lunes, 19 de diciembre de 2016

Muerto el TPP, ¡viva la liberalización!

Luciana Ghiotto, Evelin Heidel *  http://www.alainet.org/es/articulo/182379
Uno de los ejes fundamentales de la campaña de Donald Trump fue la crítica acérrima a los Tratados de Libre Comercio (TLC) que firmó EEUU en los últimos veinte años, incluido el que firmó con México y Canadá en 1994 (NAFTA por su sigla en inglés). Trump y su equipo identificaron en los TLC al mismísimo diablo, por haber sido los causantes de la pérdida de empleos en el país. De acuerdo con datos oficiales de Washington, entre 1997 y 2013, EEUU perdió 5,4 millones de empleos manufactureros, a la vez que cerraron cerca de 82.000 fábricas. Efectivamente, los TLC avalaron jurídicamente los derechos de las empresas norteamericanas en el exterior. En su forma de Inversión Extranjera Directa, esas empresas fueron protagonistas de la relocalización productiva hacia el sudeste asiático y hacia China, huyendo del caro trabajo norteamericano. Para qué quedarse en casa, si afuera es tan atractivo para la ganancia.
El énfasis puesto por la campaña de Trump en contra de los TLC apunta directamente contra una de las consecuencias más violentas del modo de acumulación capitalista basada en la libre circulación de los capitales: esa gran porción de la población que sobra, aquellos que no se adaptan o insertan en esta lógica. El desempleo creciente en EEUU, no resuelto por las políticas librecambistas de los gobiernos demócratas, fue uno de los factores explicativos de la victoria de Trump.
En ese sentido, uno de los principales puntos de la discordia con el gobierno de Obama es el Tratado Transpacífico (TPP). Obama tomó este tratado como uno de los caballos de batalla de su gobierno, un legado que él quería dejar a EEUU en su puja comercial global con China. Sin embargo, tanto desde el seno del Partido Demócrata con la candidatura de Bernie Sanders, como desde el Republicano se apuntó ferozmente en contra de este tratado. Hoy, pocos días después de las elecciones, todo indica que Obama no podrá forzar la ratificación del TPP en el período de transición hasta enero, y que el proyecto será abandonado por la administración Trump 
Entonces, ganó Trump, ¿murió el TPP? Desde las organizaciones sociales del continente no podemos darnos el lujo de repetir los slogans periodísticos que dan por finiquitado este proyecto por el sólo hecho de haber ganado Trump las elecciones. Incluso, nos atrevemos aquí a decir que el TPP no ha muerto, aún si el mismo Trump así lo anuncia. Parece que estamos desafiando la realidad, y sin embargo, la realidad apoya nuestra hipótesis. Veamos por qué.
Un primer argumento se basa en la experiencia acumulada de los últimos diez años. Cuando fracasó el ALCA, se frenó un proyecto de liberalización comercial que incluía a 34 países del continente. Nada más, ni nada menos. El fin de ese proyecto no implicó el fin del libre comercio. Por el contrario, rápidamente proliferaron diversos “alquitas” bilaterales de EEUU con países americanos como Chile, Perú, Colombia, y varios países centroamericanos y caribeños (acuerdo conocido como DR-CAFTA). Esta experiencia reciente nos señala que el fracaso de un acuerdo no implica su deceso como proyecto para garantizar la acumulación capitalista. Mientras tanto, proyectos de liberalización similares al ALCA proliferaron con otros jugadores globales como la Unión Europea, China, Corea del Sur, Japón, Singapur, entre otros. Que el ALCA fracasara no implicó el fin del proyecto librecambista global.
En segundo lugar, cabe aclarar, ¿qué implica el TPP? Con respecto al ALCA, el TPP significaba un avance sustancial de los derechos de las corporaciones, que se ven plasmados en los diversos capítulos, especialmente en el de Propiedad Intelectual, Servicios, Servicios Financieros, Inversiones, Telecomunicaciones y Compras Gubernamentales. El texto del TPP muestra estar directamente influenciado por el lobby de las grandes empresas norteamericanas que tuvieron un rol privilegiado en la negociación del acuerdo. De hecho, el TPP otorga mayores derechos de propiedad a las grandes farmacéuticas, a los estudios cinematográficos de Hollywood, a las empresas de servicios informáticos y el Silicon Valley, a las de correo postal, a las aeronáuticas, a las financieras, etc. Las grandes empresas de estos sectores son un eje fundamental de la “burguesía” norteamericana, mismo si muchas de ellas fabrican sus productos en el exterior. Sin embargo, facturan impuestos en EEUU. Es poco probable que estas grandes empresas se olviden rápidamente de los derechos adquiridos en el TPP, esos que Obama firmó junto con otros 11 presidentes. Si no lo logran vía TPP, será mediante otra vía 
Efectivamente, el TPP se ha consolidado como el “nuevo modelo” de tratado comercial, sentando el piso desde el cual se negocia. Así como la OMC hace veinte años sentaba los pisos mínimos de negociación, y establecía el principio de no-retroceso (una vez liberalizado, no hay vuelta atrás), el TPP se consolida como un nuevo piso. Este tipo de tratados establece la base desde la cual se empieza a conversar, pero nunca fija el techo. Y en ese sentido, la base de negociación que propone el TPP es muy alta.
Un tercer elemento que apoya nuestra hipótesis es que, frente al anuncio de Trump de que se abandonaría el TPP, China acaba de anunciar que redoblará los esfuerzos por cerrar su propio acuerdo mega-regional, también en el Pacífico: la Asociación Económica Regional Integral (RCEP, por su sigla en inglés). Este acuerdo, que competía directamente con el TPP, pasará a ser el acuerdo negociado más grande en términos de cantidad de países y tamaño de mercados incluidos. Comprende el eje China-India (los países más poderosos del bloque BRICS), además de los miembros de la Asociación Económica Asia-Pacífico (APEC) Corea del Sur, Japón y Oceanía. Esencialmente, se trata de los países que han sido los grandes receptores de Inversión Extranjera Directa en los últimos treinta años, es decir, hacia donde han relocalizado gran parte de su producción las empresas norteamericanas y europeas. El RCEP implica cláusulas contractuales similares al TPP, incluyendo un capítulo de inversiones con mecanismo de solución de controversias inversor-Estado, derechos de propiedad intelectual del tipo TRIPS-Plus (impulsadas fuertemente por Japón), alta liberalización en el sector servicios, etc. Esto significa que, aun si se abandona el TPP, la liberalización comercial en la zona Pacífico continúa avanzando a pasos agigantados.
Por último, el abandono del proyecto TPP no implica que EEUU no avance con otros tratados que se encuentran actualmente en negociación, como el TISA (Trade in Services Agreement). Este acuerdo es un GATS-Plus (en referencia al acuerdo de servicios de la Organización Mundial de Comercio) ya que avanza en la liberalización de nuevos sectores que no habían tenido consenso en el ámbito multilateral, y viene siendo negociado tras bambalinas por más de 50 países. El conglomerado de las empresas de servicios norteamericanas tiene un especial interés en este tratado, ya que garantiza su acceso a nuevos países, a la vez que, al igual que el TPP, establecería un nuevo piso de negociaciones en servicios. ¿Qué diferencia al TISA del TPP tras la elección de Trump? Como dijimos, Trump puso el dedo sobre la pérdida de empleos manufactureros en el territorio norteamericano; pero si las empresas de servicios de la misma bandera acaparan mercados en el exterior, en su competencia con las europeas, eso beneficia a EEUU en términos de acceso a mercados e incluso de recaudación impositiva. Desde la óptica de Trump, el problema es el TPP, no el TISA. Entonces, aunque el TPP quede estancado, el TISA seguramente continuará en negociación.
En definitiva, lo fundamental del tratado seguirá intacto y activo, por más de que el texto mismo del TPP quede sepultado. La presión corporativa para convertir al mundo en una enorme factoría global y garantizarse ganancias superlativas en cualquier circunstancia es la esencia que sustancia y mueve las letras del TPP. Ese proyecto está lejos de estar muerto y Trump está lejos de ser uno de sus principales combatientes. La batalla contra el TPP no terminó, sólo cambió de forma.
*  Miembros de ATTAC Argentina y de la Asamblea Argentina mejor sin TLC.

jueves, 17 de noviembre de 2016

La globalización se agota. Es la hora de los Brics



Cuando triunfó en la guerra fría, el bloque occidental, comandado por EEUU, anunció que la historia llegaba a su puerto final. Habría acontecimientos, pero nada fuera de la economía capitalista de mercado y de la democracia liberal. Ese era el fin de la historia. 

