lunes, 31 de mayo de 2010

La verdad completa

Por Marta Vedio - http://www.elargentino.com/nota-92373-La-verdad-completa.html

Quizás sea necesario volver a enunciar los hechos del pasado reciente para ayudar a aprehender su tremenda dimensión, al menos en parte: la dictadura que gobernó nuestro país entre 1976 y 1983 utilizó la poderosa estructura del Estado para asegurar el aniquilamiento de miles de personas a través de una metodología clandestina que sistematizó el secuestro, la tortura, el homicidio y la desaparición como actividades estatales.


Lo hizo con el pretexto de combatir a una "subversión" que, según el discurso de los generales, amenazaba las bases occidentales y cristianas de nuestro país.

El campo de batalla de eso que hoy pretenden llamar "guerra" fueron campos de concentración y el enemigo estaba constituido por jóvenes cuerpos encapuchados, maniatados, torturados, es decir, reducidos a la indefensión más absoluta.

Es necesario también decir claramente que, a fines de 1975, la guerrilla había perdido casi por completo su capacidad operativa, con lo cual queda al descubierto la estrepitosa mentira que los discursos militares nos vendieron y que como sociedad compramos complacientes.

Sintetizando: fue una masacre.

Resulta entonces alarmante el resurgimiento de voces que vuelven a la palestra pública para tratar de volver a imponer la mirada que propuso la dictadura y "denunciar" una mirada tuerta de la historia.

Se dice que la memoria debe ser integral y la verdad completa. Nadie puede dejar de estar de acuerdo, pero la consigna no deja de ser una frase vacía cuando se omite deliberadamente reivindicar la obstinada apuesta de nuestro movimiento de derechos humanos por la verdad y la justicia y por los carriles de la institucionalidad.

Se miente a sabiendas cuando se omite en el análisis que los delitos que hoy se juzgan agravian a la humanidad en su conjunto y que ello los vuelve jurídicamente imprescriptibles. Que fueron cometidos utilizando la estructura del Estado y que fueron producto de una planificación que les dio sistema y masividad.

Si la memoria debe ser integral y la verdad completa, estas cosas deben decirse con claridad. Porque de lo contrario se podría suponer que el conjunto de frases altisonantes, en lugar de procurar esclarecimiento, esconde la búsqueda de una amnistía.

Abogada querellante por delitos de lesa humanidad

domingo, 30 de mayo de 2010

Paco De Lucia, John Mclaughlin y Al Di Meola - Mediterranean

El pueblo del Bicentenario

Por Ricardo Forster * - http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-146644-2010-05-30.html

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Los días argentinos no dejan de sorprendernos. Lo esperado y el azar se entrelazaron para devolvernos la imagen de una historia abierta, compleja, laberíntica, tumultuosa y aluvional. De a centenares de miles, viniendo de todas partes, cruzando las fronteras que separan la ciudad de los suburbios, subiéndose a colectivos y trenes, a subtes y autos o simplemente caminando para apurar las cuadras que los separaban de un centro que, por cuatro días de una intensidad increíble, se reencontró con su pasado mítico, con sus leyendas de arrabales tangueros y de marchas obreras, la multitud invisible se transformó en el pueblo del Bicentenario. Vinieron de esas geografías tematizadas como zonas del peligro, sortearon las prevenciones y los prejuicios de todos aquellos que asimilan masas andantes con disturbios y criminalidad, con violencia y agresión. Multitud abigarrada y festiva, colectivo social multiplicado en millones de personas que manifestaron con alegría y serenidad, que gozaron y cantaron, que bailaron y conversaron, que miraron y preguntaron, que se emocionaron y se sorprendieron. Todos, cada uno de nosotros, fuimos sintiendo la potencia de la transfiguración; pudimos percibir que algo inusual y extraordinario estaba sacudiendo las entrañas de un país siempre anómalo y extraño pero siempre intenso y desafiante.

La ciudad se abrió y los cuerpos se movieron con libertad desprendiéndose de los miedos impuestos, de esos trazos de ficción mediática que apabullaron desde pantallas y rotativas la cotidianidad de los argentinos hasta construir la imagen de una sociedad en estado de guerra y de intemperie, asolada por la inseguridad y prisionera de una violencia autodestructiva que, siempre, asumía el rostro del oscuro habitante de esos arrabales transformados, gracias a las retóricas del amarillismo y el racismo, en las zonas del mal. Desde allí vinieron de a miles y miles desmintiendo, como lo han hecho en otras ocasiones memorables de nuestra historia, a quienes, desde el desdén y la más cruda violencia del lenguaje discriminador, no se cansaron de repetir que los mueve el clientelismo y el choripán, la promesa de alguna dádiva o la obligación de no quedar mal con el puntero del barrio. Los velos se cayeron, se derrumbó el discurso hegemónico y monocorde de la corporación mediática. Estalló en mil pedazos la palabra “crispación”. Y las calles del centro mutaron en calles de fiesta y regocijo, de asombro y participación. Así de simple y de complejo... la multitud, los negros de la historia, los incontables, los que pujan desde el fondo de los tiempos por el reconocimiento y la igualdad hicieron acto de presencia y lo hicieron transformando durante cuatro días a Buenos Aires en una magnífica alquimia de ágora y carnaval, de imágenes monumentales desplegadas sin medir riesgos estéticos por la fuerza bruta de la invención artística y la inquieta interrogación por aquello del pasado que sigue insistiendo en el presente. Fue alegría compartida y conmoción ante los dolores y los horrores de nuestra historia, que también estuvieron allí, sin ocultamientos ni narraciones edulcoradas. Y estuvieron junto a las clases medias de los barrios porteños y del Gran Buenos Aires desmintiendo la lógica de los abroquelamientos y los muros invisibles que se fueron levantando utilizando los recursos culturales de medios de comunicación atravesados de lado a lado por la retórica de la ciudad neoliberal, privatizada y fragmentada, de esa que vivió de rapiñar el espacio público poniéndolo a su servicio. Los cuerpos se mezclaron, lo individual y lo colectivo se entrelazaron al riesgo de romper prejuicios y paradigmas dominantes, como recordando otras ciudades en la ciudad del Bicentenario (ciudades de los conventillos y de las esperanzas, de caminatas míticas narradas por la literatura de Borges y Marechal, de Martínez Estrada y Cortázar, de Sabato y Oesterheld, de alquimias de poetas y de vagos, de movilizaciones populares y de tozudas resistencias, de tardes futboleras y de antiguas devociones barriales... ciudades escritas con la diversidad de mil escrituras por sus habitantes que, como si hubieran venido de todos lados y de todas las épocas, se reunieron para recobrarse y mirarse a los ojos en estos días de mayo).

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Allí, en la ciudad libre y lúdica, tumultuosa y festiva, no estuvo la “gente”, ese nombre forjado para excluir e invisibilizar al otro, para restarle su humanidad transformándolo en una amenaza o en la plebe oscura y sin nombre. La “gente” quedó atragantada en la garganta de aquellos periodistas formateados para diferenciar a los lindos de los feos, a los limpios de los sucios, a los ciudadanos que se manifiestan espontáneamente de los oscuros objetos del clientelismo o del piqueterismo. Allí hubo pueblo, diverso y múltiple, portador de lenguas y tradiciones, amalgama de lo distinto y de lo semejante, tumulto de colores y de grafías. Pueblo que recuperaba sueños olvidados, que se dejaba agasajar después de tantas frustraciones y que rompía en mil pedazos el discurso que nos enseñó a establecer una brutal equivalencia entre multitud y homogeneidad, entre pueblo y monotonía autoritaria, entre la masa oscura y las personas pensantes y autónomas. No estuvo un pueblo bucólico, ni un pueblo virginal. No hubo ni hay pueblo puro. Hay luces y sombras danzando a contraluz de la historia argentina como esa que pudimos ver desfilar entre vanguardismos estéticos, giros brechtianos y arquitecturas monumentales que cruzaban, de un modo desafiante, lo artístico y lo político. Allí estuvo el pueblo de la independencia y el de las dictaduras, el de los anarquistas soñadores y el de la locura especulativa, el de la Constitución quemada y el de la fiesta democrática, el del dolor inconmensurable de las Madres, el del infinito reclamo de justicia y memoria y el de los silencios resignados. Pueblo manchado y vital. Como si en los claroscuros de la historia, en el interior de sus pasadizos secretos, la palabra pueblo pudiera narrar lo mítico y lo soñado, lo esperado y lo perdido, la fuerza del acontecimiento que parte aguas y la monotonía de los tiempos de la resignación y el olvido. El pueblo es, también, lo que bordea el peligro, lo que a veces se aventura detrás de lo inesperado que brota haciendo saltar los goznes de una realidad enturbiada y estancada. Otras veces ese nombre fue pronunciado, y algo de eso se contó en los muros del Cabildo y en las avenidas capturadas por el desfile de las carrozas y la contemplación entre deslumbrada y fervorosa de la multitud, para legitimar las páginas más ignominiosas. El pueblo es movimiento, mutación, herencia y memoria, es cuerpo sobre el que las escrituras de la historia van dejando sus huellas indelebles aunque se las intente borrar.

Pero el pueblo es también el giro de los tiempos que interpela siempre de un nuevo modo aquello que lo constituyó. Cada generación reinterpreta el pasado de acuerdo a sus necesidades, a sus prejuicios y a sus ensueños de aquello siempre esperado como reparación y oportunidad convirtiéndolo en fuerza vital y en actualidad, dándole sentidos tal vez impensados en otras encrucijadas de nuestra historia. Como si algo de lo excepcional se hubiera derramado sobre este presente para iluminar de otro modo nuestra travesía como nación. Como si eso inimaginado se hubiera encontrado con ese sujeto olvidado y ninguneado produciendo un acontecimiento sobre el que todavía no alcanzamos a descifrar su proyección. Intuimos que lo desplegado en estos últimos años, aquello que fue invirtiendo la marcha decadente y brutal de una Argentina que había sido capturada por la cultura del egoísmo y la especulación del capitalismo neoliberal, tuvo mucho que ver en las jornadas multitudinarias del Bicentenario. Como si lo inaugurado otro 25 de mayo, pero de 2003, con sus intensidades y sus dificultades, con sus apuestas riesgosas, sus aciertos y sus errores, hubiera encontrado el difícil camino que nos fue llevando, tal vez sin preverlo ni imaginarlo de este modo y con tal magnitud, a la reaparición del pueblo.

Una reaparición que se vincula directa y decisivamente con el también arduo ejercicio de rescatar a la política de su envilecimiento, de volver a ponerla en el centro de lo democrático como un instrumento sin el cual las sociedades quedan prisioneras de los arbitrios de las “gestiones empresariales” y de los tecnócratas del establishment. La política como lugar del litigio por la igualdad y como lengua que se instala para desmentir las falsas e ilusorias retóricas de la unidad y del consenso que suelen ocultar la perpetuación de las injusticias y las desigualdades. Porque este 25 de mayo no es apenas un acontecimiento festivo, un baile de máscaras sin rostros por detrás. Es, ha sido, la emergencia de una posibilidad que parecía saldada o extraviada, la posibilidad de situar lo político en el corazón de la democracia sin renunciar a dar la batalla por la distribución de la riqueza, la refundación del Estado, la recuperación imaginativa del espacio público, la reparación de las injusticias del pasado en los tribunales del presente y de inscribir este tiempo argentino en nuestro muchas veces olvidado destino sudamericano.

Hemos sido testigos y partícipes de días luminosos. Días irrepetibles, únicos, que dejarán su impronta en lo por venir. Días que nos de-safían y nos ofrecen el raro privilegio de ser actores de la historia, de esa misma cargada de fantasmas que fueron convocados por el arte y la política, que estuvieron en esa maravillosa galería de los patriotas latinoamericanos, que pasearon entre nosotros bajo los rostros de José Martí, del Che, de Emiliano Zapata, de Túpac Amaru, de Artigas, de Evita, de Allende, de Sandino, de Bolívar, de San Martín y de tantos otros que hacen a la memoria y a la trama subterránea de un continente caliente, desmesurado y libertario. Días del pueblo que dibuja los trazos de una Argentina que quiere ir en busca de la igualdad, la libertad, la justicia y la fraternidad. Algo de eso pudimos sentir en la piel, en el corazón y en la reflexión mientras, como escribió Elías Canetti en la encrucijada de otra historia, nos dejamos llevar por el vértigo y la fiesta de lo colectivo.

* Filósofo, profesor e investigador de la UBA.

viernes, 28 de mayo de 2010

“Hubo un derrame de pueblo”

Sebastián Premici -http://www.revistadebate.com.ar//2010/05/28/2923.php
El filósofo Ricardo Forster analiza el entramado cultural y político que puso al desnudo la conmemoración del Bicentenario


¿Cómo interpreta el hecho de que más de seis millones de personas hayan estado en las calles de la Ciudad festejando el Bicentenario? 

Una de las primeras impresiones que tuve fue que algo profundo había ocupado nuevamente lo público, la ciudad, las plazas, con una mezcla de festejos, alegría, serenidad, desmintiendo casi rotundamente el discurso monocorde de algunos medios de comunicación, que hablan todo el tiempo de un país violento, crispado. Lo que vimos fue una ciudad capturada por una pueblada.  Venían de todos lados, en trenes, subtes, colectivos. Había muchos jóvenes, familias enteras, participando activa y plenamente. Se podía caminar entre la multitud sin riesgos, sin policías vigilando. Mientras participaba de los festejos pensaba en el concepto de patria que nos vienen enseñando desde la década de 1960, un concepto brutalizado de la patria. Pero en realidad, gracias a estos fes

desolación, el regocijo, la burla del carnaval, las ideas libertarias. Cuando creíamos que la batalla la había ganado el neoliberalismo, nos dimos cuenta de que se pueden plantear nuevos horizontes. Quizás estemos ante un momento de inflexión. No podemos comprar el discurso de que “la gente” salió a decir basta de discusiones, queremos consenso. Ése es el discurso de los que le tienen miedo al pueblo. Lo bueno de estos festejos es que quedó claro que la historia no terminó.



¿Cuál sería ese punto de inflexión?

La movilización de tantas personas hubiera sido inimaginable sin la recuperación del tejido social. Creo que ahí jugó mucho la Asignación Universal por Hijo, la recuperación del trabajo, la confianza de que el país tiene una oportunidad. Esta imagen se contrapone con la catástrofe de los 90, con el país liquidado y el exilio masivo de jóvenes. En los últimos años hubo un camino de reparación social, no de filantropía, sino de reparación de derechos, reconstrucción de identidades, lenguajes que unen sus raíces en temas colectivos. En la década del 80 también hubo mucho fervor, mucha utopía alrededor de la democracia pero luego terminó en la desilusión de Semana Santa. Mal que le pese a muchos, el Gobierno salió fortalecido con estos festejos. Durante la caminata del martes entre la Casa Rosada y el Cabildo, hubo un fuerte fervor hacia Lula, Hugo Chávez, Evo Morales y la propia Presidenta. Esto le hace bien a la política, que con sus limitaciones y desafíos, todavía está ahí, no claudicó.

Antes de los festejos se decía que el kirchnerismo se había apropiado del Bicentenario. ¿Cree que es así?

La pregunta es otra. ¿Qué habría pasado si la fundación de la patria hubiese sido en 1794? En ese caso, el Bicentenario hubiera caído en pleno menemismo, con festejos al estilo Tinelli, con la utopía del “deme dos”, los viajes a Miami y la pizza con champagne. Jamás se hubiera podido imaginar un desfile donde quedaran representados los luchadores sociales, las Madres de Plaza de Mayo, hubiese sido la Argentina de los que vendieron el patrimonio del país. Hubiesen sido los festejos del puro kitsch y el cholulismo de cuarta. Lo que hubo fue una lectura de la patria, en un momento peculiar para América Latina, que marca una profunda diferencia con el primer centenario, donde la invitada central había sido la Infanta Isabel. En cambio, ahora los festejos fueron junto a los presidentes de América Latina, y donde se inauguró en la Casa de Gobierno un salón con las imágenes de Perón, Evita, el Che, José Martí, Túpac Amaru, entre otros patriotas latinoamericanos. Cada presente produce su propia relación con el pasado y eso fue lo que se puso de manifiesto en estos festejos.



Hizo mención al cholulismo. Es un poco lo que pudo verse en la transmisión que hizo Canal Trece en la reinauguración del Teatro Colón.

No por nada Mauricio Macri le vendió los derechos de transmisión al Grupo Clarín, que se dedicó a mostrar figuras relevantes como el personaje de los chocolates (ndr: Ricardo Fort), y a Macri diciendo que debíamos recuperar la Argentina del Centenario. Es decir, lo peor de la oligarquía nacional, ni si quiera la Generación del 80 con sus ideas de libertad, sino el país agroexportador de la Sociedad Rural. Éste es un tiempo histórico donde se están dirimiendo diferentes Argentinas. Y en el Colón, más allá de su importancia histórica, se reunió esa Argentina que se define como “gente”. Sin embargo, hubo algunos vasos comunicantes entre quienes vieron la reapertura desde afuera, los que estuvieron en la puerta del Colón y también participaron de los festejos en la 9 de Julio.



¿La privatización de la transmisión de la reapertura del Colón da cuenta de una política del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires?

Es una herencia directa del neoliberalismo, la privatización del espacio público. El propio Colón, cuestionado por su gestionamiento, tiene que ver con la forma en que se piensa la Ciudad. Puerto Madero, por ejemplo, es la insignia de la destrucción de la vida urbana, que se contrapone a  los cuatro días de recuperación popular de la ciudad. Los festejos del Bicentenario fueron la contraposición al barrio privado, a la plaza cercada. Hay proyectos de sociedad diferentes, y eso pudo leerse alrededor del acto dentro del Colón. Afuera del teatro, fue otra historia.



¿Qué pasó con ese miedo que se dice que es la principal preocupación de la población?

El miedo pega fuerte en sociedades frágiles, desiguales. Sería absurdo decir que en la Argentina, como en muchos lugares del mundo,  no existen situaciones peligrosas. Sin embargo, cuando se naturaliza el discurso sobre el miedo, el poder apunta a romper espacios compartidos entre los distintos sectores de una misma sociedad. Se criminaliza al pobre, para que las clases medias sólo vean en las clases bajas lo oscuro, sin poder ver la generosidad. En la Argentina se puso en evidencia que existe una construcción política mediática del miedo. Como decía el viejo Spinoza, “el miedo es una pasión que favorece a unos pocos”. En cambio, cuando se abren espacios compartidos, aparece la fiesta. Durante estos días también pensé en los intentos del intendente de San Isidro, Gustavo Posse, para separar a los vecinos de su municipio con los de San Fernando. Los festejos del Bicentenario fueron los derrumbes de los muros invisibles. Y era algo que ya se venía venir, hubo señales previas de cambio, como pudo ser la última marcha del 24 de Marzo o la movilización a favor de la nueva ley de medios. Hay que darse cuenta que dentro de un proyecto de transformación económica, la cultura tiene mucho que ver. La democracia se reinventa cuando se recupera el espacio público. Ahora, hay que seguir avanzando en la deconstrucción del miedo y de una sociedad para unos pocos.



¿Cuáles son los desafíos de este Gobierno o la próxima administración para continuar con la construcción de una sociedad más justa?

Creo que tanto Cristina como Néstor Kirchner estarán preguntándose qué generaron para ser parte de este giro e incipiente recuperación de la Argentina rapiñada en las últimas décadas. Esto conlleva una enorme responsabilidad para darse cuenta de que son los pueblos los que construyen la historia. En este sentido, habría que profundizar lo más generoso de estos años, el nuevo lazo con Latinoamérica, la política de derechos humanos, el cambio de la justicia. Y faltan cosas, la desigualdad sigue siendo muy profunda y el Estado sigue debilitado. Esto es parte de la responsabilidad y el desafío. Si algo demostraron Néstor y Cristina fue que frente a las paradas difíciles, pudieron ponerle el cuerpo. Abrir la ciudad para los festejos del Bicentenario fue un gran riesgo, porque nadie sabía cómo iba a ser la reacción popular. También me parece que los sectores de la derecha quedaron desconcertados, están inquietos y preocupados. Ya no se trata de defenderse de los ataques destituyentes de algunos sectores. La pelota está del otro lado. Es probable que se haya abierto una nueva dimensión de participación, con la posibilidad de discutirlo todo. Ahora el desafío es ser inventivos y generar las condiciones para que la participación popular sirva para construir una sociedad más justa.

jueves, 27 de mayo de 2010

Klimax - La permuta

El primer centenario y la búsqueda del paraíso perdido

Por Arturo Trinelli - http://alainet.org/active/38432



El Bicentenario ha motivado en el último tiempo la publicación en diferentes medios de notas de todo tipo: algunas referidas a los personajes directamente ligados a la propia Revolución de Mayo, cuyo pensamiento político y participación en aquellas jornadas históricas siempre vale la pena recordar; otras han emprendido la tarea de elegir las figuras más destacadas de estos 200 años, donde desde San Martín hasta Maradona la pelea por el primer lugar en el ranking de preferencias incluye a los más variados personajes. Finalmente, aparecen también opiniones que no resisten la tentación de comparar ambos centenarios con el objetivo de emitir “balances”.

Uno de estos casos es el de Roberto Cachanosky, quien en una nota reciente titulada “¿El mejor gobierno de la historia Argentina?” (La Nación, 14 de mayo) compara la situación actual del país con diferentes etapas anteriores, entre ellas el primer centenario, para criticar las declaraciones de Kirchner cuando días atrás sostuvo que el gobierno de su esposa era el mejor de la historia argentina. A fin de resaltar el mayor progreso de las primeras décadas del siglo XX sobre la actual, destaca la gran cantidad de inmigrantes que llegaron al país entre 1901 y 1910: “francamente, no se percibe que hoy, bajo el gobierno del matrimonio (sic), tengamos una inmigración de esa envergadura. Más bien nuestros hijos se plantean en qué país, que no sea éste, pueden tener un futuro mejor”, afirma con cierta nostalgia. “Por más que quiera descalificarse a la generación del ’80- continúa- lo cierto es que transformó a la Argentina de un desierto en uno de los países más prósperos del mundo en muchos años”. Y concluye que “no se observa hoy en día el aluvión de inversiones que atraía nuestra patria a fines del siglo XIX y principios del XX”.

Resultaría imposible reconocer en estos argumentos la aplicación de una adecuada metodología histórica, de respeto a los diferentes contextos y procura por análisis pluricausales y situados, pese a los intentos del autor por respaldar sus conclusiones con datos numéricos. Aún así, ensayemos algunas réplicas.

En primer lugar, los inmigrantes que llegaban a la Argentina y que Cachanosky toma como parámetro de progreso, en general representaban mano de obra poco calificada que la “próspera” Argentina del primer centenario condenaba a vivir en condiciones de hacinamiento extremas. Se trataba, en mayor medida, de obreros de países pobres de Europa, que principalmente se establecían en Buenos Aires por ser una ciudad que demandaba mano de obra barata para la economía exportadora, algunos servicios y transportes. Al mismo tiempo, eran sometidos a pautas de trabajo realmente penosas, con jornadas laborales interminables, muy mal pagas y sin ningún tipo de higiene que evitara la propagación de enfermedades.

Tal vez para Cachanosky sea un dato menor, pero lo cierto es que durante el primer centenario tampoco existían libertades políticas, y mucho menos derechos a manifestar reclamos por mejoras en las condiciones de trabajo. El fraude electoral sistemático y la imposibilidad de participación política tenían un correlato legal en la sanción de la Ley de Residencia (1902) y la Ley de Defensa Social (1910) donde básicamente el Estado se atribuía el derecho de encarcelar o expulsar del país a todo aquel que pensara distinto o a lo sumo reivindicara un aumento en su salario. En consecuencia, la falta de libertad de expresión, persecución y, en muchos casos, confinamiento al lejano presidio de Ushuaia eran la única vinculación posible frente a un Estado intolerante y autoritario, donde los asesinatos de trabajadores por las represiones en las huelgas o manifestaciones obreras casi formaban parte de la crónica diaria.

Los gobiernos de la época, conservadores en lo político y liberales en lo económico, tenían como única preocupación obtener la mayor cantidad de ganancias de las importaciones y las exportaciones. Desde la lana a la carne, el foco estaba puesto en garantizar los beneficios de la elite que manejaba esos negocios y a los que la dirigencia política representaba. Los conflictos laborales que se suscitaban como consecuencia de su total desapego por la cuestión social eran vistos en su mayor parte como episodios fomentados por extranjeros con ideologías importadas que atentaban contra el país, el mismo argumento que luego retomará la última dictadura como justificación del terrorismo de Estado.

Por otro lado, la idea de que la generación del ’80 transformó la Argentina de un desierto a un país pujante resulta, cuanto menos, irrespetuosa respecto de los pueblos originarios que ocupaban estas tierras y que fueron exterminados durante décadas. En las versiones de la historiografía liberal, el tema de la frontera indígena fue tratado como un problema exclusivamente bélico, donde la frontera aparecía como un espacio vacío sometido a la conquista militar y a la ocupación para su explotación económica. Así fue que se consolidó durante años la idea de un desierto ocupado por tribus dedicadas a la caza, el pastoreo y, básicamente, el pillaje. Afortunadamente en las últimas décadas esta tendencia se revirtió, situación que cobra especial fuerza en la actualidad donde asistimos a un intento de reparación histórica con los pueblos originarios acompañando sus reclamos. Nunca en 200 años los pueblos indígenas habían llegado con tanta pasividad hasta el centro del poder político de Argentina. Desconocerlos supone reproducir la idea de la “Argentina blanca” que aún hoy sigue vigente para muchos, pese a que en el 2005 una investigación del Conicet realizada en hospitales públicos determinó que el 56% de los argentinos tiene un pasado aborigen, presentando así una realidad muy distinta a la de los manuales de historia.


Una idea fija

Ahora bien, ¿por qué detenerse entonces en analizar una nota de argumentos tan pobres? Porque desde nuestro punto de vista, representa de manera contundente el pensamiento neoliberal muy extendido en parte de la intelectualidad argentina, donde en forma permanente se busca un pasado “glorioso” y “pujante” del país para contrastar con este presente de “decadencia, atraso y aislamiento”. Esto, como ya dijimos, se torna más evidente por estas fechas donde los balances que se hacen buscan rastros de gloria perdida y se pretende encontrar “el” origen de la decadencia argentina, que casi siempre encuentra en el peronismo un denominador común. No por casualidad se lo presenta como el comienzo de todos los males: la orientación mercado-internista y el impulso a la sustitución de importaciones que caracterizaron al primer peronismo en lo económico, y el apoyo a la clase obrera como actor político de peso, fueron irreconciliables con una tendencia anterior que subsiste y ni aún hoy parece haber quedado atrás.

En efecto, esta idea neoliberal del pasado glorioso preperonista es la que hoy subyace cuando se criminaliza la protesta social, se agitan los fantasmas de la censura y se asocia el clientelismo a una práctica exclusiva de un gobierno peronista dirigida a sectores populares. Para los románticos del primer centenario la historia quedó congelada en la generación del ’80.

Las preguntas que debemos hacernos entonces son varias: ¿existió alguna vez ese pasado tan próspero? ¿Se podía acompañar el crecimiento industrial de los países desarrollados y competir en el mercado mundial en condiciones de igualdad siendo el granero del mundo? Considerando lo expuesto hasta aquí, y entendiendo a la economía como complementaria de la cuestión social ¿hasta cuándo se va a insistir con esta idea de que fuimos una potencia? Evidentemente, la Argentina del Centenario era un país para pocos. Si de comparar se trata, la realidad que nos toca vivir hoy es muy distinta, y llevamos años de democracia donde entre otras cosas hay libertad de expresión con posibilidad de manifestar reclamos ante un Estado que, pese a los intentos de vaciamiento de los últimos años, ha ido recuperando su necesaria participación como garante de los derechos de todos.

