Desde
el inicio del presente siglo, la mitad más pobre de la población mundial sólo
ha recibido el 1 por ciento del incremento total de la riqueza mundial,
mientras que el 50 por ciento de esa “nueva riqueza” ha ido a parar a los
bolsillos del 1 por ciento más rico. 62 personas tienen la misma riqueza que
3600 millones. El excedente. Cualquier modificación de los precios
relativos, como tipo de cambio, salarios reales, intereses y rentas, implica
que algunos ganarán lo que otros perdieron.
El Estado como actor central
Desde
hace más de 9000 años que, tras el invención de la agricultura, la humanidad
produce más bienes de los que necesita para reproducirse. A lo largo de la
historia las distintas sociedades han organizado la producción, administración,
apropiación y distribución del excedente económico de distintos modos. La
administración oligárquica de dicho excedente, es decir su apropiación en pocas
manos, implica necesariamente formas (prácticas, discursos, sistemas de
pensamiento) que legitimen dicha apropiación. En otras palabras, quienes
padecen las consecuencias de que el excedente económico sea manejado por pocos,
suelen ver como natural o inevitable tal situación. En la antigüedad la mayoría
de los esclavos pensaba que su condición era natural y que ser esclavizados era
lo mejor que les podía pasar. Algo similar pasaba en la Europa feudal entre los
nobles y los siervos y vasallos.
En
el sistema capitalista neoliberal, dicha legitimación se construye
gracias a un discurso seudocientífico que presenta a la escasez y a la
eficiencia económica, que por supuesto se logra con el libre mercado, como
únicas categorías válidas para pensar la realidad.
No
es de extrañar que políticas antipopulares que benefician a pequeñas minorías
sean presentadas como inevitables y no como proyectos políticos. Es así que
“acomodar las variables macroeconómicas”, “sincerar las tarifas y los precios”
y “pagar la fiesta y el despilfarro de los gobiernos populistas” sean la
avanzada en la disputa por el sentido común de un proyecto político que lo que
busca es esconder, detrás de un discurso tecnocrático, las luchas y las pujas
que implica en toda sociedad la producción y apropiación del excedente
económico.
En
las sociedades modernas, un actor central, pero no el único, es el Estado, que
a través de sus políticas públicas (impuestos, gastos y (des)regulaciones)
interviene en la producción y distribución del excedente económico y, por
supuesto, de los relatos y discursos que lo legitiman.
El caso de Argentina
Por
ejemplo, según el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), si
cuantificamos la anunciada transferencia directa a los sectores populares vía
devolución del IVA a la canasta básica, la ampliación y actualización de la AUH
y de los programas Ellas Hacen y Argentina Trabaja representa sólo el 17 por
ciento del “ahorro fiscal” que soportarán familias, industrias y comercios por
la quita de subsidios a la electricidad, el gas y el agua. Otros sin embargo
gozarán de los beneficios de otras políticas públicas que les permitirá
apropiarse de mayor parte del excedente económico. De este modo, la
reducción/quita de retenciones, la quita del impuesto de autos de alta gama y
el pago de intereses a los fondos buitres implicarán una transferencia a los
sectores concentrados de más de dos veces y media lo transferido a los sectores
populares. El informe concluye que, si se tienen en cuenta los efectos
regresivos de la devaluación, se entregaron 10 pesos a los sectores
concentrados por cada peso anunciado a los sectores de menores ingresos.
Dos
conclusiones provisorias pueden obtenerse de semejantes datos. La primera es
que ni la devaluación, ni las políticas públicas, ni las crisis son neutrales,
con ellas, algunos ganan y otros pierden. En un sistema de producción y
apropiación del excedente económico regido por el sistema de precios, cualquier
modificación de los precios relativos (tipo de cambio, salarios reales,
intereses, rentas, etc.) implica necesariamente que algunos ganarán lo que
otros perdieron. Por esto, la determinación de los precios en una economía es
siempre el resultado de una lucha entre actores sociales que pujan a través de
ellos por apropiarse del excedente económico.
La
segunda no es menos importante, los Estados siempre intervienen, tanto en los
gobiernos de corte populista como en los neoliberales. El libre
mercado que pregonan estos últimos es un libre mercado provocado,
sostenido y garantizado por la intervención estatal.
Qué
pasa en el mundo con la riqueza
Los
resultados de la disputa por el excedente a nivel planetario pueden verse en el
último informe anual de OXFAM denominado “Una economía al servicio
del 1 por ciento”. En un extenso informe publicado en enero pasado (puede
consultarse en https://www.oxfam.org) esta prestigiosa organización detalla las
escandalosas desigualdades y cómo el poder y los privilegios se utilizan para
ampliar la brecha. Lo que sigue son algunas de sus conclusiones.
En
2015, solo 62 personas poseían la misma riqueza que 3.600 millones (la mitad
más pobre de la humanidad). No hace mucho, en 2010, eran 388 personas.
La
riqueza en manos de las 62 personas más ricas del mundo se ha incrementado en
un 45 por ciento en apenas cinco años, algo más de medio billón de dólares
(542.000 millones) desde 2010, hasta alcanzar 1,76 billones de dólares.
Mientras tanto, la riqueza en manos de la mitad más pobre de la población se
redujo en más de un billón de dólares en el mismo periodo, un desplome del 38
por ciento.
Desde
el inicio del presente siglo, la mitad más pobre de la población mundial sólo
ha recibido el 1 por ciento del incremento total de la riqueza mundial,
mientras que el 50 por ciento de esa “nueva riqueza” ha ido a parar a los
bolsillos del 1 por ciento más rico.
Casi
un tercio (30 por ciento) de la fortuna de los africanos más ricos,
un total de 500.000 millones de dólares, se encuentra en paraísos fiscales.
Se estima que esto supone para los países africanos una pérdida de 14.000
millones de dólares anuales en concepto de ingresos fiscales, una cantidad que
permitiría financiar la atención sanitaria que podría salvar la vida de cuatro
millones de niños y niñas, y contratar a profesores suficientes para escolarizar
a todos los niños y niñas africanos. Oxfam ha analizado 200 empresas, entre
ellas las más grandes del mundo y las socias estratégicas del Foro
Económico Mundial de Davos, revelando que 9 de cada 10 tienen presencia en paraísos
fiscales. En 2014, la inversión dirigida a paraísos fiscales fue casi
cuatro veces mayor que en 2001.
Después
de conocer estas cifras, ¿puede alguien decir y argumentar que el problema
económico es la escasez? ¿Puede alguien decir que la distribución llegará
cuando ese 1 por ciento derrame el excedente sobre los más pobres? ¿Puede
alguien asegurar que los ajustes en contra de los sectores populares son
inevitables fruto de variables macroeconómicas que estaban atrasadas?
La
respuesta a todas estas preguntas y a tantas otras, a pesar de que sea difícil
creerlo, es que sí. Sí pueden afirmar eso y cuentan para reproducir su relato
con la complicidad de los medios hegemónicos de comunicación. Precisamente
porque la respuesta es un sí rotundo, es que cada día hace falta dar la batalla
cultural que intente visibilizar el excedente económico, las luchas por su
producción y apropiación y, en definitiva, devolverle a la economía la historia,
la política y la ética que supo tener en sus orígenes, y que por más que
algunos traten de ocultar siempre está presente.
Carlos
Andujar es Docente UNLZ FCS. Colectivo Educativo Manuel Ugarte (CEMU).
/ fliaandujar@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario