos millones y medio de rusos. El descontento que desde 1905 estaba a punto de estallar se convirtió en un inmenso rumor que culminó en 1917 y se realizó definitivamente con la Revolución de Octubre.

De la revolución de febrero …
A finales de febrero de 1917 estallaron en Petrogrado unos disturbios de gran magnitud. En pocos días las huelgas en la fábrica de municiones desembocaron en una huelga general. Las mujeres salían cada vez más a la calle para reclamar pan. “¡Pan, trabajo!” se convirtió en la consigna más coreada y a ella se añadía a continuación “¡Abajo la guerra!”, la causa de todo. Cuando las tropas del zar ya no se mostraron dispuestas a disparar contra los insurgentes el Imperio ruso de desmoronó en unos días. Se había producido la Revolución de Febrero.
El 2 de marzo de 1917 abdicaba el zar Nicolás II. Se formó un gobierno provisional dirigido por el príncipe Lvov con el apoyo de casi todas las fuerzas de oposición al zar, salvo los bolcheviques. Y es que en el intervalo se habían instaurado consejos de obreros y de soldados en todas partes, en Petrogrado y en otras grandes ciudades. Empezó así el periodo del “doble poder”.
La cuestión de la guerra constituía un punto de divergencia crucial. Los bolcheviques eran los únicos que deseaban que terminara la guerra. Era indispensable para poder concentrarse en los problemas sociales y económicos. El gobierno provisional, por su parte, deseaba seguir con la guerra.
Los dirigentes bolcheviques en el exilio seguían muy de cerca estos acontecimientos en sus países de acogida. El emperador alemán esperaba que prevalecieran los sóviets y su reivindicación de detener la guerra por lo que llegó a un acuerdo para que Lenin pudiera abandonar Suiza y atravesar Alemania hasta Rusia en un vagón de tren sellado.
Lenin llega a Petrogrado en abril y preconiza en sus “Tesis de abril” que todo el poder debe ir a los sóviets, los cuales deberán actuar radicalmente para detener la guerra, lograr la distribución de tierras y la equidad alimentaria. Las tensiones entre el gobierno provisional y los sóviets se exacerban a medida que aumenta la influencia de los bolcheviques en los sóviets. Como el gobierno provisional estaba cada vez más dominado por los antiguos generales zaristas, los dirigentes bolcheviques tuvieron que pasar a la clandestinidad o, como Lenin, huir otra vez al extranjero.

… a la Revolución de Octubre
A principios de octubre la mayoría de los dirigentes bolcheviques decidió que era necesario un levantamiento armado y que los sóviets tenían que hacerse con la dirección del Estado. Así, el 25 de octubre (2) miembros de los sóviets y soldados simpatizantes toman por asalto el Palacio de Invierno del zar en Petrogrado y hacen prisioneros a los miembros del gobierno provisional. Esa misma tarde se reúne el II Congreso Panruso de los Sóviets con 649 delegados, 390 de los cuales eran bolcheviques, provenientes de más de 400 comités locales de todas las regiones de Rusia.
El congreso de los sóviets anunció un armisticio con Alemania, concedió tierras a quienes las explotaran, introdujo la jornada de ocho horas, nacionalizó los bancos y las grandes empresas al tiempo que acababa con las discriminaciones basadas en la nacionalidad. Poco después siguieron decretos sobre el control de los trabajadores en las empresas y la separación de la Iglesia y el Estado.
La reacción no se hizo esperar. Los partidarios del gobierno provisional, los blancos, no cedieron. Las oligarquías de las grandes potencias no veían con buenos ojos una revolución en el patio trasero de Europa y prepararon una invasión.
Las grandes grandes potencias tenían otra razón para querer acabar con esta revolución en ciernes: el riesgo de contagio. Poco después de que los bolcheviques hubieran proclamado un armisticio con Alemania se extendió por Europa central una oleada de huelgas políticas y de manifestaciones en contra de la guerra. Muchos países estaban tan hartos de la guerra como sensibilizados por la revolución. Después de la guerra estallaron levantamientos en Hungría, Austria, Checoslovaquia, Bulgaria, Italia y Alemania. La mayoría de las insurrecciones estaban mal preparadas y mal organizadas. Fracasaron una tras otra, no sin hacer que les zumbaran los oídos a las clases dirigentes.
A principios de 1918 empezó una guerra civil entre los “rojos”, los bolcheviques recién llegados al poder, y los “blancos”, que estaba apoyados por los antiguos generales zaristas y por muchas intervenciones aliadas (Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón). La guerra civil duró hasta 1921 y causó millones de muertos, sobre todo debido a la inmensa hambre que le acompañó.
A finales 1922 se creó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) o Unión Soviética. Aquel año la salud de Lenin conoció una primera alerta, sin duda consecuencia tardía de un atentado perpetrado contra él en agosto de 1918. Tras diversos empeoramientos murió el 21 de enero de 1924. La lucha interna por su sucesión inició una nueva fase en la historia de la Unión Soviética.

Balance de la revolución

Económico
Al empezar la revolución Rusia era un país subdesarrollado. Los países industrializados producían por cabeza de 10 a 15 veces más carbón y de 10 a 20 veces más energía. Los ingresos por habitante en Rusia eran inferiores a los de América Latina (3).
Además de un retraso importante respecto a los países ricos, las circunstancias en las que debía desarrollarse el país eran particularmente desfavorables. Aparte de la destrucción causada por la Primera Guerra Mundial el país había sido devastado entre 1918 y 1921 por una violenta guerra civil y por invasiones extranjeras. Veinte años después el país iba a sufrir la gigantesca destrucción provocada por la invasión alemana (4).
La joven revolución sufría también un embargo económico. Y al contrario que la mayoría de las naciones occidentales el país no podía contar con unas colonias que le suministraran gratis o casi gratis materias primas y fuerza de trabajo.
A pesar de estas condiciones, la Unión Soviética tuvo un crecimiento espectacular. Entre 1920 y 1938 la producción industrial aumentó más de un 6.000 %, mientras que la media en el resto del mundo era de un 96 % (5).
En 30 años pasó de ser un país relativamente atrasado a ser una superpotencia capaz de competir con Estados Unidos en el plano tecnológico. Tenía que serlo por razones de seguridad. En la década de 1930 el país tuvo que construir rápidamente un aparato militar capaz de resistir a la amenaza de una guerra de aniquilación por parte de la Alemania nazi. Y desde la década de 1950 hizo frente a una carrera de armamentos nucleares (6). No obstante, la carrera por la modernización resultante de ello se hizo de manera forzada y tuvo un alto coste humano (7).
A mediados de la década de 1950 el crecimiento empezó a ralentizarse. El crecimiento económico seguía siendo correcto aunque se tradujo mucho menos en una mejora y un aumento de los bienes de consumo. En este aspecto el retraso respecto a Estados Unidos aumentó y se mantuvo, lo que provocó más frustración y menos apoyo a la dirección política (8). Pero incluso con este retraso de crecimiento y a pesar de todas las miserias de la guerra económica, entre 1917 y 1989 creció una vez y media más rápido que el resto del mundo (9).

