viernes, 23 de junio de 2017

Neoliberalismo: esa fábrica de zombies



El neoliberalismo no sólo intenta destruir las instancias comunitarias creadas por la modernidad, como la familia, el sindicato, los movimientos sociales y el Estado democrático. Su proyecto de atomización de la sociedad reduce a la persona a la condición de individuo desconectado de la coyuntura sociopolítica económica en la cual se inserta, y lo considera como mero consumidor. También se extiende, por tanto, a la esfera cultural.
Uno de los avances de la modernidad fue, con la llegada de la democracia, reconocer a la persona como sujeto político. Éste pasó a tener, además de deberes, derechos. Dotado de conciencia crítica, se libró de la condición de siervo ciego y dócil a las órdenes de su señor, consciente de que autoridad no es sinónimo de verdad, ni poder sinónimo de razón.
Ahora se busca quitarle a la persona su condición de sujeto. El prototipo de ciudadano liberal es el que se abstiene de cualquier pensamiento crítico y, sobre todo, de participar en instancias comunitarias. Y a esa cultura de abstención voluntaria contribuye de modo especial la televisión.
En sí misma la televisión es un poderoso instrumento de formación e información. Pero puede ser convertido fácilmente en mecanismo de deformación y desinformación, sobre todo si se engancha a la maquinaria publicitaria que rige el mercado. Así, la misma televisión se vuelve un producto para ser consumido y por tanto centrado en el aumento de los índices de audiencia.
Para ello se recurre a todo tipo de estrategias, con tal de los telespectadores se sientan atraídos por las imágenes. El problema es que la ventana electrónica está abierta hacia dentro del núcleo familiar. Es ahí donde ella descarga la profusión de imágenes y alcanza indistintamente a niños y adultos, sin el menor escrúpulo en lo referente al universo de valores de la familia.
Si la televisión transmitiese cultura -todo cuanto mejora nuestra conciencia y nuestro espíritu- sería el más poderoso vehículo de educación. Es verdad que no deja de hacerlo, pero la regla general no son los programas de densidad cultural sino el mero entretenimiento: distrae, divierte y, sobre todo, abre la caja de Pandora de nuestros deseos inconfesables. La imagen que “dice” lo que no nos atrevemos a pronunciar.
Al superar el diálogo entre padres e hijos e imponerse como interlocutora hegemónica dentro del núcleo familiar, la televisión altera las referencias simbólicas fundamentales del siquismo infantil. Es mediante el habla como una generación transmite a otra creencias, valores, nombres propios, megarrelatos, genealogías, ritos, relaciones sociales, etc. Transmite incluso la misma aptitud humana del uso de la palabra, a través del cual se teje nuestra subjetividad y nuestra identidad. Es esa interacción, propiciada por el diálogo oral, cara a cara, como nos educa las relaciones de alteridad, nos hace reconocer el yo delante del Otro, así como las múltiples conexiones que unen a uno con otro, tales como emociones, imágenes provocadas por gestos, expresiones faciales cargadas de sentimientos, etc.
El habla o el diálogo demarcan las referencias fundamentales a nuestro equilibrio síquico, como la identificación del tiempo (ahora) y del espacio (aquí), y de los límites de mi ser en relación a los demás. Si el habla se reduce a una catarata de imágenes que tratan de exacerbar los sentidos, las referencias simbólicas del niño corren peligro. El niño siente la dificultad de construir su universo simbólico, no adquiriendo sentidos de temporalidad e historicidad. Todo se reduce al “aquí y ahora”, a la simultaneidad. La misma tecnología que reduce distancias en tiempo real -Internet, teléfono celular, etc.- favorece una sensación de ubicuidad: “yo no estoy en ningún lugar porque estoy en todos”.
Muchos profesores se quejan de que los alumnos ya no están tan atentos en las clases. Claro, el sueño de ellos sería poder cambiar al profesor de canal… Muchos niños y jóvenes muestran dificultad para expresarse porque no saben oír. Poseen un raciocinio confuso, en el que la lógica resbala frecuentemente en el aluvión de sentimientos contradictorios. Creen, sobre todo, que son inventores de la rueda y por tanto poco les interesa el patrimonio cultural de las generaciones anteriores (el financiero sí, sin duda).
De ese modo la cultura pierde refinamiento y profundidad, se confina a los simulacros de talk-show, donde cada uno opina según su reacción inmediata, sin reconocer la competencia del Otro. En el caso de la escuela, este Otro es el profesor, visto no sólo como despojado de autoridad sino, sobre todo, como quien abusa de su poder y no admite que los alumnos le traten de igual a igual… Ahora bien, ya que el profesor no “escucha”, entonces sólo hay un medio de hacerle oír: la violencia. Pues fueron educados por la televisión, en la cual no se da el ejercicio de la argumentación paciente, de la construcción esclarecedora, del perfeccionamiento del sentido crítico. Es la incesante toma y daca, y casi siempre a base de coacción.
Por eso se cae en una educación calificada por Jean Claude Michéa de “disolución de la lógica”. Se deja de distinguir entre lo principal de lo secundario, de percibir el texto en su contexto, de incluir lo particular en el telón de fondo de lo general, para acatar pasivamente las presiones de consumo que intentan transformar los valores éticos en meros valores pecuniarios, o sea todo es mercadotecnia, y es su precio el que le imprime, a quien lo posee, determinado valor social, aunque no tenga carácter.
Se prescinde del acto de pensar, reflexionar, criticar y especialmente de participar en el proyecto de transformar la realidad. Todo pasa a ser una cuestión de conveniencia, gusto personal, simpatía. También son considerados comerciables la biodiversidad, la defensa del medio ambiente, la responsabilidad social de las empresas, el genoma, los órganos extraídos a los niños, etc.
Es el apogeo del capitalismo total, capaz de mercantilizar hasta nuestro mismo imaginario.

