domingo, 29 de marzo de 2015

ESTADOS UNIDOS, VÍCTIMA DE SÍ MISMO.

Salvador González Briceño - http://www.redaccionpopular.com/articulo/estados-unidos-victima-de-si-mismo

País en guerra, pero a punto del colapso. No por hablar mal del otro. Ni por tirrias ni por fobias. Mucho menos del pueblo estadounidense. Incluso porque los jóvenes son engañados por toda clase de artilugios patrioteros, al enfilarse en el ejército bajo el principio de entrar en guerra contra los malos en defensa de altos valores: la “libertad y la democracia” que, como buenos, militares y civiles, encabezan contra el mundo (simplismo maniqueísta de manipulación, igualmente mediático de la prensa escrita y la televisión gringas). ¡Pero que millonarios, políticos y generales, escuchen a los excombatientes —lisiados, desadaptados y desatendidos— por los traumas de posguerra, desde Vietnam, Irak y Afganistán!
La razón es que, como país cuya bandera es el interés privado —desde su fundación en el capitalismo puro—, Estados Unidos se ha fortalecido como imperio, emulando al romano, por todas las vías posibles como: el hurto, el saqueo, la invasión y las guerras en el mundo —comenzando por los nativos y contra México—; también la “competencia y el libre comercio”, los males para cualquier economía que pregona el “librecambismo”. Con simples clases de historia escolástica los métodos violentos saltan a la vista.
Todavía más. Infalible y eterno, como se consideran en la historia todos los imperios —“no hay mal que dure 100 años”—, a EU el destino ya le toca a las puertas y se trata de su mayor amenaza: la propia. Víctima de sus contradicciones — ¡esa es una característica de capitalismo en todas sus formas!, sobre todo las más desarrolladas, las del capital financiero—, ha llegado al punto en que, o se sigue sosteniendo con más guerras o el crack le estalla entre las manos. Y ese rol, al parecer está cercano, le tocará a uno de los presidentes sin credibilidad y más mediocres de EU, a Barack Obama.
Las voces se corren. Lo dicen los economistas —no gringos, claro está—, que están al tanto de la presunta recuperación. Pero también los inversionistas, como el “multimillonario” Erick Sprott, quien advierte sobre el “peligro” que se cierne sobre el mundo financiero. Dice: “El gran peligro es que estamos apoyando un sistema bancario apalancado y todo lo que poseen es papel; es decir, simples instrumentos financieros. Si las cosas se ponen mal repentinamente, todo el mundo querrá sacar el dinero del banco”.
Todavía más: “Los bancos centrales están luchando para mantener todo el sistema bancario con vida, así que por supuesto, son los primeros interesados en darle a los propios bancos un certificado de buena salud en las pruebas de resistencia bancaria, aunque eso implique falsear la realidad. Hemos visto un buen ejemplo, dice. El banco HETA Asset Resolution AG quebró en Austria, y fue nacionalizado en 2009 con 5.500 millones de euros. “Curiosamente, tenía una calificación AAA, y acabó bien clasificado en las últimas pruebas de estrés realizadas por el Banco Central Europeo. Sin embargo, tres meses más tarde quebró. Eso es lo que ocurre con las instituciones financieras apalancadas.” Luego entonces el gobierno dijo ¡basta! Con el ejemplo de HETA ahora —o de Lehman Brothers en 2008—, se mira “que los gobiernos ya no pueden permitirse el lujo de rescatar a sus bancos porque los bancos son más grandes que los gobiernos. Por eso siempre le he dicho a la gente, uno de los mayores riesgos es tener dinero en el sistema bancario”. [Ver:http://kingworldnews.com/billionaire-eric-sprott-this-should-scare-the-hell-out-of-every-investor-on-the-planet/].
EU está peor. “Las élites políticas, la Reserva Federal y los intereses que dirigen EEUU desde un segundo plano, parecen asustadas. Su futuro político, así como en los beneficios y la supervivencia de las grandes corporaciones internacionales y los intereses bancarios que apoyan el actual régimen político y económico de EEUU están en peligro y una guerra puede ser la única solución que les queda a estas élites políticas para seguir ocupando su posición de privilegio.”
De ahí que dichas élites de EU necesiten una guerra. Diez razones:
“1.- La guerra puede proporcionar una crisis y la subsiguiente justificación para continuar con la emisión de deuda soberana y con la expansión de la moneda de EEUU mientras dure el conflicto.
“2.- La guerra permitiría a los políticos de EEUU culpar a Rusia y a China por la caída del dólar como moneda de reserva mundial, así como culparles de la crisis de la deuda.
“3.- La Reserva Federal y el cártel mundial de bancos centrales han destruido la economía de Occidente a través de la emisión de deuda excesiva, la creación de dinero de la nada y el endeudamiento masivo. De cara a la opinión pública, una guerra permitiría transferir estas culpas a las naciones enemigas.
“4.- Una guerra permitiría a los EEUU recuperar el control de la Unión Europea y de todos los países europeos a nivel individual, así como de la OTAN. Actualmente, países como Alemania, Francia u otros países vacilan a la hora de ofrecer un apoyo unísono para las políticas estadounidenses y los planes de guerra en Ucrania.
“5.- La guerra sofocaría los movimientos de secesión en España (Cataluña y País Vasco) y el movimiento de secesión de Escocia, y las amenazas de Grecia e Italia de salir de la UE y del euro.
“6.- Una guerra daría la excusa a las élites de EEUU para restablecer su control total sobre las noticias y los medios de comunicación, negando la entrada de opiniones de medios extranjeros y anulando la competencia informativa que ofrecen los medios alternativos de Internet.
“7.- Una guerra contra Rusia e Irán acabaría con la competencia representada por el suministro de gas y petróleo de los oleoductos rusos e iraníes, y permitiría a EEUU controlar la producción de Oriente Medio y continuar con el sistema del petrodólar durante los años venideros.
“8.- Como en las dos guerras mundiales anteriores, una gran guerra permitiría al gobierno de EEUU terminar con todos los movimientos y adversarios políticos internos, a excepción de aquellos candidatos de oposición controlados y aprobados por los dos partidos mayoritarios.
“9.- Una guerra exitosa contra los aliados de China, retrasaría el desafío imparable para la gobernanza global que representa actualmente China, al menos durante años.
“10.- Por último, durante una situación de crisis en tiempos de guerra, los políticos siempre pueden atacar las libertades civiles, la libertad de prensa y confiscar la riqueza hasta límites imposibles en tiempos de paz.” [Fuente: http://www.zerohedge.com/news/2015-02-27/10-reasons-washington-has-war-fever ].
Para ilustrar un tanto su actitud guerrera. “Desde que Estados Unidos fue fundado en 1776, ha estado en guerra durante 222 de sus 239 años de existencia; es decir, el 93% de su tiempo de existencia. Sólo durante 21 años desde 1776, EEUU ha estado realmente en paz.”
En otras palabras:
“Ningún presidente estadounidense se ha podido calificar como presidente en tiempos de paz. Técnicamente, todos los presidentes de Estados Unidos pueden ser considerados “presidentes de guerra.”
EE.UU. nunca ha pasado una década sin guerra.
La única vez que EU estuvo cinco años seguidos sin guerra (1935-1940) fue durante el período aislacionista de la Gran Depresión, previo a la Segunda Guerra Mundial. [Tomado de: http://www.washingtonsblog.com/2015/02/america-war-93-time-222-239-years-since-1776.html]. Botones de muestra.
¿Qué busca EU en Latinoamérica, amenazante ahora contra Venezuela, pero con bravatas contra Argentina, Brasil, Nicaragua, etcétera, en el continente? ¿Para qué la ampliación de las bases militares de reacción rápida?
A EU las guerras lo describen tal cual, como también los medios para descubrirlo. Pero su corrosión es interna. Y de eso, las leyes de la economía se encargan. La bravata no es fortaleza, sino de debilidad. No hay imperio invencible ni eterno, como dicta el refrán popular sin tanto devaneo de sesos: “No hay mal que dure 100 años”. Así que, más pronto que tarde podremos decirle al imperio: “¡Hasta la vista, babi!”. Con el Premio Nobel de la Paz a la cabeza.