Social
La Revolución de Octubre fue un grito contra la miseria y el subdesarrollo, un grito que no se dio en vano. La nueva República de los Sóviets dio muestras de un progreso nunca visto en esa época. Se erradicó el analfabetismo en poco tiempo. El nivel de instrucción llegó rápidamente a un nivel comparable al de los países industrializados. Se eliminó el paro y se instauró la jornada de ocho horas. La semana laboral en la Unión Soviética se convirtió en una de las más cortas del mundo. Se creó un sistema de seguridad social, con una pensión de jubilación completa. Se anuló la discriminación de la mujer y se legalizó el aborto.
Aumentó la esperanza de vida. Al inicio de la revolución los ciudadanos soviéticos morían 16 años antes que los ciudadanos estadounidenses. En 1973 la diferencia ya era solo de dos años y medio (10). Un factor de desarrollo social todavía más importante, la mortandad infantil por debajo de 5 años: en 1960 era de cuatro a ocho veces más baja en la Unión Soviética que en los países vecinos que cuarenta años antes todavía tenían un nivel igual de desarrollo (11).

Influencia internacional
Sería difícil sobrestimar la importancia de la Revolución de Octubre para la historia reciente del mundo. La Unión Soviética se ha convertido en el símbolo visible de la alternativa socialista al liberalismo hasta entonces dominante y a la sociedad capitalista. Todo el siglo XX, incluida una guerra fría de casi medio siglo de duración, iba a estar dominado por el antagonismo del capitalismo frente a socialismo. En el lado socialista la Unión Soviética como nación marcó la pauta hasta el final de su existencia a principios de la década de 1990. En ese sentido, la Revolución de Octubre fue determinante para el carácter del siglo XX.
Gracias a esta revolución el socialismo dejó de ser un ideal lejano o una utopía que no estaba al alcance para convertirse en una posibilidad realizable. Y fue una realidad con efectos contagiosos. La Revolución de Octubre contribuyó a muchas otras revoluciones y fue la fuente de inspiración de decenas de movimientos de liberación en todo el mundo. En muchos otros países la Unión Soviética representaba un apoyo sólido para la creación y desarrollo de partidos comunistas. Cuarenta años después del asalto a Palacio de Invierno un tercio de la humanidad vivía en un país socialista (12).
A su vez, la existencia y el éxito de los partidos comunistas en el mundo ejercieron una presión sobre las relaciones de fuerza en la política. Así, por temor al éxito de los partidos comunistas tanto empleadores como partidos políticos tradicionales se mostraron proclives a hacer grandes concesiones en el plano social.
Basta con mencionar nuestro país, Bélgica, tras cada una de las dos guerras mundiales. Victorias importantes de la clase obrera de las democracias occidentales, como el sufragio universal, el reconocimiento de los sindicatos, el establecimiento de la concertación social y de la seguridad social, se obtuvieron sobre todo gracias a la existencia de los partidos comunistas y al miedo que suscitaban a los empleadores y partidos tradicionales.
Por último, la Unión Soviética tuvo una importancia capital en dos acontecimientos centrales del siglo XX: la victoria sobre el fascismo y el desmoronamiento del sistema colonial. En casi todos los países ocupados durante la Segunda Guerra Mundial los partidos comunistas desempeñaron un papel fundamental en la resistencia al fascismo.
Tres cuartas partes de las pérdidas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial se debieron al Ejército Rojo. Sin estas pérdidas Europa habría sufrido sin duda el yugo fascista durante mucho tiempo (13). La Unión Soviética también desempeñó un papel importante en la descolonización. Muchos países postcoloniales deseosos de seguir un camino soberano respecto al mundo occidental pudieron contar con el apoyo económico, tecnológico y militar de Moscú, apoyo que a menudo fue indispensable para su supervivencia.

Evaluación

El peso de la historia
Toda gran revolución va muy por delante de su tiempo. Las grandes revoluciones hacen avanzar unos principios que significan un progreso respecto a las fases históricas precedentes. Por eso logran despertar mucho entusiasmo y apasionar a grandes grupos de personas incluso mucho tiempo después. Pero en general la realización de los objetivos de estas revoluciones no es cosa fácil. El peso de la historia es más pesado que el plomo.
Así, la Revolución francesa convirtió en un logro definitivo los derechos políticos y el principio de igualdad. Sin embargo, la propia Revolución llevó al Terror y a la introducción de la guillotina, a la prohibición de toda posibilidad de sindicatos o de huelga, así como a las guerras imperialistas de conquista llevadas a cabo por Napoleón y que costaron tres millones y medio de vidas (14). Eso no quita que la Revolución francesa siga siendo a justo título un hito importante de la historia mundial. A esa luz es a la que hay que ver y juzgar la Revolución de Octubre.
Lenin, el artífice de la Revolución de Octubre, era perfectamente consciente del hecho de que la realización de los ideales revolucionarios no sería fácil, pero al mismo tiempo, de que la Revolución constituía un paso importante en la historia: “Esta primera victoria no es aún la victoria definitiva y nuestra Revolución de Octubre la ha conseguido con dolores y dificultades sin precedentes, con inauditos sufrimientos, con una serie de graves desaciertos y errores nuestros. […] Nosotros hemos empezado la obra. Poco importa saber cuándo, en qué plazo y en qué nación culminarán los proletarios esta obra. Lo esencial es que se ha roto el hielo, que se ha abierto el camino, que se ha indicado la dirección” (15).

Fracaso o pequeño milagro
Según una opinión corriente, la Revolución de Octubre demuestra que el comunismo no funciona, que es un fracaso. Es la visión de los vencedores, que no tienen en absoluto en cuenta las circunstancias en las que se tuvo que desarrollar la Revolución. Según los artífices del marxismo una sociedad socialista prosperaría mejor en las zonas más industrializadas del mundo. Además, su viabilidad exigía que una revolución socialista tuviera lugar simultáneamente en diferentes países. Ninguna de esas dos condiciones se había cumplido en la Unión Soviética: el país estaba solo y debía construir el socialismo sobre la base de una economía principalmente agraria.
Por otra parte, las potencias imperialistas hicieron todo lo posible para debilitar la Revolución y destruirla. Invadieron el país en varias ocasiones y le impusieron un embargo económico y tecnológico. A finales de la década de 1930 empujaron a la Alemania nazi a volverse contra la Unión Soviética con la esperanza de que ambos países se agotaran y aniquilaran mutuamente (16). Las guerras y guerras civiles que atormentaron al país los 30 primeros años no solo provocaron una sangría económica, sino que también privaron a la dirección política de cuadros competentes y experimentados. A partir de la década de 1950, con una economía totalmente destruida, el país se enfrentó además a una carrera de armamentos nucleares extraordinariamente cara.
En estas circunstancias peligrosas es un pequeño milagro que la Revolución de Octubre se haya producido y aún más que la unión Soviética se haya mantenido durante 70 años. En este contexto más bien se debe describir el conjunto del proceso como una proeza en vez de calificarlo de fracaso.
En todo caso, una mayoría pequeña de los habitantes de la antigua Unión Soviética no considera la Revolución de Octubre un fracaso. Veinte años después de la caída del Muro de Berlín un 54 % consideraba positivo el comunismo. Entre los alemanes del Este un 57 % afirma que la RDA tenía más lados buenos que malos y solo un 23 % de checos considera que actualmente tienen una vida mejor. Hoy un 55 % de los rusos añora la Unión Soviética (17).

Errores fundamentales
El hecho de que fuera una proeza no significa que no se cometiera ningún error fundamental. El sistema soviético no cayó tras una acción o una intervención exterior. Implosionó desde el interior, a causa de una acumulación de problemas, de penurias y de decisiones equivocadas.