La globalización neoliberal se encargaba de hacer universales esos esquemas económicos y políticos. La Pax americana se imponía. Pero el paso de un mundo bipolar a un mundo unipolar bajo la hegemonía imperial norteamericana no trajo ni paz, ni desarrollo económico. Al revés, se han multiplicado los focos de guerra y la recesión económica se ha globalizado. 

La crisis recesiva en el centro del sistema, empezada en 2008, no tiene ni plazo, ni forma de terminar. Las políticas de austeridad asumidas por todos los países europeos son máquinas de generación de inestabilidad social y política, quitando legitimidad a los sistemas políticos y a los partidos tradicionales. 

El Brexit fue una expresión más evidente del malestar provocado por la globalización, del que la elección de Donald Trump es una confirmación. Se generaliza el rechazo a los efectos de la globalización neoliberal. Los gobiernos y partidos que insisten en esa dirección son sistemáticamente derrotados. La crisis de agotamiento de la globalización lleva consigo también a la democracia liberal, que pierde legitimidad al no expresar los sentimientos de la mayoría de la población. 

El fin de la historia desembocó en el fin del neoliberalismo, con un horizonte de su superación representado por los Brics. Más que una agrupación de países, los Brics han empezado a dibujar un nuevo orden económico y político internacional, para sustituir a aquella construida al final de la segunda guerra mundial, basada en el Banco Mundial, en el FMI y el dólar. 

Cuando la globalización muestra sus límites, condena a las economías a un estancamiento sin fin, provoca la pérdida de los sistemas políticos asentados en ella, es un período histórico que se cierra. En lugar de lo que tantos hablaban sobre un supuesto fin de ciclo de los gobiernos progresistas de América Latina, lo que se da es un final de ciclo en carne propia, con la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea y los cuestionamientos que Donald Trump hace a los Tratados de Libre Comercio y a otros pilares de la globalización. 

La globalización se ha agotado sin lograr que la economía mundial volviera a crecer, al contrario, naturalizando la recesión en escala mundial. Tampoco logró disminuir los conflictos en todo el mundo, al contrario, los multiplicó. 

El mundo que surge del Brexit, de la elección de Trump, de la profunda crisis de la Unión Europea y, sobretodo, de los Brics, es un mundo de transición entre el de la globalización comandada por los EEUU y su modelo neoliberal, y el que apunta hacia mecanismos de reactivación del desarrollo, de la resolución negociada de los conflictos internacionales, de fortalecimiento de los Estados nacionales y de los procesos de integración regional y de intercambio Sur-Sur. 

En ese momento, América Latina tiene, más que nunca, que profundizar sus procesos de integración y, sobretodo, acercarse a los Brics, a su Banco de Desarrollo y su fondo de reservas. Buscar, al contrario, retomar lazos privilegiados con EEUU es hacer el camino opuesto, es condenarse a la recesión, alejarse de los focos dinámicos de la economía mundial, volverse intranscendentes, como había ocurrido en los años 1990. 

Precisamente en el momento de agotamiento de la globalización y del modelo neoliberal en escala mundial, Argentina y Brasil reanudan ese modelo, después de su fracaso en esos mismos países, en los años 1990. Una señal más de que se trata de opciones contrarias a la dinámica del mundo en el siglo XXI. 

* Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).


sábado, 5 de noviembre de 2016

Destruir a Lula y Cristina para destruir Brasil y Argentina



Los grandes procesos de transformación de nuestras sociedades están estrechamente asociados a los grandes liderazgos que los han conducido. No son procesos espontáneos, sino voluntarios, en los que la voluntad política colectiva de las sociedades se articula a partir de un proyecto y de un liderazgo que la conducen.
La derecha no necesita de ese tipo de liderazgo. Sus objetivos son conservadores, restauradores, les basta desarrollar formas de acción que obstruyan la acción de los movimientos populares, que dividan al pueblo, lo neutralicen, dificulten el surgimiento de grandes liderazgos populares. El pueblo, a su vez, necesita, para unificarse, de grandes liderazgos, de la construcción de grandes proyectos de trasformación social, económica y política.
La derecha tiene sus instrumentos de unificación y de acción –sus partidos, sus medios de comunicación, sus entidades corporativas, la policía, el poder judicial, entre otros–. El pueblo necesita crearlos. Los liderazgos populares, con sus discursos y los vínculos que establecen con el pueblo, son esenciales como centro de una construcción contrahegemónica.
En el período histórico actual, de lucha por la superación del modelo neoliberal, han surgido liderazgos como los de Hugo Chávez, Lula, Néstor y Cristina Kirchner, Pepe Mujica, Evo Morales, Rafael Correa, que personifican a esos modelos frente al pueblo. Cuando la derecha busca recomponer su modelo neoliberal, necesita, como elemento indisoluble de su objetivo de restauración conservadora, destruir también las imágenes de los líderes que han representado los proyectos antineoliberales.
¿De qué sirve destruir los Estados, reducirlos a su mínima expresion, si se mantienen los liderazgos de los que los han fortalecido, de los que lideran la resistencia a esos intentos y pueden volver a la presidencia y recomponerlos? Es parte indisoluble del proyecto de restauración neoliberal del gobierno de Mauricio Macri atacar la imagen pública de Cristina. Al mismo tiempo que pone en práctica su proyecto de exclusión social, su gobierno se empeña en la campaña que ataca sistemáticamente a Cristina, no discutiendo lo que el gobierno de ella ha hecho en comparación con lo que se está haciendo hoy, sino buscando la descalificación personal.
Porque los argentinos saben que han vivido mucho mejor en el gobierno anterior, saben que el ajuste que se está poniendo en práctica ya fracasó en los años 90, que menos Estado y más mercado lleva a más recesión, con las consecuencias de más desempleo y más miseria. Por ello tienen que diagnosticar que los problemas que enfrentan ahora vienen de gastos supuestamente excesivos del gobierno anterior, producto, aunque sea en parte, de la corrupción. Sin comprobarla, su diagnóstico no se mantiene. De ahí la campaña diaria de descalificación de Cristina Kirchner y de su gobierno.
Lo mismo pasa en Brasil, confirmando que son gobiernos gemelos en los intentos de retorno al neoliberalismo. El gobierno que asumió mediante un golpe, trata de imponer el modelo no solo fracasado en los 90, sino también derrotado cuatro vecesen las urnas, incluso en la ultima elección, en 2014. Lo hace en medio de inmensas manifestaciones en su contra. Mientras las encuestas dicen que el 70 por ciento de los brasileños están en contra de la ley que congela los recursos para políticas sociales por 20 años, la ley fue aprobada por la Cámara de Diputados con el 70 por ciento de los votos a favor, absolutamente a contramano de la opinión de la población.
Un gobierno así tiene, al igual que el argentino, que dividir sus esfuerzos entre la aplicación cruel del ajuste fiscal, el desvío de las acusaciones de corrupción que afectan a quince de sus ministros y el ataque a Lula, el fantasma que quita el sueño a la derecha brasileña. Acusaciones que no se sostienen y que, por ello, se vuelven descabelladas; tal como la penúltima, de que el Itaquerao, el estadio de fútbol de Corinthians, donde de jugó el partido inaugural del Mundial, habría sido un regalo (sic) de una constructora acusada de corrupción a Lula. Además de ocho millones de reales, acusación que se agregó al día siguiente, para no tener ni un día a los medios sin alguna acusación.

El mecanismo es el mismo. La derecha de los dos países sabe que sin la destrucción de la imagen de los dos líderes que mejor encarnan a los gobiernos que han resultado en esos dos países, no se cumple plenamente su objetivo de destrucción de esos países. Hay que destruir la imagen de Lula y la de Cristina, para poder destruir a Brasil y a la Argentina.

miércoles, 26 de octubre de 2016

PANORAMA ECONÓMICO: EMISIÓN DE DEUDA EN ARGENTINA.