miércoles, 25 de marzo de 2015

Un debate sobre las alternativas al modelo neoliberal

Natalia Coronel * - http://www.la-epoca.com.bo/index.php?opt=front&mod=detalle&id=4373

La semana pasada tuvo lugar en Argentina el “Foro Internacional por la Emancipación y la Igualdad” que reunió a referentes de renombre dentro de los campos de las ciencias sociales, políticas y económicas de América Latina y el resto del mundo. En tres días de exposiciones y conferencias en el salón del Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires donde expresaron su compromiso con las luchas sociales y políticas que en este momento confluyen para construir un destino mejor para nuestros pueblos.

Organizado por el Ministerio de Cultura de la Nación y encabezado por el filósofo Ricardo Forster, el encuentro contó con la participación de Noam Chomsky (EE.UU.); Álvaro García Linera (Bolivia); Ignacio Ramonet (España), Gianni Vattimo (Italia); Piedad Córdoba (Colombia); Iñigo Errejón (España); Camila Vallejos (Chile), Axel Kicillof (Argentina); Emir Sader (Brasil), entre otras personalidades, y logró la firma de un documento final llamado “Manifiesto de Buenos Aires por la Emancipación y la Igualdad”.

La evolución del sistema según Chomsky

El primer día bajo un caluroso y enérgico aplauso con un teatro colmado, tanto en el interior como en sus alrededores, se tuvo que dotar de pantallas gigantes, para escuchar a Noam Chomsky. Comenzó la conferencia haciendo un análisis en torno de las diversas situaciones de crisis y violencia política que enfrentan los pueblos, sobre todo en lo que respecta a la evolución de los asuntos mundiales luego de 1945. “Para fines de la década del ‘70, la situación estaba cambiando. El ataque neoliberal se aceleró durante los años de Reagan–Tatcher, persistió después de ello y se convirtió en un ataque sobre los derechos humanos básicos y la democracia”, señaló. Luego, con el colapso de la regulación, Chomsky mencionó que “las crisis financieras comenzaron a aparecer por primera vez desde la Depresión. Pero para los perpetradores, las instituciones financieras, los bancos, las crisis no son un problema muy serio porque hay una política gubernamental que los protege de cualquier amenaza”.

Figura destacada de la lingüística del siglo XX, Chomsky se ha transformado en uno de los principales críticos de la política exterior de su país –Estados Unidos–, de su dirigencia y en un defensor a ultranza de los derechos humanos. En esta línea, destacó el rol de la región frente a los atropellos del capitalismo: “América Latina ha estado a la vanguardia en luchar contra el ataque neoliberal. Esto lo demuestran nuevos movimientos que surgen también en Europa del sur, en Grecia o España”. Y concluyó: “el sistema capitalista estatal global está en uno de sus peores períodos de crisis. Los resultados, como siempre, dependerán de cómo el público responda”.

Desafíos y encrucijadas en América Latina

Antes de la llegada de Chomsky, la locutora enumeró los temas: Emancipación, Igualdad, Juventud y la Política como herramienta de cambio. Se apagaron las luces y se encendió la pantalla. En las imágenes aparecen Evo, Néstor, Cristina, Chávez –se escucha su voz: “Alca, Alca, ¡al carajo!”, la multitud estalla en aplausos de nostalgia, continúan los rostros con Lula y Correa. Como en un estadio, en los palcos se colgaron banderas de movimientos sociales, resaltan las de Venezuela y Bolivia. En las calles, personas escuchaban por alto–parlantes.

El periodista argentino Víctor Hugo Morales presentó al primer orador: Cauhtémoc Cárdenas. El hijo de Lázaro Cárdenas hace un breve repaso por la historia de México, la independencia, la revolución y el neoliberalismo de los últimos 30 años. Dice que la economía mexicana está en muy lento crecimiento, como un arrastre de la crisis del 2008 y que la única solución que se le ocurre al gobierno es el recorte y el ajuste. Se refiere al problema del narcotráfico y de los desaparecidos de Iguala. Pero el final de su discurso fue bien arriba, con una frase de Benito Juárez: “el respeto al derecho ajeno es la paz”.

Llegó el turno de Piedad Córdoba. Explicó que hoy en día la estrategia es la del desprestigio y que el compromiso de Washington es el debilitamiento de los procesos políticos y sociales. “El narcotráfico es la multinacional del capitalismo, que genera y utiliza paraísos fiscales y es el principal financiador del paramilitarismo en Colombia”, señaló. En América Latina hay 76 bases norteamericanas de las cuales 8 están en Colombia. Se alegró con las conversaciones de paz que está llevando a cabo el gobierno colombiano con la insurgencia armada en La Habana. En el mismo sentido sistémico alertó sobre que “la caída del gobierno venezolano puede provocar un efecto dominó en toda América Latina”.