1. El déficit democrático
La opción de la industria pesada se justificaba por razones de seguridad, pero fue a costa del consumo individual. Este tipo de opción requiere una base amplia, lo que significa que una gran mayoría concienciada la debe seguir y que la población se implique en la toma de decisión. Sin duda este no fue siempre el caso. A menudo las medidas se tomaron de forma autoritaria y represiva.
A veces la represión degeneró totalmente, sobre todo a partir de la segunda mitad de la década de 1930, lo que puso extraordinariamente a prueba la confianza de la población en sus dirigentes. El sistema ofrecía al ciudadano soviético una seguridad social fuerte pero, por otra parte, un consumo mediocre, sobre todo comparado con el del Oeste.
Todo ello provocaba un sentimiento general de indiferencia y de alienación. Los obreros no se sentían en absoluto “propietarios” de sus medios de producción y estaban poco dispuestos a trabajar más duro o de forma más productiva. Fue sobre todo a partir de la década de 1970 cuando el fenómeno adquirió proporciones importantes.

2. La burocratización
El establecimiento del socialismo requiere un elevado grado de conciencia política y de participación de la población. Son dos misiones importantes para el Partido Comunista. Pero el déficit democrático metamorfoseó al partido en una élite burocratizada que cada vez estaba menos en contacto con la población ordinaria.
Las organizaciones de masas se fueron convirtiendo poco a poco en correas de transmisión del partido, lo que les hizo perder su alma y su fuerza de atracción entre la población. El partido perdió ahí gran parte de su crédito. Cada vez era menos capaz de suscitar la creatividad y la participación de amplios estratos de población para seguir desarrollando el socialismo. La democracia interna del partido se vació de su sustancia. Se desarrollaron la autosatisfacción y el laxismo. Entre los cuadros aumentó el arribismo y disminuyó la cualidad.

3. El modelo económico
El modelo económico fue particularmente eficaz para sacar rápidamente al país del subdesarrollo. Para la fase siguiente había que ajustar este modelo y actualizarlo, y eso es lo que no se logró. Los progresos tecnológicos y científicos fueron impresionantes, pero no se tradujeron en un salto económico hacia adelante. En el plano del consumo y de la agricultura el crecimiento permaneció por debajo del nivel requerido. El modelo era excelente para un desarrollo extensivo (crecimiento cuantitativo, más de las mismas cosas) pero no para un desarrollo intensivo (crecimiento cualitativo basado en una mejor productividad).
Por una parte, sin duda se importó demasiado y demasiado fácilmente elementos del mercado. Por otra, toda la economía estaba estatalizada hasta la menor prestación de servicios. El grado de centralización fue muy alto, lo que era útil en tiempos de guerra aunque inútil en tiempos de paz. También se suprimieron demasiado rápido los estímulos materiales (18).

4 . Debilidades teóricas
La Revolución de Octubre fue el primer intento a gran escala de elaborar una sociedad socialista. No existía un esquema director que indicara hacia dónde ir, ni un plan detallado sobre cómo llegar ahí. La teoría revolucionaria no es un libro de recetas elaborado, acabado, sino la síntesis de la práctica y de las experiencias revolucionarias. Por consiguiente es un “work in progress”.
Ahí es donde reside el error: la teoría producida en la fase de inicio pronto se canonizó y se cerró. Tras el periodo inicial ya no se consideró, o no se volvió a considerar, desarrollar creativamente la teoría revolucionaria ni enriquecerla.
Por otra parte, varias concepciones eran erróneas; citaremos unas cuantas. Por un lado se sobrevaloraron las posibilidades propias y se subestimó el carácter largo y complejo de la fase de transición entre el capitalismo y el comunismo. Por otro lado, hubo desconocimiento de la capacidad de resiliencia del capitalismo. Se dio demasiada poca importancia al combate de las ideas, a la cultura, a la religión, etc.

5 . La escisión del movimiento comunista internacional
Después de la Segunda Guerra Mundial un tercio de la humanidad vivía en un país socialista, en muchos países del tercer mundo ya estaban presentes muchos gérmenes socialistas y el comunismo gozaba de un prestigio sin parangón. La unidad de los países comunistas era un elemento de fuerza en el escena internacional, además de que ofrecía a los partidos comunistas de todo el mundo un excelente foro para intercambiar y enriquecer visiones y concepciones.
Pero a finales de la década de 1950 la acentuación de las diferencias político-ideológicas provocó una ruptura e incluso una animosidad entre China y la Unión Soviética. Fue un duro golpe para el movimiento comunista mundial y para todas las fuerzas progresistas internacionales. También fue un regalo del cielo para Estados Unidos que, bajo el presidente Nixon, supo mostrarse mucho más pragmático (19).
Cada una de estas lagunas fue un fallo o un paso en falso importante. Unidas a unas circunstancias difíciles, contribuyeron a la implosión del sistema soviético a finales de la década de 1980. Sin embargo, no se trataba de problemas irresolubles. En los peores momentos la población soviética había sabido demostrar resiliencia y motivación para resolver los problemas como, por ejemplo, durante la guerra contra la Alemania nazi y durante la reconstrucción del país tras la Segunda Guerra Mundial. En la década de 1980 Gorbatchov emprendió unas reformas draconianas que se descontrolaron y provocaron el fin de la Unión Soviética. Puede que fuera demasiado tarde para poder poner orden.

Las lecciones de la historia
Según Marx y Engels, el socialismo es el resultado del empeoramiento de las contradicciones en el seno del capitalismo. La experiencia soviética nos enseña al menos tres cosas al respecto. En primer lugar, que una sociedad socialista lleva en sí misma un potencial muy fuerte para superar las calamidades del capitalismo, tanto en el plano social y económico, como respecto a las relaciones fraternales entre los países.
La segunda lección es que este potencial no se realiza automáticamente una vez que la sociedad ha elegido la vía socialista. Unas circunstancias difíciles y malas decisiones pueden echarlo todo a perder. El camino del socialismo es complejo, largo y duro, y no es irreversible.
Si se piensa que el socialismo se podría implantar rápidamente basta, sin embargo, con ver la historia del capitalismo. Su implantación costó siglos, con altos y bajos (20). Para muchos autores, el desmoronamiento de la Unión Soviética fue la prueba del fracaso del proyecto de sociedad socialista/comunista. El politólogo estadounidense Fukuyama habló incluso del “final de la historia” porque estaba demostrado definitivamente que el capitalismo neoliberal era la mejor forma de sociedad.
Pero desde la crisis económica de 2008 cada vez más personas están convencidas de que el capitalismo neoliberal es todo excepto la mejor forma de sociedad. Por ello, el pensamiento social crítico de la izquierda vuelve con fuerza tanto en su forma moderada (ecología social) como más radical (socialista/comunista).
¿Necesitamos una nueva “Revolución de Octubre” para convertir estas ideas en realizaciones concretas?