*Frei Betto es escritor, autor de “El desafío ético”, junto con Veríssimo y otros, entre otros libros.

Traducción de J.L.Burguet

jueves, 8 de junio de 2017

Cristina y los medios

Por Héctor O. Becerra* - (para La Tecl@ Eñe)




Cristina Kirchner pasó por el Parlamento Europeo que sesionaba en Bruselas y criticó duramente al presidente Macri y a los medios de comunicación. Dijo sobre los medios: “estamos frente a una sociedad que no está capacitada para leer lo que pasa detrás de las noticias, que no tiene los instrumentos como para poder leer todo lo que le dicen y le cuentan. Estamos ante un fenómeno comunicacional y de información muy diferente al que conocimos nosotros a través de los libros”. Para solucionarlo, la ex presidenta propuso“ desarmar los paraísos mediáticos”.
Pretendemos recoger el guante ya que coincidimos con el diagnóstico de la ex mandataria. El planteo supone cuestiones bien específicas que van más allá de la política y la ideología ya que la comunicación y la información son temas que merecen ser analizados desde un marco específico. ¿Cuál es ese fenómeno comunicacional e informativo tan diferente al que conocemos? Si bien Cristina nos alerta; por otra parte, ella misma parece haber experimentado y padecido el fenómeno mediático.
El 09 de marzo de 2009, Néstor Kirchner en un acto partidario expresó: “¿Qué te pasa Clarín, estás nervioso?” inaugurando un estilo de comunicación política que la ex mandataria intentó continuar y profundizar, aunque no siempre haya resultado eficaz.
Cristina es elegida por primera vez en la historia argentina en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) con más del 50% de los sufragios (casi 10 millones y medio de votos), a pesar de la oposición del Grupo Clarín. El diario Tiempo Argentino analizó lo sucedido para lo cual llevó adelante una investigación donde relevó las tapas del Gran diario argentino entre el 26 de mayo de 2010 y el 16 de agosto de 2011. De 445 tapas, el 78% -es decir 347- tenían por título principal una noticia negativa y sólo el 7,1% -es decir 32- se referían a noticias con enfoque positivo. Esta tendencia a la elección de acontecimientos negativos y su posterior valoración en el mismo sentido responde a una clara intención editorial de mostrar al gobierno nacional como responsable del clima de convulsión social, la incertidumbre económica y el autoritarismo político.
El Grupo Clarín alardeaba ante funcionarios públicos y extranjeros, empresarios y gremialistas de su capacidad de influir sobre los gobiernos democráticos y dictatoriales. El poder del discurso hegemónico se canaliza de manera dogmática y autorreferencial por más de 200 medios de comunicación que integran el multimedios. La capacidad de marcar agenda se podía resumir en una frase popular “ningún presidente resiste tres tapas de Clarín en contra”.
Podríamos concluir que Cristina no sólo había soportado esas tres tapas; sino que había salido victoriosa frente a las 347 previas a su elección. Ante esta derrota Clarín pretendió tapar el sol con la mano; sin  embargo, otros medios no permanecieron indiferentes frente a un fenómeno comunicacional de tales dimensiones.