En el estrado, el pensador brasileño, Emir Sader señala que una de las deudas de los gobiernos de Lula Da Silva y de Dilma Rousseff “es la falta de una Ley de Medios. Sin ella, no hay democratización posible. Nuestros países deben unirse para poder enfrentar al capitalismo internacional, la integración regional es la clave del triunfo”. Siguen los aplausos.

También estuvo presente el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera. Resaltó la importancia del florecimiento de las democracias: “quizás lo nuevo que está enseñando América Latina, es que la democracia no se puede reducir únicamente al voto. El voto, la representación, es un elemento fundamental de la constitución democrática de los Estados. Se garantizan derechos, se garantiza pluralidad. Pero, paralela y complementariamente, hay otras formas de enriquecimiento de lo democrático. Esas formas de enriquecimiento de lo democrático es la plaza, es la calle, es la democracia callejera, es la democracia plebeya. No se puede entender el proceso boliviano sin ese correlato, sin esta dualidad institucional”.

Gianni Vattimo habla con un discurso simpático y se define como “un cultor de la mitología latinoamericana”. Comienza arrojando un título: “Latinoamérica como futuro de Europa” y señala que es una ponencia del entusiasmo. Lo que sucedió en la última década en Latinoamérica ayuda en Europa a pensar en otro mundo posible, pero no en el “otro mundo” de la Iglesia, sino en un mundo diferente “acá en la Tierra”.

Iñigo Errejón Galván, secretario de estrategia política de Podemos, la flamante alternativa progresista de la política española también se refirió a las derechas: “América Latina demostró que los gobiernos deben responder a quien los elige. A Europa le ha llegado la hora de los pueblos, la hora en la que los gobiernos estén al servicio de su gente”, sostuvo.

La gente canta “Patria sí, colonia no” y “vivos los llevaron, vivos los queremos” en clara alusión a los 43 desaparecidos en México. En los tres días pasaron por el escenario numerosas personalidades que no entraron en esta crónica por cuestión de espacio, pero cuyos discursos no carecen de valor y contundencia, ya que, en la misma línea pusieron el acento sobre su compromiso con las luchas sociales y en construir una alternativa al modelo neoliberal.

Con un final apoteósico entre aplausos y cánticos profusos, Forster delineó un punto de partida para un diálogo entre proyectos populares, democráticos y de participación igualitaria. “Cada uno, con su especificidad, con su lengua, con sus tradiciones. Pero todos juntos, imaginando que, efectivamente, se puede hoy, ahora, construir una sociedad mejor”, concluyó el secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional.


* Natalia Coronel es periodista argentina y colaboradora de La Época.

sábado, 21 de marzo de 2015

Soberanía de América Latina: las águilas no deberían atreverse

Lautaro González - http://www.politicaymedios.com.ar/nota/7491/soberania_de_america_latina_las_aguilas_no_deberian_atreverse/

A raíz de la iniciativa del Poder Ejecutivo de EEUU por declarar a Venezuela una amenaza para la seguridad exterior, miles de voces internacionales emitieron su repudio. En tanto Nicolás Maduro organiza en las principales plazas de Caracas una campaña para recolectar 10 millones de firmas en respaldo al gobierno. Este conflicto pone en peligro la realización de la VII Cumbre de las Américas prevista para abril en Panamá.

El rechazo a la medida impulsada por Barack Obama es unánime. Las voces de América Latina, de la América morena se extienden a lo largo y ancho del continente. Representantes de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Alternativa Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (Alba), instituciones de coordinación y cooperación internacional, han puesto en off side a la Casa Blanca al destacar la decisión como “agresiva, arbitraria e infundada”. Así lo manifestó el presidente cubano Raúl Castro en su discurso ante la cumbre extraordinaria del Alba celebrada en Caracas el pasado 17 de marzo, tres días después de la reunión de cancilleres de Unasur.

Si bien ambos organismos solicitaron a EEUU que derogue la orden ejecutiva, la Casa Blanca hace oídos sordos y apunta la política a una posible intervención militar o golpe de estado avalada por las fracciones minoritarias anti chavistas que ven en el gobierno de Obama un aliado a fin de retomar el control político del gobierno en beneficio de sus intereses económicos.

A lo largo de la historia los pueblos latinoamericanos y del mundo conocieron las declaraciones de “peligrosidad” por parte de EE.UU. ya que luego de la sentencia vinieron las bombas y el sojuzgamiento de los pueblos. Por eso la respuesta continental no tardó en llegar. Un rechazo explícito sin precedentes desde América Latina y el Caribe a la agresión de Washington se vio reflejada en el las palabras de Raúl Castro: “Hoy Venezuela no está sola, ni nuestra región es la misma de hace 20 años. No toleraremos que se vulnere la soberanía o se quebrante impunemente la paz en la región. Como hemos afirmado, las amenazas contra la paz y la estabilidad en Venezuela representan también amenazas contra la estabilidad y la paz regionales. “Estados Unidos debería entender de una vez que es imposible seducir o comprar a Cuba ni intimidar a Venezuela. Nuestra unidad es indestructible”.

El error cometido por la Casa Blanca colocará al presidente de Estados Unidos en una posición complicada en la próxima Cumbre de las Américas. Tendrá que escuchar los argumentos de los principales mandatarios latinoamericanos que ven en esta actitud una clara muestra de los intereses intervencionistas norteamericanos en la región por sobre la soberanía política ya la independencia económica de los países que componen América Latina y el Caribe.

Por su parte Nicolás Maduro extenderá hasta el próximo 9 de abril la junta de 10 millones firmas con el fin de reclamarle al presiente Barack Obama la derogación del decreto de estado de emergencia. Esto pretende revocar la declaración de su gobierno que considera a Venezuela como una amenaza para la seguridad y la política exterior de Estados Unidos.

Así, desde este jueves se activaron cerca de 14 mil centros en las plazas Bolívar y otros sitios emblemáticos de todo el territorio nacional, donde trabajadores, jóvenes, estudiantes, campesinos, artistas, deportistas y movimientos sociales podrán rubricar sus firmas en apoyo a Maduro y América Latina.

Esta medida también es apoyada desde las redes sociales, ya que personalidades de todo el mundo expresarán su respaldo a Venezuela a través de la cuenta @ObamaDerogaYa (en Twitter e Instagram), y en Facebook: Obama Deroga Ya. La campaña por la anulación del decreto estadounidense se realizará a través de “twitazos” a de fin de promover la etiqueta #ObamaDerogaElDecretoYa.