Notas:
(1) El título de este artículo remite a uno de los primeros libros sobre la Revolución de Octubre, Diez días que estremecieron al mundo, del periodista estadounidense John Reed, publicado en 1919. Todavía hoy este libro se considera uno de los documentos periodísticos más importantes del siglo XX. John Reed, ‘‘Dix jours qui ébranlèrent le monde’, Edition République des lettres, París, 2017. [Hay muchas traducciones al castellano, una de las más recientes es la de Angel Pozo Sandoval, Diez días que estremecieron al mundo, Tres Cantos, Akal, 2004].
(2) ¿La Revolución de Octubre en noviembre? En 1582 la mayoría de los países europeos se pasaron al calendario gregoriano, excepto Rusia y el gigantesco imperio de los zares, que conservará el calendario juliano hasta el 1 de febrero de 1918. Aquel día Rusia pasó al 14 de febrero. En el siglo XX la diferencia entre ambos calendarios era de 13 días. Por consiguiente, la Revolución de Octubre, fechada el 25 de octubre, tuvo lugar el 7 de noviembre para la mayoría de los demás países.
(3) Frantzen D., “Van Revolutie tot Perestrojka”, Bruselas, 1994, p. 29; Maddison A., Contours of the World Economy, 1-2030 AD, New York 2007, p. 382.
(4) En 1920, después de la guerra y la posterior invasión militar y guerra civil, la producción industria había descendido a un 20 % del nivel que tenía en 1913 y la producción alimentaria a un 60 %. Tras la Segunda Guerra Mundial la población había pasado de 194 millones de habitantes a 170 millones. 30.000 fábricas estaban destruidas. La producción agrícola había disminuido a la mitad y 1.710 ciudades y 30.000 pueblos estaban muy o totalmente destruidos. En términos de desarrollo económico esta guerra representa un retroceso de nueve años. Frantzen D., “Van Revolutie tot Perestrojka”, p. 59; Vanden Berghe Y., “Het grote misverstand. Een geschiedenis van de Koude Oorlog (1917-1990)”, Louvain, 1987, p. 66; Rodríguez García J., “El derrumbe del socialismo en Europa”, La Habana, 2016, p. 17.
(5) Kennedy P., “De wisselkoers van de macht. De economische en militaire opkomst en neergang van de grote mogendheden tussen 1500 en 2000”, p. 336.
(6) Los gastos militares en porcentaje del PNB pasaron del 3,4 % en 1933 al 33 % en 1940. En la década de 1950 ascendieron de nuevo al 24 %. Nove A., “An economic history of the U.S.S.R., 1917-1991”, Londres, 1992, p. 230 y 328.
(7) Se trata de la llamada la colectivización. Para poder financiar las inversiones en la industria pesada se contaba con los excedentes agrícolas. Y para poder obtener estos excedentes se colectivizó la agricultura, lo que provocó el descontento de, sobre todo, los campesinos medios, los kulaks, que boicotearon el proceso. Según las fuentes (no siempre fiables debido a la Guerra Fría) esto costó la vida a decenas de miles, incluso a millones, de personas.
(8) Los alemanes del Oeste tenían casi cuatro veces más bienes de consumo que los ciudadanos soviéticos y 2,3 veces más que los alemanes del Este. Los Wessies [los primeros] tenían proporcionalmente seis veces más coches que los Ossies [los segundos]. Frantzen D., “Van Revolutie tot Perestrojka”, p. 193.
(9) En esta época el resto del mundo conoció un crecimiento económico del 240 %, la Unión Soviética del 375 %. En 1917 América Latina tenía un PNB similar por habitante al de la Unión Soviética. La región registró un crecimiento del 251 % durante este periodo. Maddison A., The World Economy. A Millennial Perspective, OCDE 2001, http://aprendeenlinea.udea.edu.co/lms/moodle/file.php/554/NUEVO_CURSO_DE_HE_V7/clases/MADISON-A-_The_world_economy_a_millennial_perspective.pdf , p. 264 et 330.
(11) Vincente Navarro, “Has socialism failed? An analysis of health indicators under socialism”, International Journal of Health. Services, Volumen 22, número 4, p. 583-601, 1992; http://journals.sagepub.com/doi/abs/10.2190/B2TP-3R5M-Q7UP-DUA2
(12) Hobsbawm E., L’Âge des extrêmes, histoire du court XXe siècle 1914-1991. [En castellano: http://www.fmmeducacion.com.ar/Bibliotecadigital/Hobsbawm_HistoriadelSiglo_XX.pdf]
(13) Tharoor I., “How the Soviet Union helped save the world from Hitler during World War II”, The Independent, 9 de mayo de 2016, http://www.independent.co.uk/news/world/the-soviet-union-helped-save-the-world-from-hitler-a7020926.htmlhttps://en.wikipedia.org/wiki/World_War_II_casualties
(14) Durante el periodo comprendido entre 1792 y 1794, llamado “el Terror”, los dirigentes revolucionarios emprendieron una lucha implacable contra todas las fuerzas que amenazaban la revolución. Decenas de miles de personas fueron asesinadas. En La Marseillaise se refleja el ambiente sangriento de este periodo. Su estribillo dice: “¡A las armas, ciudadanos! ¡Formad los batallones! Marchemos, marchemos, que una sangre impura anegue nuestros surcos”. https://fr.wikipedia.org/wiki/Terreur https://fr.wikipedia.org/wiki/Loi_Le_Chapelierhttps://fr.wikipedia.org/wiki/Guerres_napol%C3%A9onienneshttps://fr.wikipedia.org/wiki/La_Marseillaise [En castellano: https://es.wikipedia.org/wiki/La_Marsellesa]
(15) Lenin, ‘Fourth Anniversary of the October Revolution’, https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1921/oct/14.htm [En castellano: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1921/octubre/14.htm de donde hemos tomado la traducción de esta cita].
(16) Fue la línea que se siguió tanto en Gran Bretaña como en Francia. La relación entre la Alemania nazi y los capitales internacionales no se cortó y hacia finales de la década de 1930 las inversiones extranjeras en Alemania incluso aumentaron. Soete L., “Het Sovjet-Duitse niet-aanvalspact van 23 août 1939”, Berchem, 1989, pp. 98-110.
(17) 54 % en el caso de los habitantes del Bloque del Este. Es una media. En algunos países las cifras son más altas: un poco más del 60 % de los búlgaros considera el régimen comunista mejor que el actual y también un 63 % de rumanos, un 72 % de húngaros, un 78 % de bielorrusos, un 81 % de serbios y un 90 % de ucranianos. Bonstein J., “Majority of Eastern Germans Feel Life Better under Communism”, Der Spiegel, 3 de julio de 2009; http://www.spiegel.de/international/germany/homesick-for-a-dictatorship-majority-of-eastern-germans-feel-life-better-under-communism-a-634122.html; Pew Research Center, “Russia: Public Backs Putin, Crimea’s Secession”, 8 de mayo de 2014, http://www.pewglobal.org/2014/05/08/chapter-3-russia-public-backs-putin-crimeas-secession/; Pew Research Center, “Hungary: Better Off Under Communism?”, 28 de abril de 2010, http://www.pewresearch.org/fact-tank/2010/04/28/hungary-better-off-under-communism/; Mudeva A., “SPECIAL REPORT: In eastern Europe, people pine for socialism”, Reuters, 8 de noviembre de 2009, http://www.reuters.com/article/us-communism-nostalgia/special-report-in-eastern-europe-people-pine-for-socialism-idUSTRE5A701320091108; Biray K, “Communist nostalgia in Eastern Europe: longing for the past”, OpenDemocracy, 10 de noviembre de 2015, https://www.opendemocracy.net/can-europe-make-it/kurt-biray/communist-nostalgia-in-eastern-europe-longing-for-past; “Poll: Many Czechs say they had better life under Communism”, Prague Monitor, 21 de noviembre de 2011, http://archive.is/bFYoy#selection-155.0-15
(18) Marx había previsto una fase intermedia en el desarrollo hacia el comunismo: el socialismo. En la fase socialista los estímulos materiales todavía desempeñan un papel importante, en el comunismo se abandona. O, como los formulaba Marx, en el comunismo cada uno recibe “según sus necesidades”, en el socialismo todavía había lugar para la desigualdad y, por consiguiente, para un salario según trabajo. Marx K., Critique du programme de Gotha, https://www.marxists.org/francais/marx/works/1875/05/18750500.htm [En castellano: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gotha/gothai.htm].
(19) En 1969 se intensificaron las tensiones entre China y la Unión Soviética. El presidente Nixon jugó hábilmente con ello y trató de acercarse a China. Logró así dividir aún más el campo socialista y se encontró reforzado respecto a Moscú, lo que podía ser útil en la guerra contra Vietnam.
(20) Los primeros intentos datan de hace unos 500 años en las ciudades-Estado italianas, pero fracasaron. Arrighi G., ‘The Long Twentieth Century. Money, Power and the Origins of Our Times’, Londres, 1994, p. 109-126