El 21 de agosto de 2011 Página/12 convocaba a cuatro académicos para interrogarlos sobre la pérdida de la influencia del multimedio sobre el electorado. Glenn Postolsky, director de la carrera de Ciencias de la Comunicación en la UBA, Alejandro Kaufman que lo antecedió en el cargo, el semiólogo Roberto Marafioti y el sociólogo Alberto Quevedo trataban de dar una respuesta acerca del alcance y las limitaciones de la influencia mediática en la campaña electoral.
Luego de haberse impuesto en las PASO, Cristina decidió no dar más conferencias de prensa. A partir de ese momento resolvió comunicarse a través de la cadena nacional u oficial -que es el conjunto de radios y TV cuando suspenden su programación para transmitir mensajes esenciales de los gobernantes- y de las redes sociales específicamente los tweets, que permiten enviar mensajes de corta longitud con un máximo de 140 caracteres que se muestran en la página del usuario a la cual otros usuarios pueden suscribirse para seguirlos en lo que se comunica. Ese estilo de comunicación tomó finalmente el nombre de: Presidencia inmediata.

Hasta aquí tenemos dos situaciones bien puntuales que intentamos analizar, ya que –como sugiere Cristina- estamos frente a un fenómeno comunicacional e informativo muy diferente al conocido.
1) las 347 tapas negativas de Clarín que pretendían influir en el electorado de las PASO y
2) el estilo de comunicación que llamamos Presidencia inmediata.
Hacia fines de los años ´30 los medios masivos de comunicación habían tomado gran desarrollo. De allí que surgen en EE.UU la teoría cibernética y la teoría físico-matemática como un intento de explicar los fenómenos de la comunicación. Nacen de la observación de cómo transmiten información las máquinas, principalmente el telégrafo que es el aparato que sirve para comunicar mensajes a larga distancia mediante impulsos eléctricos que circulan por un hilo metálico.
De acuerdo con lo que plantea la teoría cibernética y la teoría físico-matemática el proceso de la comunicación consistiría en el pasaje de datos desde un emisor que codifica el mensaje y lo hace circular por un canal hasta un receptor que lo recibe y lo decodifica.
Todas estas teorías suponían que los mensajes emitidos incidían directamente sobre los receptores del mensaje y que frente a estos estímulos el público reaccionaba inmediatamente y de manera uniforme y, además, estaba impedido de sustraerse a la influencia mediática.
En las dos situaciones que estamos analizando –a contramarcha de lo que sostienen las teorías mencionadas- nos encontramos con que eso no sucede. En el caso de las 347 tapas negativas, el mensaje emitido por Clarín no es leído y entendido, ni inmediatamente, ni de manera uniforme, por los receptores. Por lo tanto, los lectores han podido sustraerse a la influencia mediática del medio.
Con respecto a la ex mandataria, vemos la aspiración de llegar a la gente de una manera directa. Decide, entonces, suspender las conferencias de prensa cuyos interlocutores son necesariamente los periodistas de los diferentes medios. Ellos, que representan los intereses comerciales e ideológicos de las corporaciones mediáticas, sólo podían intermediar y distorsionar lo que Cristina pretende transmitir a su pueblo.   
De esa forma se alimentaba la ilusión positivista de llegar al público, los ciudadanos, receptores del mensaje, de una manera inmediata y uniforme. Nuevamente, esas dos características de las teorías cibernética y físico-matemática de la comunicación que alimentan una aspiración que en la práctica no se producen.

