Claudia
Korol - http://www.elclarin.cl/web/noticias/internacional/19536-argentina-con-los-dos-pies-en-la-calle.html
Mientras
el gobierno de Mauricio Macri nos deja en la calle, el pueblo argentino
-defendiendo sus derechos- recupera las calles como escenario del conflicto
social. En esa dialéctica se viene desarrollando la dinámica desde diciembre de
2015. Según la consultora Tendencias Económicas, entre los meses de enero y
mayo de este año se produjeron 154.570 despidos, de los cuales la mayor parte
correspondió al sector privado, afectando especialmente al gremio de la
construcción. La desocupación se agrava por una inflación galopante.
El
aumento de precios acumulado entre enero y abril de este año en Buenos Aires es
del 19,2% y se calcula en alrededor del 16% la pérdida del poder adquisitivo de
los trabajadores del sector privado, cifra que se incrementa en el caso de los
trabajadores y trabajadoras precarizados. (Cuando decimos “se calcula”, hacemos
referencia a estimaciones realizadas desde distintas esferas, dado que el
gobierno nacional ha provocado un “apagón informativo” en términos estadísticos
y de otros rubros fundamentales para evaluar qué está sucediendo en el país).
Sigue
el desbaratamiento de las conquistas sociales, de los programas que protegían
-aunque fuera de modo asistencial- a los sectores de la población más
vulnerables. Continúa la entrega de los bienes comunes a las corporaciones
transnacionales, mientras el gobierno negocia el ingreso al TPP (Trans Pacific
Partnership), y el relanzamiento de los tratados de libre comercio (TLC). Se ha
anunciado un “acuerdo de asociación” con la Unión Europea, un TLC con Estados
Unidos, y la adhesión a la Alianza del Pacífico, con el fin de sumarse al TPP.
El
gobierno de Macri fortalece la subordinación argentina a los intereses
norteamericanos, europeos y de las corporaciones transnacionales en la región,
estableciendo acuerdos con EE.UU. para la “lucha contra el narcotráfico”, que
incluyen la posible instalación de bases militares en territorio argentino.
Además, con el fin de mostrar a un país “confiable” frente a inversores
extranjeros, el gobierno anunció que pagará las demandas que empresas
extranjeras interpusieron contra Argentina en el CIADI (Centro Internacional de
Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones), a través de la emisión de
bonos que generarán una nueva ronda de endeudamiento externo.
A
la pérdida de derechos sociales, se suman las políticas represivas y de
militarización, que actúan como contraparte. Macri -a través del decreto 721-
le devolvió a las Fuerzas Armadas la autonomía en la organización y dirección
de cada fuerza (que les había sido quitada por el gobierno de Alfonsín),
garantizando a los militares poder sobre ascensos, traslados y designaciones.
LUCHAR
A LA INTEMPERIE
Mientras
Macri deja gente en la calle, sin trabajo, sin posibilidades de estudio, sin
acceso a la vivienda, a la salud, a la tierra urbana y rural, a la alimentación
sana, y fortalece la dimensión militar del ejercicio de la dominación, el
pueblo re-conoce las calles como territorio de disputas históricas, de
movilizaciones, encuentros y desencuentros. La calle se vuelve escenario de
cotidianas acciones de los desposeídos y de quienes demandan libertades.
Hay
una memoria latente en este re-conocimiento. Hemos pasado en Argentina otros
inviernos neoliberales, y muy cercanamente el del “menemato”, que al tiempo que
extenuó a las fuerzas populares con las políticas de exclusión de amplios
sectores de la sociedad, de saqueo y destrucción de la naturaleza, de agresión
sistemática a todas las dimensiones de la vida cotidiana, de represión a las
organizaciones, creó una “necesidad de defenderse” que permitió aprender y
ejercer nuevos modos de resistencia que estallaron en prácticas rebeldes
variadas, desde los piquetes hasta los saqueos, y otras formas de acción
directa que buscaban visibilizar a quienes eran negados en su existencia. Estas
experiencias, ya derrotado electoralmente el menemato por la Alianza
(encabezada por Fernando de la Rúa), se multiplicaron especialmente a partir
del 19 y 20 de diciembre de 2001, cuando se volvieron revuelta política,
conjugada en la consigna “Que se vayan todos”.
Actualmente,
aquellos aprendizajes colectivos se ponen en juego una vez más, así como la
conciencia de la necesidad de realizar alianzas de urgencia entre sectores que
han acumulado fuertes diferencias, pero que necesitan andar juntos a fin de
golpear con mayor impacto a los sectores hegemónicos del poder capitalista,
colonial y patriarcal.
El
24 de marzo, en las marchas realizadas por los 40 años del golpe de Estado,
todo el país vibró con el grito construido en estas décadas de “Nunca más”.