Todas las etapas de nuestra historia han tenido sus dificultades, limitaciones y promesas incumplidas. En este Bicentenario, aprender de los errores y superar nuestras limitaciones quizás sea más útil que intentar recuperar un pasado glorioso que nunca existió.

- Arturo Trinelli es Licenciado en Ciencia Política (UBA) 

miércoles, 26 de mayo de 2010

Maria Bethânia e Omara Portuondo - Marambaia

Tecnología y democratización de medios

Por Frida Modak - http://alainet.org/active/38399

La cercanía del campeonato mundial de fútbol, ha puesto de manifiesto la carrera tecnológica a que se ven enfrentadas las empresas televisivas para ofrecer transmisiones de mayor calidad. Pero los avances tecnológicos son un aspecto de los cambios que se requieren en los medios y no sólo en los audiovisuales.

El tema está presente en prácticamente todos los países de América Latina, porque lo que empezó con las transmisiones de las cadenas televisivas extranjeras y se consideró un logro que nos ponía en comunicación con el resto del mundo, se ha extendido a los periódicos y las radioemisoras.

Esto no sólo está referido a empresas estadounidense. Los grupos Planeta y Prisa, españoles, también están adquiriendo radios y diarios y en ocasiones eso les permite acceder a canales de televisión. Al comprar el periódico El Tiempo, Planeta adquirió también TV Colombia, el tercer canal privado de ese país, cuya señal llega a Centroamérica y el Caribe y también a la costa Este de Estados Unidos.

Por su parte, el grupo Prisa adquirió, entre otras, las seis estaciones de radio con mayor sintonía en Chile, lo que teóricamente le da influencia sobre el sesenta por ciento de la audiencia del país. Los radiodifusores chilenos protestaron, pero más bien porque la legislación española impide que ellos puedan comprar radios en España.

Cambios en las leyes

En esta situación que se da en nuestra región, se están haciendo cambios en la legislación, los que inciden en lo tecnológico. En Chile, por ejemplo, durante el gobierno de la presidenta Bachelet se planteó dictar una ley sobre televisión digital, pero aún no ha sido aprobada por el parlamento.

El actual gobierno de Sebastián Piñera se propone que este año quede aprobada la ley y que para el mundial de fútbol los canales televisivos, tanto el estatal como los privados transmitan en su señal digital porque tienen, desde antes, autorización para una señal de prueba que vence en octubre.

Pero esto no democratiza la televisión chilena, porque en el 60 por ciento de los hogares sólo se accede a las transmisiones de televisión abierta. El ministro de telecomunicaciones dio a conocer un plan para que en un máximo de ocho años se haya realizado la transición al sistema digital.

Sostuvo también que “No vemos ninguna razón política o técnica para seguir privando a los más pobres de acceder a un adelanto tecnológico que ya existe” y agregó”. Hoy es tiempo de partir con la televisión digital abierta y gratuita, sin detenernos hasta que este beneficio está disponible en cada hogar de Chile”.

La intención vale, dice el refrán, pero para recibir en buena forma la televisión digital hay que tener un televisor adecuado o en su defecto comprar un decodificador. En Chile valen cuarenta mil pesos, que equivalen más menos a 80 dólares y los sectores de menores ingresos que, no pueden comprarse otro televisor, tampoco pueden adquirir el decodificador.

De una u otra manera llegamos al fondo del asunto que es la democratización de los medios, lo que no sólo se refiere a los contenidos, porque también incide en la realidad económica de los sectores mayoritarios de cada país.

Argentina

La ley de medios más completa que se ha dictado en América Latina es la que se aprobó por amplia mayoría el año pasado en el parlamento argentino y que no ha podido ser aplicada debido a los recursos presentados ante los tribunales por distintos opositores a la misma.

Al iniciar estas líneas la Corte Suprema de ese país había declarado admisible el recurso extraordinario presentado por el Poder Ejecutivo para que se aplique la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y giró el caso a Procurador General para que emita un dictamen y entonces la Corte resolverá. Se calcula un plazo de diez días.

Ahora bien, la ley lo que hace es abrir los medios audiovisuales, radio y televisión, permitiendo que tanto las empresas del ramo como los gobiernos provinciales y municipales, así como las cooperativas, las universidades, las organizaciones sin fines de lucro y los pueblos originarios puedan acceder a una licencia para operarlos.

Al mismo tiempo, se ponen limites a la concentración de licencias, fijando topes a la cantidad de ellas que puede tener un mismo concesionario, rebajándolas de las 24 actuales a 10.Se determina también que ningún operador podrá dar servicio a más del 35 por ciento del total de la población del país o de los suscriptores. Las concesiones serán por 10 años, prorrogables por otros 10 y no se podrá renovar una tercera vez.

La ley tiene otros aspectos interesantes que atañen al uso del lenguaje de señas y de audio descripción para personas con discapacidades diversas. Se contempla además el abono social en el caso de que en un lugar haya un solo prestador de servicio, a objeto de que todos los habitantes del sector tengan acceso a la radiodifusión o a la televisión.

En fin, se trata de una ley que modifica a fondo la legislación vigente, que es la dictada en 1982 por la última dictadura militar. El texto aprobado favorece al prestador de servicios nacional, limita la participación del capital extranjero en los medios y crea órganos colegiados para la aplicación, interpretación y cumplimiento de esta ley.

Y como el mundial de fútbol no podía estar ajeno a la discusión de estos días, trascendió que el gobierno de la presidenta Cristina Fernández distribuirá 1.2 millones de decodificadores en forma gratuita para que los sectores de bajos recursos también puedan ver el campeonato a través de la señal digital que emitirá Canal 7, que es el canal estatal.

Los beneficiados serán los que no reciben señal por cable ni por satélite y que sólo ven cuatro señales. Y esto tiene muy contento a Maradona, quien mientras se debatía el proyecto dijo: “Me hace muy feliz que todos los argentinos por igual, desde cualquier rincón del país puedan ver y disfrutar del fútbol, que tantas alegrías nos brinda”.

- Frida Modak, periodista, fue Secretaria de Prensa del Presidente Salvador Allende.

martes, 25 de mayo de 2010

Miro a quien me mira

Por Frei Betto  - http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=5518

Imagine una cárcel redonda como el estadio de Maracaná. Hay varios niveles de celdas. Ninguna tiene puerta, de modo que un único carcelero, situado en el centro de la construcción circular, controla él solo el movimiento de cientos de prisioneros. Éste es el modelo panóptico de Bentham, descrito por Michel Foucault en Vigilar y castigar. Muchas cárceles lo adoptaron. Tuve oportunidad de visitar una de ellas, en la isla de la Juventud, en Cuba, construida antes de la Revolución y ahora desactivada.

Vivimos en una sociedad panóptica. En cualquier sitio en que nos encontremos un ojo nos ve. Somos vistos; casi nunca vemos a quien nos ve. No me refiero solo a las cámaras discretas u ocultas en calles y plazas, ascensores y mercados. El ojo más poderoso es la televisión, exactamente ese aparato al que dejamos decidir cuándo y qué veremos.

Encendemos la TV motivados por su ojo invisible; él suscita en nosotros esa actitud. Antes de que el canal lance al aire un espacio publicitario o un programa se han realizado varias encuestas para asegurar al anunciante o patrocinador el éxito de audiencia. Se conoce la mirada ajena a través de exhaustivas encuestas de opinión.

Eso influye en la (des)igualdad del arte. Ahora el artista no crea a partir de su subjetividad e imaginación. Más bien procura satisfacer la mirada del público. Él se mira por el ojo del consumidor de su obra. Su fuente de inspiración no reside en la osadía de quebrar y sobrepasar el lenguaje estético que le precede, de expresar los ángeles y demonios que le pueblan el alma, sino en la voluntad de agradar al público, de crear un mercado de consumo para su obra, aunque sea a costa de banalizar su propio talento. El ojo prometedor del mercado configura su mirada en el acto creativo.

Todo ese proceso fue expresivamente tratado en obras como 1984, de George Orwell (1949), y Fahrenheit 451, de Ray Bradbury (1953), filmada en 1966 por François Truffaut. El fenómeno actual más expresivo es el Big Brother, que promueve el arrebañamiento de los telespectadores, que los hace a todos sentirse hermanos, igualados por la imbecilidad mirona de observar el ritual caníbal que sucede en el interior de la casa.

Inducidos por ese sentimiento ego-gregario, perdemos la singularidad. El ojo del Gran Hermano nos mira perentoriamente y nos exige un comportamiento de rebaño humano.

Antes había una economía de bienes materiales institucionalmente separada de una economía de bienes espirituales. De estos últimos cuidaban los sacerdotes y pastores, intelectuales y profesores, artistas y escritores.

Ahora la industria del entretenimiento se encarga de la producción de bienes espirituales, integrándonos en la familia televisual. La transformación (avatar) nos llega por la ventana electrónica. Los nuevos bienes espirituales ya no imprimen sentido altruista a nuestras vidas, pero sí motivaciones ególatras de acceso al mercado de productos superfluos: fama, belleza y riqueza. Somos impelidos a consumir, no a reflexionar. Cada vez más acríticos, nos volvemos ventrílocuos manipulados por la ideología mediática que repudia la solidaridad y exalta la competitividad.