Lo que parece haberse ignorado en ambas situaciones; o para decirlo en términos de Cristina -lo que cae fuera de la esfera de lo que conocimos en los libros- toda teoría implica una ficción que sin embargo produce en sus adherentes una idealización que los lleva a suponer una completud entre lo que se pretende teorizar y la teoría. En el caso de las teorías cibernética y físico-matemática ¿cómo se supuso que el lenguaje humano pudiera funcionar de una manera similar al de las máquinas, específicamente el telégrafo? ¿No se aprecia que esta teoría deja de lado la cuestión de la subjetividad y todo lo que la influye: los procesos familiares, sociales, históricos, culturales y políticos?
A partir de formular esta cuestión surgen dos líneas de análisis. La primera sostiene que el lenguaje es instrumento del sujeto. El sujeto utiliza el lenguaje para comunicarse. 
Un emisor codifica el mensaje y lo envía a través de una vía, o canal y el receptor lo recibe y lo decodifica. Pero, a poco que el lenguaje se complejiza como serían las situaciones que estamos analizando, vemos que la teoría cibernética y la físico-matemática de la comunicación se tornan insuficientes para dar cuenta de los problemas surgidos del seno mismo del lenguaje.
Las teorías cibernética y físico-matemática planteaban el código a la izquierda y el mensaje a la derecha; pero, resulta que aunque el mensaje esté cargado de intencionalidad por el emisor, el receptor puede entender algo diferente.

En el grafo lingüístico apreciamos una nueva teoría de la comunicación. Allí podemos observar que el código se ubica a la derecha y el mensaje a la izquierda. La variable que representa al sujeto cruza la línea que representa a la lengua, da una curva y vuelve a descender cruzando nuevamente la línea del lenguaje. El semicírculo que va desde código a mensaje, define la resignificación que se produce en la comunicación. Mientras la comunicación de Clarín –las 347 tapas- intenta seguir la direccionalidad que va de izquierda a derecha, la resignificación –en rigor deberíamos decir la significación- se desplaza en sentido retrógrado, de derecha a izquierda.
¿Por qué el supuesto receptor resemantiza el mensaje; es decir, lo interpreta? Porque los votantes de Cristina –muchos de ellos lectores de Clarín- han roto el pacto de credibilidad con el medio; de allí que éste no haya podido constituir un escenario de opinión pública negativa para el gobierno nacional. Por otra parte, la desmentida cotidiana del programa de TV 6, 7, 8 respecto de las falsedades y distorsiones de Clarín puede haber influido, si no en el voto, sí en la posibilidad de referenciar a quienes se ubicaron en un lugar antagónico.
Surgen elementos para pensar si los sujetos que intervienen en una comunicación no terminan siendo ellos instrumento del lenguaje; pareciera que el lenguaje es el que termina determinándolos. Cristina sostenía que había dejado de hablar con los periodistas “para no decir lo que ellos quieren escuchar”. Una vez que lo consiguió se encontró -en unas conferencias que dio en Georgetown y Harvard- con las incómodas preguntas de unos alumnos universitarios que la volvían a ubicar en el lugar de donde intentaba correrse.
El grafo lingüístico que utilizamos arriba para poder pensar una teoría de la comunicación que contemple la posibilidad de que el receptor del mensaje siempre está presto a resemantizarlo, es decir, interpretarlo desde su subjetividad, pertenece a la autoría de Jacques Lacan. Está construido en base a las influencias que el psicoanalista francés recibe de la lingüística estructural que arrancan con el Curso de lingüística de Ferdinand de Saussure, los Ensayos de lingüística general de Román Jacobson y los dos tomos de Los problemas de lingüística general de Émile Benveniste. Convengamos que éstas son lecturas que todavía necesitan ser exploradas y divulgadas, tal vez por eso Cristina sostuviera que caen fuera de la esfera de lo que conocíamos. Como en otros campos del saber la comunicación y la información requieren de una capacitación y actualización permanentes.

*Psicoanalista y escritor. Su último libro La maravilla de estar comunicado.