Vicenç Navarro (*) - http://nos-comunicamos.com.ar/node/6263
No hay pleno conocimiento y
conciencia en las estructuras de poder político y mediático (que en
terminología anglosajona se llama el establishment político-mediático) que
gobiernan las instituciones de la Unión Europea, así como las que gobiernan en
la mayoría de países que constituyen tal Unión, de lo que ha estado ocurriendo
en la UE y las consecuencias que las políticas propuestas e impuestas por tales
establishments han estado teniendo en las clases populares de los países
miembros.
Durante estos años, después del
establecimiento de la Unión, se ha ido germinando un descontento entre estas
clases populares (es decir, entre las clases trabajadoras y las clases medias
de renta media y baja) que aparece constantemente y que amenaza la viabilidad
de la UE.
El rechazo de las clases populares a la UE
Indicadores de tal descontento
han aparecido ya en muchas ocasiones. Una de las primeras fue el resultado del
referéndum que se realizó en varios países de la UE que, por mandato
constitucional, tenían que hacer para poder aprobar la Constitución europea. En
todos los países donde se realizó el referéndum, la clase trabajadora votó en
contra. Los datos son claros y contundentes. En Francia, votaron en contra el
79% de trabajadores manuales, el 67% de los trabajadores en servicios y el 98%
de los trabajadores sindicalizados; en Holanda, el 68% de los trabajadores; y
en Luxemburgo, el 69%. Incluso en los países en los que no hubo referéndum, las
encuestas señalaban que, por ejemplo en Alemania, el 68% de los trabajadores
manuales y el 57% de los trabajadores en servicios hubieran votado en contra.
Unos porcentajes parecidos se dieron también en Suecia, donde el 74% de los
trabajadores manuales y el 54% de los trabajadores en servicios también
hubieran votado en contra. Y lo mismo ocurrió en Dinamarca, donde el 72% de los
trabajadores manuales hubieran también votado en contra.
El rechazo a la UE por parte de la clase trabajadora ha ido aumentando
Otro dato que muestra tal rechazo
fue el surgimiento de partidos que explícitamente rechazaron la Unión Europea,
partidos cuya base electoral fue precisamente la clase obrera y otros segmentos
de las clases populares que antes, históricamente, habían votado a partidos de
izquierdas, siendo el caso más conocido (pero no el único) el del partido
liderado por Le Pen y que, según las encuestas, podría ganar las próximas
elecciones en Francia. En realidad, la identificación de los partidos de
izquierda tradicionales con la Unión Europea (y con las políticas neoliberales
promovidas por el establishment de tal Unión) ha sido una de las mayores causas
del enorme bajón electoral de estos partidos en la UE (y, muy en particular,
entre las bases electorales que les habían sido más fieles, es decir, entre las
clases trabajadoras). Para que baste un ejemplo, en Francia, si la mitad de los
votos (predominantemente de la clase trabajadora) que habían apoyado al partido
de Le Pen hubieran sido para la candidata socialista Ségolène Royal, ésta
hubiera sido elegida Presidenta de Francia. En paralelo con la pérdida de apoyo
electoral, los partidos socialdemócratas en la UE perdieron también gran número
de sus militantes. El caso más dramático fue el del Partido socialdemócrata
alemán que, junto con la pérdida de apoyo electoral, perdió casi la mitad de
sus militantes, de 400.000 en 1997 a 280.000 miembros en 2008.
La evidencia es pues abrumadora
que la identificación de tales partidos de izquierda (la mayoría de los cuales
han sido partidos gobernantes socialdemócratas que han jugado un papel clave en
el desarrollo de las políticas públicas promovidas por la UE) con la Unión ha
sido una de las principales causas de su enorme deterioro electoral y de la
pérdida de su militancia.
El rechazo a la UE ha ido
aumentando más y más entre las clases populares, a la vez que ha ido aumentado
el apoyo entre las clases más pudientes
Por desgracia, las encuestas
creíbles y fiables sobre la UE (que son la minoría, pues la gran mayoría están
realizadas o financiadas por organismos de la UE o financiadas por
instituciones próximas) no recogen los datos de la opinión popular sobre la UE
según la clase social. Sí que los recogen por país, y lo que aparece claramente
en estas encuestas es que la popularidad de la UE está bajando en picado. Según
la encuesta de la Pew Research Center, las personas que tienen una visión
favorable de la UE ha bajado en la gran mayoría de los 10 mayores países de la
UE (excepto en Polonia). Este descenso, desde 2004 a 2016, ha sido menor en
Alemania (de un 58% a un 50%) pero mayor en Francia (de un 78% a un 38%), en
España (de un 80% a un 47%). Grecia es el país que tiene un porcentaje menor de
opiniones favorables a la UE (un 27%).