LABORATORIO DE ECONOMIA NACIONAL E INTERNACIONAL (CEFMA) - http://radiocadenanacional.com.ar/2016/09/24/panorama-economico-emision-de-deuda-en-argentina/
Contenidos Técnicos: ERNESTO MATTOS – LARA SANDOVAL

-A nivel Nacional podemos decir que la colocación de deuda soberana fue en Bonar 2019, 2021, 2026 y 2046 sumaron los USD 16.500 M con lo cual se decidió pagar a los fondos buitres, situación permitiría acceder con mejores tasas en el mercado financiero que las que se obtuvieron que fue en promedio del 7,031%. Se emitió un total de deuda soberana y provincial en el exterior en los primero siete meses por un total de USD 42.230 M; solo en julio de 2016 supero al endeudamiento total del primer semestre.
-Según el informe el Informe Diario – Daily Argentina – del sitio Research for Traders “Tras haber postergado varias veces su salida al mercado voluntario, la provincia de Salta logró colocar en el exterior un bono a 7 años de plazo por un momento de USD 300 M, y a una tasa de 9,125%”. Elevada tasa de retorno según dicho informe. La otra provincia que coloco deuda fue Buenos Aires, similar a la tasa elevada de Salta del 9.125% en marzo de 2016, por USD 1.250 M, con un plazo de 8 años. Tres meses luego en junio Buenos Aires coloco deuda por USD 1.000 M, el 50% a 3 años con una tasa de 5,750% y a 11 años a la tasa del 7,875% el restante 50%.
-Después de Salta y Buenos Aires entre las provincias que colocaron deuda en el exterior con tasa alta fueron Neuquén y Mendoza. El primero emitió deuda por USD 235 M con un plazo de 12 años al 8,625%; el segundo lo hizo por USD 500 M a 8 años con una tasa del 8,375%. El otro par de provincias que mantuvieron altas tasas fueron Córdoba que coloco deuda por USD 725 M con una tasa del 7,125% a un plazo de 5 años; la otra jurisdicción Ciudad de Buenos Aires que se endeudo por USD 890 M a 10 años con una tasa del 7,500%.
-Las cuatro provincias no consiguieron mejores tasas luego del acuerdo buitre, es más antes de que Nación colocara la serie de Bonar en abril de 2016, en marzo Buenos Aires colocaba deuda a una tasa similar a la que logro Salta en junio. El arreglo con los fondos buitre y la salida del default selectivo parece no haber incidido mucho en las tasas tomadas por las distintas provincias, Salta en 2012 emitió deuda a una tasa de 9,500% a 10 años, la diferencia fue una reducción del 0,375%.
-Según Research or Traders hasta el mes de septiembre informa que las provincias se endeudaron en USD 5.590 M, totalizando entre enero y septiembre de 2016 unos USD 10.490 M. El total de endeudamiento alcanza los USD 47.820 M.
-Los USD 5.590 M tuvieron tasas del 12,375% en el caso de Córdoba con vencimiento al 17/08/2017; y un mínimo de 3,0% para Buenos Aires por USD 63 M con vencimiento al 01/05/2020 y otra colocación de la misma provincia al 4,0% por USD 446 M con vencimiento al 15/05/2035. Las otras colocaciones se hicieron a una tasa superior al 9,0%.
-Continuando con el reporte diario de Research For Traders para la emisión de deuda Corporativa en el Exterior “la empresa ARCOR finalmente colocó un bono en dólares a 7 años de plazo, por un monto de USD 350 M y a una tasas de retorno de 6%”, siendo de las tasas más bajas si las comparamos con el Gobierno Nacional y algunas provincias. Si comparamos con el resto de las empresas del informe, es de las más bajas.
-La otra empresa entre las más bajas tasas para colocar deuda fue Cablevisión, un 6,5% por USD 500 M pero una de las de menor plazo (5 años) en comparación a las otras empresas. Continuamos con IRSA e YPF, la primera emitió deuda corporativa por USD 360 M a 7 años a una tasas del 8,750%; la segunda emitió unos USD 1.000 M a 5 años (como Cablevisión) pero a una tasas del 8,500%, deuda de corto plazo y tasas superiores a las empresas de ARCOR, Cablevisión e IRSA. Y el tercero, con parte estatal y privada, fue el Banco Hipotecario que emitió deuda por USD 150 M a una tasa de 4 años y un tasa de 9,750%, la más alta.
-Las dos empresas, con parte estatal y privada, YPF y el Banco Hipotecario colocaron deuda de corto plazo a altas tasas como Salta y Buenos Aires (mar16). El total del endeudamiento en el primer semestre fue de USD 2.360 M y en julio de 2016, según datos de CIFRA, el resto de empresas se endeudo por USD 2.622 M a un promedio del 8%. Acumulando un endeudamiento del USD 4.982 M.



sábado, 15 de octubre de 2016

Gobernabilidad de los mercados o Gobernabilidad del pueblo

Jorge Giles* (para La Tecl@ Eñe) - http://www.lateclaene.com/jorgegiles-cao6


Tres peligros se advierten en el horizonte inmediato: la naturalización social del estado actual de cosas y el consiguiente desánimo para cambiar la realidad; la despiadada ofensiva represiva contra la juventud en sus diversas expresiones, y finalmente, las dificultades que habrá que atravesar para estrechar filas en torno a la construcción de un  gran frente de masas que tenga su expresión electoral en el 2017.
(A Juana Amaya, que andará por los cielos de su amado pueblo) 
  
