lunes, 27 de abril de 2015

Derechos Humanos en Argentina

Por Virtudes Della Santa* - http://www.debatemendoza.com.ar/derechos-humanos-en-argentina/

La política de derechos humanos inaugurada en 2003 representa un profundo vuelco respecto de los gobiernos anteriores.


Tras la recuperación de la democracia, en 1983, el gobierno de Alfonsín envía a juicio a las Juntas Militares que habían ocupado el poder desde 1976, lo hace tras haber intentado primero que las juzgaran los propios militares y haber dictado las instrucciones a los fiscales con el objeto de acelerar y limitar las causas por crímenes de lesa humanidad. Luego vendría la ley de Punto Final, con el fin de reducir los casos que se elevarían a juicio, y después de los alzamientos carapintadas, se dictaría finalmente la Ley de Obediencia debida, que restringió la posibilidad de encausar a los ejecutores de las órdenes aberrantes.

Tempranamente aparecieron diferencias respecto a esta política de derechos humanos, tanto con relación a la CONADEP, a la que los organismos de derechos humanos oponían la creación de una Comisión Bicameral con amplios poderes para ingresar en los recintos militares, hasta las leyes de la impunidad, que fueron repudiadas ampliamente, aún en el clima de creciente ahogo que vivía la democracia recién estrenada.

Menem definitivamente decide tomar un camino distinto, pretende la reconciliación, para ello dicta los indultos, para militares y miembros de las organizaciones armadas, plenamente congruente con la teoría de los dos demonios, e implementa una política indemnizatoria, sólo subsisten las investigaciones por las apropiaciones de niños. Es en ese marco de absoluta impunidad que surge la agrupación H.I.J.O.S. y la consigna Si no hay Justicia, hay escrache.

El gobierno de la Alianza, no hizo más que continuar con estas políticas, pese a los reclamos sobre este tema, y decididamente protegió a figuras como Jorge Olivera,  que había sido detenido en Italia y cuya extradición había sido reclamada en un juicio llevado adelante en Francia por la joven Marie Anne Erize.

Pese a que la política oficial desde el gobierno de Menem fue la reconciliación y el olvido, en 1998 se inician los Juicios por la Verdad, llevados adelante en las ciudades de La Plata, Bahía Blanca, Mar del Plata y Mendoza, iniciados por los organismos de derechos humanos, estos procesos no podían arribar a la condena de los responsables pero tenían por objeto establecer el destino de las personas que habían sido secuestradas y torturadas por el Terrorismo de Estado.

Este escueto e imperfecto recordatorio de lo vivido en materia de derechos humanos tras décadas de impunidad, tiene por objeto poner en su justo valor las políticas de Memoria, Verdad y Justicia inauguradas en 2003 con la presidencia de Néstor Carlos Kirchner.

Es, desde luego desafortunado, especialmente, de parte de quienes acompañaron con callada y obstinada obsecuencia los años de silencio y olvido, calificar a las decisiones tomadas por el kirchnerismo como meras especulaciones electorales. Si ese hubiera sido el caso ni Menem ni De la Rúa hubieran sido refractarios a avanzar en el juzgamiento de los genocidas.

Pero es también desacertada la actitud de las organizaciones autoproclamadas de izquierda que pretende denostar a los organismos de derechos humanos que apoyan al kirchnerismo como cooptados.

A esos compañeros, fraternalmente, les recuerdo que la trayectoria en especial de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, enfrentadas con los genocidas en plena dictadura, no deja lugar a dudas del coraje de estas valiosas mujeres, ellas estuvieron allí donde ningún otro osaba estar. Nunca se olviden de eso.

Los avatares sufridos en los años del más crudo neoliberalismo, en los que fueron objeto de persecución y escarnio, y simultáneamente de reducirlo todo a una ecuación reparatoria, pusieron a prueba su integridad ética. Algo que no muchos pueden decir, ni siquiera en sutiles murmullos.