Ahora bien, aunque raramente se
recoge información por clase social, sí que se ha recogido el distinto grado de
popularidad que la UE tiene según el nivel de renta familiar. Y, allí, los
datos muestran que hay un gradiente, de manera que a mayor renda familiar,
mayor es el apoyo a la UE. Es razonable, pues, suponer que la parte de la
población que tiene una visión más desfavorable de la UE es la clase
trabajadora y otros componentes de las clases populares.
Y lo que también aparece claro en
varias encuestas es que una de las mayores causas de tal rechazo es la
percepción que las clases populares tienen del impacto negativo que tiene,
sobre su bienestar, la aplicación de las políticas propuestas por el
establishment político-mediático de la UE. Esta percepción es mucho más
negativa entre las clases populares (clase trabajadora y clases medias, de
renda media y baja) que no entre las clases más pudientes. En realidad, el
rechazo, siempre especialmente agudo entre las clases populares, es claramente
mayoritario entre la gran mayoría de la población. Ahí vemos que, según la
encuesta Pew, el 92% de la población en Grecia desaprueba la manera como la UE
ha gestionado la crisis existente en Europa; tal porcentaje es de 68% en
Italia, el 66% en Francia y el 65% en España, países donde precisamente el
descenso del porcentaje de población con la opinión favorable de la UE ha sido
mayor.
Este rechazo a la UE existe también entre la clase trabajadora del
Reino Unido
Es en este contexto descrito en
la sección anterior, que debe entenderse el rechazo de las clases populares del
Reino Unido, rechazo que ha ido claramente acentuándose en los barrios obreros
de aquel país, y muy en especial en Inglaterra y el País de Gales. El voto de
rechazo a la permanencia en la UE procede en su mayoría de las clases
populares. Y ha sido un voto no solo anti-UE pero también (y sobre todo) un
voto anti-establishment británico y, muy en particular, anti-establishment
inglés, siendo este último el centro del establishment británico, pues
concentra los mayores centros financieros y económicos del país. El
establishment británico y el establishment de la UE habían movilizado todo tipo
de presiones (por tierra, mar y aire) a fin de que el referéndum fuera
favorable a la pertenencia. De esta manera, es un claro signo de afirmación y
poder que las clases populares se opusieran y ganaran al establishment. Por
otra parte, los datos mostraban que lo que ha ocurrido, iba a ocurrir. La
popularidad de la UE en el Reino Unido pasó de ser un 54% (ya uno de los más
bajos de la UE) en 2004 a un 44% en 2016 (según Pew). En realidad, el Reino
Unido es el país donde el porcentaje de población opuesta a dar mayor poder a
la UE es mayor (65%) después de Grecia (68%) Y, según otras encuestas, el
sector menos entusiasta con la UE eran las clases populares, que gradualmente
han ido transfiriendo su apoyo electoral del Partido Laborista al partido UKIP
(el partido anti EU).
La supuesta excepcionalidad de España
Es un dicho común en los mayores
medios de comunicación que España es uno de los países más pro-EU, lo cual es
cierto, pero solo en parte (lo mismo era cierto con Grecia). Es lógico que
Europa, percibida durante muchos años como el continente punto de referencia
para las fuerzas democráticas, por su condición democrática y su sensibilidad
social, se convirtiera en el “modelo” a seguir por países como España, Portugal
y Grecia, que sufrieron durante muchos años dictaduras de la ultraderecha,
seriamente represivas y con escasísima conciencia social. Para los que luchamos
contra la dictadura, Europa Occidental era un sueño a alcanzar.