Desafiando la presencia ofensiva de Barack Obama en Argentina, y las políticas
de la desmemoria, miles y miles de personas llenaron las calles de las ciudades
capitales y de los pueblos pequeños. Fue una respuesta contundente a las
intenciones de Macri de volver hacia atrás el camino andado, revertir las
conquistas y logros de los organismos de derechos humanos y del pueblo
argentino en la recuperación de la memoria, la verdad y la justicia. Estas
masivas movilizaciones volvieron a dar aliento a los juicios contra los
genocidas, que siguen realizándose en todo el país; y pusieron un freno a las
intenciones de restaurar la política de los “dos demonios”, que busca equiparar
al terrorismo de Estado con las distintas formas de violencia popular. Fue un
momento importante de afirmación de la condena a las prácticas criminales del
Estado terrorista y la impunidad.
El
1° de mayo la movilización obrera y popular volvió a ser masiva y contundente.
Por primera vez en muchos años las centrales obreras marcharon juntas, a pesar
de las fuertes diferencias existentes entre las mismas. El resultado, al calor
del mal humor reinante con el apriete inflacionario, los aumentos brutales de
tarifas, y la ola de despidos, fue el de una manifestación multitudinaria.
El
3 de junio nos encontró nuevamente de manera masiva en más de cien ciudades
argentinas, diciendo “Ni una menos”, denunciando la continuidad de los
femicidios y de las violencias patriarcales, en manifestaciones conmovedoras
por su diversidad, su fuerza y la emoción que contenían. A la consigna del año
pasado “Ni una menos”, se agregó “Vivas nos queremos” y “El Estado es
responsable”, dando cuenta de la ausencia de respuestas por parte de los
gobiernos nacionales y provinciales a este clamor de amplios sectores del
movimiento de mujeres y del pueblo.
Estas
movilizaciones evidencian la vitalidad de un movimiento opositor, crítico, y la
rearticulación de una resistencia que -aun con falta de organización y proyecto
estratégico común-, comienza a dar señales de iniciativa política y audacia en
la convocatoria.
Sin
embargo, el sector mayoritario de ese movimiento, el kirchnerismo, tiene
dificultades para presentar un proyecto alternativo, debido a sus
contradicciones, a la fragmentación creciente de sus bloques parlamentarios, a
los numerosos conflictos internos que lo atraviesan, a la cooptación de franjas
del mismo por parte de los sectores peronistas aliados al macrismo, y porque en
los lugares en los que sigue siendo gobierno, en provincias y municipalidades,
están más inclinados a negociar su lugar bajo el sol y repiten políticas de
ajuste, como lo está haciendo Rosana Bertone, gobernadora de Tierra del Fuego,
que suma a los despidos una dura represión contra los trabajadores en lucha. O
las duras políticas de ajuste implementadas por la gobernadora de Santa Cruz,
Alicia Kirchner, o el gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, que viene
criminalizando de manera sistemática al movimiento indígena y popular.
ESCANDALOS
DE CORRUPCION
El
“destape” de distintos escándalos de corrupción, como el del ex secretario de
Obras Públicas José López, que el 14 de junio fue interceptado cuando intentaba
ocultar nueve millones de dólares en un convento, en lo que pareció un
auténtico thrillermediático, debilita la legitimidad del kirchnerismo,
ocupado en evitar quedar salpicado por este naufragio anunciado y fogoneado
desde el macrismo.
El
papel de los medios de comunicación fortalece el discurso que identifica al
gobierno kirchnerista con el robo y la corrupción, ocultando al mismo tiempo la
corrupción del macrismo. El escándalo protagonizado por López logró eclipsar el
de los Papeles de Panamá, que destaparon la titularidad de Macri de empresas off
shore. Aunque es sabido que esas sociedades son para evadir impuestos, fugar
capital u ocultar administraciones turbias, el tema va quedando en la
invisibilidad. Macri después de relativizar la información y mentir, aceptó su
presencia en dos de esas empresas: Fleg Trading y Kagemucha, creyéndose que en
total serían siete las empresas off shore del clan.
Recordando
el prontuario de la actual familia presidencial, Claudio Katz informa: “En 1982
lucraron con el endeudamiento en divisas y el posterior rescate oficial de
varias empresas (Sideco, Pluspetrol, Socma, Iecsa, Dragados y Obras Portuarias).
En 1989 cobraron sobreprecios por contratos de recolección de basura (Manliba).