Es llamativo además que la crítica venga sostenida desde la espúrea alianza con sectores que como la Sociedad Rural Argentina, que fue principalísimo actor del Terrorismo de Estado, ubicando en la cúspide misma del manejo de la economía a uno de sus más connotados miembros como José Alfredo Martínez de Hoz.

No hay, pues, conveniencia en sostener una política de Memoria, Verdad y Justicia, salvo aquella que está atada a las propias convicciones y a las lealtades con los compañeros detenidos-desaparecidos. En el mismo sentido, la posición de los organismos obedece ni más ni menos a lo que por décadas se exigió de cada uno de los gobiernos que precedieron a la dictadura genocida que los Derechos Humanos fueran una política de Estado.

A este punto hemos llegado, con represores enjuiciados y condenados, con algunas víctimas identificadas, con más nietos recuperados, todos los 24 de marzo hay en las escuelas jornadas de reflexión, tenemos sitios señalados como lugares del horror para que el NUNCA MÁS sea verdaderamente una realidad, no es poco, nunca será suficiente, porque la proyección de los derechos humanos, se extiende a las cárceles y todos los lugares de encierro, que deben poseer condiciones de higiene y seguridad, de dignidad para la efectiva resocialización, a la preservación compulsiva de las garantías en todos los procesos judiciales, que es la condición de posibilidad para llegar a la verdad, a la estricta prohibición de la tortura y el gatillo fácil y a su efectivo castigo, para tomar los temas más lacerantes, pero que desde luego abarca y se resignifica en las palabras de nuestros pueblos originarios cuando hablan del Buen Vivir.

No hay futuro sin memoria, ni ningún orden justo puede surgir de la injusticia, y continúo creyendo, como mis compañeros y compañeras, que la verdad nos hará libres.

Como dicen las Madres La única lucha que se pierde es la que se abandona.

* La autor es militante del Frente de Apoyo a Madres de Plaza de Mayo desde 1986. Coautora del blog Mate y Sopaipillas. Miembro de la Red de Mujeres, Género y Diversidad. Militante del Partido Solidaridad Más Igualdad.

miércoles, 15 de abril de 2015

América Latina después de Panamá

Juan Manuel Karg - http://www.alainet.org/es/articulo/168918

Primera conclusión: el bloque de 33 países que componen la CELAC -Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños- quedó fortalecido tras la reunión de Panamá. Una imagen puede dar cuenta de esto: tras escuchar a Raúl Castro, y antes de que hablaran Cristina Fernández de Kirchner y Nicolás Maduro, Obama se retiró de la plenaria de Jefes de Estado, en una actitud muy cuestionable. Esta imagen, que algunos analistas conservadores buscaron hacer pasar como una derrota de los países de la Unasur supone más bien lo contrario: EEUU no puede dirigir un espacio que creó con ese fin, allá por 1994, lo que queda graficado con claridad en la salida de Obama del recinto. Así, el país que en décadas previas fue “amo y señor” de este tipo de encuentros, ni siquiera escuchó los discursos de buena parte de los presidentes de la región, en una actitud arrogante pero también defensiva.

Segunda conclusión: si alguien esperaba un discurso “light” de Castro en Panamá, producto del reestablecimiento de relaciones diplomáticas con Washington, se equivocó. El cubano fue contundente en su explicación sobre la política de Washington de cara a la isla, a nivel histórico, más allá de los recortes malintencionados que luego intentaron diversos medios hegemónicos de la región. Recordó que en la guerra de la independencia, los EEUU “entraron como aliados, y se apoderaron del país como ocupantes”. Luego manifestó que las penurias que produjo el bloqueo provocaron un mayor apoyo al modelo político, económico y social vigente en la isla desde 1959. Así, dijo que “el 77% de los cubanos nacieron bajo el bloqueo. Pero el hostigamiento trajo más revolución”. Por último, dio cuenta de la derrota del ALCA, la propuesta de libre comercio cuyo desarrollo se pergeñó precisamente en la Cumbre de las Américas, al afirmar que “el ALCA naufragó en 2005 en Mar del Plata bajo el liderazgo de Chávez, Kirchner y Lula”.