Bibliografía sucinta:

Aust M., ‘Die Russische Revolution. Vom Zarenreich zum Sowjetimperium’, Munich, 2017
Frantzen D., ‘Van Revolutie tot Perestrojka’, Bruxelles, 1994 Hartmann C., ‘Unternehmen Barbarossa. Der deutsche Krieg im Osten 1941–1945’, Munich, 2011 Haumann H. (ed.), ‘Die Russische Revolution 1917’, Cologne, 2016
Hobsbawm E., ‘L’Âge des extrêmes, histoire du court XXe siècle 1914-1991’, Le Monde Diplomatique -Editions Complexe, 1999. [Se puede leer aquí en castellano: http://www.fmmeducacion.com.ar/Bibliotecadigital/Hobsbawm_HistoriadelSiglo_XX.pdf]
Reed J., Dix jours qui ébranlèrent le monde , Points, 2017. [Véase nota 1] Rodríguez García J., ‘El derrumbe del socialismo en Europa’, La Habana, 2016
Soete L., ‘Het Sovjet-Duitse niet-aanvalspact van 23 augustus 1939’, Berchem, 1989
Vanden Berghe Y., ‘Het grote misverstand. Een geschiedenis van de Koude Oorlog (1917-1990)’, Louvain, 1987


martes, 24 de octubre de 2017

¿Por qué la gente apoya a la derecha?

El pensamiento de derecha tiene una explicación neurocientífica. El contexto social actual es el caldo de cultivo para esto. Las redes sociales están plagadas de pseudoargumentación, generan egoísmo y con ellas es fácil burlarse de asuntos realmente serios, como una tragedia humana, un acto de corrupción política, y la lucha de un grupo de personas por sus derechos. Y lo más peligroso de todo: generan miedo. Y el miedo es la materia prima de la derecha.

Ernst explicó que la derecha sabe muy bien lo que hace, cuando le habla a las audiencias. Por ejemplo, crean enemigos abstractos: migrantes, homosexuales, mujeres, anarquistas; en ellos se funda la razón del miedo. Entonces un candidato o candidata de derecha aparece como una figura paternal, que es capaz de arreglar tus problemas. Provoca –dice el doctor–, patriarcado. Y al padre todo se le cree; por ser padre, y por haberte puesto en una posición infantil de indefensión. De hecho, una vez entregándote a él, cada afirmación que haga la tomas como válida.

No importa si sabes que es mentira; no importa si él mismo sabe que es mentira, explica Ernst. Se ha creado una imagen del "nosotros contra los otros". No argumenta. No te pone a pensar, no lo necesita. Lo único que la derecha requiere es poner imágenes en tu mente mediante palabras y definiciones: "Los mexicanos son violadores y traen drogas".

Los medios de información han cambiado, particularmente internet. Pero también la forma de educación, de movimiento, esto provoca que nuestra mente cambie, que tengamos dificultades de concentrarnos y de aceptar o entender argumentos. Esto es explotado por la derecha porque se especializa por utilizar el miedo. Saben lo que están haciendo. Están utilizando el miedo social.

El miedo, la confusión. Es un hecho que, cuando eres confundido, tu cerebro no logra argumentar. El cerebro es fácil de convencer con imágenes, con palabras simples. Por ejemplo, las grandes tiendas hacen grandes laberintos donde las personas no encuentren la salida. Es una estrategia. Porque cuando eres confundido no tienes fuerza mental para no comprar cosas. Es una técnica; es fácil confundir a la gente. Es la estrategia: aumentar el miedo, aumentar la confusión y así saben que la gente va a apuntar hacia la derecha. Es una estrategia clásica fascista.

*Médico anestesiólogo del Vestre Viken Hospital Trust, en Korngbesrg, Noruega. Neurobiólogo y científico social, ha realizado investigaciones en Teoría de la Complejidad asociadas a la medicina y las ciencias sociales. 

domingo, 24 de septiembre de 2017

La Argentina Mapuche. El uso de una desaparición forzada: Maldonado está donde Bullrich lo oculta

Un mundo artificial donde el valor de intercambio material es el dinero
genera desigualdades, porque hay distintos tipos de clases sociales y costumbres
por las cuales comienzan a aparecer sometidos/as y sometedores/as
  --  De la Libreta de Santiago

La desaparición forzada de Santiago Maldonado el 1° de agosto en el marco de un operativo de la Gendarmería Nacional contra las protestas mapuches en la provincia de Chubut dio visibilidad a la situación de las comunidades originarias en la Argentina, los litigios por sus tierras y los centenares de miles de hectáreas en poder de terratenientes extranjeros y desencadenó una serie de mecanismos de encubrimiento por parte de la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, destinados a disimular las acciones de una de las fuerzas de seguridad bajo su dirección política.

Hechos
Además de nominar a la causa judicial, la situación a la que fue sometido Maldonado constituye una “desaparición forzada” porque así la definen la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, promulgada en el país el 11 de octubre de 1995 por Ley 24.556 y con jerarquía constitucional desde mayo de 1997, y la Convención Internacional para la Protección de todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas de Naciones Unidas, ratificada por ley 26.298 del 28 de noviembre 2007. Así, el delito de desaparición forzada fue incorporado al Código Penal en el artículo 142 ter promulgado por ley 26.679 del 5 de mayo de 2011, con penas de prisión de entre 10, 25 años y perpetua.
Inmediatamente después de recibir el informe de los estudios realizados por el Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la Universidad de Buenos Aires sobre el ADN de las muestras que extrajeron de los regimientos y de las camionetas supuestamente involucrados en los hechos de la Ruta 40, la ministra Bullrich aseguró que el mismo “Despeja muy fuertemente lo que ha sido acusado el Gobierno de una desaparición forzada” (sic).
La funcionaria intentó durante semanas ubicar a Santiago Maldonado -artesano solidario con la reivindicación mapuche de sus propias tierras ancestrales- en la Mesopotamia argentina, en territorio cuyano, tras la cordillera de los Andes, clandestinizado luego del “autosacrificio” de una “desaparición voluntaria” tendiente a darle visibilidad a los reclamos de los pueblos originarios, o herido en algún lugar tras recibir un puntazo en la noche cargada de estrellas de los cielos del Chubut. 
Ese “periplo”, acompañado, fogoneado y “enriquecido” por los medios de mayor peso comunicacional del país, no solo alejaba a Maldonado del lugar en el que se produjo su desaparición sino que, además y más grave, hacía correr un tiempo que, en este tipo de casos, son de vital importancia, sobre todo para la vida y la salud del detenido desaparecido.
Mientras las horas, los días, las semanas y el primer mes y medio transcurrían, Patricia Bullrich se salió de caja, dejó las formas de la función pública, eligió mirar para otro lado, negar los hechos e incluso la información que su propia Gendarmería ya acopiaba y decidió “bancar” a sus efectivos, por encima de las sospechas que recayeron sobre ellos y contra los protocolos relacionados con las acciones que deben tomarse sobre fuerzas o agentes de seguridad implicados en hechos de violencia.