Al lanzar la cruzada el alcalde del capitalino municipio Libertador, Jorge Rodríguez, calificó la medida de Obama como la más grave amenaza proferida contra su país en 200 años de historia republicana. Más que un dato, resulta toda una declaración de principios.

domingo, 15 de marzo de 2015

Ganar la batalla cultural

Oscar Valdovinos *  http://sur.infonews.com/cultura

El capitalismo protagoniza una etapa de su historia compleja, paradójica y contradictoria. Nació impiadoso y salvaje y provocó una tragedia social mayúscula. En nombre de la libertad, consagró la explotación como piedra angular del sistema. En nombre de la igualdad de los hombres ante la ley, estableció el contrato de trabajo como instrumento de incorporación de los trabajadores al servicio de un empleador, con notorios resabios de naturaleza dominial y una impronta de sumisión. En nombre de la autonomía de la voluntad, prohibió –y castigó como delito– la interferencia sindical y relegó al Estado al papel de guardián de la vida y hacienda de los propietarios, con estricta abstinencia en materia económica. En ese orden de cosas, todo estaba reservado a la voluntad del mercado que ordena la economía, asigna los recursos y corrige las eventuales y transitorias dificultades. La “mano invisible del mercado” –proclamada en el siglo XVIII por Adam Smith y aún vigente, por lo menos para los socialistas vernáculos, según notable confesión del bueno de Hermes Binner–, en su infinita sabiduría, organiza la producción y distribuye los bienes conforme a un orden que es “natural” en el modo de producción capitalista.

No obstante, promovió un desarrollo extraordinario de la producción y la riqueza, del conocimiento científico y de su aplicación a los procesos productivos. Aquel liberalismo, el clásico, asoció ese progreso a la combinación virtuosa de la libertad y la propiedad y se asumió como sumo sacerdote y guardián del nuevo ordenamiento que avanzaba sobre el planeta, transformándolo. Sobre esas bases, un nuevo bloque histórico se hizo del poder y gobernó el mundo, no sólo en virtud de su capacidad de dominación física sino porque impuso su pensamiento, su visión de las cosas, su concepto de cómo debía ser y funcionar la sociedad y le imprimió sentido al conjunto social. Es decir, devino hegemónico, en tanto no sólo tomó el control del Estado y asumió la dirección política de la sociedad, sino también su dirección cultural hasta lograr la universalización de sus intereses corporativos (Gramsci y sus comentaristas, Broccoli, Portantiero, Hobsbawm, Anderson).

Por supuesto, ni las hegemonías ni las fases de la historia son eternas. El dominio capitalista, especialmente en su dimensión de supremacía cultural, comenzó a ser disputado. El movimiento sindical, el pensamiento socialista, el socialcristianismo, el avance de las instituciones democráticas tuvieron que ver con esa disputa que transitó dos siglos, opusieron otros valores al pensamiento hegemónico y lograron, progresivamente atenuar abusos y limitar excesos. Hasta que, promediando ya el siglo XX, luego de la segunda guerra mundial, se instauró en los países del capitalismo avanzado y en algunos de desarrollo incipiente el llamado Estado de Bienestar. A partir de entonces, mediante una fuerte intervención estatal en la economía y en las relaciones sociales, y aplicando un régimen tributario severo que hizo posible sustentar un sistema de seguridad social efectivo, sin afectar las bases del modo de producción capitalista, surgió una sociedad más igualitaria, equitativa y solidaria. En parte conquista popular y progresista y en parte táctica defensiva frente a la amenaza del bloque formado en torno de la URSS, el Estado de Bienestar fue una experiencia tan interesante como efímera. Apenas duró 30 años –en términos históricos, sólo un instante fugaz– y sus cimientos comenzaron a resquebrajarse, a mediados de los pasados años ’70, desnudando de nuevo el rostro más duro del capitalismo. La ilusión duró lo que un trozo de hielo bajo el sol y el capitalismo devino, otra vez, salvaje (son palabras de Francisco).

Las causas, sin duda, fueron múltiples. Desde la caída de la tasa de ganancia industrial hasta la exuberante multiplicación de los activos financieros. Desde el aumento del precio del petróleo hasta la nueva revolución tecnológica. Y también, sin duda, el colapso del llamado “socialismo real”, que allanó el camino hacia un capitalismo más consagrado a la especulación que a la producción, global y financiarizado, sin reglas, regulaciones ni ataduras de ninguna índole. Se adornó, filosóficamente, con los aportes del llamado neoliberalismo.

El Estado de Bienestar argentino. La Argentina vivió las dos experiencias muy intensamente. Con el primer peronismo, se estableció un Estado de Bienestar propio –el más significativo del Tercer Mundo–, con sabor a conquista antiimperialista en un proceso que conllevaba, como objetivos también sustanciales, la afirmación de la autodeterminación económica y política. Y a partir de 1976, con la dictadura, se experimentó la destrucción, a sangre y fuego, de todo cuanto tuviera sentido de acción y creación colectiva, desde los partidos políticos populares hasta las organizaciones sindicales y sociales de cualquier tipo. Y más tarde, en los ’90, bajo el manto del peronismo, la desviación de un grupo que traicionó prolijamente todos los principios fundantes de la tradición nacional y popular para entregar la economía del país al capital externo, completar un proceso de endeudamiento atroz, desguasar el Estado, aniquilar el empleo y entregar la conducción de la Nación a un núcleo neoliberal fundamentalista e irresponsable.

Así se completó un proceso de regresión histórica que, durante la etapa de Alfonsín, tampoco fue detenido, pues después de la pronta separación de Bernardo Grinspum de la conducción económica y del ensayo gatopardista de Parque Norte (remedo gramsciano limitado a la consolidación superestructural de la democracia republicana, inspirado por Juan Carlos Portantiero en una etapa que no fue la más feliz de su trayectoria), todo quedó pronto para el golpe de mercado. Y el neoliberalismo, en estado de latencia.

Entre las consecuencias más graves de cuanto pasó en la Argentina en el último cuarto del siglo pasado y en el inicio de éste, junto al terrorismo de Estado y su secuela sangrienta, a la destrucción del aparato industrial y a la expulsión de millones de compatriotas hacia los márgenes de la sociedad, es imposible no mencionar la regresión ideológica y cultural.