Tercera conclusión: la crítica a la orden ejecutiva proclamada por Obama, considerando a Venezuela una amenaza para Washington, se apoderó de buena parte de las intervenciones. Es decir: trastocó una reunión cuyo punto esencial iba a ser la foto Obama-Castro. Cristina Fernández de Kirchner fue contundente: “Lo primero que hice fue reirme. ¿Una amenaza? Es inverosímil”, dijo primero, para después afirmar que “es una pena que esta Cumbre se vea ensombrecida por esa decisión. Ese decreto debe ser dejado de lado”. Luego fue el propio Nicolás Maduro, quien llevó 11 millones de firmas al encuentro, el que sentenció que “este decreto se mete en la vida interna de Venezuela”. Tras ello, Maduro clarificó que busca una resolución diplomática del tema, al decir “le tiendo la mano, presidente Obama, para que resolvamos el tema sin intervención en asuntos internos”.

Cuarta conclusión: la ausencia de una declaración final marca el descontento de EEUU y Canadá con los ejes centrales reunión, algo similar a lo que sucedió en Cartagena de Indias, Colombia, durante 2012. Si bien Obama logró la foto que quería junto a Raúl Castro, y aprovechó los días previos para reunirse con los países del Caribe nucleados en Caricom -en vías a intentar debilitar la hegemonía venezolana en la zona a través de Petrocaribe-, podemos decir que el hecho de que no exista un documento final marca las divergencias entre el bloque CELAC y los países de América del Norte, quienes se opusieron a posicionarse sobre el decreto ejecutivo contra Venezuela. Dos cumbres consecutivas sin posicionamiento conjunto demuestran los límites de una instancia tan abarcativa, con países muy divergentes en términos de orientación política y económica.

Diversos interrogantes quedan planteados luego del cónclave panameño, rumbo a la reunión de Perú 2018: ¿hasta qué punto la Cumbre de las Américas marcará el pulso de las discusiones regionales, visto y considerando que el bloque CELAC ya arriba a dichas reuniones con consensos previos?; ¿de qué forma cambiará el escenario regional, plagado en la actualidad de un conjunto de gobiernos posneoliberales, de cara a la próxima Cumbre de las Américas?; ¿podrá EEUU lograr una mayor afinidad con los países del Caribe, a través de Caricom?.

Como sea, aún luego de cambiar una política de histórica hostilidad con Cuba, el escenario regional sigue siendo muy complejo para EEUU. Al fin y al cabo, tras la aparición de nuevas herramientas integracionistas -como Unasur, CELAC, y ALBA/Petrocaribe- la Cumbre de las Américas sigue siendo heredera de una etapa previa de la región: aquella del “Consenso de Washington”, derrotado precisamente diez años atrás en Mar del Plata. De modificar (o no) ese formato depende buena parte de la supervivencia de esta instancia, que parece haber quedado atrapada en un cambio de época de América Latina. 

Juan Manuel Karg / @jmkarg - Politólogo UBA / Analista Internacional

sábado, 11 de abril de 2015

Estados Unidos contra América Latina

Raúl Zibechihttp://www.alainet.org/es/articulo/168853

La Cumbre de las Américas debía estar marcada por Barack Obama y Raúl Castro junto como símbolo del fin de más de medio siglo de enfrentamiento. Pero irrumpió “el caso Venezuela” para recordar que el viejo tío, aun debilitado y atacado en su patio trasero por potencias de creciente poderío, como China, no pierde las mañas.

En la política exterior de Washington llegó el momento “destituyente” de los gobiernos progresistas que le resultan más incómodos. Los caminos para ello serán muy variados, aunque parece por el momento descartado que se repitan operaciones tan abiertas como las recientes contra Manuel Zelaya y Fernando Lugo en Honduras y Paraguay, o el más lejano intento de golpe contra Hugo Chávez de 2002 (con designación previa de presidente bendecido en Washington incluida). La enormemente mayoritaria reacción latinoamericana a la declaración del presidente Barack Obama de que Venezuela es una amenaza a la seguridad de su país habría llevado a que la superpotencia se incline, en este caso, por tomar caminos laterales, usando a algunos gobiernos que para la opinión pública suenan como progresistas como punta de lanza contra Caracas. Quizá algo de eso persiga Obama al pedir una reunión bilateral con sus pares de Costa Rica, Chile y Uruguay durante la cumbre.

El presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, por lo pronto, acaba de destituir a su embajador en Caracas, Federico Picado, por decir que “en Venezuela hay una amplia libertad de prensa”, lo que el diplomático demostró enseñando los diarios antichavistas que se venden en los quioscos (Tiempo, 26-III-15). “En los puestos de venta me encuentro con periódicos y revistas cuyos contenidos expresan todo el arco iris posible de posiciones políticas e ideológicas”, había dicho Picado cuando le preguntaron su opinión acerca de la “dictadura chavista”.

“En Costa Rica hay una norma que prohíbe al personal emitir opiniones sobre temas de relaciones internacionales o asuntos internos del país receptor que no hayan sido previamente consultadas. Es una norma que afecta a todos los funcionarios del servicio exterior, y con ella se trata de evitar que se ponga al país en situaciones incómodas”, dijo el canciller Manuel González al justificar la destitución del embajador. Al mismo tiempo González acusaba a Rusia de desestabilizar Centroamérica por su venta de armas a Nicaragua (La Nación, 27-III-15). Alineamiento, que le dicen. Algo de este tipo es lo que es probable que Obama busque al reunirse esta semana en Panamá con la chilena Michelle Bachelet y el uruguayo Tabaré Vázquez. Las declaraciones del canciller Rodolfo Nin Novoa indican, al menos, que en tierras orientales el camino está abonado.

Romper el cerco

Pero lo cierto es que la superpotencia está aislada en cuestiones centrales, en gran medida como consecuencia del tironeo interno entre republicanos y demócratas, que neutraliza cualquier proyecto común para adecuarse a la nueva realidad. Una nueva realidad que dice que en su patio trasero Estados Unidos cuenta con una competencia inesperada apenas unos pocos años atrás: la de la República Popular China. Esa parálisis está facilitando el éxito de las iniciativas chinas en esta región. Demócratas y republicanos coinciden en un punto, sin embargo: América Latina es la zona del planeta más importante para la supervivencia de Estados Unidos como superpotencia. Y para ello se hace esencial mantenerla como coto exclusivo, sin injerencias extracontinentales y bloqueando la posibilidad de que varios países del área trabajen en una misma dirección, o sea: impidiendo cualquier manifestación de independencia.

Como recuerda José Luis Fiori, profesor de economía política internacional en la Universidad Federal de Rio de Janeiro, las sanciones estadounidenses a Venezuela están ligadas a “un movimiento profundo, casi telúrico, cada vez más religioso, fanático y agresivo, en la sociedad, pero con una repercusión cada vez más mesiánica e intervencionista, en el campo de la política exterior de Estados Unidos” (Carta Maior, 7-XI-14).

China, China, China
“El mes pasado puede ser recordado como el momento en que Estados Unidos perdió su papel como garante del sistema económico global”, escribió semanas atrás Lawrence Summers, secretario del Tesoro entre 1999 y 2001 y asesor económico del presidente Barack Obama entre 2009 y 2010 (The Washington Post, 5-III-15). Summers se refería al fracaso de Washington en su intento de convencer a sus aliados más tradicionales de que no se unieran al Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (Aiib, por sus siglas en inglés) promovido por China.

El éxito chino en las relaciones internacionales no deja de sorprender, tanto por la rapidez de sus avances como por su contundencia. La creación del Aiib representa la más potente irrupción del país asiático en el mundo. Los anuncios de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Australia y Brasil de que se unirán a esta institución, que se estima puede llegar a sustituir el papel del FMI y el Banco Mundial, sorprendieron a Washington y son una muestra de la creciente influencia de la potencia emergente.

