viernes, 13 de mayo de 2016

Datos de la desigualdad en Argentina y el mundo



Desde el inicio del presente siglo, la mitad más pobre de la población mundial sólo ha recibido el 1 por ciento del incremento total de la riqueza mundial, mientras que el 50 por ciento de esa “nueva riqueza” ha ido a parar a los bolsillos del 1 por ciento más rico. 62 personas tienen la misma riqueza que 3600 millones. El excedente. Cualquier modificación de los precios relativos, como tipo de cambio, salarios reales, intereses y rentas, implica que algunos ganarán lo que otros perdieron.
El Estado como actor central
Desde hace más de 9000 años que, tras el invención de la agricultura, la humanidad produce más bienes de los que necesita para reproducirse. A lo largo de la historia las distintas sociedades han organizado la producción, administración, apropiación y distribución del excedente económico de distintos modos. La administración oligárquica de dicho excedente, es decir su apropiación en pocas manos, implica necesariamente formas (prácticas, discursos, sistemas de pensamiento) que legitimen dicha apropiación. En otras palabras, quienes padecen las consecuencias de que el excedente económico sea manejado por pocos, suelen ver como natural o inevitable tal situación. En la antigüedad la mayoría de los esclavos pensaba que su condición era natural y que ser esclavizados era lo mejor que les podía pasar. Algo similar pasaba en la Europa feudal entre los nobles y los siervos y vasallos.
En el sistema capitalista neoliberal, dicha legitimación se construye gracias a un discurso seudocientífico que presenta a la escasez y a la eficiencia económica, que por supuesto se logra con el libre mercado, como únicas categorías válidas para pensar la realidad.
No es de extrañar que políticas antipopulares que benefician a pequeñas minorías sean presentadas como inevitables y no como proyectos políticos. Es así que “acomodar las variables macroeconómicas”, “sincerar las tarifas y los precios” y “pagar la fiesta y el despilfarro de los gobiernos populistas” sean la avanzada en la disputa por el sentido común de un proyecto político que lo que busca es esconder, detrás de un discurso tecnocrático, las luchas y las pujas que implica en toda sociedad la producción y apropiación del excedente económico.
En las sociedades modernas, un actor central, pero no el único, es el Estado, que a través de sus políticas públicas (impuestos, gastos y (des)regulaciones) interviene en la producción y distribución del excedente económico y, por supuesto, de los relatos y discursos que lo legitiman.
El caso de Argentina
Por ejemplo, según el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), si cuantificamos la anunciada transferencia directa a los sectores populares vía devolución del IVA a la canasta básica, la ampliación y actualización de la AUH y de los programas Ellas Hacen y Argentina Trabaja representa sólo el 17 por ciento del “ahorro fiscal” que soportarán familias, industrias y comercios por la quita de subsidios a la electricidad, el gas y el agua. Otros sin embargo gozarán de los beneficios de otras políticas públicas que les permitirá apropiarse de mayor parte del excedente económico. De este modo, la reducción/quita de retenciones, la quita del impuesto de autos de alta gama y el pago de intereses a los fondos buitres implicarán una transferencia a los sectores concentrados de más de dos veces y media lo transferido a los sectores populares. El informe concluye que, si se tienen en cuenta los efectos regresivos de la devaluación, se entregaron 10 pesos a los sectores concentrados por cada peso anunciado a los sectores de menores ingresos.
Dos conclusiones provisorias pueden obtenerse de semejantes datos. La primera es que ni la devaluación, ni las políticas públicas, ni las crisis son neutrales, con ellas, algunos ganan y otros pierden. En un sistema de producción y apropiación del excedente económico regido por el sistema de precios, cualquier modificación de los precios relativos (tipo de cambio, salarios reales, intereses, rentas, etc.) implica necesariamente que algunos ganarán lo que otros perdieron. Por esto, la determinación de los precios en una economía es siempre el resultado de una lucha entre actores sociales que pujan a través de ellos por apropiarse del excedente económico.
La segunda no es menos importante, los Estados siempre intervienen, tanto en los gobiernos de corte populista como en los neoliberales. El libre mercado que pregonan estos últimos es un libre mercado provocado, sostenido y garantizado por la intervención estatal.
Qué pasa en el mundo con la riqueza
Los resultados de la disputa por el excedente a nivel planetario pueden verse en el último informe anual de OXFAM denominado “Una economía al servicio del 1 por ciento”. En un extenso informe publicado en enero pasado (puede consultarse en https://www.oxfam.org) esta prestigiosa organización detalla las escandalosas desigualdades y cómo el poder y los privilegios se utilizan para ampliar la brecha. Lo que sigue son algunas de sus conclusiones.
En 2015, solo 62 personas poseían la misma riqueza que 3.600 millones (la mitad más pobre de la humanidad). No hace mucho, en 2010, eran 388 personas.
La riqueza en manos de las 62 personas más ricas del mundo se ha incrementado en un 45 por ciento en apenas cinco años, algo más de medio billón de dólares (542.000 millones) desde 2010, hasta alcanzar 1,76 billones de dólares. Mientras tanto, la riqueza en manos de la mitad más pobre de la población se redujo en más de un billón de dólares en el mismo periodo, un desplome del 38 por ciento.
Desde el inicio del presente siglo, la mitad más pobre de la población mundial sólo ha recibido el 1 por ciento del incremento total de la riqueza mundial, mientras que el 50 por ciento de esa “nueva riqueza” ha ido a parar a los bolsillos del 1 por ciento más rico.
Casi un tercio (30 por ciento) de la fortuna de los africanos más ricos, un total de 500.000 millones de dólares, se encuentra en paraísos fiscales. Se estima que esto supone para los países africanos una pérdida de 14.000 millones de dólares anuales en concepto de ingresos fiscales, una cantidad que permitiría financiar la atención sanitaria que podría salvar la vida de cuatro millones de niños y niñas, y contratar a profesores suficientes para escolarizar a todos los niños y niñas africanos. Oxfam ha analizado 200 empresas, entre ellas las más grandes del mundo y las socias estratégicas del Foro Económico Mundial de Davos, revelando que 9 de cada 10 tienen presencia en paraísos fiscales. En 2014, la inversión dirigida a paraísos fiscales fue casi cuatro veces mayor que en 2001.
Después de conocer estas cifras, ¿puede alguien decir y argumentar que el problema económico es la escasez? ¿Puede alguien decir que la distribución llegará cuando ese 1 por ciento derrame el excedente sobre los más pobres? ¿Puede alguien asegurar que los ajustes en contra de los sectores populares son inevitables fruto de variables macroeconómicas que estaban atrasadas?
La respuesta a todas estas preguntas y a tantas otras, a pesar de que sea difícil creerlo, es que sí. Sí pueden afirmar eso y cuentan para reproducir su relato con la complicidad de los medios hegemónicos de comunicación. Precisamente porque la respuesta es un sí rotundo, es que cada día hace falta dar la batalla cultural que intente visibilizar el excedente económico, las luchas por su producción y apropiación y, en definitiva, devolverle a la economía la historia, la política y la ética que supo tener en sus orígenes, y que por más que algunos traten de ocultar siempre está presente.
Carlos Andujar es Docente UNLZ FCS. Colectivo Educativo Manuel Ugarte (CEMU). / fliaandujar@gmail.com



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