Primero se desprestigió al Estado, imputando a su intervención en la economía la responsabilidad por todos los males del país. “Achicar el Estado para agrandar la Nación” fue el lema imperante. Y después, con mayor sutileza, en clave subliminal, se inoculó un individualismo maximalista, asociado a la idea de que sólo el éxito personal justifica la vida y que sólo se triunfa si se alcanzan las metas económicas que cada uno se pro-pone. La consecuencia no fue otra que el “sálvese quien pueda” y la consiguiente exclusión de toda concepción solidarista.
La ruta de la Patria Grande. La idea de lo colectivo, desde sentirse parte del pueblo y corresponsable del destino de la Nación, hasta identificarse con la clase o grupo social al que se pertenece y con el que se está unido por comunidad de intereses, fue arrumbada. Los colectivos que hicieron posible ser parte de la Patria Grande Latinoamericana y del sujeto social y político llamado a construir un país justo y solidario fueron quebrantados. En primer lugar por la dictadura, hasta físicamente, y luego por el neoliberalismo, con su prédica y su instrumentación del consumo desenfrenado y “jerarquizado”, funcional a un sistema productivo dedicado a la producción de series cortas de productos de alto valor unitario y a una economía simbolizada por los derivados financieros. De tal modo, los colectivos se partieron y hoy es posible que sectores de clase media asalariados abominen de los sindicatos y que miembros de la clase obrera tradicional desprecien a los “negros” del mismo modo que los habitantes de un country de Pilar los desprecian a ellos.

El otro factor imposible de obviar radica en la extraordinaria importancia adquirida por los medios de comunicación masiva que, imbuidos ya de la posibilidad de moldear la opinión pública, los gustos y las inclinaciones de los consumidores, reproducen de manera cotidiana e incesante, hasta perforar las mentes e invadirlas, aquellas categorías ideológicas. El hecho es que, entre los ’70 y los ’90, el virus se esparció en el conjunto de la población, atravesando transversalmente todas las clases sociales y generando, sobre todo en las más vulnerables y menos pudientes, un estado de frustración y angustia que se emparienta con muchos de los problemas que hoy preocupan a la sociedad.

El neoliberalismo fracasó. En la Argentina y en el mundo. Ese fracaso se exteriorizó, aquí, en la crisis de principios de siglo y, en el mundo, en la de 2008, cuyas consecuencias aún no desaparecieron. Cuando mayor es el potencial productivo a nivel mundial y más impactante la acumulación de riqueza, más injusta es su distribución, más se profundiza la desi­gualdad y la exclusión social deviene estructural y crónica. No obstante, por una suerte de efecto inercial fortalecido por la deserción imperdonable de la izquierda europea –vacía de todo pensamiento alternativo–, el pensamiento neoliberal sigue prevaleciendo y los círculos más concentrados del poder económico y político internacional replican e imponen sus recetas.

El país, en la última década, recuperó la centralidad de la política y del Estado, puso en pie el aparato productivo, creó empleo y mejoró sustancialmente la distribución del ingreso. Pero no logró que se tomara conciencia plena del significado de esos logros y de cuáles fueron los instrumentos para alcanzarlos ni de cuales serán los necesarios para preservarlos y profundizarlos, para seguir avanzando.

Es imprescindible restaurar el sentido de lo colectivo, reinstalar la solidaridad al tope de la escala de valores y convencer al bloque potencial de que sólo unidos se puede construir el país justo en el que todos aspiramos que nuestros hijos puedan crecer y realizarse plenamente. A todo el esfuerzo realizado habrá que sumarle una función constante de prédica y ejemplo, el uso honesto de los medios que la tecnología pone a disposición y una transformación profunda del sistema educacional para que vuelva a servir, con eficacia y excelencia, a la causa de la Nación y del pueblo.

Hasta que quede claro y absolutamente asumido que, hoy, libertad e igualdad tienen como condición de existencia la inclusión y que éste –siguiendo a Tarso Genro– es requisito insoslayable para el ejercicio de la democracia.

Si no se gana la batalla cultural todavía pendiente, jamás se sentirá haber construido en terreno sólido.

*Abogado laboralista, especializado en Derecho Colectivo de Trabajo.

miércoles, 11 de marzo de 2015

LA INTERNACIONAL DEL TERROR MEDIÁTICO

ARAM AHARONIAN - http://www.cronicon.net/paginas/edicanter/Ediciones104/nota4.htm

Hoy todas las luces de alarma permanecen encendidas en el norte y en el sur del sur ante los intentos restauradores del viejo orden neoliberal. Las fuerzas más reaccionarias del mundo han intensificado sus campañas para desestabilizar nuevamente a varios gobiernos latinoamericanos -el venezolano en lo social, económico y militar, el argentino en lo financiero, por ejemplo-, en una experiencia que bien puede ser aplicada en cualquier otro país latinoamericano cuyos recursos naturales sean apetecidos por las potencias centrales.

La creciente y orgánica participación de los medios de comunicación cartelizados -nacionales y extranjeros- en la preparación y el desarrollo de las guerras y planes desestabilizadores promovidos por y desde Estados Unidos, demuestra que éstos se han convertido en verdaderas unidades militares. Si hace 40 años necesitaban de fuerzas armadas para imponer su proyecto, hoy el escenario de guerra es simbólico y hoy no hacen faltas bayonetas ni tanques: les basta con el control de los medios hegemónicos para imponer modelos políticos, económicos y sociales.

EL ESCENARIO SIMBÓLICO

La guerra se traslada al espacio simbólico, a la batalla ideológica, a la guerra cultural y, por ende, las armas para esa nueva confrontación son diferentes. Ya no son metralletas, sino micrófonos, computadoras, teléfonos, cámaras de video... La guerra por imponer imaginarios colectivos se da a través de medios cibernéticos, audiovisuales y gráficos.

Los medios comerciales de comunicación han incautado la libertad de expresión y, precisamente, la han aprisionado para usarla como rehén. Ante ese poder los individuos no valemos nada. Los medios se han vuelto despóticos y despiadados, como nunca lo llegó a ser reyezuelo o dictadorzuelo alguno. Una vez que acusan-condenan no hay modo de apelar ante nadie.

EL TERROR MEDIÁTICO

El arte de la desinformación ha sido un elemento clave en todos los conflictos bélicos desde la Antigüedad. Hablamos de hace tres mil años: ya entonces no se trataba de escribir la realidad de los hechos, la historia verdadera, sino la de conformar percepciones, imaginarios colectivos de la sociedad a favor, claro, de la cultura dominante, de los poderes fácticos, incluidas -en tiempos más recientes, hacia el siglo 17- las diversas Iglesias.