A través del nuevo banco, China invita al mundo a invertir en los corredores económicos trasnacionales que unirán Asia y Europa a través de una amplia red de conectividad financiera y de negocios. Los miembros fundadores del banco son 45 países asiáticos –China, India, Singapur e Indonesia entre ellos–, pero a diferencia de las instituciones creadas en Bretton Woods, los votos de cada uno de ellos son proporcionales a su PBI. “Está emergiendo una arquitectura financiera global influenciada por China”, sostiene el think tank Consejo Indio de Relaciones Globales (gatewayhouse.in, miércoles 1). “La infraestructura es a China en el siglo XXI lo que el comercio fue a Estados Unidos en el siglo XX”, agrega.

La incorporación de Gran Bretaña al banco asiático levantó fuertes críticas de la Casa Blanca, quizá porque fue el primer país aliado en hacerlo. Pero a esa deserción siguieron otras. Hasta Israel, un aliado incondicional de Washington, decidió incorporarse al AIIB. “Su adhesión permitirá a Tel Aviv la integración de las compañías israelíes en diferentes proyectos de infraestructura financiados por el banco asiático”, dice el comunicado publicado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel (Russia Today, sábado 4).

En paralelo, el avance de la internacionalización del yuan resulta imparable. El economista Ariel Noyola recuerda que “hace apenas cuatro años, un pequeño grupo de 900 instituciones bancarias realizaban operaciones en yuanes. A finales de 2014, el número aumentó a más de 10 mil entidades” (Russia Today, 31-III-15). La presidenta del FMI, Christine Lagarde, anunció a fines de marzo la inclusión del yuan en los “derechos especiales de giro” (activos de reserva internacional creados en la década del 60 para complementar las reservas de los bancos centrales), de los que esa moneda estaba excluida por el veto que ejerce Estados Unidos.

En consecuencia, China avanza de modo incontenible en todos los frentes, arrastrando aliados, agujereando la arquitectura financiera global, desbaratando planes largamente pergeñados. Pero cuando Pekín ingresa con fuerza en el patio trasero, la cosa se complica. China anunció planes para invertir 250.000 millones de dólares en la próxima década en América Latina. Estados Unidos tiembla.

Zona de exclusión
La penúltima edición de la revista Military Review, que refleja los puntos de vista del Pentágono, contiene un largo artículo titulado “La aparición de China en las Américas” (1). El trabajo, redactado por Evan Ellis, profesor en el Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela Superior de Guerra del Ejército, analiza los impactos que la presencia china tiene para los intereses estadounidenses.

En primer lugar, sostiene que el ostensible aumento del comercio y de las inversiones chinas “está transformando la infraestructura física” de la región, obras que tienen “implicaciones estratégicas”, como los corredores bioceánicos, la ampliación y modernización de puertos y la construcción de “un segundo canal a través de Nicaragua y la potencial carretera o ‘canal seco’ y enlaces ferroviarios propuestos por Honduras, Guatemala y Colombia”.

En segundo lugar, las viejas instituciones o instancias políticas regionales, como la OEA o la propia Cumbre de las Américas, han ido perdiendo importancia en beneficio de la Unasur o la CELAC, organismos “que expresamente excluyen a Estados Unidos”. En paralelo, la revista apunta que el éxito económico de China “ha socavado los argumentos de Estados Unidos en cuanto a que la democracia al estilo occidental y los mercados libres son las mejores vías para el desarrollo y la prosperidad”.

En tercer lugar, el análisis de Military Review considera que “la seguridad de Estados Unidos se ve afectada por el financiamiento, inversión y comercio de China con regímenes que buscan la independencia de los sistemas occidentales penales y de responsabilidad contractual, tal como ha ocurrido en diferentes grados con los países del ALBA”. China puede usar las infraestructuras que construye contra Estados Unidos para presionar a los países a fin de que le nieguen a la superpotencia el “acceso a bases, recursos, inteligencia o apoyo político”.

Ahora, razona el Pentágono, la influencia de Estados Unidos en la región está siendo socavada por “la disponibilidad de China como una alternativa al mercado de exportación, fuente de préstamos e inversión” (Military Review, enero-febrero de 2015).