En La dulce vida, película de Fellini, la última escena muestra el final de una noche bohemia de gente de la alta burguesía. Caminan todos atropelladamente por un bosque en dirección al mar. Al llegar a la playa, la ebria alegría se encuentra con el inmenso ojo inerte de un monstruo marino (una inmensa medusa) que los pescadores arrastran hacia la arena. El ojo mira a aquella gente y causa angustia y miedo, como si la despertase de su falsa alegría y la interpelase en el fondo del alma.

Este es el ojo crítico al que tanto tememos. Y cuando él emerge, los oráculos del sistema neoliberal tratan de cegarlo y ahogarlo. Él amenaza porque funciona como espejo en el que nuestra mirada se refleja y mira la mediocridad en la que estamos inmersos, movidos cual rebaño por el Gran Hermano: el entretenimiento televisivo creado como estímulo al consumismo.

lunes, 24 de mayo de 2010

Es la hora de los pueblos

Por Germán Gonaldi -http://www.prensamercosur.com.ar/apm/nota_completa.php?idnota=4683

Cuando recordamos fechas y momentos que son parte de nuestra historia como país no siempre tomamos nuestra historia anterior a la conformación como nación, olvidando que comunidades con culturas e idiomas diferentes habitaban estas tierras mucho antes que llegaran los barcos a las costas rioplatenses que las tropas realistas bajaran desde el Alto Perú por el camino del Tucumán o navegaran las naves por los ríos del litoral.

Hipócrita y parcial es el festejo si no reconocemos a los indígenas como parte fundamental de la historia que no nos contaron. Ellos fueron los más padecieron en estos dos siglos de vida de la Argentina y de América, desde las enfermedades que diezmaron la población en los primeros años de la conquista hasta el saqueo de sus tierras y sus recursos naturales.

En Argentina, en está Argentina del siglo XXI, al 56 por ciento de la población le corre sangre indígena por sus venas, es decir que más de la mitad de la población tiene algún antepasado que habitó por las pampas, pescó en sus arroyos o camino por sus montañas.

Es inútil reivindicar nombres de caciques, ni grandes guerreros que lucharon por su pueblo, los hay y muchos, lo que vale es reconocer la preexistencia de Diaguitas, Tehuelches, Mapuches, Koyas, Toba Qom, Comechingones, Guaraníes, Wichis, Matacos, Tonocoté, Pilaga, y otras etnias, la lucha colectiva silenciosa, invisibilizada por siglos y que recién ahora está siendo reconocida por la población y los poderes del Estado.

Reconocimiento que no pasa ya por hablar desde un lugar distante, tanto para rescatar románticamente un pasado indígena perfecto o para incivilizarlos y negarlos como ciudadanos. El mayor triunfo es hacer saber a todos que ellos están ahí, que además de derechos, los indígenas tienen una cultura que no es folclore, una lengua que no es dialecto, una forma de vida que no es la occidental, una religión que no es idolatría.

Pero es en la jurisprudencia donde el Estado argentino, como expresión de la sociedad, está en deuda: la reparación histórica y el reconocimiento de los derechos como Pueblos Originarios a la ya consagrada preexistencia escrita en la Constitución Nacional.

La marcha que el jueves convocó a miles de personas en Buenos Aires fue la manifestación más importante en la historia de las comunidades. Caminaron por las calles porteñas como nunca lo habían hecho, aparecieron donde nunca habían aparecido como organización intercultural.

La movilización partió desde distintos puntos del país se dividió en dos columnas que se concentraron en la Plaza de Mayo y en la zona de Retiro de la capital argentina.

Jacinto, de la comunidad guaraní perteneciente al Encuentro nacional de Organizaciones Territoriales de Pueblos Originarios describía a La Flecha, de FM Estación Sur de La Plata sus sensaciones: “estamos contentos por estar acá todos los hermanos y poder reunirnos con la presidenta, queremos la transformación del estado, la constitución, estado plurinacional, porque nosotros somos una realidad, somos mas de 30 pueblos que hablamos 18 lenguas y queremos el buen vivir para todos los pueblos originarios”.

En un documento en el que instan a “Celebrar el Pacto del Bicentenario entre los Pueblos originarios y el Estado: Una Política de Interculturalidad” se pide por la restitución de los territorios indígenas tradicionales, que se Implemente la Ley 26160, reglamentar el Libre Consentimiento Previo e Informado que reconozca a las Organizaciones indígenas como interlocutores para la participación y consulta según lo establece el Convenio 169 de la OIT y crear un ministerio Intercultural Indígena con plena participación de las organizaciones indígenas.

Además la consigna también es por temas muy actuales: la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que les permitiría restitución de la palabra pública a través de la instalación de radios AM, FM y Canales de televisión en los Territorios de las comunidades.

La hora de los pueblos es esta. En épocas del bicentenario, nada más justo que empezar a saldar la deuda que los argentinos tenemos con otros argentinos y concretar de verdad la cultura de la diversidad.

domingo, 23 de mayo de 2010

Comunicación y cultura: notas para un debate

José R. Vidal - http://alainet.org/active/38190&lang=es

Un asunto bien sabido, desde lo conceptual, aunque no siempre bien asumido en la práctica, es que la comunicación es uno de los espacios de disputa cultural más importantes entre el pensamiento hegemónico capitalista y las ideas liberadoras. Igualmente hay consenso en entender que el sistema de medios concentrados, globalizados, ubicuos y coherentemente dirigidos a intentar dar legitimidad al orden dominante constituye uno de los instrumentos principales con que cuenta la hegemonía capitalista.

Asumidas estas dos premisas, entonces quizás, en lugar de repetir las denuncias sobre el orden comunicacional dominante, denuncia justa pero insuficiente, deberíamos concentrarnos en analizar cómo fortalecer la comunicación que desafía al pensamiento hegemónico y que crea verdaderas alternativas de liberación.

Pudiéramos comenzar justamente por acercarnos a una visión común acerca de qué es una comunicación contra-hegemónica y para hacerlo podemos formular algunas preguntas, como por ejemplo: ¿es aquella que por los contenidos que trasmite se opone a los mensajes de los medios al servicio de la dominación? ¿O es aquella que recurre a recursos y formas institucionales que llamamos “alternativos” al sistema de medios masivos?

Es decir ¿es una cuestión sólo de contenidos y de medios? O por el contrario es un asunto que no se agota en los contenidos, ni depende mecánicamente de los medios que empleamos.

Será la comunicación realmente contra-hegemónica aquella que supere el modelo comunicativo que refuerza la dominación, es decir que renuncia a manipular, distorsionando aviesamente la información, recurriendo a recursos como el miedo, la exaltación de prejuicios, chovinismos o sectarismos, creando falsos símbolos, tratando a los seres humanos como objetos y no como sujetos con derecho a participar realmente en la determinación de sus vidas. Será realmente contra-hegemónica la comunicación que reivindique el valor de las historias y las culturas diversas pero interconectadas que cohabitan en este espacio y tiempo que nos acoge, que estimule el pensar, que forme la capacidad crítica para el discernimiento. No depende entonces sólo de discursos, ni de medios, es sobre todo de ética, de comprensión real del horizonte emancipador que preconizamos que no se puede reducir a quién ostenta el poder, sino sobre todo a cómo se socializa este, cómo se avanza en un proceso largo de eliminación de toda forma de dominación que va de lo estrechamente político a lo económico, lo social y lo cultural.

También resulta útil a nuestros empeños de generar otra comunicación superadora de la dominante si nos hacemos algunas preguntas sobre el proceso mismo de la comunicación: ¿somos las personas recipientes en los que se depositan mensajes o actores que participan en procesos de construcción de sentidos? ¿Dónde está el límite del poder de los medios al servicio de la dominación? La vieja percepción proveniente del pensamiento conservador burgués, pero asumida de diversos modos por una parte importante del pensamiento de izquierda de que la sociedad de masas genera pseudos individuos, personas ignorantes que necesitan ser “iluminadas”, otorga a los medios todo el poder e imagina a los seres humanos miembros de una manada domesticada y manipulada sin límites. Tal discurso aunque parezca de denuncia de la dominación, la refuerza, porque desmoviliza al desvalorizar la capacidad de las gentes de organizarse, pensar, y actuar con autonomía.

Entonces podemos preguntarnos acerca del papel y la responsabilidad en los procesos comunicativos de los movimientos sociales o políticos que se declaran emancipadores: ¿Es la responsabilidad de los movimientos y organizaciones sociales o políticas de izquierda llevarles la “cultura” a las masas, entendiendo por tal, algo que las masas no poseen y que es patrimonio de la producción intelectual? ¿Es su tarea comunicarse con las masas para trasmitirle las ideas que los movimientos poseen acerca de cómo trasformar sus vidas? O su responsabilidad radica en crear espacios, momentos, medios y vías para que todos y todas podamos aportar nuestras visiones, necesidades, propuestas, de tal forma que seamos realmente sujetos de la propia transformación de nuestras vidas y no meros objetos del trabajo político-ideológico de los esclarecidos miembros de la vanguardia.