Es claro que las agencias internacionales de noticias surgieron para afianzar el poder colonial de las potencias europeas, sobre todo en África y Asia, y también es claro que cada vez que surge un conflicto, la prensa del sistema es la encargada de silenciar cualquier opinión independiente, eliminar el debate y el disentimiento, para orquestar las respuestas emocionales en masa a sus intereses.

Ya en 1982 los británicos habían aplicado la férrea censura de prensa y la verdad oficial durante el conflicto con Argentina en el Atlántico Sur, experiencia que sirvió para su aplicación posterior en Granada, Somalia, Irak, Afganistán, y muchas otras regiones. Hoy, el frente de la derecha latinoamericana y mundial -incluyendo el gobierno de Estados Unidos, algunos de sus incondicionales de la región y otros de la Unión Europea- tomó protagonismo activo desde febrero de 2014 en sus ataques mediáticos contra la Revolución Bolivariana y los gobiernos de Argentina y -luego- Brasil.

Las tres redes privadas más importantes de diarios de Latinoamérica se unieron para "difundir informaciones (léase manipulaciones, distorsiones, mentiras, difamaciones) sobre la situación en Venezuela". Internamente, las campañas de prensa quieren provocar cansancio en los ciudadanos, en el exterior sembrar un imaginario colectivo de represión, autoritarismo, una sensación de caos e ingobernabilidad.

Argentina afrontó en 2014 una extorsión financiera sin precedentes. Los especuladores que compraron bonos de la deuda por 48 millones de dólares lograron en Nueva York una sentencia de cobro por 1.500 millones. Este fraude retrata cómo funciona el capitalismo actual, sistema que empuja a nuestros países a más y más padecimiento. Los buitres se disponen a repetir el mismo despojo que ya realizaron en otros lugares como Perú, y amenazan a toda la región.

Aunque el escenario afectara a Argentina, deja bajo la garra de estos rapaces cualquier deuda soberana. En 2014, la deuda representaba el 104% del Producto Interno Bruto en EE.UU., 93% en España, 132% en Italia, 129% en Portugal, 78% en Alemania, 175% en Grecia, 123% en Irlanda, 90% en Reino Unido.

El precedente de este fallo judicial va mucho más allá del perjuicio contra Argentina, y pone en riesgo cualquier futura reestructuración de deuda... con la mirada puesta en la periferia europea.

Paralelamente, en Brasil se desató una furiosa ofensiva mediática contra la estatal petrolera Petrobras, apoyando las demandas del fondo buitre Aurelius. Existe, sin dudas, un intento de provocar un descalabro financiero en la región, con apoyo de sectores internos que colaboran con esos intereses sin cuestionar sus "prácticas mafiosas". Hay una estrategia más generalizada que está utilizando la cuestión financiera como campo de batalla contra determinados procesos políticos. En el año que terminó trataron de llevar a la Argentina al default, y atacan a Brasil. Es una guerra sin armas, desde el terreno judicial y con objetivos políticos.

A nadie ha extrañado que los medios hegemónicos argentinos hayan manejado la información y opinión para cooptarse con la posición de los acreedores, denigrando y tratando de ridiculizar la posición de su país e invisibilizando o minimizando la información referida a los apoyos solidarios recibidos de todos los países latinoamericanos y caribeños, del Grupo de los 77 (más de 120 países en desarrollo más China), y de los Brics, entre otros.

La apuesta de las transnacionales y de los fondos buitre, refrendada cartelizadamente por los grupos mediáticos hegemónicos a nivel regional, internacional e interno, ha sido la de crear zozobra en la población ante una "inminente" corrida bancaria y cambiaria, ante el embargo de activos petroleros nacionalizados. Y el libreto se repite en Venezuela, Argentina, Brasil.

En nuestros tiempos, marcados por el neoliberalismo, los vicios como la codicia y el individualismo, se han convertido en virtudes, exaltadas desde Hollywood por la homogeneización de los medios de comunicación.

Debemos recordar que el concepto de terrorismo mediático está relacionado con un entramado de estrategias políticas, económicas, sociales y psicológicas que buscan crear realidades ficticias, miedos colectivos y convertir mentiras en verdades que permitan manipular a la sociedad de acuerdo con el conflicto y el enemigo en cuestión.

Si partimos de la idea de que para el poder todo sujeto que considere una amenaza a sus intereses se concibe como enemigo de guerra, entonces el terrorismo mediático parte de que la guerra psicológica utiliza una caracterización simplista y maniquea (bueno/malo, negro/blanco) para describir al enemigo. La llamada propaganda negra no es otra cosa que la construcción de unos nombres, de unos relatos, de unas categorías, de unas imágenes que ordenan los acontecimientos a partir de un eje de destrucción del otro. Ese proceso se hace ocultando la verdad y sobre todo mintiendo acerca de ella, señala Florencia Saintout, de la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata.

Pero la respuesta -de los gobiernos atacados- a estas matrices terroristas mediáticas ha sido reactiva y no proactiva, propositiva, informativa. Ha sido basada en denunciología (propia de una etapa de resistencia y no de construcción) y preocupación por la solidaridad pasiva. En Venezuela, fueron mensajes inundados por consignas, inserciones o solicitadas solidarias (que nadie lee y otros, en el norte, archivan en sus bases de datos), lamentos..., inmovilismo.

La falta de fuentes de información veraz, oportuna y para todos, facilita el trabajo de la derecha de imponer imaginarios colectivos, a través de una prensa -radios, medios cibernéticos fijos y móviles, televisoras, diarios, revistas- totalmente cartelizada detrás del mensaje único, producido por las usinas en el exterior y en cada uno de nuestros países.

sábado, 7 de marzo de 2015

Brazos a torcer

NÉSTOR NÚÑEZ - http://bohemia.cu/2015/03/06/internacionales/venezuela-argentina.html

Hace apenas unas semanas, en declaraciones al portal digital Vox, el presidente norteamericano, Barack Obama, no tuvo reparos en afirmar que en la política exterior de su país es una práctica necesaria “torcer el brazo” a aquellas naciones y pueblos que no hacen lo que Washington les demanda.

La justificación se basa en el hecho de que, según el mandatario, “estamos rodeados de malas personas”, y se requiere de cualquier método, incluido el militar, para sacar de juego actitudes tan incómodas.