El detalle está en la palabra “alternativa”. A diferencia de lo que sucedía en las décadas de 1960 y 1970, ahora los gobiernos disidentes del imperio pueden recurrir a otros países para resolver sus problemas.

Asegurar el patio trasero
El año pasado los bancos chinos prestaron a los países latinoamericanos más dinero que el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo sumados. Por países, Venezuela fue el mayor receptor de préstamos chinos, y también uno de los mayores destinos de la inversión del gigante asiático en la zona, sobre todo para las explotaciones petroleras y la creación de infraestructuras.

En Argentina la petrolera china Sinopec acaba de firmar un acuerdo de colaboración con YPF, explota el yacimiento de Vaca Muerta y participa en la expansión de redes ferroviarias y del metro de Buenos Aires. En Brasil, Sinopec se hizo con el 30 por ciento de la portuguesa Galp y el 40 por ciento de la española Repsol. Se calcula que China domina ya un tercio del sector minero peruano, con fuerte presencia en la extracción de cobre. “En toda la región las compañías chinas desarrollan proyectos de telecomunicaciones, automoción, agricultura, construcción y sectores energéticos, lo que extiende la influencia de Pekín, y no sólo a nivel económico” (Russia Today, lunes 6).

El brasileño Fiori estima que se está asistiendo a una “revalorización geopolítica y geoeconómica del Caribe y de América del Sur como tableros relevantes de la competencia global entre Estados Unidos y China, y de la competencia regional de estos dos países con Brasil” (Carta Maior, 25-XII-14).

Para avalar esa afirmación esgrime el trabajo del principal geoestratega estadounidense, Nicholas Spykman. Más de la mitad de la obra de Spykman America’s Strategy in World Politics, publicada en 1942, está dedicada al papel que debe jugar la potencia en América Latina y en particular en Suramérica. El teórico divide la región en dos zonas: una “mediterránea”, que incluye a México, Centroamérica, el Caribe, Colombia y Venezuela, en la que la supremacía de Estados Unidos no puede ser cuestionada, una suerte de “mar cerrado” cuyas llaves pertenecen a Washington.

Por otro lado aparece la zona de influencia de los grandes estados del sur (Argentina, Brasil y Chile). Spykman apunta que si estos países se unieran para contrabalancear la hegemonía estadounidense, “deben ser respondidos mediante la guerra” (Valor, 29-I-14).

En los últimos años los países que impulsaron el Mercosur ampliado y la Unasur, básicamente Brasil, Argentina y Venezuela, entraron en la “línea de tiro de Estados Unidos”, que no puede aceptar que un proyecto convencional de integración económica (como fue el Mercosur en sus inicios) se transforme en un bloque político liderado por Brasil “con el objetivo de impedir toda intervención externa en América del Sur”.

La alianza de Brasil con China, India y Rusia en los Brics, y de Argentina y Venezuela con China y Rusia es otra línea roja para Washington. Que esas alianzas no pasen a mayores es un objetivo central de la política estadounidense. Máxime cuando sobre todo Brasil, pero también Argentina y Venezuela, se involucraron en un conflicto lejano, como el de Oriente Medio, condenando la ofensiva de Israel en la Franja de Gaza en agosto y setiembre de 2014 y tomando distancia del bloqueo a Irán (Carta Maior). Cortarles las alas, de eso se trata.

Nota
(1) Military Review, publicada por US Army Combined Arms Center (Usacac), Fort Leavenworth, enero-febrero 2015, págs 66-78.


- Raúl Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha y La Jornada. Integrante del Consejo de ALAI.

lunes, 6 de abril de 2015

CUMBRE DE LAS AMÉRICAS: PANAMERICANISMO Y NEOLIBERALISMO.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica. - http://www.redaccionpopular.com/articulo/cumbre-de-las-americas-panamericanismo-y-neoliberalismo

Con la CELAC en marcha, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América consolidada y la UNASUR como realidad política tangible, ¿para qué sirve la Cumbres de las Américas, sino para prolongar la puesta en escena del imperialismo y dar riendas a quienes quieren volver a los oscuros tiempos del sojuzgamiento de nuestros pueblos bajo el peso de “los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima”?