Pero, debido al control o
excesiva influencia del pensamiento neoliberal en el establishment político
mediático de la UE (muy próximo al capital financiero y al capital exportador
alemán, que ha estado configurando las políticas públicas neoliberales que los
establishment político-mediáticos de cada país de la UE han hecho suyas), este
sueño se ha convertido en una pesadilla para las clases populares,
particularmente dañadas por tales políticas neoliberales. Las reformas
laborales que han dañado el estándar de vida de estas clases y los recortes de
gasto público, con el debilitamiento de la protección social y del estado
del bienestar, así como la desregulación en la movilidad del capital y del
trabajo, han sido un ataque frontal a la democracia y al bienestar de las
clases trabajadoras, realidad muy bien documentada (ver mi libro Ataque a
la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante,
Anagrama, 2015). La pérdida de soberanía nacional que conlleva la UE ha
significado la pérdida de soberanía popular, causa del deterioro de su bienestar.
La evidencia de que ello es así es contundente, clara y convincente. Es más que
obvio que esta Europa no es la Europa de los pueblos, sino la Europa de las
empresas financieras y de los grandes conglomerados económicos.
¡No es chauvinismo lo que causa el rechazo a la UE!
Ante esta situación, el
establishment político-mediático europeo quiere presentar este rechazo como
consecuencia de un retraso cultural de las clases populares, todavía estancadas
en un nacionalismo retrógrado, que incluye un chauvinismo anti-inmigrante que
merece ser denunciado. John Carlin, en el El País, 24.06.16, define este
rechazo (Brexit) como resultado “de la mezquindad, ignorancia, carácter
retrógrado, xenofobia y tribal” de los que votaron en contra de la permanencia.
Y así se está interpretando, por parte de la mayoría de los medios de
comunicación europeos, el voto de rechazo a la UE por parte de las clases
populares británicas. Este mensaje intenta ocultar las causas reales de tal
rechazo, causas que he descrito en este artículo. Olvidan que, si bien todos
los xenófobos votaron a favor de la salida del Reino Unido de la UE, no todos
los que así votaron eran xenófobos.
En esta manipulación están
participando poderes de la socialdemocracia europea que no han entendido
todavía lo que está ocurriendo entre lo que solían ser sus bases. No quieren
entender que el rechazo que está ocurriendo es hacia esta Europa que la
socialdemocracia ha contribuido a crear, una Europa que carece de vocación
democrática y sensibilidad social. El maridaje de los aparatos dirigentes de
las socialdemocracias con los intereses financieros y económicos dominantes en
la UE (y en cada país miembro) ha sido la causa de su gran declive, que todavía
no entienden porque no quieren entenderlo. Lo que pasa en Francia, dónde hay un
gobierno socialdemócrata que está intentando destruir a los sindicatos (como la
señora Thatcher hizo en el Reino Unido), o en España, dónde el PSOE fue el que
inició las políticas de austeridad, son indicadores de esta falta de comprensión
de lo que está ocurriendo en la UE, y que es el fracaso de las izquierdas para
atender a las necesidades de las clases populares. De ahí la transferencia de
lealtades que están ocurriendo, en lo que refiere a los partidos.
Es lógico y predecible que las
políticas neoliberales y los partidos que las aplican sean rechazados por las
clases populares, pues son éstas las que sufren más cada una de estas
políticas, incluyendo la desregulación de la movilidad de capitales y del
trabajo. Regiones enteras en el Reino Unido han sido devastadas, siendo sus
industrias trasladadas al este de Europa, creando un gran desempleo en las
regiones. Y la desregulación del mundo del trabajo, acompañada de la dilución,
cuando no destrucción, de la protección social, ha creado una gran
inestabilidad y falta de seguridad laboral. En realidad, fueron las
políticas del gobierno Blair y del gobierno Brown (1997-2010) las que sentaron
las bases para este rechazo generalizado hacia la UE. Tales gobiernos de la
Tercera Vía facilitaron la llegada de inmigrantes a los que los empresarios
contrataron con salarios más bajos. Y así se inició el desapego con la Unión
Europea (ver “Don’t blame Corbyn if Brexit wins”, Denis McShane).
En España, frente al descrédito
del partido socialdemócrata (PSOE) debido, entre otras razones a su
participación en la construcción de esta Europa, han aparecido una serie de
fuerzas políticas, tanto en la periferia como en el centro (Unidos Podemos y
confluencias), que están canalizando este desencanto popular acentuando, con
razón, que esta no es tampoco nuestra Europa, y que se requieren cambios
profundos para recuperar la Europa democrática y social a la que aspiramos y
que debe construirse. Así de claro.
(*) Catedrático de Ciencias
Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de
Economía. Universidad de Barcelona
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