Laura Marrone - http://www.lahaine.org/las-vinculaciones-del-caso-de
Mi inquietud por el caso sobre el que voy a testimoniar surgió a partir de que fui convocada por la jueza federal Cristina Garzón como testigo en noviembre del 2008 a declarar en una causa vinculada con la desaparición de la hija de Sonia Torres, Silvina Parodi de Orozco, y de su nieto, nacido en cautiverio.
Estuve detenida 6 meses en la cárcel del Buen Pastor, entre marzo y setiembre de 1976, incomunicada y sin reconocimiento por parte del Tercer Cuerpo de Ejército a mis familiares. Luego fui trasladada a la Unidad Penitenciaria San Martín una semana y de ahí a la Unidad de Detención de Villa Devoto en Bs As. En total estuve presa, sin causa ni proceso legal, a disposición del Poder Ejecutivo Nacional durante 3 años. Salí del país haciendo uso del Derecho de Opción y recién puede regresar en diciembre de 1983, cuando se levantó el estado de sitio.
Sonia Torres sostiene desde hace 39 años que su hija estuvo en la misma unidad carcelaria que yo, el Buen Pastor, cuando en julio de 1976 su hija habría tenido a su bebé, que sigue desaparecido. Frente a la Jueza, testimonié lo que sabía: que no la había visto. Pero luego la jueza me mostró un plano de la Penitenciaría Unidad 2 y me preguntó si reconocía sus dependencias. Le dije que no, pues yo solo había estado allí menos de una semana en ocasión de mi traslado desde el Buen Pastor a Devoto.
Pero al regresar a mi casa me pregunté por qué me había mostrado ese plano y no el del Buen Pastor, que era en realidad el tema por el que me habían citado. Sentí que había una manipulación de mi testimonio y que mi respuesta obturaba la búsqueda de la verdad para esa abuela. Me interesé por el caso. En ese marco, profundicé mi búsqueda por encontrar a las madres y hermanas de la orden del Buen Pastor que conocí durante mi detención.
Tuve conocimiento de que existía el relato de una muchacha que, siendo novicia, aseguraba que había estado presa con Silvina en unos calabozos del Buen Pastor. Entonces me fui al actual Paseo del Buen Pastor, recorrí su plano, ya destruido, y comprobé que existían zonas que no correspondían ni al lugar de mi alojamiento, ni al de las llamadas subversivas, ni al de las comunes, ni a las dependencias de las hermanas. Por ello, concluí que el relato era perfectamente verosímil.
Desde mi regreso del exilio, no había logrado contacto con las madres. En Diciembre de 1983 fui al Buen Pastor para verlas, antes de su demolición. Se encontraba a cargo de personal penitenciario, quienes me manifestaron que las hermanas ya no estaban y no se conocía su destino. Me llamó la atención. Solo en el 2009, por una casualidad supe de su destino en el geriátrico San Camilo, en Molinari, cerca de Cosquín, y decidí ir a visitarlas.
1er visita. Enero 2009
En enero de 2009 fui al geriátrico San Camilo. Entré hasta el geriátrico al fondo, detrás de un edificio donde se hallan las dependencias para personas comunes. Encontré a la Madre Angélica Olmos Garzón, que había sido la Rectora o Directora de la orden en 1976, con una sobrina que estaba de visita. Cuando me presenté, me reconoció inmediatamente y dijo: “Sí, me acuerdo, sos la hija del Ingeniero Marrone.”
Empezamos a recordar nombres de chicas que habían estado en ese tiempo detenidas conmigo. Lo hacía mejor que yo, recordaba fechas de ingresos y egresos de cada una, apellidos, doble apellidos. Lo hacía con ternura, la misma que había mostrado cuando estuvimos a su cargo. En el medio de la charla, incluí el nombre de Silvina Parodi. Respondió con firmeza y cierto enojo: “Esa no estaba con vos”.
Le conté que estaba ayudando a “Abuelas” a encontrar a sus nietos y el caso de Silvina. Y dijo “A esas yo no las quiero. No quiero saber nada con esas. Son subversivas” Cambió el tema y pidió que la trasladara a otra sala donde tomar un té que nos convido su sobrina.
En la charla recordó que el día de su cumpleaños le habíamos escrito una carta todas, las 26 especiales, como ella nos llamaba. Yo no la recordaba. Pidió a su sobrina que buscara en una carpeta amarilla que tenía en su armario. La trajo. Era una carta escrita a máquina, con la firma de todas nosotras. Reconocí la mía y algunas de las palabras del escrito, que daban cuenta de nuestro reconocimiento por su humanidad al haber mantenido contacto con nuestras familias, en momentos donde estábamos incomunicadas. La carta era de 1976, la guardó 33 años. Luego le dijo a su sobrina que sacara una fotocopia y le dijo: “Dásela a Cristina para que la ponga”. Cuando le pregunté si Cristina era su sobrina, la jueza, me dijo que sí, pero cambió de tema. Tuve la sensación de que la madre, al recordar su existencia y plantearse darle una copia a Cristina, lo hizo para dar testimonio de que existía un reconocimiento a su buen trato para con presas políticas durante la dictadura. Y supuse que para que la “ponga” en el expediente en curso.