Gestar procesos liberadores

Llegado a este punto debiéramos también reflexionar acerca de la relación entre comunicación y cultura. ¿Es la cultura el fruto espléndido del trabajo intelectual, el resultado del cultivo de la mente humana? o ¿la cultura es un resultado acumulativo (y en continua transformación) de la historia vivida y viviente de cada grupo, comunidad, pueblo o nación y a la vez, un factor constitutivo de esa historia, en una relación compleja, de múltiples vías y densas interconexiones? ¿Se agota la comunicación con la transmisión de los mensajes o su verdadera significación está en las múltiples construcciones de sentido que hacemos a partir de los mensajes que recibimos?

En realidad, lo que resaltamos en el debate es el hecho de que, desde los propios movimientos y organizaciones, en muchos sentidos, seguimos reproduciendo un modelo comunicativo propio de la dominación al creernos dueños de la verdad y no reconocer el carácter activo de los seres humanos en el proceso comunicativo, al desvalorizar los conocimientos, las experiencias, los sentimientos y valores de los demás, en particular de los sectores populares.

No logramos comprender e incorporar a nuestras prácticas que sólo con una verdadera participación que propicie y estimule el diálogo es que podemos estructurar procesos de comunicación que no se limiten a la reproducción de la dominación sino a gestar procesos genuinamente liberadores.

Por supuesto no hay modelos puros, ni cartillas o manuales que nos digan como comunicarnos en cada momento y contexto concreto, pero sí un camino que es el de asumir las esencias emancipadoras de la comunicación que propicia el diálogo, la participación, la emergencia de pensamiento crítico desde la reflexión sobre nuestras prácticas sin desconocer el valor del pensamiento teórico que nos ayuda a pensar nuestras propias realidades y mejorar de continuo nuestro hacer.

- José Ramón Vidal es psicólogo y comunicador cubano, del Centro Memorial Martin Luther King, Jr. de La Habana. El texto se apoya en los aportes y debates de la mesa sobre cultura y comunicación.

sábado, 22 de mayo de 2010

200 AÑOS DE INDEPENDENCIA DE NUESTRA AMÉRICA



por Luis Britto García - Fuente: www.abrebrecha.com
Más sabe Nuestra América por vieja, que por Nuestra. De doscientos años de miserias y de grandezas, nos queda por lo menos la experiencia de lo que nos ha funcionado, y de lo que no.
NO NOS FUNCIONÓ:
-Recibir a los invasores como Dioses.
-Rendirse al atropello: nuestros antepasados claudicantes fueron de todos modos aniquilados, vejados, esclavizados, aculturados.
-Resistir a la invasión imperial por separado, para posibilitar que nos sometieran pueblo tras pueblo, cultura tras cultura, región tras región.
-Prestarse a colaborar con el agresor: los indígenas totonacas y chichimecas que ayudaron a Cortés contra los aztecas, los guatemaltecos que auxiliaron a Pizarro contra los incas, los aruacos que apoyaron a Losada contra los caribes, todos los americanos que sirvieron de verdugos al Imperio contra otros americanos fueron luego esclavizados, oprimidos o exterminados.
-Prolongar nuestras rencillas internas incluso ante la presencia del enemigo: Huáscar contra Atahualpa, Moctezuma contra Cuautémoc fueron los más eficaces agentes de los conquistadores.
-Dejar durante siglos en manos de un imperio foráneo la administración de nuestro suelo y subsuelo, de nuestros recursos naturales, de nuestra economía, de nuestras finanzas, de nuestra política.
-Permitir que antes y después del atropello algunas de nuestras sociedades originarias igualitarias degeneraran en sistemas de castas, con privilegios económicos y políticos hereditarios.
-Inculcar en el pueblo la obediencia ciega, de manera que la rendición de las dirigencias equivaliera a la del pueblo, que dejar sin cabeza a las jefaturas fuera dejar a los gobernados sin ideas.
-Mimetizar la cultura opresora con la esperanza de ser reconocidos como iguales y la certidumbre de terminar ridiculizados como remedos o perdonados como pintorescos.
-Juzgarnos con el ras ero del enemigo, medirnos con la medida del opresor, valorarnos según la tabla de valores de los genocidas.
SÍ NOS FUNCIONÓ:
-Que después de trescientos años de una opresión que parecía eterna tomáramos en nuestras manos nuestro destino.
-Que defendiéramos con la fuerza el derecho a ser nosotros mismos que nos era negado con la violencia.
-Que comprendiéramos que la batalla contra el imperio era empresa continental, y que no podían mantenerse independientes parroquias, aldeas, republiquitas.
-Que en todos los proyectos independentistas, desde el Incanato de Miranda hasta el Congreso Anfictiónico de Bolívar, se contemplara la unión de Nuestra América en una inmensa confederación o bloque de talla hemisférica.
-Que los movimientos rebeldes se ayudaran solidariamente unos a otros desde el Río Grande hasta la Patagonia.
-Que utilizáramos contra el Imperio sus más avanzadas ar mas e ideas, así como la comunidad lingüística y cultural que nos impuso.
-Que convocáramos clases y castas oprimidas con un programa de igualación social y económica.
-Que prohibiéramos en las constituciones y leyes republicanas toda discriminación fundada en raza o supuesta herencia étnica.
-Que reserváramos a perpetuidad el subsuelo y el control de los recursos naturales en forma indivisible e inalienable para nuestras Repúblicas soberanas.
-Que confiscáramos sin indemnización ni contemplaciones la principal riqueza de la época, que era la territorial, para su redistribución de acuerdo con los servicios prestados a la causa revolucionaria.
-Que proclamáramos en forma irrestricta la soberana e inalienable potestad de darnos nuestras leyes, aplicarlas e interpretarlas con nuestros propios tribunales.
-Que Bolívar mismo rechazara la pretensión estadounidense de someter a árbitros o jueces extranjeros reclamaciones que afectaran nuestro interés público.
-Separar Estado e Iglesia y someter la una al otro mediante el Patronato.
NO NOS FUNCIONÓ:
-Sustituir una metrópoli por varias.
-Abandonar el principio independentista de integración y permitir que cinco virreinatos y cinco capitanías se desintegraran en un cuarto de centenar de países.
-Iniciar la vida independiente con una agobiadora deuda pública cuya negociación enriqueció a las dirigencias y sumió al pueblo en la más sórdida miseria.
-Arrancar nuestra existencia autónoma con Tratados de Libre Comercio que nos prohibían proteger nuestros productos, mientras que las metrópolis protegían los suyos.
-Limitar nuestras economías a la producción de media docena de mercancías de precaria demanda en el mercado externo, en lugar de fabricar dos centenares de indispensable necesidad en el interno.
-Intentar preservar la sociedad de castas, manteniendo la esclavitud, la servidumbre de los indígenas, la discriminación étnica y racial que a la postre causaron centenares de rebeliones armadas.
-Postergar o negar las reivindicaciones ofrecidas a las clases y grupos que con su sangre garantizaron la independencia y con su trabajo la economía.
-Dejar perderse los proyectos del Incanato y del Congreso Anfictiónico para aceptar la falsa integración tutelada por Estados Unidos del Panamericanismo.
-Prestar nuestros territorios para bases militares foráneas, alquilarles nuestros hombres como carne de cañón.
-Tolerar desunidos las insolentes intervenciones, invasiones y bloqueos de Inglaterra, Francia, Holanda, Alemania y Estados Unidos.
-Exonerar de impuestos a transnacionales y extranjeros mediante los Tratados contra la Doble Tributación, y elevar los tributos a los nacionales para hacerles pagar lo que los primeros no pagan.
SÍ NOS FUNCIONÓ:
-Atrevernos contra los imperios.
-Resistir las intervenciones en el campo cultural, económico y estratégico.
-Conquistar por la violencia las reivindicaciones sociales y económicas que nos son negadas con la fuerza bruta.
-Movilizar de nuevo a las clases oprimidas y cumplirles los programas de reivindicación social.
-Rechazar la integración tutelada por los imperios y culminar la iniciada por nosotros mismos.
-Rechazar la instalación de bases militares foráneas y denunciar, incomunicar, aislar o expulsar las ya instaladas.
-Reconquistar el control de nuestras riquezas naturales, así como el de las industrias relativas a su explotación.
-Pensar con nuestras ideas, nuestros valores, nuestras cabezas.
-Ser nosotros mismos en la América Nuestra.

viernes, 21 de mayo de 2010

Un mundo feliz

Por Wilson Tapia Villalobos.* - http://www.surysur.net/

La utopía la sembró Aldous Huxley, en 1932. Lo hizo con amarga ironía en su obra magistral, Un mundo feliz. En ella muestra una sociedad en continuo y universal disfrute. Las guerras y la pobreza han sido erradicadas. Y para que la felicidad resulte permanente, la sociedad tiene que ser manipulada, la libertad de elección y expresión restringidas. Se inhibe el ejercicio intelectual y la expresión emocional. Y todo el mundo toma soma, especie de elixir que lleva a un equilibrio que elimina tensiones, apetencias desmedidas, disconformidad.

En 1989, cuando aún no se asentaba el polvo levantado por la caída del muro de Berlín, Fancis Fukuyama escribió su ensayo El fin de la historia. Anunciaba el término de la lucha ideológica y la supremacía en el mundo, por los siglos de los siglos, de una democracia liberal. Ya había comenzado en Chile el experimento más marcado de neoliberalismo a nivel planetario. Y la globalización era inminente.

