Luciana Ghiotto, Evelin Heidel *
http://www.alainet.org/es/articulo/182379
Uno de los ejes fundamentales de la campaña de Donald Trump fue la
crítica acérrima a los Tratados de Libre Comercio (TLC) que firmó EEUU en los
últimos veinte años, incluido el que firmó con México y Canadá en 1994 (NAFTA
por su sigla en inglés). Trump y su equipo identificaron en los TLC al
mismísimo diablo, por haber sido los causantes de la pérdida de empleos en el
país. De acuerdo con datos oficiales de Washington, entre 1997 y 2013, EEUU
perdió 5,4 millones de empleos manufactureros, a la vez que cerraron cerca de
82.000 fábricas. Efectivamente, los TLC avalaron jurídicamente los derechos de
las empresas norteamericanas en el exterior. En su forma de Inversión
Extranjera Directa, esas empresas fueron protagonistas de la relocalización
productiva hacia el sudeste asiático y hacia China, huyendo del caro trabajo
norteamericano. Para qué quedarse en casa, si afuera es tan atractivo para la
ganancia.
El énfasis puesto por la campaña de Trump en contra de los TLC apunta
directamente contra una de las consecuencias más violentas del modo de
acumulación capitalista basada en la libre circulación de los capitales: esa
gran porción de la población que sobra, aquellos que no se adaptan o insertan
en esta lógica. El desempleo creciente en EEUU, no resuelto por las políticas
librecambistas de los gobiernos demócratas, fue uno de los factores
explicativos de la victoria de Trump.
En ese sentido, uno de los principales puntos de la discordia con el
gobierno de Obama es el Tratado Transpacífico (TPP). Obama tomó este tratado
como uno de los caballos de batalla de su gobierno, un legado que él quería
dejar a EEUU en su puja comercial global con China. Sin embargo, tanto desde el
seno del Partido Demócrata con la candidatura de Bernie Sanders, como desde el
Republicano se apuntó ferozmente en contra de este tratado. Hoy, pocos días
después de las elecciones, todo indica que Obama no podrá forzar la
ratificación del TPP en el período de transición hasta enero, y que el proyecto
será abandonado por la administración Trump
Entonces, ganó Trump, ¿murió el TPP? Desde las organizaciones sociales
del continente no podemos darnos el lujo de repetir los slogans periodísticos
que dan por finiquitado este proyecto por el sólo hecho de haber ganado Trump
las elecciones. Incluso, nos atrevemos aquí a decir que el TPP no ha muerto,
aún si el mismo Trump así lo anuncia. Parece que estamos desafiando la
realidad, y sin embargo, la realidad apoya nuestra hipótesis. Veamos por qué.
Un primer argumento se basa en la experiencia acumulada de los últimos
diez años. Cuando fracasó el ALCA, se frenó un proyecto de liberalización
comercial que incluía a 34 países del continente. Nada más, ni nada menos. El
fin de ese proyecto no implicó el fin del libre comercio. Por el contrario,
rápidamente proliferaron diversos “alquitas” bilaterales de EEUU con países
americanos como Chile, Perú, Colombia, y varios países centroamericanos y
caribeños (acuerdo conocido como DR-CAFTA). Esta experiencia reciente nos
señala que el fracaso de un acuerdo no implica su deceso como proyecto para
garantizar la acumulación capitalista. Mientras tanto, proyectos de
liberalización similares al ALCA proliferaron con otros jugadores globales como
la Unión Europea, China, Corea del Sur, Japón, Singapur, entre otros. Que el ALCA
fracasara no implicó el fin del proyecto librecambista global.
