Lucas
Villasenin - http://notas.org.ar/2016/04/25/nuevo-plan-condor-america-latina/#share
Los
éxitos de la derecha en América Latina dan cuenta de un plan sistemático para
reimpulsar el neoliberalismo en el continente. Nuevas herramientas y nuevos
métodos son los que le permiten lograr triunfos sobre las fuerzas progresistas
y de izquierda.
La derecha al poder
En
América Latina durante los últimos años se conformó una nueva derecha. Henrique
Capriles, Leopoldo López y María Corina Machado en Venezuela, Aecio Neves y
Marina Silva en Brasil y Mauricio Macri en Argentina son algunas de sus figuras
más relevantes. Desde la oposición han logrado marcar agenda y frenar
iniciativas políticas populares.
Los
resultados electorales que permitieron a Macri llegar a la presidencia de
Argentina y que la Mesa de Unidad Democrática (MUD) alcanzara la mayoría
absoluta de diputados en la Asamblea Nacional de Venezuela marcaron un cierre
de año exitoso para fuerzas políticas que pocos años atrás no lograban
interpelar más que a una minoría intensa de la población de ambos países.
En los
primeros meses de 2016 se fortaleció esta tendencia. Evo Morales fue derrotado
en Bolivia cuando triunfo el “no” a una enmienda para presentarse a un nuevo
mandato en 2019. La Cámara de Diputados en Brasil acaba de consumar el
primer paso decisivo para un golpe de Estado y ahora los senadores
decidirán sobre la destitución de Dilma Rousseff.
De Gene Sharp a Duran Barba
En las
décadas de 1970 y 1980, Estados Unidos necesitó que las fuerzas militares
coordinen la represión y logren instalar dictaduras dóciles a sus intereses
geopolíticos. Así nació y se ejecutó el Plan Cóndor a partir del cual se
implementó el secuestro, tortura, asesinato y desaparición de personas con el
objetivo de aniquilar la movilización popular y aterrorizar a la población. La
nueva derecha que busca reimpulsar el neoliberalismo ha desarrollado su
capacidad de hacerse con el poder político con otros recursos y medios.
Los
mecanismos de intervención militar norteamericanos no han desaparecido en
América Latina. La reactivación de la IV Flota en 2008, la vigencia del Plan
Colombia y las presencia de 74 bases militares extranjeras muestran que el
intervencionismo militar no ha cesado. Pero el intervencionismo militar dista
de ser la herramienta principal para modificar el mapa político regional.
En una
reciente entrevista realizada por la Agencia Andes, el presidente de
Ecuador, Rafael Correa, dijo: “Este es el nuevo Plan Cóndor. Ya no se necesitan
dictaduras militares, se necesitan jueces sumisos y se necesita una prensa
corrupta”.
Las
fuerzas reaccionarias coordinan y tienen a su disposición más y mejores
herramientas: medios de comunicación, grupos empresariales, fuerzas
paramilitares, ONGs, gurúes del marketing político y funcionarios judiciales.
Lejos de tratarse de un proceso de generación espontanea que se conjuga con una
crisis económica, se trata de un proceso de desarrollo cualitativo de la
derecha sumamente planificado.
En las
últimas décadas del siglo XX Gene Sharp ya había teorizado y demostrado el
éxito de sus “métodos no-violentos” para derrotar gobiernos que no comulgaran
con su ideología anti-comunista. Su libro De la dictadura a la democracia,
publicado hace 23 años, sigue siendo hoy un manual de acción de los terroristas
venezolanos.
Otro
aporte teórico sustancial lo hace Jaime Duran Barba, que luego de asesorar a
políticos en todo el continente, ha colaborado en que la derecha llegue al
gobierno por primera vez a través de las urnas en Argentina. Su libro El
arte de ganar, así como los recientes estudios sobre el PRO demuestran cuán
planificada fue la construcción de sus éxitos políticos.
Los
métodos con los que buscan lograr sus objetivos son muy diversos y para nada
lineales. El mejor ejemplo es la llamada “guerra híbrida” en Venezuela que
incluye los ataques del paramilitarismo, una guerra económica y una campaña
comunicacional internacional. En Bolivia, el triunfo del “no” en el referéndum
demostró que con los montajes de causas judiciales y el servicio de medios de
comunicación (que llegaron a inventarle un hijo a Evo Morales) pueden derrotar
a un gobierno que logró las transformaciones progresivas más importantes de la
historia de su país.
En
2014, 54.500.000 brasileños y brasileñas votaron para que Rousseff sea
presidenta hasta 2018. Luego de la elección los partidos derrotados, la
red O Globo, las centrales empresariales y ONGs promovieron la campaña
“Fora Dilma”. Los diputados opositores que están involucrados en casos de
corrupción hicieron el pedido de impeachment a la presidenta porque
el Tribunal de Cuentas no aprobó el presupuesto de 2014 por “modificar el
déficit” y retrasar el pago a los bancos prestamistas.
El impeachment es
una herramienta legal que se utiliza para delitos de una gravedad mayor y
la práctica por la que se acusa al gobierno existe hace 22 años en el país y
fue utilizada por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Con la complicidad
del poder judicial la derecha hizo del impeachment un instrumento
para el golpe de Estado en curso.
El poder del pueblo
El
avance de la derecha plantea nuevos desafíos para quienes se dispongan a
enfrentar la ofensiva neoliberal. A diferencia de los escenarios políticos
pos-dictatoriales en donde había pueblos debilitados en su capacidad de
resistencia y con organizaciones devastadas por la represión, actualmente hay
saldos organizativos y políticos elevados en el continente.
En
Venezuela el movimiento popular ha respondido activamente ante las constantes
amenazas de la oposición desde la Asamblea Nacional. En Brasil las enormes
movilizaciones en contra del golpe y la conformación del Frente Brasil Popular
que unifica a las experiencias mayoritarias del campo popular brasileño son
otro saldo positivo. En Argentina, además de las innumerables respuestas a las
políticas neoliberales del macrismo, el último 24 de marzo se logró una de las
movilizaciones más masivas de la historia.
En los
casos de Brasil y Argentina el poder mediático y el poder judicial demuestran
que aquellos poderes que no se han transformado sustancialmente son los que
terminan derrotando a los gobiernos anti-neoliberales. Una nueva etapa plantea
revitalizar el debate sobre el poder del pueblo para alcanzarlo.
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