Hoy, esa postal puede verse en todo el planeta. Y los elementos que describía Aldous Huxley están en cada nación. Claro que en el caso de la realidad, los ciudadanos no han tenido necesidad de soma. Simplemente se los transformó en consumidores. Los medios de comunicación se encargan de la manipulación, la libertad de elección y expresión están restringidas. También se inhibe el ejercicio intelectual por medio de un pensamiento único y la expresión emocional es descartada como trasgresión valórica.

La diferencia con el mundo feliz de Huxley es que la pobreza no ha sido abolida, las guerras continúan y pese a la farandulización de la vida, la felicidad no abunda.

Además, en nuestro mundo feliz las notas discordantes las ponen las crisis. Hoy el drama se asentó en Grecia. Al comienzo Europa se inquietó. Luego, el pavor invadió las bolsas de todo el orbe. España, Portugal e Irlanda sufrieron escalofríos. Y la caballería vino al rescate. Los ministros de Hacienda de la Unión Europea, el Banco Central de la UE y el Fondo Monetario Internacional (FMI) finalmente lanzaron un salvavidas. Casi un billón de dólares (700.000 millones de euros) se destinaron a afirmar la economía griega.

Pero nada fue simple. Antes, el gobierno del socialista Giorgios Papandreou (hijo) se comprometió a rebajar el déficit fiscal, que en 2009 alcanzó a 13,6% del Producto Interno Bruto (PIB), a sólo el 3%. Y eso se hace sobre la base de retrasar la jubilación de la mujer, suprimir los retiros anticipados, rebajar en un 5% los sueldos de los empleados públicos, elevar el IVA a 21%, aumentar el impuesto a los combustibles, el alcohol y el tabaco. Todo en el marco de un reajuste severo y general del presupuesto fiscal, donde los más golpeados son los programas sociales.

Cuando el paquete de ayuda fue aprobado, en la primera semana de mayo, Europa respiró con alivio. Para Angela Merkel, la premier alemana, se trataba de una “prueba existencial”. Los mercados financieros habían comenzado a contagiar a otros integrantes de la eurozona con altas deudas. El Dow Jones, índice industrial de la Bolsa de Nueva York, llegó a caer mil puntos. Fue una consecuencia inesperada e incomprensible, hasta que el ministro de Finanzas de Suecia, Andreas Borg, puso las cosas en su lugar. Dijo que la conducta de los inversionistas especuladores asemejaba a la de “una manada de lobos”.

Hoy Borg y otros miembros de la UE abogan por tomar medidas que se enfoquen más sobre la economía que en el manejo de las finanzas fiscales. Y ello da una pista de lo que realmente está pasando.

Todas las medidas propuestas por el FMI, aceptadas por la UE y con agradecida obsecuencia por el gobierno socialista griego, no aportan ribetes novedosos. Éstos provienen de los sindicatos de la isla y de las organizaciones de trabajadores europeos. Los primeros se mantienen movilizados condenando las acciones gubernamentales. En definitiva, protestan por ser los que tendrán que pagar las consecuencias de maniobras para enriquecer a los de siempre.

La Confederación Europea de Sindicatos, por su parte, afirma que 19 millones de trabajadores viven bajo el umbral de la pobreza en los 27 países miembros de la UE y 80 millones se encuentran en riesgo de exclusión social. Abogan por la creación de puestos de trabajo no precario y por no recortar el gasto público.

Esta última exigencia recuerda que la gran lucha del FMI es terminar con el Estado de Bienestar. Esa entelequia que distinguía a algunas naciones europeas desarrolladas que daban al ser humano el trato de tal. Hoy, los parámetros son otros. Y es por eso que la pirámide de la riqueza se ha aguzado en la punta y ampliado en la base. Nunca el mundo ha sido más rico que hoy. Pero nunca la riqueza había estado más concentrada en pocas manos. Tal vez jamás un sistema había sido más inhumano a nivel global.

La novela de Huxley parece un sarcasmo frente a la realidad actual. Pero es posible que tal escenario permita que asomen soluciones nuevas. Soluciones que seguramente no estén hoy en la cabeza de Giorgios Papandreou, actual presidente de la Internacional Socialista. Pareciera que la socialdemocracia se encuentra más preocupada de encontrar una nueva imagen bajo la que cobijarse. Puede ser el progresismo. Combina mejor con la imagen de gerentes del neoliberalismo que la añeja izquierda. Pero, igual, no resuelve el problema. Los platos rotos siguen pagándolos los de siempre, trabajadores y pobres.

Mientras, entre ellos y los dueños de la riqueza el abismo se ensancha segundo a segundo.

* Periodista.

lunes, 17 de mayo de 2010

Sepa lo que es el capitalismo

Por Atilio A. Boron - http://www.surysur.net/?q=node/13640

El capitalismo tiene legiones de apologistas. Muchos lo hacen de buena fe, producto de su ignorancia y por el hecho de que, como decía Marx, el sistema es opaco y su naturaleza explotadora y predatoria no es evidente ante los ojos de mujeres y hombres. Otros lo defienden porque son sus grandes beneficiarios y amasan enormes fortunas gracias a sus injusticias e inequidades.

Hay además otros ("gurúes" financieros, "opinólogos", "periodistas especializados", académicos "bienpensantes" y los diversos exponentes del "pensamiento único") que conocen perfectamente bien los costos sociales que en términos de degradación humana y medioambiental impone el sistema. Pero están muy bien pagados para engañar a la gente y prosiguen incansablemente con su labor. Ellos saben muy bien, aprendieron muy bien, que la "batalla de ideas" a la cual nos ha convocado Fidel es absolutamente estratégica para la preservación del sistema, y no cejan en su empeño.

Para contrarrestar la proliferación de versiones idílicas acerca del capitalismo y de su capacidad para promover el bienestar general examinemos algunos datos obtenidos de documentos oficiales del sistema de Naciones Unidas. Esto es sumamente didáctico cuando se escucha, máxime en el contexto de la crisis actual, que la solución a los problemas del capitalismo se logra con más capitalismo; o que el G-20, el FMI, la Organización Mundial del Comercio y el Banco Mundial, arrepentidos de sus errores pasados, van a poder resolver los problemas que agobian a la humanidad.

Todas estas instituciones son incorregibles e irreformables, y cualquier esperanza de cambio no es nada más que una ilusión. Siguen proponiendo lo mismo, sólo que con un discurso diferente y una estrategia de "relaciones públicas" diseñada para ocultar sus verdaderas intenciones. Quien tenga dudas mire lo que están proponiendo para "solucionar" la crisis en Grecia: ¡las mismas recetas que aplicaron y siguen aplicando en América Latina y África desde los años ochenta!

A continuación, algunos datos (con sus respectivas fuentes) recientemente sistematizados por CROP, el Programa Internacional de Estudios Comparativos sobre la Pobreza radicado en la Universidad de Bergen, Noruega. CROP está haciendo un gran esfuerzo para, desde una perspectiva crítica, combatir el discurso oficial sobre la pobreza elaborado desde hace más de treinta años por el Banco Mundial y reproducido incansablemente por los grandes medios de comunicación, autoridades gubernamentales, académicos y "expertos" varios.

Población mundial: 6.800 millones, de los cuales

1.020 millones son desnutridos crónicos (FAO, 2009)
2.000 millones no tienen acceso a medicamentos (www.fic.nih.gov)
884 millones no tienen acceso a agua potable (OMS/UNICEF 2008)
924 millones “sin techo” o en viviendas precarias (UN Habitat 2003)
1.600 millones no tienen electricidad (UN Habitat, “Urban Energy”)
2.500 millones sin sistemas de dreanajes o cloacas (OMS/UNICEF 2008)
774 millones de adultos son analfabetos (www.uis.unesco.org)
18 millones de muertes por año debido a la pobreza, la mayoría de niños menores de 5 años. (OMS)

218 millones de niños, entre 5 y 17 años, trabajan a menudo en condiciones de esclavitud y en tareas peligrosas o humillantes como soldados, prostitutas, sirvientes, en la agricultura, la construcción o en la industria textil (OIT: La eliminación del trabajo infantil: un objetivo a nuestro alcance, 2006)
Entre 1988 y 2002, el 25% más pobre de la población mundial redujo su participación en el ingreso mundial desde el 1,16% al 0,92%, mientras que el opulento 10% más rico acrecentó sus fortunas pasando de disponer del 64,7 al 71,1% de la riqueza mundial . El enriquecimiento de unos pocos tiene como su reverso el empobrecimiento de muchos.
 
Sólo ese 6,4 % de aumento de la riqueza de los más ricos sería suficiente para duplicar los ingresos del 70% de la población mundial, salvando innumerables vidas y reduciendo las penurias y sufrimientos de los más pobres. Entiéndase bien: tal cosa se lograría si tan sólo se pudiera redistribuir el enriquecimiento adicional producido entre 1988 y 2002 del 10% más rico de la población mundial, dejando intactas sus exorbitantes fortunas. Pero ni siquiera algo tan elemental como esto es aceptable para las clases dominantes del capitalismo mundial.

Conclusión: si no se combate la pobreza (¡ni se hable de erradicarla bajo el capitalismo!) es porque el sistema obedece a una lógica implacable centrada en la obtención del lucro, lo que concentra la riqueza y aumenta incesantemente la pobreza y la desigualdad económico-social.