En segundo lugar, cabe aclarar, ¿qué implica el TPP? Con respecto al
ALCA, el TPP significaba un avance sustancial de los derechos de las
corporaciones, que se ven plasmados en los diversos capítulos, especialmente en
el de Propiedad Intelectual, Servicios, Servicios Financieros, Inversiones,
Telecomunicaciones y Compras Gubernamentales. El texto del TPP muestra estar
directamente influenciado por el lobby de las grandes empresas norteamericanas
que tuvieron un rol privilegiado en la negociación del acuerdo. De hecho, el
TPP otorga mayores derechos de propiedad a las grandes farmacéuticas, a los
estudios cinematográficos de Hollywood, a las empresas de servicios
informáticos y el Silicon Valley, a las de correo postal, a las aeronáuticas, a
las financieras, etc. Las grandes empresas de estos sectores son un eje
fundamental de la “burguesía” norteamericana, mismo si muchas de ellas fabrican
sus productos en el exterior. Sin embargo, facturan impuestos en EEUU. Es poco
probable que estas grandes empresas se olviden rápidamente de los derechos
adquiridos en el TPP, esos que Obama firmó junto con otros 11 presidentes. Si
no lo logran vía TPP, será mediante otra vía
Efectivamente, el TPP se ha consolidado como el “nuevo modelo” de
tratado comercial, sentando el piso desde el cual se negocia. Así como la OMC
hace veinte años sentaba los pisos mínimos de negociación, y establecía el
principio de no-retroceso (una vez liberalizado, no hay vuelta atrás), el TPP
se consolida como un nuevo piso. Este tipo de tratados establece la base desde
la cual se empieza a conversar, pero nunca fija el techo. Y en ese sentido, la
base de negociación que propone el TPP es muy alta.
Un tercer elemento que apoya nuestra hipótesis es que, frente al
anuncio de Trump de que se abandonaría el TPP, China acaba de anunciar que
redoblará los esfuerzos por cerrar su propio acuerdo mega-regional, también en
el Pacífico: la Asociación Económica Regional Integral (RCEP, por su sigla en inglés).
Este acuerdo, que competía directamente con el TPP, pasará a ser el acuerdo
negociado más grande en términos de cantidad de países y tamaño de mercados
incluidos. Comprende el eje China-India (los países más poderosos del bloque
BRICS), además de los miembros de la Asociación Económica Asia-Pacífico (APEC)
Corea del Sur, Japón y Oceanía. Esencialmente, se trata de los países que han
sido los grandes receptores de Inversión Extranjera Directa en los últimos
treinta años, es decir, hacia donde han relocalizado gran parte de su
producción las empresas norteamericanas y europeas. El RCEP implica cláusulas
contractuales similares al TPP, incluyendo un capítulo de inversiones con
mecanismo de solución de controversias inversor-Estado, derechos de propiedad
intelectual del tipo TRIPS-Plus (impulsadas fuertemente por Japón), alta
liberalización en el sector servicios, etc. Esto significa que, aun si se
abandona el TPP, la liberalización comercial en la zona Pacífico continúa
avanzando a pasos agigantados.
Por último, el abandono del proyecto TPP no implica que EEUU no avance
con otros tratados que se encuentran actualmente en negociación, como el TISA
(Trade in Services Agreement). Este acuerdo es un GATS-Plus (en referencia al
acuerdo de servicios de la Organización Mundial de Comercio) ya que avanza en
la liberalización de nuevos sectores que no habían tenido consenso en el ámbito
multilateral, y viene siendo negociado tras bambalinas por más de 50 países. El
conglomerado de las empresas de servicios norteamericanas tiene un especial
interés en este tratado, ya que garantiza su acceso a nuevos países, a la vez
que, al igual que el TPP, establecería un nuevo piso de negociaciones en
servicios. ¿Qué diferencia al TISA del TPP tras la elección de Trump? Como dijimos,
Trump puso el dedo sobre la pérdida de empleos manufactureros en el territorio
norteamericano; pero si las empresas de servicios de la misma bandera acaparan
mercados en el exterior, en su competencia con las europeas, eso beneficia a
EEUU en términos de acceso a mercados e incluso de recaudación impositiva.
Desde la óptica de Trump, el problema es el TPP, no el TISA. Entonces, aunque
el TPP quede estancado, el TISA seguramente continuará en negociación.
En definitiva, lo fundamental del tratado seguirá intacto y activo, por
más de que el texto mismo del TPP quede sepultado. La presión corporativa para
convertir al mundo en una enorme factoría global y garantizarse ganancias
superlativas en cualquier circunstancia es la esencia que sustancia y mueve las
letras del TPP. Ese proyecto está lejos de estar muerto y Trump está lejos de
ser uno de sus principales combatientes. La batalla contra el TPP no terminó,
sólo cambió de forma.
* Miembros de ATTAC Argentina y
de la Asamblea Argentina mejor sin TLC.
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