Y, desde luego, semejante “tarea” demanda de actores y acólitos (bien individualmente o en suma parcial o total), como los servicios oficiales de espionaje, seguridad, o bélicos de los propios Estados Unidos, un tergiversador y aplastante engendro mediático, y los segmentos derechistas y reaccionarios en cada escenario concreto a desestabilizar.

De manera que la receta no ha variado con los siglos, aun cuando la Oficina Oval hable de “cambios” en sus percepciones globales, y esgrima una retocada Doctrina de Seguridad Nacional que, se insiste, privilegiaría la diplomacia sobre el ruido de las armas.

En todo caso -apuntan los entendidos- estaríamos en la era de las ya tituladas “revoluciones blandas”, de neto corte imperial-injerencista y nombre objetivamente eufemístico, toda vez que de laxas han demostrado tener muy poco (ver Venezuela, Oriente Medio o Ucrania, por solo citar ejemplos recientes).

Bolivarianismo en la mira

No es posible en tan breve espacio agotar la lista de agresiones a que se ha visto sometida la Venezuela Bolivariana en su casi década y media de Gobierno popular, encabezado originalmente por el Comandante Hugo Chávez, y ahora por su sucesor Nicolás Maduro.

Baste solo apuntar entonces que, consciente del papel fundamental que Caracas desempeña en las nuevas rutas de independencia, autodeterminación, multilateralidad, colaboración y progreso que se van forjando al sur del Río Bravo (amén de los tesoros energéticos y naturales locales), el derrocamiento de la Revolución Bolivariana es una prioridad dentro de la agenda imperial y hegemonista.

Y por estos días, justo a un año de los dañinos y sangrientos disturbios derechistas en varios departamentos, incluidos en el plan desestabilizador denominado entonces “La salida”, el presidente Maduro anunció la desarticulación de una intentona golpista que involucró a varios oficiales de la aviación militar nacional y a un importante grupo de opositores políticos, todos con un amplio historial de apego a la violencia.

Aunque desde Washington se habló de no injerencia en los asuntos internos de Venezuela, lo cierto es que los implicados contaban con cuantiosos recursos financieros, un avión Tucano que bombardearía puntos previamente seleccionados de Caracas y que procedería de una base en el exterior, simultáneas declaraciones oligárquicas sobre un cambio de régimen interno y la adopción de un nuevo programa de Gobierno netamente pro imperial, y visas previas concedidas a los ejecutores del ataque por los Estados Unidos en caso de cualquier negativa eventualidad.

Figuras de la embajada norteamericana en Caracas, como la encargada de negocios, Kelly Keiderling, aparecieron además como enlaces con los promotores de la pretendida asonada.
Todo en medio de la continuación de los actos de sabotaje a la cadena de abastecimiento de alimentos y productos básicos que llevan a cabo grupos oligárquicos, con el objetivo de sembrar un masivo descontento que favorezca la desestabilización interna, entre otros actos agresivos en curso.

Un gran engranaje destructivo que no solo viene chocando con la resistencia y las acciones de defensa de los sectores populares y las autoridades oficiales, sino que concita, y deberá seguir concitando, un amplio y creciente rechazo externo entre quienes en América Latina y el resto del mundo conocen a carta cabal de dónde proceden tales planes y a qué oscuros intereses responden.

Conflicto sobre El Plata

A escasos ocho meses de las elecciones presidenciales argentinas, programadas para este 25 de octubre, y sin la posibilidad constitucional de una reelección de la actual mandataria, Cristina Fernández, la derecha local como instrumento del injerencismo externo no solo pretende desacreditar al partido gobernante, sino además enterrar políticamente, de manera definitiva, la trayectoria de una gobernante cuyo devenir local y regional es admirable en materia de convergencia, y unidad, y en la defensa de la independencia y la autodeterminación. El pretexto es el reciente deceso, de un disparo en la cabeza, del fiscal Alberto Nisman, quien se dice preparaba una impugnación contra la presidenta por pretendida complicidad en el encubrimiento de funcionarios iraníes signados como sospechosos en el atentado dinamitero ocurrido en Buenos Aires en 1994 contra la Asociación Mutual Israelita en Argentina (AMIA), en el cual perecieron 85 personas.

Nisman apareció muerto en su apartamento cuando, según una prensa conservadora, tradicionalmente hostil al Gobierno, se aprestaba a hacer pública su demanda y al parecer había redactado incluso una petición de detención contra la jefa de Estado. Aun cuando las investigaciones policiales se inclinan mayoritariamente por la tesis de un suicidio, la avalancha mediática reaccionaria, junto con la posición abiertamente hostil de determinados oficiales de justicia apegados a la tendencia de Nisman, se ha encargado de tejer una tenebrosa historia de manejos sucios de la Casa Rosada con la intención de “burlar las leyes nacionales” y “proteger a los sospechosos iraníes” a cambio de materializar “negocios comerciales y de trasiego de armas con Teherán”.

En pocas palabras, que tanto la estadista como sus colaboradores se proyectan mediante esa campaña en son de verdaderos mafiosos, involucrados nada menos que con uno de los países que el hegemonismo norteamericano estigmatiza como representante de un renovado “eje del mal” a escala planetaria.

De hecho, el sustituto de Nisman, el también fiscal Gerardo Pollicita, ha optado por seguir el juego contra la Casa de Gobierno, mientras que todos los días la prensa amarilla estructura historias y devela “manejos oficiales urdidos en la oscuridad” para sacarle el cuerpo al asunto y demeritar la figura de un funcionario legal casi elevado al rango de mártir. No importa, desde luego, que hasta hoy ninguno de los “ilustres magistrados” implicados en la parte sucia del guion haya presentado una sola prueba documental sobre los desmanes y la culpabilidad del poder ejecutivo, que -en un documento de 68 páginas- rechazó de inmediato los provocadores acontecimientos, alegando justamente la falta de argumentos serios de aquellos que azuzan el escándalo.

Y es curioso que para tales elementos ahora la palabra “impunidad” cobre algún valor y se incluya y reitere en los muchos textos que quieren desdibujar la figura de Cristina Fernández y el devenir de logros y simpatía popular que acumula la corriente política conocida como kirchnerismo en la historia reciente de Argentina.

Precisamente, la impunidad fue una de las variantes preferidas de los Gobiernos oligárquicos que precedieron la llegada a la Casa Rosada del extinto Néstor Kichner, de manera de dejar sin castigo a los torturadores que asesinaron y desaparecieron a no menos de 30 mil ciudadanos en los largos años de dictadura militar. Una táctica de “aniquilamiento de opositores” proveniente de las escuelas norteamericanas de seguridad, y aplaudida y estimulada por personajes como el exsecretario de Estado Henry Kissinger y los ocupantes de la Oficina Oval por aquellos turbulentos años.

