22 de enero: Se cumplen diez años de la elección de Evo Morales como Presidente de Bolivia y de la Revolución Democrática y Cultural que ha llevado a cabo transformaciones de hondo calado en ese país. Entre ellas su constitución en Estado Plurinacional representativo por primera vez de los pueblos y naciones indígenas que fueron despojados de su tierra por los invasores españoles hace cinco siglos y excluidos y discriminados después por la oligarquía criolla continuadora del viejo colonialismo y servil instrumento del imperialismo contemporáneo.
Evo es el primer indígena, aymara, que ocupa la presidencia de Bolivia y la persona que ha desempeñado ese cargo por más tiempo sin apartarse nunca de la legalidad institucional. En un país que ha padecido incontables golpes de Estado y regímenes militares el suyo surgió y se ha mantenido como fruto de elecciones en las que con mayorías siempre crecientes él y las fuerzas que lo apoyan han sido los vencedores frente a opositores respaldados con los recursos financieros y los medios de publicidad del imperio y la oligarquía. Ningún predecesor en el cargo, en doscientos años de vida republicana boliviana, pudo alcanzar las votaciones recibidas por Evo las cuales ha seguido un curso de aumento constante desde una sobría mayoría inicial hasta cifras superiores a los dos tercios del electorado.
Diez años es un plazo muy breve, un instante apenas en la
larga evolución de la Humanidad. Pero los últimos diez años han tenido para
Bolivia una intensidad de siglos. Jamás se había hecho tanto, en tan poco
tiempo, por la emancipación de un pueblo secularmente sojuzgado.
La reforma agraria, la nacionalización de los
hidrocarburos, la minería, la telefonía y la electricidad, la recuperación del
agua y las telecomunicaciones han permitido a los bolivianos rescatar sus
riquezas naturales ahora al servicio de una economía nacional que ha crecido a
un ritmo sostenido, por encima del promedio regional. Un país que siempre
estuvo a la zaga entre los más atrasados del planeta, acompañado en su pobreza
sólo por Haití en nuestro Continente, ha sido protagonista de un “milagro
económico” del que poco se habla. El Banco Mundial, en 2010, a la mitad del
período revolucionario, debió reclasificar a Bolivia, elevándola a la categoría
de país de ingreso medio.
Este crecimiento admirable no ha sido para beneficio exclusivo
de unos pocos, gracias a una conducción verdaderamente democrática y socialista
ha permitido a millones de bolivianos salir de la pobreza extrema y la
indigencia. A su nueva vida contribuyen igualmente la extensión para todos de
servicios sociales antes reservados a las minorías, como la atención médica. La
Operación Milagro, para mencionar un ejemplo, ha librado de la ceguera a 665
928 personas.
Una vigorosa campaña, que además del español incluyó el
quechua y el aymara, principales lenguas autóctonas, permitió alfabetizar a 819
417 personas y declarar a Bolivia libre de analfabetismo el 20 de diciembre de
2008. Los beneficiados continúan ahora sus estudios bajo el programa “Yo sí
puedo seguir”.
Por eso la celebración de este aniversario será mucho más
que un acto protocolar. Además de comparecer ante la Asamblea Legislativa habrá
una ceremonia andina en la antigua ciudadela de Tiahuanaco y un desfile
conmemorativo de los movimientos sociales bolivianos y de varios países
sudamericanos.
Se reunirá allá mucha gente. No faltará en la multitud
Tupak Katari, el líder rebelde que al frente de 40 mil indígenas puso en jaque
a los colonialistas hasta ser capturado y descuartizado el 15 de noviembre de
1781. Desde entonces Tupak Katari ha sido inspiración y guía en la lucha
incesante de su pueblo y lo sigue siendo. Lo anunció bajo el atroz martirio:
“Yo moriré pero volveré y seré millones”. Evo y su pueblo han hecho realidad la
profecía.
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