El cuadro de situación no puede ser más desolador. Y encima se nos fue la heroína militante que fue y será Yeni Amaya.
Cuesta aferrarse a un brote de  esperanza que venga del macrismo gobernante, sencillamente porque no hay ni habrá tal brote. Por este camino agrietado, más tarde o más temprano, nos caeremos todos, sin haber conocido la tan meneada “avenida del medio”.
Advertimos tres peligros en el horizonte inmediato: la naturalización social de este estado de cosas y el consiguiente desánimo para cambiar la realidad; la despiadada ofensiva represiva contra la juventud en sus diversas expresiones y finalmente, las dificultades que habrá que atravesar para estrechar filas en torno a la construcción de un  gran frente de masas que tenga su expresión electoral en el 2017.
Todos los demás peligros, que los hay y muchos, son reversibles en el mediano plazo. Pero si no sorteamos exitosamente estos tres peligros, iremos de tumbo en tumbo mientras la derecha seguirá avanzando contra los intereses del pueblo y la nación. 
Vamos por parte.
*Hay que estimular permanentemente la necesidad vital de la sociedad en cuestionar todas y cada una de las medidas con que el gobierno neoliberal pretende cortar de cuajo todo vestigio de país solidario, inclusivo, soberano y justo. No hay que acostumbrarse a la tristeza y la melancolía porque terminaremos todos locos. No hay que acostumbrarse al paisaje gris de los comercios y las calles vacías. No hay que acostumbrarse a que nos digan que somos un país integrado al mundo a cambio de entregar Malvinas. No hay que acostumbrarse al espectáculo obsceno de ver un presidente que actúa de pasajero de un bondi inexistente. No hay que acostumbrarse a vivir sin trabajo, sin educación, sin salud, sin salarios dignos, sin jubilaciones decentes. Hay que pegar el grito en el cielo ante cada injusticia, antes que el mismo cielo se desplome sobre todos nosotros para pedirnos que rindamos cuentas ante la historia reciente que supimos construir con Néstor y Cristina. El trabajo ciudadano, el alerta temprano de los vecinos, la jornada pedagógica de la militancia, allí donde se manifiesten, es imprescindible para la tarea de impedir que nadie quede dormido en medio de este combate en paz por una democracia justa. Si así no resultara, tendremos nuevamente cien años de soledad atravesando desiertos y derrotas.
*Hay otra necesidad vital en estos días que corren: construir un verdadero cordón sanitario político y cultural que proteja y defienda a nuestros pibes y pibas del acoso permanente de la represión ordenada y/o consentida por los gobernantes, evitando que los jóvenes vuelvan a dispersarse en el caldo del miedo que generan las políticas de seguridad basadas en la represión lisa y llana. No son hechos aislados los que vienen ocurriendo con los pibes y con los sectores que se movilizan en defensa propia, sino parte de una política que busca romper con el núcleo duro que emergió en estos últimos años y que se expresa en la participación de los jóvenes en política. Si el neoliberalismo asalta esa ciudadela de amor y rebeldía, todo estará perdido. Por eso, ante cada manifestación juvenil, del sector que sea, los sectores populares deberían estar a la altura de las circunstancias protegiendo el presente y el futuro de esta patria que, justamente, siempre será una patria joven. El caso de los pibes de La Garganta Poderosa es un caso testigo. Pero no es el primero y dolorosamente, habrá que admitir que quizá no sea el último. Los legisladores nacionales y provinciales deberían ser los primeros en estar atentos para estar presentes allí donde se los requiera estén. Ellos, los legisladores, son los únicos representantes institucionales que hoy tiene este pueblo que somos.
*Finalmente, y para poder construir un nuevo Frente social, hay que saber escuchar, leer, releer, discutir, reflexionar cada uno de los conceptos vertidos por la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner durante todo este año y muy especialmente en el acto de Atlanta convocado por esa militancia radical consecuente con las mejores tradiciones del Yrigoyenismo y el Alfonsinismo. Esas reflexiones deberán a su vez estar en sintonía con las verdaderas angustias económicas que hoy sufre nuestro pueblo y que, proyecto oficial de Presupuesto 2017 mediante, se van a ver agravadas en caso de reafirmarse este modelo económico en el Congreso.
Una cosa es segura: no habrá Frente común sólo con el Kirchnerismo, pero tampoco lo habrá sin el Kirchnerismo. Es decir, no habrá Frente Ciudadano, o como finalmente se llame, sin valorar la última experiencia histórica protagonizada por el conjunto de la sociedad, con Néstor y Cristina como Presidentes. No habrá Frente popular destiñendo la práctica concreta que ejerció nuestro pueblo en los últimos años. Sin sectarismos, habrá que evitar la des-historia de los análisis presuntamente neutrales so pena de caer en un injusto punto cero que nos retrasará otro siglo. Y así como en los setenta se reconstruyó el Movimiento popular rescatando lo mejor de los años del peronismo de 1945 a 1955 y en el amanecer de este siglo nos iluminó Néstor Kirchner rescatando lo mejor de la generación diezmada, esta vez tendremos que reinventarnos rescatando lo mejor de los últimos 12 años de kirchnerismo. No hay política sin historia y no hay historia sin memoria.  
A esta altura Usted preguntará quizá, si no creemos que si le va bien a este gobierno le va a ir bien al país. Y no; no creemos en esa falsa postura de lo “políticamente correcto”.   
Veamos algunos fundamentos de la crisis provocada por el macrismo que abonan nuestra afirmación:  
1.- La apertura indiscriminada de importaciones terminará barriendo con el empleo argentino y con los cimientos de la industria nacional en todas sus variantes y mucho más con las pequeñas y medianas empresas. Se mide hoy en centenas el porcentaje de productos importados en los rubros de alimentación (verduras, frutas, cerdo, pollo), línea blanca (heladeras, planchas, lavarropas,  equipos para comercios), muebles para el hogar, vestimentas, etc. Hay rubros donde la importación crecerá en 2017 a un ritmo de más de 400 % en relación al ejercicio anterior (2015-2016) 
2.- La salud pública sufrirá recortes presupuestarios del 3,5 % sobre el presupuesto vigente. Habrá menos vacunas, menos análisis de laboratorios en salas barriales y los hospitales públicos, menos atención primaria de la salud.
3.- La educación pública caerá a pique en 2017 con un presupuesto 12, 8 % menor. No habrá partidas para las becas ni para nuevas computadoras notebooks para los estudiantes de las escuelas primarias y las secundarias.
4.- La ciencia y la tecnología, orgullo argentino de los últimos años, se desplomará del 0,71 % al 0,59 % del total presupuestado.
¿Saben cuál es el único rubro que crece y se multiplica? El destinado al pago de la deuda externa con una asignación de 247 mil millones de pesos, contra los 87 mil millones destinados al total de la inversión en salud. El otro rubro creciente es el presupuesto para el espionaje contra los ciudadanos que consideran molestos y el gasto en propaganda oficial.
Estos datos son los mismos que leyeron los mediocres legisladores “opo-oficialistas” que rápidamente salieron a declarar ante los medios que “este presupuesto no se diferencia mucho de los anteriores”.
¿Pueden ser tan hipócritas?  Los presupuestos de Néstor y Cristina no privilegiaban el pago a los buitres ni a una deuda que no contraían, sino a crear fuentes de empleo, a aumentar, ampliar y profundizar el acceso a la educación, la ciencia, la vivienda digna y el turismo local, entre otras cosas. ¿Cómo pueden decir que no hay diferencias salvo algunos matices? Hay que ponerle nombre y apellido a cada una de estas agachadas, llámense Massa, Bossio, Pichetto o Mongo Aurelio, para recordarlos a la hora que vuelvan a hablar las urnas y para recordarnos nosotros mismos que el macrismo no hubiese podido avanzar contra la sociedad como lo hizo sin la colaboración de estos Cardenales de la política.   
En el estribo: Hay que organizar la esperanza y crear las condiciones para volver a un país inclusivo porque con este modelo de país que hoy gobierna, visto está que no entramos todos los argentinos; apenas una parte privilegiada. Y organizar la esperanza es invertir el tiempo en cuidarnos entre nosotros, los que seguimos soñando en que si una vez fuimos felices, podemos serlo siempre y cuando nos lo propongamos.
Como decía Yeni: No hay que pensar en las listas de los próximos comicios electorales, sino en la reconstrucción de un gran movimiento popular. Después hablamos de lo que quieran. Pero vayamos sabiendo que la polarización es inevitable entre dos tipos de gobernabilidad: o la gobernabilidad de los mercados o la gobernabilidad del pueblo.
Vos elegís.

*Periodista y poeta. Autor del libro Allí va la vida. La masacre de Margarita Belén, Ediciones Colihue

domingo, 9 de octubre de 2016

Vuelve el FMI, retorna la angustia



La última vez que el Fondo Monetario Internacional felicitó de tal manera al gobierno de nuestro país eran los tiempos de la crisis del gobierno de De La Rúa. Desempleo, pobreza, ajuste y represión. Era la máxima capitulación del patrimonio nacional ante la gran banca internacional, se entregaron los destinos de millones a la miseria, muchos de los cuales aún hoy no se pueden recuperar. Ayer como hoy el FMI exige las mismas medidas a tomar, en pos de beneficiar a los capitales para los que trabajan a costa del hambre del pueblo argentino, del presente y futuro.

En pos de garantizar la mayor transferencia posible de la renta nacional al exterior en beneficio del capital financiero, es necesario que el país expoliado tenga un gobierno que garantice la fluidez de la salida de la riqueza generada en él. Para concretar la salida (intermediada por bancos con asiento en EEUU, la UE, Panamá, etc.) se la convierte en dólares, cuyo acceso garantizará totalmente el gobierno vendepatria. Para toda esta estrategia se empeña aquello que sea necesario por parte del Estado; su presupuesto, sus bienes y su crédito, obteniendo los recursos en última instancia a costa del ajuste sufrido por el pueblo.

El organismo de mayor infamia a nivel mundial, que se encarga de coordinar créditos, defender a los grandes bancos, dictar informes económicos y las medidas económicas necesarias para el sometimiento de los países, es seguramente el FMI.Para comprender las medidas tomadas, las felicitaciones y muchos de sus dictados es necesario aclarar cuáles son sus resultados y el significado que esconden.

En el 2000 el FMI decía que  “el ajuste encarado genera un efecto positivo sobre el riesgo país, al mismo tiempo puede dificultar la reactivación (…) En el corto plazo, hay un efecto directo recesivo, que sólo podría ser compensado en forma indirecta por la baja de tasas de interés provocada por la caída del riesgo país.” Vale decir que mientras los argentinos perdíamos salario y caíamos en la pobreza, lo bueno era que ahora nos podíamos endeudar a una tasa de interés un poco más baja. Una de las opciones que ofreció fue que nuestro país adoptara el dólar como moneda, como había hecho poco tiempo antes Ecuador, medida cuyas secuelas aún vive al día de hoy.

También sostenía que en los años próximos nuestro PBI crecería entre el 3% y 4% anual. Siempre y cuando se diera “un férreo control fiscal y a la aprobación de la reforma laboral”. Quiere decir  llevara a cabo la suba de impuestos y la pérdida de derechos laborales. Algo que se realizó. Pero nuestro PBI cayó entre el 3% y 10% en los años siguientes. Ya comenzamos a ver lo que significan las palabras del FMI, este año dicen que caerá un 1,8% y el próximo creceremos 3,5%,  si sus análisis son igual de acertados que antes seguramente estaremos peor en los próximos años.

Ahora pasamos a extraer textualmente citas del último informe del FMI, junto con el los nuevos delegados del FMI y su misma directora general felicitaron al gobierno de Macri. Para ellos, durante el kirchnerismo “los niveles de consumo eran insosteniblemente elevados”. Por lo que los millones de argentinos recuperamos poder adquisitivo estábamos viviendo ostentosamente. Si el lector en algún momento del gobierno anterior; tuvo empleo, mejoró su salario, accedió a un auto o vivienda, una mejor educación o mejoro su nivel de vida en cualquier  forma,  que sepa que para el FMI eso está mal y no tiene porque tener un salario, vivienda o una alimentación digna. Usted es argentino y eso es insostenible. Pero tipos como Macri y su gabinete pueden duplicar su patrimonio en un año y tener varios millones escondidos en paraísos fiscales o los bancos pueden aumentar en más del 60% sus ganancias anuales aunque den menos créditos.