Por su parte, la presidenta, en una reciente alocución pública en la Patagonia, en el extremo más austral de país, recordó las múltiples maniobras derechistas e injerencistas que ha debido enfrentar su administración, a las que se une ahora este episodio, curiosamente coincidente con la cercanía del final de su mandato, y con la realización de los comicios donde deberán ser elegidos un nuevo Ejecutivo y los integrantes del poder legislativo.

Poco después, en otra comparecencia, recordó Fernández que en Argentina hace varios años que verdaderamente impera la ley, mientras el papa Francisco dijo que intentará interceder ante Irán e Israel para recabar información sobre los sucesos en Buenos Aires en 1994, conocidos como el “caso AMIA”.

No obstante, no es ocioso recordar que aquellos que intentan inflamar la situación interna rioplatense silencian que antes de su misteriosa muerte, el fiscal Nisman ya había hecho público su pretendido expediente, en el cual no aparecía una sola prueba concreta en contra de la dignataria. Además, y en relación con el caso AMIA, tanto el desparecido funcionario como quienes hoy intentan levantar su figura fueron objeto de rechazo por las comunidades judías locales, debido a un marcado interés por silenciar durante largos años toda información relativa al atentado y obstaculizar incluso las investigaciones policiales.

Por añadidura, no pocos observadores locales subrayan que de una oligarquía implicada en actos corruptos y cómplice de torturadores y matarifes no es exagerado esperar maniobras desestabilizadoras, que incluso recurran al asesinato en sus propias filas si con ello impulsan sus planes estratégicos de retomar el poder.

Contra el gigante

El Brasil gobernado por la izquierda tampoco ha estado exento de las prácticas agresivas que intentan sabotear los nuevos proyectos políticos latinoamericanos y caribeños.

Con más razón cuando el gigante sudamericano se ha venido constituyendo en un pilar fundamental en la integración económica y política de nuestras naciones y en un factor trascendente en la lucha por la multipolaridad y la consolidación de positivas alternativas globales, a través de su activa membresía en el llamado Grupo Brics, junto a Rusia, China, Sudáfrica y la India.

En consecuencia, la receta de la desestabilización y el descrédito no han faltado contra los sucesivos Gobiernos del Partido de los Trabajadores.

De hecho, la presidenta Dilma Rouseff fue víctima de operaciones de espionaje y seguimiento ilegal de sus llamadas telefónicas a cuenta de los organismos norteamericanos de subversión, mientras que en las recientes elecciones, donde renovó su mandato, debió enfrentar una poderosa campaña mediática que intentó elevar al escalón de efímera “revelación política nacional” a una oponente que ni siquiera acumularía los votos para acudir a la segunda ronda. Paralelamente, se agitó otro alboroto mediático en torno a casos de corrupción ocurridos en la estatal Petrobrás, la empresa petrolera nacional, no solo para exigir la disolución de ese importante ente económico y su consecuente privatización, sino además para intentar entronizar en la percepción del ciudadano común la traza de una administración infecta, y por tanto incapaz de conducir adecuadamente los destinos nacionales.

Una historia, dicho sea de paso, a la que la derecha y sus aliados externos se empeñan en añadir leña a cada momento, aun cuando las autoridades oficiales han tomado cartas en el asunto y desarrollado las investigaciones pertinentes para delimitar las responsabilidades que correspondan.

Un mismo guion

De modo que los más recientes acontecimientos en Venezuela, Argentina y Brasil recolocan en el actuar regional el hecho de que ni las derechas locales ni quienes les apoyan desde el exterior han renunciado a darle vuelta –por cualquier medio- a las páginas de autodeterminación que hoy escribe buena parte de nuestra zona geográfica.

Ni en Washington ni en los reductos oligárquicos ha sido bien vista la irrupción creciente en los Gobiernos latinoamericanos y caribeños de movimientos políticos y personalidades de tendencias progresistas, y, en consecuencia, la práctica de “torcer el brazo” no ha dejado ni dejará de estar vigente en los vínculos con el poderoso vecino del norte.

Es válido insistir, entonces, en la circunstancia de que los casi tres lustros de administración bolivariana han transcurrido en medio del asedio constante de las fuerzas derechistas de dentro y de fuera.

Mientras, en Bolivia, el Gobierno de Evo Morales debió abatir la preparación de un magnicidio con el uso de profesionales del crimen introducidos en el país, e incluso los intentos de fraccionar territorialmente al actual Estado Plurinacional. Rafael Correa, en Ecuador, sigue siendo blanco de las campañas de difamación internas y externas, y debió sortear el intento de sacarlo del Gobierno e incluso darle muerte mediante una pretendida “protesta policial”.

Entretanto, en Argentina, los años de Gobierno kirchnerista han sido pródigos en el ejercicio de campañas difamatorias y golpes financieros foráneos contra unas autoridades de probada vocación latinoamericanista y popular.

Es que se trata de autoridades comprometidas con un cambio que propende a eliminar la nociva dependencia externa regional, aspiran a hacer de nuestra área un interlocutor válido y constructivo en el concierto internacional, y abogan por la multilateralidad, la paz y el respeto como bases de un mundo verdaderamente justo.

Y en ese camino, abren sus puertas a vínculos crecientes y mutuamente ventajosos con países como Rusia y China, considerados por los hegemonistas oponentes clave para la materialización de su universo absolutista, y que por añadidura desobedecen los criterios imperiales contra pueblos y naciones caprichosamente calificados como adictos al mal, y se niegan a admitir que sean la violencia, la prepotencia, la discriminación y la exclusión los parámetros válidos en la convivencia global.

En ese contexto, cómo dudar de la continuidad de la historia de agresiones, hostilidad, simulación y golpes rastreros o directos (según aparezca o se fomente la oportunidad) que ha marcado siglos de azarosa convivencia hemisférica, no importa la carga retórica que pretenda dorar la píldora ante los ojos de posibles ingenuos.

A menos que un día nadie vuelva a hablar en la Casa Blanca de “torcer brazos” ajenos, y que la sensatez, el comportamiento civilizado, el reconocimiento del derecho ajeno y de la no injerencia, así como el destierro de las ambiciones insanas se conviertan de una vez en las únicas y absolutas regidoras de la convivencia universal.