En 1995 realizaron un gran contrabando de autopartes en el sector automotor
(caso Sevel) que fue descubierto, corroborado y luego perdonado por los jueces
menemistas. La secuencia de estafas continuó con el cobro de peajes en rutas
sin ninguna contrapartida de inversión y con la fuga masiva de capital durante
el colapso de 2001. La familia se benefició también con la pesificación
asimétrica (2002) y con la privatización del Correo, mientras esa operación
generó ganancias. Durante la era K obtuvieron lucrativos contratos de obra
pública. Los Macri se han enriquecido a costa del Estado. Se especializaron en
la gestión de coimas y en la obtención de subsidios oficiales para financiar
sus quebrantos”.(1)
A
pesar de este desbarranque del macrismo y el kirchnerismo en el círculo de la
corrupción gigantesca, las fuerzas de Izquierda no logran la identidad y unidad
suficientes para proyectarse como alternativa. De modo que la resistencia
camina las calles y busca caminos diversos, ensaya unidades, y plantea el
desafío de creación política de estrategias renovadas.
En
estos días hay múltiples ejercicios de sobrevivencia, desde ollas y comedores
populares, carpas de defensa de la salud pública, ocupación de centros de
estudio, campañas contra el ajuste. La experiencia realizada por el pueblo en
el enfrentamiento cotidiano a las políticas neoliberales se está poniendo en
juego, produciéndose en los movimientos sociales un rápido trasvasamiento de
aprendizajes, que incluyen desde cómo hacer una comida para muchas personas,
hasta cómo enfrentar la represión, que es el otro elemento que viene
sintiéndose duro: la criminalización de la protesta y de la pobreza.
LUCHAS
MEDIOAMBIENTALES
Pero
las movilizaciones populares no se resumen en la lucha económica contra las
políticas de ajuste. Continúan las movilizaciones socioambientales que
enfrentan a las corporaciones transnacionales en alianza con el Estado. En
Córdoba se resiste la instalación de una planta de Monsanto. En San Juan
continúa la movilización popular contra las consecuencias de la contaminación
de los ríos por Barrick Gold, exigiendo el cierre de la megaminera Veladero. En
septiembre de 2015, se conoció el derrame de más de 1.250.000 litros de
solución cianurada en el Río Jachal, fuente de agua de ríos de San Juan, La
Rioja, Mendoza y Córdoba. Los pobladores de los pueblos más afectados se
organizaron y siguen denunciando, a pesar de la represión y los
amedrentamientos. En Andalgalá, provincia de Catamarca, la población organizada
en asambleas enfrenta la contaminación ambiental y social de la minera Agua
Rica. Hay que recordar una vez más, que después del triunfo contra la
megaminería en Esquel (donde el 23 de marzo de 2003 el 81% de los votantes
rechazó la explotación de una mina de oro y plata de Meridian Gold), otros
pueblos lograron echar a las mineras en ciudades tan distantes como Loncopué,
Famatina, Chilecito, Tinogasta y Mendoza. También hay luchas contra las
megarrepresas en provincias como Misiones y en la Patagonia. Pobladores de
varias ciudades lograron la declaración de territorios libres de fracking.
Las
luchas socioambientales que enfrentan el modelo extractivista se encuentran con
las luchas económicas contra el ajuste, y con las movilizaciones
antipatriarcales por el derecho al aborto legal, contra la violencia hacia las
mujeres y las disidencias sexuales, generando una nueva trama de discusión de
lo político.
RETROCEDER
AVANZANDO
Estamos
en las calles, a pesar de una fuerte presencia y control represivo. Se crean
climas de temor para fragmentar la lucha territorial e intentar recluirnos en
lugares aislados que no permitan reconocernos en otras luchas. Por eso el
desafío mayor en estos momentos es decir “no” a la militarización de la vida, y
al cierre del espacio público como lugar del conflicto. Es también defender
cada una de las conquistas, retrocediendo donde sea necesario, pero de un modo
que nos permita avanzar. Retroceder avanzando, hacia la olla popular libre de
transgénicos, hacia la huerta comunitaria sin agrotóxicos, hacia la acción
colectiva de los trabajadores sin patrones, hacia movimientos populares que
coloquen en su agenda la creación de nuevos vínculos entre las personas -desde
una perspectiva popular antipatriarcal- así como los vínculos de las personas
con la naturaleza.
En
resumen: nos dejaron en la calle. Nos quedamos en la calle. Nos encontramos en
la calle. Nos abrazamos en la calle. Sembramos semillas criollas, y cosechamos
rebeldías.
Luchando,
movilizando, comunicando, educando, vamos reinventando razones para la
esperanza, y anudando las redes necesarias para sostener una resistencia
prolongada, para defender lo acumulado como cultura política, y desplegar
experiencias de sobrevivencia que nos permitan rehacer, desde abajo y a la
Izquierda, espacios de poder popular. En eso andamos. No nos han vencido,
porque “la única lucha que se pierde, es la que se abandona”
(1) Claudio
Katz. “El presidente off shore”. http://katz.lahaine.org/?p=271
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