Su mayor preocupación era que “entre las distorsiones microeconómicas se encontraban una extensa red de controles administrativos (por ejemplo, barreras comerciales, restricciones cambiarias y controles de precios.” Por lo tanto para el FMI  la protección de la producción, el empleo y el consumo era un asunto que debía terminar. Ahora el tipo de cambio y la  economía la controla absolutamente “el mercado”, vale decir las grandes empresas que sostienen una posición dominante en su sector.

Otro logro es que “El aumento de las tarifas de los servicios públicos los ha acercado a los precios internacionales”. Ahora las grandes prestadoras privadas de servicios públicos pueden llevarse una mayor tajada del bolsillo argentino y por lo tanto mas ganancias para su casa central.

“El acuerdo con los acreedores ha hecho posible el regreso a los mercados internacionales de capital, tanto para el sector público como para el privado”. Ahora que vamos a entregar todo a los buitres y aumentamos en  50 milmillones dólares la deuda pública, podemos volver a endeudarnos todos.

“Se está reconstruyendo la agencia estadística nacional, permitiendo la generación de datos fidedignos y de mejor calidad sobre la inflación, el comercio internacional, el mercado laboral y el producto.” Por si el lector no lo sabe, los intereses de muchos bonos de deuda pública están ligados al nivel de inflación. Éste era uno de los puntos de mayor discusión y que más resaltan como positivo, ya que con los nuevos números aumentaran las ganancias de los acreedores internacionales.

Por último marca como necesario “Un plan fiscal a mediano plazo (…) Afianzando la gestión del gasto público, mejorando más la gobernabilidad e incrementando la eficiencia del gasto público (…) Por último, un crecimiento vigoroso, sostenido y equitativo requerirá la implementación de un ambicioso programa de reformas del lado de la oferta.” La primera parte quiere decir recorte presupuestario  y reducción del empleo público.

Eso de “reformas del lado de la oferta” para el FMI significa la desregulación de los servicios de transporte, las telecomunicaciones y los servicios públicos. Es decir que estas empresas tengan menores controles, impuestos y sigan con aumentos de tarifas. En estas medidas se incluyen que las empresas de carácter público pasen a ser privado, es decir las privatizaciones. A ello suman como medidas complementarias como “las reducciones en los beneficios por desempleo, beneficios por desempleo y las leyes de protección al trabajador”. 

El FMI ha vuelto con las recetas de ajuste, deuda, reforma laboral y privatizaciones, para el dolor de los argentinos.

viernes, 30 de septiembre de 2016

Argentina-Brasil, antes y ahora




Desde que los gobiernos de Argentina y Brasil se han articulado como eje de los procesos de integración latinoamericanos, a partir de coincidencias fundamentales en la lucha en contra del neoliberalismo, sus presidentes, una vez electos, se visitaban mutuamente, como primer viaje internacional. Eran maneras de reafirmar esa alianza, esa amistad, ese cariño que se tenían Lula y Néstor Kirchner, Cristina y Dilma.

Fueron los mejores años de las relaciones entre los dos países y los que más se avanzó en el intercambio entre ellos y en los procesos de integración latinoamericana. En los encuentros se hablaba de las relaciones estrechas entre los dos países, de la situación de América Latina, del lugar del continente en el mundo. Se acuerdan, hermanos, ¡que tiempos aquellos!

Eran encuentros llenos de pueblo, de participación de movimientos populares, de concentraciones en las plazas, de conversaciones con representantes de las fuerzas del campo popular. Eran dos países que se acercaban, que hablaban por intermedio de sus presidentes.

Hoy, sin embargo, ¿qué representa el encuentro de dos presidentes profundamente antipopulares como Mauricio Macri y Michel Temer? ¿En qué escenario se van a encontrar? ¿De que temas van a hablar? ¿Cómo se van a defender de la hostilidad del pueblo argentino a los dos?

Será un encuentro sombrío, de dos presidentes que no representan a sus países sino a los intereses del Imperio. Hablarán del FMI, del retorno del endeudamiento de sus países, compararán el nivel de recesión de sus economías, los niveles records del desempleo, de las manifestaciones populares en contra de ellos, de la hostilidad que nutren hacia países vecinos como Venezuela, Ecuador, Bolivia.

Se defenderán del pueblo con barricadas, con tropas, con esconderse de las calles. Hablarán al final en entrevistas controladas a los medios que los promueven, no anunciarán nada en el camino de avanzar en la integración regional, al contrario. Nada de la construcción de formas de defensa comunes respecto a la crisis internacional del capitalismo.

No habrá nada bueno para anunciar a sus pueblos. A lo mejor ni hablarán de los ajustes fiscales que los identifican, porque saben que solo contienen noticias malas para los pueblos.

Ya no será la relación de acercamiento y fraternidad entre dos países y dos pueblos. Ninguno de los dos piensa en América Latina como un sujeto político, ni a sus países como agentes de la integración.

Ni de elección es de buen tono hablar, dado que Temer llegó a la presidencia mediante un golpe y lo que más teme son las elecciones directas que el movimiento popular revindica en Brasil.

Los dos tienen en común intentos de reimplantar el modelo neoliberal que ha fracasado en los dos países, produciendo las peores crisis en Argentina y en Brasil en mucho tiempo. Tienen en común representar a los sectores que habían sido desplazados del gobierno por el voto democrático del pueblo de los dos países, a lo largo de mucho tiempo. Y hoy representan los intentos de restauración conservadora en América Latina.

No hay como no echar de menos las relaciones fraternales entre Néstor y Lula, entre Cristina y Dilma. Y las relaciones estrechas y solidarias entre Argentina y Brasil, como ejes de impulso de la integración latinoamericana.

- Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).


                       


lunes, 19 de septiembre de 2016

Intervenciones de EE.UU. en América Latina, 69 años de lucha



Estados Unidos, bajo el pretexto de la lucha contra el comunismo, constante enemigo de los intereses imperialistas, inició una política intervencionista en América Latina por medio de la Agencia Central de Inteligencia (CIA por su sigla en inglés).
A los 69 años de cruentas batallas y miles de desapariciones forzadas, los latinoamericanos no deberían olvidar que siguen inmersos en una guerra contra el imperialismo y la dominación.  

Intervención de la CIA en Latinoamérica 

Chile 1948
Gabriel González Videla, presidente chileno que fue presionado por la administración del presidente estadounidense Harry Truman, ilegalizó al Partido Comunista y persiguió a sus militantes. 
El resultado fue el confinamiento de dos mil militantes comunistas en el campo de concentración ubicado en el puerto norteño de Pisagua, bajo la custodia del entonces capitán Augusto Pinochet.

Venezuela 1948
Rómulo Gallegos, destacado intelectual cuyo conocimiento de la sociedad venezolana fue plasmado en sus novelas, era presidente de este país en 1948, pero un grupo de militares sublevados acompañados por el Coronel Adams derrocó a Gallegos. 
El Coronel justificó su presencia en el Palacio Presidencial de Miraflores el día del golpe militar con la excusa de haber ido a buscar un regalo que le habían ofrecido.

Guatemala 1954
La Organización de Estados Americanos (OEA) respaldó el señalamiento de la CIA sobre las políticas comunistas llevadas a cabo por el presidente Jacobo Arbenz. 
Sin embargo, la verdadera razón del golpe de Estado se relaciona con la reforma agraria de Arbenz, la cual recuperaba para el Estado más de 600.000 hectáreas que pertenecían a la United Fruit Company (UFCo), las cuales fueron distribuidas entre las familias guatemaltecas. 
John Foster Dulles y su hermano Allen, director de la CIA, estaban interesados en la UFCo. 

República Dominicana 1963
El Gobierno democrático de Juan Bosh fue derrocado con apoyo norteamericano tras ser acusado de desviaciones comunistas. 
El 28 de abril de 1965, fuerzas armadas estadounidenses, apoyadas por la OEA, la Junta Interamericana de Defensa y el Ejército de Brasil, intervienen República Dominicana para impedir el triunfo de las fuerzas nacionalistas que exigían el retorno de Bosh.

Brasil 1964
El Gobierno de João Goulart, presidente constitucional de Brasil, fue depuesto con el apoyo de la CIA por considerar que ponía en peligro la estabilidad regional debido a su "cercanía con el comunismo".