Triple play
En este sentido,cada desaparición debe ser investigada de forma independiente e imparcial, lo que abarca a la fuerza involucrada, al juez de las causas y a los fiscales. Por lo tanto, la Gendarmería no debió ser la “investigadora” de un hecho que puede constituir un delito cometido por ella misma; después de la represión en el área del km 1847 de la Ruta 40, el juez Guido Otranto debió apartar a quienes dirigieron el operativo por él ordenado y a todos los efectivos que participaron del mismo, algo que no hizo sino hasta ocho días después. En simultáneo, Seguridad tampoco los puso en disponibilidad.
Otra irregularidad es el hecho de que el magistrado  -recusado por la familia y sostenido por sí mismo- terminó investigando sus propias decisiones, ya que tiene a su cargo la pesquisa por el desalojo de la Ruta 40, ordenado por él; el habeas corpus por Maldonado, desaparecido a partir del hecho anterior, y la “desaparición forzada” caratulada por la fiscal Silvina Avila, en el marco de un operativo ordenado por el magistrado. Tres en uno.
Más de una semana es tiempo de sobra para unificar y limpiar discursos de los subordinados, borrar huellas en la estepa, las rutas y los vehículos y hasta para desaparecer un cuerpo.
La única medida tomada con rapidez fue anunciar una recompensa de $2 millones, algo no recomendado para los casos de desapariciones forzadas, y alertar a los pasos fronterizos y terminales terrestres y aéreas, en un claro mensaje destinado a generar la imagen de alguien que está tratando de huir y no de una persona desaparecida en el marco de una acción represiva estatal.

Desaparición forzada
Aunque la vocera del Gobierno de Mauricio Macri para el caso crea que la falta de coincidencias genéticas en las pruebas tomadas muchos días después de los hechos y en vehículos lavados incluso con sustancias químicas, las normas hablan por sí mismas, son obligatorias y preexistentes.
De acuerdo con la definición de la OEA y de la ONU, de carácter constitucional en la Argentina, una desaparición forzada es “el arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación de libertad que sean obra de agentes del Estado o de personas o grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado”. Al hecho, además, debe seguirle “la negativa a reconocer dicha privación de libertad o del ocultamiento de la suerte o el paradero de la persona desaparecida, sustrayéndola a la protección de la ley”.
Los organismos internacionales consideran también que no es necesario el desarrollo de un “plan sistemático” para que se constituya una desaparición forzada, como sucedió durante la última dictadura cívico militar. Por eso Macri se equivoca al argüir como defensa de sus “jóvenes” gendarmes que no puede homologarse sus acciones actuales con hechos acaecidos en los setenta: no por ser una dejaría de ser una “desaparición forzosa”.
Santiago Maldonado fue visto por última vez en el marco del operativo del 1°de agosto de la Gendarmería Nacional, destinado al desalojo de una protesta de la comunidad mapuche contra la detención de su dirigente Facundo Jones Huala. Según testigos del hecho, el joven de 28 años fue golpeado y capturado por entre uno y tres uniformados.
La fuerza de seguridad niega la captura y su jefa política aseguró en diferentes ocasiones que “no hay pruebas” del hecho, además de afirmar su rechazo a “tirar un gendarme por la ventana” o a “estigmatizarlo”, en consonancia con el rechazo presidencial hacia aquellos que, según él,

“quieren que linche a la Gendarmería”.
El protocolo internacional de actuación de los gobiernos, por encima de la visión de cualquiera de sus funcionarios y ante un hecho de “desaparición forzada”, considera que durante las “primeras horas de la investigación” es “fundamental que se tomen todas las medidas necesarias para prevenir y sancionar los actos que obstaculicen el desarrollo de las investigaciones” y “garantizarse que las personas, fuerzas, agentes de las que se supone que han cometido un delito de desaparición forzada no estén en condiciones de influir en el curso de las investigaciones, ejerciendo presiones y actos de intimidación o de represalia sobre el denunciante, los testigos, los allegados de la persona desaparecida y sus defensores, así como sobre quienes participan en la investigación”.
Exactamente lo contrario a lo realizado por el Estado argentino, que no respetó distintos fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la OEA y disposiciones de la Convención de la ONU en lo atinente a los pasos que debe recorrer la “investigación de oficio”, el trazado de diferentes “líneas de investigación” con “un criterio de amplitud respecto de las hipótesis, incorporando y analizando recíprocamente la mayor cantidad de información posible”, la “actividad exhaustiva de búsqueda” con la actuación “pronta e inmediata de las autoridades policiales, fiscales y judiciales ordenando medidas oportunas y necesarias dirigidas a la determinación del paradero de las víctimas o el lugar donde puedan encontrarse privadas de libertad”, además de ignorar el “resguardo de evidencias” y la “protección de testigos”.

Invasión
El lunes 31 de julio a las 11 de la mañana un grupo de mapuches concretó un corte de la Ruta 40 para denunciar la prisión del líder Facundo Jones Huala y reclamar su libertad. Repartieron sus panfletos explicando la situación y sus derechos y dialogaron con los conductores que pasaron por el lugar, en su mayoría camioneros.
  • ·         Alrededor de las 17 horas llegó Gendarmería, con un camión Unimog y tres camionetas cargadas de efectivos. Se registraron disparos de los uniformados y las pedradas de respuesta. Los agentes retrocedieron algunos centenares de metros y uno de ellos leyó por altoparlante una orden de desalojo firmada supuestamente por el juez Guido Otranto, que otorgaba dos horas para desalojar la vía de comunicación nacional.
  • ·         Entrada la noche, un grupo de camionetas oficiales se acercaron con las luces apagadas al territorio mapuche aunque sin entrar en acción. La situación se mantuvo en esa tensa “estabilidad” hasta la madrugada del día siguiente, cuando se instaló un nuevo contingente de Gendarmería, con gran cantidad de vehículos. Eran las cinco de la mañana.
  • ·         Antes del mediodía el grupo mapuche, algo más de una docena de personas, volvió a la ruta. De ahí en más ya nada sería igual, para ellos, para Santiago y su familia ni para la sociedad argentina. Los efectivos dependientes de Patricia Bullrich, su jefe de Gabinete Pablo Nocetti, y del presidente Macri se desplegaron a lo ancho del asfalto, con escopetas, armas cortas y piedras, como está documentado en las piezas fílmicas que fueron filtrándose en las últimas jornadas.
  • ·         El piquete se replegó sobre su propio territorio, creyendo que Gendarmería no penetraría en él porque lo tiene prohibido por Ley, como le manifestaría después el magistrado al propio Nocetti. Sin embargo, la tropa rompió el candado de la tranquera e invadió el terreno protegido por los disparos de sus fusileros y el parapeto del Unimog.
  • ·         Quebrada su capacidad de resistencia, los mapuches corrieron hacia el Rio Chubut, lo atravesaron, más caminando que a nado, y se pusieron a resguardo en la otra orilla. En la huida y ante lo granado de los piedrazos y los disparos oficiales, un testigo asegura que uno de ellos decidió regresar hacia la costa.
  • ·         Los propios gendarmes, en sede judicial y contra de las afirmaciones vertidas por la conducción política del cuerpo, reconocieron que algunos de ellos entraron en contacto físico con sus perseguidos.
      Comprobado
A pesar del “banque” represivo y las teorías distractivas del gobierno de Mauricio Macri, a siete semanas de la desaparición forzada de Santiago Maldonado -el “Lechu”, “Ardilla”, o simplemente el Santi, de 25 de Mayo-, hay una serie de hechos confirmados e incriminatorios contra el Estado nacional:
  • ·         Santiago Maldonado estaba en el lugar de los hechos acaecidos entre el 31 de julio y el 1° de agosto. Pasó la noche de aquel lunes en la casilla mapuche (ruca) del Pu Lof (la comunidad parental) de la localidad de Cushamen, en territorio cuya propiedad reclama la empresa transnacional Benetton.
  • ·         Participó del segundo corte de la Ruta 40, realizado el 1° de agosto.
  • ·         Gendarmería penetró en territorio mapuche excediendo el límite espacial de las instrucciones del juez que dispuso que se liberase el camino. Esa acción ilegal se concretó de manera violenta y queda por peritar el tipo de armas utilizadas durante la misma, el calibre de las mismas y el uso de proyectiles no contemplados en el protocolo operativo de la fuerza.
  • ·         Se produjeron uno o más avistamientos y encuentros de los gendarmes, a orillas del río Chubut, con una o más de las personas que huían de la represión.
  • ·         Desde ese día, Santiago Maldonado no volvió a aparecer, motivo por el cual la fiscalía actuante caratuló la causa de “desaparición forzada”.