Después de cinco siglos de existencia esto es lo que el capitalismo tiene para ofrecer. ¿Qué esperamos para cambiar al sistema? Si la humanidad tiene futuro, será claramente socialista. Con el capitalismo, en cambio, no habrá futuro para nadie. Ni para los ricos ni para los pobres. La sentencia de Friedrich Engels, y también de Rosa Luxemburgo: "socialismo o barbarie", es hoy más actual y vigente que nunca. Ninguna sociedad sobrevive cuando su impulso vital reside en la búsqueda incesante del lucro, y su motor es la ganancia. Más temprano que tarde provoca la desintegración de la vida social, la destrucción del medio ambiente, la decadencia política y una crisis moral. Todavía estamos a tiempo, pero ya no queda demasiado.

sábado, 15 de mayo de 2010

De perseguidos, de mitos y de taxistas, y la rebelión “matona” de los huevecillos.

Por Orlando Barone  - http://www.revistadebate.com.ar//2009/02/06/1576.php


De Rodolfo Walsh a Nelson Castro, la evolución heroica y ética del periodismo argentino.

Por eso nuestra libérrima corporación no duda: los periodistas desplazados de los medios públicos o presuntamente del Gobierno padecen persecución y censura; los innumerables periodistas sin cartel, cachet ni cómplices, desplazados de medios privados,  lo son por causas laborales o por ajustes en la programación y nadie los defiende con el escándalo del Yo acuso, de Émile Zola. A Nelson Castro no le faltarán tribunas y la prensa libre no será acallada por ningún totalitarismo. Prueba de ello es cómo, por más perseguido que fuese el involucrado, zafó del cautiverio y pudo hablar en cadena por varios medios con más éxito aun que cuando había sido libre.

Al periodismo argentino le hace falta otorgar un premio de jerarquía. Premiar al periodista más opositor al Gobierno. A este Gobierno. Al más rotundamente opositor. El premiado, aparte de sus dones opositores, debería estar refrendado por el nivel de su hinchada. Plateas colmadas que lo aclamen, sea con milongas sureñas, con tango de salón o con cantos gregorianos. Va a ser un premio difícil de otorgar por lo disputado; hay tanta competencia y de tanta envergadura que el jurado debería ser muy sagaz para darse cuenta cuál de ellos es el ganador. ¿Cómo medir una diferencia de oposición cuantificable entre periodistas colmados de oposición? ¿A quién consagrar? ¿Al que publica más páginas en contra, más noticias opositoras en los informativos, más columnas de opinión destituyentes, o al que hace más anuncios opositores con más énfasis, o al que cada vez que se refiere al Gobierno se limpia la boca ostensiblemente como si de solo nombrarlo se ensuciara? La persona encargada de entregar ese premio -una rama de soja sin glifosato- debería ser más bien una estrella del espectáculo. Popular pero fina. Nacha Guevara, no. Está demasiado asociada a Evita y sería contraproducente. Para mí el gran premio al periodista opositor debería entregarlo Mirha Legrand, vestida con look gaucho.

Y prosigo. Está también nuestra evolución histórica: del 17 de Octubre del 45 al “caceroleo” de teflón de 2008. Una metáfora de cómo la tendencia de muchedumbres desarrapadas culmina en una actualidad casi musical y exclusiva. O como creo que dijo el diputado Héctor Recalde: “Los de la Mesa de Enlace no son el grito de Alcorta sino el del Paseo Alcorta”.  Pero la evolución social es aún más sorprendente, y lamento usar como ejemplo, otra vez, a un taxista. Sin que yo lo alentara, el tipo empieza la cantinela de que los políticos son todos una porquería. Y que al lado de su casa, en Ramos Mejía, vive un “puntero” que se compró ya tres colectivos. “Y no sabe ni leer ni escribir -dice-. Y el voto de él vale igual que el mío”. Me la daba servida y le dije: “No se preocupe: también el voto de Einstein  valdría igual que el suyo”. A partir de ahí, se dedicó a manejar exclusivamente. Y yo a escribir.

Hoy no parece ser mi mejor día. Porque lo mejor que me pasó no debería decirlo, fue lo que me dijo un amigo, admirado de la destreza con que se cometen tantos robos. Me dijo, como si fuera un aforista griego como Séneca: “La naturaleza reparte los dones: a unos les da el talento de ganar plata y a otros, de robársela”. Le faltó decir que hay casos como el del superestafador global Bernard Madoff, en quien los dos talentos van unidos. Decía que hoy no es mi día provechoso. Me asaltan ideas incorrectas, imperdonables, como desear que desaparezca el campo y, en su lugar, solamente se edifiquen ciudades. Y que todos los lácteos, cárnicos e hidratos que ingiero se produzcan en un laboratorio y sean totalmente antinaturales. Y que, finalmente, el gaucho recupere su verdadera identidad de estereotipo ficcional creado por la literatura y vuelva a ser quien zapatea el malambo y el del “che amigazo” desinteresado, seguramente también una leyenda.

Se me pasa por la cabeza, además, la idea de institucionalizar el premio al periodista más opositor de todos. Cuántos aspirantes en condiciones de obtenerlo que habría. Se consagraría al periodista más opositor entre todos los periodistas opositores juntos. Son cada día más y, a medida que se acerca la elección, se reproducen como una plantación de soja inyectada a full con transgénicos. Aunque, para aspirar a ese premio, habría un requisito insoslayable: debería tratarse de un periodista opositor al Gobierno pero que, a la vez, no fuese oficialista del campo ni de la Mesa Rural. Y que en sus diferentes soportes de trabajo no tuviera auspicios relacionados con los negocios agrícola-industriales. Requisito incumplible si los hay.

Es que es lindo oponerse. Fijate que hasta Julio Cobos oponiéndose, da atrevido e inteligente. Nunca lo hubiera soñado. Cuando era oficialista, para darnos cuenta de que había un vicepresidente, tenían que ponerlo en primera fila en el palco y señalarlo cada tanto para que el público lo reconociera. Me queda la duda de, si al ponerlo en la lista, la Presidenta sabía quién era o lo que importaba era que a Cobos nadie lo amaba ni lo odiaba y era como un candidato neutro. Como uno de esos pollos de criadero que no son machos ni hembras porque llegan hermafroditas y sin definirse al matadero. Ya no. Ahora en la contra, Cobos sugiere un misterioso poder indescifrable, como aquel del jardinero de Jerzy Kosinski. Los periodistas opositores al Gobierno, pero oficialistas de Cobos, lo entrevistan con la melosidad de quienes se sienten creadores y propietarios de un súbito challenger. El candidato feliz del partido mediático opositor. Una coalición de envergadura sustentada por la elite más “renombrada de la población”. Como temen que el challenger en la balanza no dé el peso de la categoría máxima, lo nutren y sobrealimentan con alabanzas a ver si logra pasar el pesaje. Pero les cuesta. Como le costaría a un carnicero conseguir que un trozo de carnaza pase por lomo. La oposición, en política, confiere el beneficio de que no tiene caja, no tiene tesorero; no tiene distribuidor financiero. No hace el mal ni el bien. Baila mientras el oficialismo lidia con la partitura, la orquesta, los instrumentos y con el público de la platea y del gallinero. Bizarramente, no fue del gallinero ni del corral, como parecía haber sido, desde donde le arrojaron huevos y bosta al diputado Agustín Rossi. Fue desde el pozo ciego. Por el contrario, adherir o consentir a un Gobierno no tiene gracia. Es como en el amor: ser oficialista es menos atractivo que ser adúltero.

Lo que no es nada atractivo es meter baza en la discusión nacional sobre lo proisraelí y contra israelí y lo contra Hamas y propalestino, etcétera. La Argentina en estos días ha sido propensa a tensiones sobreactuadas en uno y otro sentido. Hasta pensadores argentinos judíos se han visto objetados por otros pensadores igualmente argentinos judíos. Y otros no judíos argentinos menos pensadores han apelado a consignas impensables en ciudadanos cuerdos. Hay quienes dicen que hay casos donde, sin saberlo, se es portador sano de antisemitismo o antijudaísmo. Por eso solo en Debate uno puede permitirse lo que yo voy a permitirme ahora: incluir un sorprendente, provocador y temerario (y acaso agresivo) fragmento escrito por Javier Marías. Notable escritor, periodista y académico español, quien el domingo 1ª de febrero publica esto: “Israel una vez más ha hecho pagar, desoyendo el viejo mandato, a justos y pecadores, y además con plena conciencia, crueldad, exhaustividad y encarnizamiento. Ha sacado la pistola ante una bofetada y ha hecho uso de ella. Hoy por hoy es un Estado incivilizado, un venado, una mala bestia, un matón, un chulo...”. 

No me lavo las manos como Pilatos. Lo de Javier Marías me plantea el interrogante de por qué allá alguien muy considerado se atreve a decir públicamente algo tan brutal y políticamente incorrecto siendo que un tema, tan trágico desde cualquier posición, insta a emplear una hipérbole reduccionista. O a aplicar con cuidado dosis de hipocresía o anestesia. Pero la tarea de un intelectual como en el caso de este español famoso, no es la de un pastor de almas ni la de un aspirante al Premio Nobel de la Paz. Es la de lanzarse de corazón y cabeza a las entrañas del litigio. Sin ignorar que no será juzgado exclusivamente por la razón sino que aún más por el fanatismo.