Nicaragua 1979
El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSNL) toma el poder en este país tras la huida del dictador Anastasio Somoza, hecho que no pudo evitar la administración del presidente Jimmy Carter, quien solicitó la intervención de la OEA o el intento de los Estados Unidos de crear un Gobierno de unidad nacional sin el FSLN.
El dictador ocupó la presidencia de Nicaragua con el pleno apoyo de Washington y consolidó un poder mediante la persecución política y la represión. Logró forjar una fortuna que lo consagró a él y a su familia como una élite acomodada en la región.

En contexto
El Movimiento de Países No Alineados (Mnoal) responde, en la actualidad, a un interés que tienen los países en vías de desarrollo por independizarse de las grandes potencias que controlan gran parte de la economía mundial.
Países como Venezuela llevan adelante un proceso de transformación social en aras de construir un nuevo mundo capaz de responder a las necesidades de las mayorías, muchas veces invisibilizadas por los grandes monopolios económicos y comunicacionales.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Brasil después de la democracia



¿Y ahora qué? La pregunta resuena en cada rincón de América Latina. La incógnita por el futuro del país más grande de la región está instalada en casi todas las sedes de gobierno del mundo y miles de organizaciones políticas y sociales intentan anticipar las consecuencias de lo que ha ocurrido. Un proceso de impeachment (jui­cio político) sin base jurídica llegó hasta la última instancia, puso al mando del país a un Presidente no electo y revirtió una deci­sión tomada en las urnas por 54 millones de personas hace menos de dos años.
La clausura de esa instancia política fundamental, pese a la notoria pérdi­da de popularidad de quien fue electa presidente, Dilma Rousseff, plantea un dilema central para el futuro nacional y latinoamericano. Si las democracias bur­guesas se sostienen en base al voto de los ciudadanos casi como única instan­cia de participación popular, ¿por dónde se canalizará el descontento social sin esa posibilidad?
El sistema político brasileño está atra­vesado por la corrupción, como mues­tran los avances judiciales del proceso denominado Lava Jato, y cada vez se aleja más del grueso de la población, que reclama elecciones anticipadas para ele­gir un nuevo presidente. Michel Temer apenas tiene el apoyo de entre el 10 y 14% de los brasileños según encuestado­ras pero, sin haber sido elegido, podría ocupar el cargo máximo del país hasta el 1 de enero de 2019.

Giro político
El débil gobierno al mando del país se propone tareas de gran magnitud e impo­pularidad, que probablemente deterioren aún más su pequeña base de sustentación social. La silbatina masiva que recibió en la inauguración de los Juegos Olímpicos en el estadio Maracaná de Río de Janeiro y lo hizo desistir de participar de la cere­monia de cierre junto al primer ministro japonés Shinzo Abe (Tokio será la próxi­ma sede olímpica) le demostró a Temer que su punto de partida es el repudio ge­neralizado.
Su objetivo no es sin embargo ganar apoyos masivos, aunque necesita garanti­zarse un margen mínimo de gobernabili­dad. La Federación de Industrias de San Pablo (Fiesp) y otras importantes organi­zaciones empresariales, los grandes capi­tales extranjeros (“los mercados”) y fuer­zas políticas de derecha como el Partido de la Social Democracia Brasileña (Psdb) son sus verdaderos apoyos. A cambio, debe llevar adelante los planes de ajuste que le exigen. Por eso el Psdb no afloja la presión y llevará hasta el final su denuncia ante el Tribunal Supremo Electoral contra la candidatura Rousseff-Temer de 2014 por financiamiento ilegal, que en última instancia podría anular el resultado de la elección. No buscan eso, pero reclaman un mayor ajuste fiscal.
Temer tendrá su primera presenta­ción internacional el 4 y 5 de septiembre en China, en la cumbre del G-20. Allí bus­cará celebrar reuniones bilaterales, firmar nuevos acuerdos comerciales con China y captar inversiones extranjeras. Irá con un anzuelo: el amplio plan de privatizaciones que prevé anunciar e implementar para reducir el elevado déficit fiscal, agravado desde la suspensión de Dilma.
Después, en Brasilia, se discutirá el centro del programa que burló las urnas. Tres proyectos fundamentales llegarán al Congreso en cuanto sea posible: las refor­mas laboral y jubilatoria y una enmienda constitucional para impedir el aumento real del gasto público. Los contenidos: aumento en diez años de la edad mínima jubilatoria y en cinco años el tiempo ne­cesario de las contribuciones; reducción de derechos laborales como el aguinaldo, horas extras, vacaciones, duración de la jornada; prohibición constitucional del crecimiento del gasto real en educación, salud y viviendas durante 20 años. “Va a imponer que las reglas del trabajo sean firmadas solo entre las dos partes, obreros y patrones. Y promete aprobar una ley en el Congreso que libere la venta de tierras al capital extranjero”, advirtió el fundador del Movimiento Sin Tierra (MST), João Pedro Stedile.
A esto hay que sumarle medidas con­cretas contra la agricultura familiar; obligatoriedad de pagar planes de salud; cierre de las fronteras a los refugiados si­rios; recortes en programas educativos; eliminación de la exclusividad de Petro­bras para la explotación de los yacimien­tos de petróleo en aguas profundas; re­tiro del paquete de leyes anticorrupción enviado por Dilma al Congreso.
Otro giro de envergadura se desenvuel­ve ya en el campo de la política interna­cional. Durante los gobiernos de Lula y Dilma, Brasil confrontó a Estados Unidos en la región, apoyó la incorporación de Venezuela al Mercosur, trabajó en la edi­ficación de Unasur y fundó el grupo Brics junto a China, Rusia, India y Suráfrica. Con José Serra –del Psdb– en la cancille­ría, Brasilia se desplaza nuevamente hacia la órbita de Washington.

Obstáculos sociales  
En este nuevo escenario la cuestión clave a dilucidar es cuánto margen social tiene Temer para encarar las medidas que se le exigen, más allá de tener el apoyo de ambas cámaras en el Congreso. Has­ta ahora, decenas de fuerzas sindicales, estudiantiles y campesinas –entre otras– vinculadas al Partido de los Trabajadores (PT) y otros sectores de izquierda se han organizado en torno al Frente Brasil Po­pular, para formar una gran alianza “en defensa de la democracia y de otra políti­ca económica”. Si bien su objetivo inme­diato fue enfrentar el golpe parlamentario con fachada institucional, se reunieron en torno a cuatro puntos: defensa de los de­rechos de los trabajadores; ampliación de la democracia y la participación popular; campaña por reformas estructurales (del Estado, política, del poder judicial, de la seguridad pública, de los medios de co­municación, agraria, urbana, de salud, de la educación y tributaria) y defensa de la soberanía nacional.

Otra alianza de organizaciones, pero sin la presencia formal del PT, es el Frente Pueblo Sin Miedo. Ambos ya tienen casi un año de existencia y tienden a la con­fluencia. Sin embargo todavía no ha ha­bido grandes movilizaciones de masas y, pese a la creciente insatisfacción social, los que salen a las calles por ahora son sólo los militantes.

jueves, 1 de septiembre de 2016

¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE POPULISMO?

Por Ezequiel Adamovsky - http://www.revistaanfibia.com/ensayo/de-que-hablamos-cuando-hablamos-de-populismo-2/#sthash.IX61qJvn.4a7Fu1GP.dpuf



En discusiones políticas y en los medios, el concepto “populismo” suele mencionarse como una amenaza. Sin embargo no existen en el mundo movimientos que así se autodefinan. El historiador Ezequiel Adamovsky hace un recorrido cronológico sobre el término, arrancando en la Rusia de 1800, pasando por América Latina e incluyendo el sentido positivo que le dio Ernesto Laclau. ¿Sirve una categoría que se le puede aplicar tanto a la coalición de izquierda griega de Syriza como a sus enemigos del movimiento neonazi? Anfibia entra de lleno en el debate académico: cree el autor, "como concepto para entender la realidad, el populismo se ha extinguido".

Por todas partes se habla del “populismo” en los debates políticos y en los medios. No hay día en que no leamos columnas en la prensa norteamericana, europea o de América Latina que nos adviertan sobre alguna amenaza “populista”  en algún lado, de Venezuela a Grecia, de España a Argentina. Incluso dentro de los Estados Unidos se suele acusar a algunos políticos de ser “populistas”. Es como si fuera una especie de plaga desconocida: está por todas partes y nadie puede explicar del todo cómo se ha expandido tanto. ¿Pero qué quiere decir “populismo”? ¿Existe realmente una “amenaza populista” que esté afectando a las democracias de todo el planeta?