Involución y perejil
La situación descripta ubica a Maldonado y a la Gendarmería en el lugar de los hechos en los que se registra una desaparición forzosa de persona; la lógica de las acciones, sus coordenadas de tiempo y espacio y los testimonios en sede judicial de los propios efectivos involucrados y de los testigos mapuches, terminan de implicar a la institución con lo sucedido a Maldonado.
Durante las primeras semanas el gobierno nacional negó la situación, eludió responsabilidades y trató de correr la escena de lugar, negar los hechos y correr al  protagonista involuntario del drama de su papel de víctima en que las decisiones oficiales lo colocaron.
Mientras se queman las últimas brasas de los escenarios dibujados por el Ejecutivo y el propio juez de las tres causas, desde el “sacrificio” hasta el “ahogado”, el discurso empieza a cambiar, aunque no hacia la autocrítica institucional y el enjuiciamiento y el castigo de los responsables de delitos que conllevan penas de décadas de prisión no excarcelables, sino hacia el “exceso”, al “por ahí a algún gendarme se le fue la mano” y a la acción individual.
Los estrategas del esquive, con escaso o nulo tacto legal, no advirtieron que la desaparición, el exceso o la “bronca” de un suboficial condimentado con perejil y la negación de los hechos, además de configurar la “desaparición forzosa”, pone a las máximas autoridades del Ministerio, empezando por su titular, ante cargos como los de “falta de información o de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o de informar sobre el paradero de la persona”, comprendidos en el Artículo 142 ter del Código Penal, con penas de prisión de diez a veinticinco años e inhabilitación absoluta y perpetua para el ejercicio de cualquier función pública y para tareas de seguridad privada, al funcionario público implicado.
En la cima del poder gubernamental los razonamientos no se alteran. Se mantiene la lógica de funcionamiento del modelo socio económico del equipo empresarial de Macri, destinado a la más fenomenal transferencia de ingresos y recursos hacia los sectores más concentrados de la economía. El resto es solo un paisaje que, en tiempos electorales, cada tanto hay que “medir”.
Cuando el análisis de los grupos focales y las encuestas gubernamentales mostraron a los propagandistas del PRO el altísimo nivel de interés de los argentinos por el “caso Maldonado”, en la Casa Rosada decidieron los primeros cambios en el discurso oficial. No lo lograron la desaparición, las denuncias, los protocolos violados, ni dos manifestaciones masivas bajo las ventanas rosadas del poder institucional; fueron los focusgroups los que impusieron el suave viraje. El Presidente al promediar septiembre seguía creyendo que el tema tendrá “costo cero en las urnas”.
 De todos modos, ya le prepararon un Plan B con dos alternativas para el caso de que desde Chubut lleguen malas noticias para la Gendarmería. La primera consiste en el máximo castigo para el o los gendarmes que, de manera inorgánica, hayan infringido la ley en el operativo contra los mapuches. La segunda es por si antes de las elecciones generales del 22 de octubre cayeran pruebas como un alud sobre la ministra de Seguridad, su jefe de gabinete y los jefes de la fuerza actuante; incluye corte de cabezas. Nocetti y los jefes locales primero. Si los focusgroup indicaran que no le alcanza para dar vuelta el resultado bonaerense de los comicios… la Bullrich cambiaría su traje  camuflado de gendarme, por los trajecitos sastre de la diplomacia política. Sería el último “as” electoral de Cambiemos.
Y todo esto sin especular con lo peor, apenas a la espera de la aparición con vida de Santiago y el castigo a los culpables.

* Psicólogo y periodista. Investigador argentino asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico. Nota ilustrada con  fotos de 6 de los 8 murales que Santiago pintó en las calles de 25 de Mayo, que serán declarados patrimonio cultural municipal por el Concejo Deliberante de esa ciudad 

jueves, 10 de agosto de 2017

La hora y la vez de Venezuela


Estar a favor del gobierno de Venezuela no es solo una cuestión política, sino también de carácter. Es vergonzoso cómo gente que pretende estar en el campo de la izquierda, instituciones con tradición de izquierda, partidos que en principio pertenecen al campo popular, quedan silenciosos o se valen de críticas al gobierno para justificar la falta de solidaridad con el gobierno de Venezuela.
Uno de los argumentos de mala fe es el de que habría que sortear la polarización entre gobierno y oposición, como forma de evitar la radicalización, lo que supondría no estar de ningún lado. Se trata de un pretexto para no solidarizarse con un gobierno asediado por la derecha local y por el gobierno de los EEUU. Los intelectuales suman críticas al gobierno para pronunciarse por la solidaridad “con el pueblo de Venezuela”, como si el pueblo del país no estuviera involucrado en la polarización.
Se puede no estar de acuerdo con aspectos de las políticas del gobierno de Maduro, pero ninguna crítica justifica una posición de equidistancia, porque nadie tiene dudas de que, en caso de que se lograra la caída del gobierno, este sería sustituido por un gobierno de derecha e incluso de extrema derecha, con durísimas consecuencias para los derechos de la masa de la población venezolana y para los intereses nacionales del país.
Existe todavía el argumento de que la izquierda latinoamericana no debería mostrar solidaridad con el gobierno de Maduro, ya que esto le daría legitimidad en toda la región, comprometiendo la imagen de las fuerzas progresistas latinoamericanas. Los que hablan de esa forma tiene un imagen particular de la izquierda, que no se corresponde con la de la izquierda realmente existente.
Una parte de esas posturas es reflejo de una ideología liberal. Lo único que hay para esa visión son democracia y dictadura. Y como el gobierno de Maduro no cabe en la concepción que tienen de democracia, lo califican inmediatamente de dictadura y centran su fuego en contra del gobierno, supuestamente aislado por una “sociedad civil” rebelada en contra de la “tiranía”.
Para esos, aunque se digan de izquierda, no existen ni capitalismo, ni imperialismo. No hay tampoco derecha, ni neoliberalismo. Las clases sociales desaparecen, disueltas en la tal “sociedad civil”, que pelea en contra del Estado. No tienen en cuenta que se trata de un proyecto histórico anticapitalista y antimperialista.
Parece que no se dan cuenta de que no se trata de defender un gobierno, sino un régimen y un proyecto histórico. Que si llegara a caer ese gobierno, caería todo el proyecto histórico iniciado por Hugo Chavez y Venezuela se sumaría a la recomposición neoliberal que hoy victima a Argentina y a Brasil.
Se puede ser de izquierda y ser crítico, pero peleando dentro de la izquierda, de las fuerzas antineoliberales, por el avance de esos procesos, nunca por su derrota. Porque la alternativa a esos gobiernos está siempre en la derecha, como Argentina y Brasil lo confirman, nunca en la extrema izquierda. Derrocar a gobiernos antineoliberales es abrir el camino a la restauración neoliberal, que es la única bandera de la derecha.
Lo que está en juego hoy no solo en Venezuela, pero también en Bolivia, en Ecuador, en Uruguay, en Argentina, en Brasil, es el destino de los gobiernos más importantes que América Latina ha tenido en este siglo: si se afirman y avanzan, si recuperan el camino donde la derecha ha retomado el gobierno o si la contraofensiva neoliberal vuelve a imponer la década nefasta en que imperó en nuestra región.