La política de los Estados Unidos para América Latina ha tenido, desde sus orígenes, objetivos claros y contundentes, que se prolongan en el tiempo y que, por lo menos desde finales del siglo XIX, se encuentran irremediablemente vinculados a los proyectos de expansión territorial, económica, militar y cultural, bajo la forma del imperialismo, que sus elites asumieron como un destino manifiesto.

Tributaria de esa lógica imperial, la política exterior estadounidense hacia los países al sur de su frontera no puede perseguir otro propósito sino la dominación absoluta, para su beneficio, de los recursos naturales, económicos y la posición geoestratégica de la región en la disputa por la supremacía mundial.

Para ello ha recurrido tanto de las intervenciones militares descarnadas -que abundan en la historia de México, Centroamérica y el Caribe-, como a la diplomacia comercial bajo el signo del panamericanismo: es decir, lo que Arturo Ardao definió como un movimiento ideológico que pretende justificar “las perentorias necesidades comerciales de Estados Unidos, cada vez más urgido de mercados exteriores seguros para los excedentes” de su industria capitalista en expansión, así como el empeño de sus fuerzas industriales y financieras por concretar esta aspiración por medio de “cambiantes formas de conquista, anexión o absorción”

El primer antecedente de la diplomacia panamericana, que es al mismo tiempo el imperialismo comercial, lo encontramos en la Conferencia Internacional Americana de 1889, la que José Martí consideró, en una de sus crónicas memorables, como “el convite que los Estados Unidos potentes (…) hacen a las naciones americanas de menos poder”, para imponer “la política secular y confesa de predominio de un vecino pujante y ambicioso, que no los ha querido fomentar jamás [a los pueblos latinoamericanos], ni se ha dirigido a ellos sino para impedir su extensión, como en Panamá, o apoderarse de su territorio, como en México, Nicaragua, Santo Domingo, Haití y Cuba, o para cortar por la intimidación sus tratos con el resto del universo, como en Colombia, o para obligarlos, como ahora, a comprar lo que no puede vender, y confederarse para su dominio”Cumbres de las Américas: un foro continental engendrado como espacio de legitimación del panamericanismo y del sistema interamericano articulado en torno a la OEA –brazo político del imperialismo en nuestra América- y sus dobles discursos sobre la democracia las libertades individuales y los derechos humanos; y al mismo, estas cumbres nacieron como vanguardia del proyecto neoliberal, en medio de la pesadilla privatizadora y entreguista de la década de 1990. No en vano, la primera de estas citas se celebró en Miami, en 1994, y sin la presencia de Cuba; y en la Declaración de Principios que firmaron los presidentes participantes acordaron impulsar la creación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y una agenda de modernización de los estados y las economías, que incluía “el comercio sin barreras, sin subsidios, sin practicas desleales y con un creciente flujo de inversiones productivas”; “la eliminación de los obstáculos para el acceso al mercado de los bienes y servicios”; “el establecimiento de mercados más abiertos, transparentes e integrados”; o la promoción del “flujo de inversiones productivas”, entre otra serie de falacias económicas y dogmas neoclásicos cuyo fracaso está más que comprobado en nuestros países.

De una nueva versión de este convite panamericanista participarán los gobiernos latinoamericanos en Ciudad de Panamá, del 10 al 11 de abril. Ahora, se ha invitado a Cuba, en lo que pretende ser una maniobra de acercamiento y reparación histórica de los Estados Unidos. Pero el imperio no cede en sus apetitos, y la inaudita calificación de Venezuela como amenaza para la seguridad nacional, casi un anticipo de intervención militar, ha crispado el ambiente y unificó las posiciones antiimperialistas y latinoamericanistas en la actual coyuntura. ¿Qué podrán decir en Panamá el presidente Barack Obama y sus funcionarios de la Casa Blanca, que no suene a trampa retórica o emboscada política?