“Populismo” y el adjetivo “populista” fueron términos académicos antes de transformarse en expresiones de uso común. A su vez, como muchos otros conceptos académicos, nacieron como parte de vocabularios políticos de algún país en concreto. “Populismo” fue utilizado por primera vez hacia fines del siglo XIX para describir un cierto tipo de movimientos políticos. El término apareció inicialmente en Rusia en 1878 como Narodnichestvo, luego traducido como “populismo” a otras lenguas europeas, para nombrar una fase del desarrollo del movimiento socialista vernáculo. Como explicó el historiador Richard Pipes en un estudio clásico, ese término se utilizó para describir la ola antiintelectualista de la década de 1870 y la creencia según la cual los militantes socialistas tenían que aprender del Pueblo, antes que pretender erigirse en sus guías. Pocos años después los marxistas rusos comenzaron a utilizarlo con un sentido diferente y peyorativo, para referirse a aquellos socialistas locales que pensaban que los campesinos serían los principales sujetos de la revolución y que las comunas y tradiciones rurales podrían utilizarse para construir a partir de ellas la sociedad socialista del futuro. Así, en Rusia y en el movimiento socialista internacional, “populismo” se utilizó para designar un tipo de movimiento progresivo, que podía oponerse a las clases altas, pero –a diferencia del marxismo– se identificaba con el campesinado y era nacionalista.

Aparentemente sin conexión con el precedente ruso, “populismo” surgió también como término político en los Estados Unidos luego de 1891, para referir al efímero People’s Party (Partido del Pueblo) que surgió entonces, apoyado principalmente por los granjeros pobres, de ideas progresistas y antielitistas. Tal como en Rusia, el término también refirió allí a un movimiento rural y a una tendencia antiintelectualista; utilizado por los oponentes del nuevo partido, también adquirió de inmediato una connotación peyorativa. Como mostró Tim Houwen, “populismo” permaneció como un vocablo poco utilizado hasta la década de 1950. Sólo entonces fue adoptado por la academia –entre otros por el sociólogo Edward Shils– aunque con un sentido completamente novedoso. En la formulación de Shils, “populismo” no refería a un tipo de movimiento en particular, sino a una ideología que podía encontrarse tanto en contextos urbanos como rurales y en sociedades de todo tipo. “Populismo” para Shils, designaba “una ideología de resentimiento contra un orden social impuesto por alguna clase dirigente de antigua data, de la que supone que posee el monopolio del poder, la propiedad, el abolengo o la cultura”. Como un fenómeno de múltiples caras, tal “populismo” se manifestaba en una variedad de formas: el bolchevismo en Rusia, el nazismo en Alemania, el Macartismo en Estados Unidos, etc. Movilizar los sentimientos irracionales de las masas para ponerlas en contra de las élites: eso era el populismo. En otras palabras, “populismo” pasó a ser el nombre para un conjunto de fenómenos que se apartaban de la democracia liberal, cada uno a su modo. 

En las décadas de 1960 y 1970 otros académicos retomaron el término, en un sentido algo diferente, aunque conectado con el anterior. Lo utilizaron para nombrar a un conjunto de movimientos reformistas del Tercer Mundo, particularmente los latinoamericanos como el peronismo en Argentina, el Varguismo en Brasil y el Cardenismo en México. A pesar de que algunos de estos académicos valoraban positivamente la expansión de nuevos derechos para las clases bajas que había venido de la mano de estos movimientos, su tipo de liderazgo era el rasgo distintivo: era personal antes que institucional, emotivo antes que racional, unanimista antes que pluralista. En este sentido, se medían con la vara implícita de las democracias “normales” (es decir, liberales) del Primer Mundo. En eso, estos trabajos se conectaban con los de los académicos como Shils: implícitamente compartían una mirada normativa sobre cómo se suponía que debían ser y lucir las verdaderas democracias.

Así, en el mundo académico el concepto de “populismo” mutó de un uso más restringido que refería a los movimientos de campesinos o granjeros, a un uso más amplio para designar un fenómeno ideológico y político más o menos ubicuo. Para la década de 1970 “populismo” podía aludir a tal o cual movimiento histórico en concreto, a un tipo de régimen político, a un estilo de liderazgo o a una “ideología de resentimiento” que amenazaba por todas partes a la democracia. En todos los casos, el término tenía una connotación negativa.

Para complicar incluso más las cosas, el filósofo post-marxista Ernesto Laclau propuso un sentido más para nuestro término, completamente diferente a todos los anteriores. La influyente obra de Laclau planteó la necesidad de reemplazar la noción de “lucha de clases”, entendida como una oposición binaria fundamental que se generaba por la propia naturaleza de la opresión de clases, por la idea de que en la sociedad existe una pluralidad de antagonismos, tanto económicos como de otros órdenes. En tal escenario, no puede darse por sentado que todas las demandas democráticas y populares van a confluir como una opción unificada contra la ideología del bloque dominante. El plano político tiene un papel fundamental a la hora de “articular” esa diversidad de antagonismos. Y los discursos aquí son fundamentales, ya que son ellos los que “articulan” las demandas diversas, produciendo un Pueblo en oposición a la minoría de los privilegiados. Así entendido, el Pueblo es un efecto de la apelación discursiva que lo convoca, antes que un sujeto político pre-existente. En esta visión política, la articulación de un Pueblo en oposición al bloque dominante, es decir, el ordenamiento de una variedad de demandas en una oposición binaria, es fundamental para la “radicalización de la democracia” (una expresión que, para Laclau, tenía un sentido positivo). En uno de sus últimos trabajos, Sobre la Razón Populista (2005), Laclau utilizó el término “populista” para nombrar ese tipo particular de apelaciones políticas que recortaban un Pueblo en oposición a las clases dominantes. “El populismo comienza –escribió– allí donde los elementos popular-democráticos son presentados como una opción antagonista contra la ideología del bloque dominante”. Pero en verdad esa etiqueta no era indispensable. Laclau podría haber llamado al estilo específico de apelación política que le interesaba de otro modo, por ejemplo, “popular-democráticas” o alguna otra variante, en lugar de “populistas”. Pero el hecho es que decidió llamar a eso “populismo”, con lo cual, contrariamente a los académicos del pasado, le otorgó a ese término un sentido positivo. En su filosofía, el “populismo” era el nombre de la necesaria y esperada “radicalización de la democracia”. Como consecuencia de la propuesta teórica de Laclau, por primera vez algunos referentes e intelectuales de ciertos movimientos políticos (por caso el kirchnerismo en Argentina y Podemos en España) comenzaron a llamarse “populistas” a sí mismos, desafiando de ese modo el sentido común según el cual ser “populista” era algo malo. Y a su vez, eso alimentó a los liberales, dándoles más motivos para creer que existe una “amenaza populista” acechando la ciudadela de la democracia.

El término “populismo” tenía entonces una dinámica expansiva ya en sus usos académicos. Pero al volverse de uso común, especialmente en las últimas dos décadas, se descontroló completamente. Casi cualquier cosas puede ser llamada “populismo” en la prensa de hoy. “Populista” se ha vuelto una especie de acusación banal que se lanza simplemente para desacreditar a cualquier cosa o adversario, buscando asociarlo así con algo ilegal, corrupto, autoritario, demagógico, vulgar o peligroso. Algunos gobiernos latinoamericanos que en los últimos tiempos no se alinearon con Estados Unidos o con el FMI son por supuesto los blancos preferidos. Venezuela, Nicaragua, Argentina, Bolivia, Paraguay, Ecuador y Brasil son o han sido atacados por la amenaza “populista” que proyectan sobre las democracias de la región. Y uno pensaría que ya entendió a qué se refiere el término, pero entonces comprueba que también Silvio Berlusconi –que no era ningún enemigo de los norteamericanos y mucho menos de los grandes empresarios– era un “populista”. ¿Y por qué? Para la revista The Economist, porque su gobierno se apoyaba en lazos de “patronazgo y corrupción”o, como otro comentarista argumentó, porque Berlusconi hablaba “en el lenguaje del hombre común de la calle”. Según el New York Times, en Europa es “populista” cualquiera que quiera poner límites a la migración interna o sea euroescéptico; con esos dos rasgos ya alcanza para ganarse el mote. El líder italiano Beppe Grillo es por supuesto un “populista” ya que critica al establishment político italiano. No importan las ideas que uno tenga en cualquier otro asunto: si uno habla como la gente común, si critica a Estados Unidos, si tiene problemas con el curso que está tomando la Unión Europea o con su establishment político local, uno es un “populista”. Y no importa si se trata de un izquierdista radicalizado o de alguien de extrema derecha. En Grecia, según nos informan, Syriza es por supuesto “populista”. Pero también lo son sus enemigos del movimiento neo-Nazi Amanecer Dorado. Las ideas de ambos grupos son totalmente opuestas en todas y cada una de las maneras posibles, pero sin embargo ambos se las arreglan para pertenecer a la misma familia política. Ambos son de “los populistas”.