Esa es una razón más para que la izquierda exprese su apoyo y solidaridad con Venezuela. Hay horas en que el silencio es criminal, sea de dirigentes, sea de militantes, sea de intelectuales, sea de partidos, sea de instituciones, sea de gobiernos, sea de quien sea.

sábado, 5 de agosto de 2017

DEVALUACIÓN Y ESTADO LIBERAL BURGUÉS EN LA ARGENTINA




El contexto electoral en el que se produjo la devaluación más fuerte en un año puso en entredicho al discurso de la derecha: ¿intervenir o no intervenir para que el precio del dólar no incida en los precios y el humor social?
El mes de julio cerró con una devaluación del 6,3 por ciento, la más alta en un año y con una tasa de interés en Lebac de más del 27 por ciento. Por su parte, un estudió confirmó que el 30 por ciento de la deuda tomada o emitida por el gobierno nacional fue destinada a la fuga de capitales. Estos datos, que dan cuenta de un acelerado proceso de concentración de la riqueza, saqueo y timba financiera tiene su correlato: inflación y pérdida del poder adquisitivo de los salarios. Así, la Argentina se convirtió en el único país de la región donde, en el último año y medio, cayó el salario mínimo en dólares.
Estos datos de la economía real dan cuenta del difícil momento económico que atraviesan las clases populares. La máxima preocupación del gobierno pasa por “matizar” el impacto que la transferencia de recursos está teniendo sobre los asalariados en el marco del escenario electoral. Se trata de una preocupación genuina: para sostener la bicicleta financiera, el endeudamiento y el acelerado proceso de concentración de la riqueza, la derecha necesita sostener el poder político y, por sobre todo, la legitimidad para continuar con las medidas de ajuste y represión.
En ese sentido, la cotización del dólar es un verdadero dolor de cabeza para un sector del establishment, pero sólo en términos electorales. Como quedó en claro tras el discurso de apertura de la 131 Feria Rural en Palermo, agroexportadores y banqueros se llevan de maravilla con el gobierno nacional. Es una “relación natural” ya que, en la actualidad, la administración del Estado se encuentra en manos de diversos representantes de las diferentes fracciones de clase que conforman el bloque de poder dominante en el país.
En ese marco y tras una semana en la que nuevamente el dólar fue noticia, en los medios de comunicación del establishment, preocupados por el contexto electoral, surgió la pregunta: ¿debe o no intervenir el Banco Central para mantener la divisa “estable”, al menos, hasta después de las elecciones de octubre?
La pregunta es engañosa ya que trae implícita la conclusión de que el Banco Central puede elegir no actuar. ¿Esto es verdaderamente así? Existen dos niveles de análisis al respecto: el primero, responde a decisiones concretas, con orientación táctica, de política económica, que la máxima institución monetaria del país puede adoptar o no. Esto ocurre, no tan a menudo como se piensa, pero suele ser el marco general en el que se desenvuelve la institución.
El otro nivel refiere al diseño del escenario en el que se desarrolla la política económica en general, y monetaria en particular, del país. Allí la intervención del Estado es directa. Sea en su fase liberal burgués o en su fase intervencionistas -que el Partido Comunista cree necesaria- el juego de intereses, disputas y tensiones se desarrolla en un escenario hecho a medida por las clases que lo hegemonizan.
Es en ese juego de tensiones y conflictos que la Argentina selló una sólida tradición de dependencia económica y subordinación a los intereses del gran capital internacional, lo cual, imprimió sobre el Estado nacional una preferencia estructural hacía el negocio financiero y el capital especulativo que se acentuó en las últimas cuatro décadas. Tal es así que en la actualidad, la fracción de clase dominante por antonomasia de nuestra historia, la oligarquía terrateniente, coloca sus cuantiosas ganancias en el sistema financiero.
La renta financiera a la que “apuesta” la oligarquía criolla -y los pooles de siembra y multinacionales que impulsan el paquete tecnológico de Monsanto en el campo- al misma tiempo condiciona fuertemente el mercado cambiario. Se trata de un doble juego en el que, por un lado la cotización de la moneda depende fuertemente de las liquidaciones de la exportación de cosecha y, por el otro, está última es sensible -por su carácter especulativo- a la fluctuación del dólar. La razón es más que clara: un dólar conviene a los sectores agro-exportadores pero también al sector financiero en el marco de una agresiva política de endeudamiento en moneda estadounidense que impulsa el Ministerio de Finanzas.

Mito burgués
¿Los agroexportadores demoran la liquidación de la cosecha a la espera de una devaluación más fuerte? El Ministerio de Agroindustria se encuentra comandado por un hombre de la Mesa de Enlace: Ricardo Buryaile, ex presidente de la Sociedad Rural de Pilcomayo y ex vicepresidente de Confederaciones Rurales Argentinas. Una vez más, como nunca antes en la historia argentina, el fuerte nexo entre el Estado y los representantes de las principales corporaciones económicas queda expuesto a la luz de todos.
¿Será por eso que la liquidación de divisas por exportación de granos cayó por dos semanas consecutivas, justo cuando crecía “la expectativa” por un dólar más allá de los 18 pesos? En este marco y a dos semanas de una elección primaria en la que parece que el oficialismo cosechará una derrota frente a Cristina Kirchner, desde distintos sectores del establishment surgió la pregunta ¿debe intervenir el Banco Central para “planchar” el precio del dólar hasta después de las elecciones de octubre?
Vale aclarar que el fuerte perfil liberal burgués que el bloque de poder real le está imprimiendo al Estado nacional tiene como uno de sus objetivos principales tutelar la relación simbiótica entre Estado y corporaciones. A grandes rasgos, el cuerpo jurídico que el Estado argentino fue construyendo desde su Constitución a nuestros días está diseñado para que, en el marco de las tensiones de una sociedad dividida en clases, la balanza siempre se incline para el lado del capital por sobre el trabajo.
“El Estado no debe intervenir en el mercado” suele ser unos de los arietes discursivos preferidos de los liberales ortodoxos. En realidad, es un enunciado que muestra las dos caras de la misma moneda: se exige la no intervención en un escenario que diseña y determina con todo el aparato jurídico y el monopolio de la violencia que ostenta, al tiempo que los grupos económicos y los medios de comunicación del establishment auguran su retiro del mismo. Pero lo que nadie puede negar es la conciencia de clase con la que cuenta el bloque de poder dominante: por ello, cuando la papas queman no sólo se exige la intervención del Estado, sino que se la estima “necesaria y prudente” como se vociferó en estos días respecto al dólar.

En la práctica el Banco Central interviene todos los días en el mercado cambiario: jugando con la tasa de interés en Lebac, vendiendo o comprando dólares o lisa y llanamente dejando hacer. El laissez faire, laissez passer es, más que nunca, una forma de intervenir.