De toda esta proliferación de significados, uno creería al menos entender que, comoquiera que uno lo defina, el “populismo” es un fenómeno político. Pero sin embargo las cosas no son tan sencillas. Porque economistas como Rudiger Dornbusch y otros opinan que existe también un  “populismo macroeconómico”, según el cual son “populistas” aquellos que tienen una mirada económica que “prioriza el crecimiento y la distribución del ingreso y no se preocupa suficientemente por los riesgos de la inflación y del déficit en las finanzas, por las limitantes externas y por las reacciones de los agentes económicos frente a políticas agresivas que afectan el mercado”. Este “populismo macroeconómico” parecería referir entonces a un tipo específico de políticas económicas. Y sin embargo, en los debates recientes cualquier tipo de comentario o idea que no sea total y completamente amigable hacia los empresarios recibe el mote de “populista”. La Cámara de Comercio de los Estados Unidos declaró recientemente que son “populistas” todos los que tratan de “eliminar el sistema de capital libre y abierto.” A Obama se lo acusó de serlo sólo por decir que le gustaría que los millonarios paguen un poquito más de impuestos. El Wall Street Journal llamó “populista” a Hilary Clinton porque dijo que el Congreso debería “enfocarse en la creación de empleo y en los ingresos de las familias de clase media”. Eso era todo lo que el diario necesitaba escuchar. De hecho, para ese períodico, la mera preocupación por el tema de la “desigualdad de ingresos”  es síntoma de la enfermedad del “populismo” (porque los ingresos de cada cual son un asunto privado, claro).

Bien entonces. El “populismo” es un fenómeno político y también económico. ¿Así sería? Lamentablemente la saga continúa. Porque a todo lo anterior hay que agregar la idea que presentó hace tiempo Jim McGuigan, adoptada luego por muchos otros, según la cual existe también un “populismo cultural”, que sería aquél que valoriza la cultura popular por sobre otras formas de cultura “seria”. Está visto: el “populismo” ha penetrado todas las áreas de la vida social.

En todos estos usos variados, “populismo” parece poco más que un latiguillo que busca dar credibilidad conceptual a nociones más antiguas y menos sofisticadas, como “demagogia”, “autoritarismo”, “nacionalismo” o “vulgaridad”. Se utiliza con frecuencia simplemente para desacreditar ciertas ideas o decisiones de política económica heterodoxas, asociando a las personas o gobiernos que las llevan adelante a cosas desagradables, como el nazismo o la xenofobia. Para decirlo en otras palabras, “populismo” es un término que mete en una misma bolsa cosas que no pertenecen a un mismo conjunto y, al mismo tiempo, crea barreras mentales que nos impiden comparar cosas que son perfectamente comparables. ¿Por qué se agruparía bajo una misma etiqueta a los gobiernos sudamericanos que están construyendo la UNASUR y que en general tienen leyes benignas para la inmigración, con los xenófobos y racistas de la derecha euroescéptica? ¿Por qué aplicar impuestos a los ricos es “populismo” si lo hace un gobierno latinoamericano, pero sólo una medida “socialdemócrata” si lo hace Noruega? ¿Por qué las medidas económicas de Perón eran “populistas” pero el New Deal de Roosevelt –en el que Perón se inspiró– era apenas “keynesiano”? ¿Así que la corrupción y el patronazgo son rasgos populistas? ¿Entonces por qué en España lo son los muchachos de Podemos, pero no los corruptísimos del Partido Popular? Suele asociarse a Argentina con Venezuela como dos formas extremas de “populismo”. Pero en realidad, en términos de estilos políticos, arreglos institucionales y políticas concretas, el gobierno kirchnerista se parece más al del Frente Amplio uruguayo que al de Maduro. ¿Por qué entonces rara vez se dice que Uruguay forma parte de la “amenaza populista”? No hay motivo concreto, como no sea el hecho de que Uruguay continúa siendo un país amigable para los norteamericanos.

“Populismo” se ha convertido en un término de combate profundamente ideologizado. Su valor como concepto para entender la realidad, si alguna vez lo tuvo, se ha extinguido. En los usos actuales, puede referir a una familia de ideologías, a una variedad de movimientos políticos, a un tipo de régimen, a un estilo de gobierno, a un modelo económico, a una estética o a un tipo particular de apelación política. Todo eso mezclado y sin ninguna claridad analítica. “Populismo” funciona obviamente como término peyorativo, orientado a desacreditar a quienes se lo aplica. Pero más importante que eso: se supone que las categorías con vocación taxonómica deben agrupar fenómenos sociales similares para hacerlos más comprensibles. No hay nada malo en ello –de hecho es algo fundamental –, pero a condición de que se agrupe a los fenómenos según los rasgos propios que posean. Como categoría taxonómica, “populismo” hace exactamente lo contrario. El único rasgo que comparten todos los fenómenos que son catalogados con esa etiqueta no es algo que son, sino algo que no son. Se los agrupa no por sus rasgos en común, sino simplemente porque ninguno de ellos (cada uno a su modo y por motivos diferentes) se corresponde con el tipo de movimientos, estilos, políticos o políticas que los liberales occidentales tienen a apreciar. En los debates actuales, “populismo” significa no mucho más que ser amistoso  con la clase baja –sea en términos de políticas concretas o simplemente de manera discursiva– o tomar medidas (o tener “estilos”) que desagradan a las élites políticas, económicas o culturales.  Porque, supongamos por un momento que manifestar cercanía hacia la clase baja fuera algo que se aparta de los ideales de las democracias “normales”, esto es, las que supuestamente dejan que el “pluralismo” oriente una negociación cordial de todos los intereses sociales, sin preferencia por ninguno. Y supongamos que tal desviación fuera tan importante que requiriera todo un concepto para nombrarla: no es “democracia” sino “populismo”. Aceptemos todo eso por un momento. ¿Cómo es entonces que no hay un concepto, una taxonomía específica, para nombrar la desviación opuesta, es decir, las ideas, actitudes, estilos o políticas que manifiestan cercanía con las clases altas y producen desagrado a las clases bajas? ¿Cómo es que tal apartamiento del ideal del pluralismo es simplemente una de las variantes aceptables de la democracia y no reclama una etiqueta especial que nos advierta sobre el peligro que implican? En la ausencia de respuesta a esas preguntas, la pretensión normativa del concepto de “populismo” queda perfectamente clara.

Lo que quiero decir, en resumidas cuentas, es que “el populismo” no existe. No hay ninguna “amenaza populista” al acecho de nuestras democracias. De hecho, no hay una sino varias amenazas que pesan sobre la vida democrática. Y también existen varios modelos de democracia posibles. “Populismo” nos hace creer que este escenario complejo de múltiples opciones y diversos peligros en verdad es sencillo. Se trataría de un escenario dividido en dos campos claramente distinguibles: por un lado la democracia liberal (la única que merece ser llamada “democracia”) y por el otro la presencia fantasmal de todo lo que no se corresponde con ese ideal y, por ello, debe rechazarse de plano. En otras palabras, “populismo” nos invita a cerrar filas alrededor de la democracia liberal (es decir, una democracia de alcances limitados tal como gusta a los liberales) para combatir a un solo monstruo compuesto por todo lo demás, en cuyo cuerpo indiscernible conviven neonazis, keynesianos, caudillos latinoamericanos, socialistas, charlatanes, anticapitalistas, corruptos, nacionalistas y cualquier otra cosa sospechosa. Y el problema es que esa forma de razonamiento nos impide ver dos hechos fundamentales. Primero, que dentro de esa masa de elementos “populistas” hay algunos que definitivamente son una amenaza a la democracia, pero también ideas, experimentos políticos y organizaciones que tienen el potencial de ofrecer formas mejores y más sustantivas de democracia para las sociedades modernas. Y segundo, que el propio liberalismo, con sus valores individualistas, su ethos productivista y su compromiso irrestricto con los intereses de los empresarios es, de hecho, una de las mayores amenazas que corroen las democracias actuales.

* Una versión en inglés de este artículo apareció originalmente en Telesur English.