Cuando me estaba por ir me dijo: -“Había una chica con una herida en la pierna. Los militares la tenían en una piecita. Se entraba por la calle Bs. As.” Si bien no relacionó esta chica con el caso de Silvina, este dato confirmaba la existencia de detenidas políticas que no estaban en el mismo sector que nosotras, las “26 especiales”. Luego me pidió mi celular y me dio el suyo.
2da visita. 25/05/09
La visita se desarrolló en un pasillo frente al comedor donde se preparaba la fiesta de los 100 años de la Madre Inés. Este día tenían puesto un traje blanco con cofia y vivillos azul Francia. Cuando llegué, un hombre mayor, con traje de sacerdote, que también habitaba en el geriátrico, me indicó el lugar donde hallaría a la madre Angélica. Las habitaciones tienen nombre y número.
Mientras esperaba, otra madre me dijo que las fiestas de cumpleaños le daban tristeza por recordar otras fiestas, que no veía bien, a diferencia de Angélica "Ella es un “bocho”, se lee todo y hace las palabras cruzadas". Estaban presentes varias madres y hermanas, casi todas en sillas de ruedas. La madre Angélica me reconoció enseguida,
“-Hola- me dijo muy amable y con una sonrisa- Sí, me acuerdo, sos. L.M., la hija del Ingeniero.”
Me pidió que acercara el carro de otra madre para que participara de la charla que era la madre Esther, quien fuera Directora de la Unidad penitenciaria del Buen Pastor, en 1976. Esta no me recordaba y al oído Angélica le dijo: “Era de las extremistas”, ayudándole a recordar.
Siendo las 11.50 hs y quedándome sólo 10 minutos de visita pues se iban al comedor, le recordé en voz alta a la madre Angélica la búsqueda en la que me hallaba: “¿Re cuerda, madre, que estamos buscando al hijo de Silvina? Bueno, le cuento que hemos avanzado un montón, porque ahora tenemos el testimonio de una chica que estuvo presa con ella en los calabozos del Buen Pastor, allí donde ahora está la fuente de la foto que le mostré. Esta chica dice que Silvina le puso Efraín Daniel a su hijo."
Al escuchar esto, la madre que estaba al lado, la de la tristeza, dijo: “Yo me acuerdo de esas chicas, eran dos, me acuerdo porque yo les llevaba la comida al calabozo, la que tuvo el chico, era hija de un militar. ¿Está viva todavía?”-
Yo no sabía que Silvina era hija de militar. El dato certificaba que ella hablaba de la misma persona que yo buscaba. Le respondí: “Viva está una de ellas, la que estudiaba para monja. La otra, la que tuvo el bebé no, y su hijo es el que buscamos. Cómo se llama Ud. madre?”.
Angélica interrumpió con sorpresa: "¿Cual estudiaba para monja?" distinguiendo una de otra. "La que relató que estuvo con Silvina" y dirigiéndome a la otra le reiteré mi pregunta:
-“Nilda Herrera, yo era la madre Vice-rectora” (o vicedirectora, no recuerdo).
Inmediatamente la madre Angélica dijo:
-“Yo no me acordaba, cuando me preguntaron las autoridades yo no me acordaba”
-“Madre, pero ahora que se acuerda, no recuerda qué hicieron con el bebé? Esta muchacha asegura que Silvina fue algunas veces a darle de mamar a su bebé a otra dependencia.”
Luego me acercó a su cara con la mano y en secreto me dijo: “Perdoname. Perdoname. Perdoname.”
Le respondí: - “Madre, Usted fue muy buena con nosotras, pero deme una punta para ayudar a esa abuela, que está viejita, a conocer a su nieto”.
Me dijo”: “Vení otro día, a la tarde, con más tiempo” Luego se llevaron a todas las madres al comedor y una celadora me dijo: -“Acérquese a la madre Nilda al comedor. Quiere hablar con Usted”. - Me metí en el comedor y Nilda me acercó a su cara y en voz muy baja, bajo la mirada casi de censura de Esther me dijo: “Hay un chico en Río Cuarto, que estudiaba para doctor, pero no quiere saber nada”. Le pregunté: “Es el hijo de Silvina?”. No dijo nada más, salvo “Eran tiempos muy duros, muy difíciles para nosotras”. Le di mi teléfono y le dije que si quería decir algo más me llamara.
3ra visita julio de 2009:
Volví dos meses después. La madre Angélica nuevamente conversó con fluidez de la situación política nacional durante más de 90 minutos. Me comentó que desde que dejó de ser la madre superiora había aprendido a manejar la computadora y que llevó durante un tiempo toda la parte administrativa de la orden. Todo bien, hasta que le toqué el tema de Parodi. No quiso hablar más y comenzó a manifestar dificultad para hablar. Volví a pedirle piedad para con la abuela Sonia Torres: “No se lleve este secreto a la tumba, madre”. Pero no habló más.
Entonces me fui a ver a la madre Nilda Herrera. La encontré en la cama. Me dijo que no quería meterse en líos, que tenía miedo, muy angustiada y me pidió que me fuera.
Al salir tropecé con la hermana Asunción o algo parecido. Le saqué el tema y me reconoció que conocía a Silvina, que el bebé seguramente lo tenía la familia o estaba en la casa cuna porque era lo que se estilaba hacer con los bebés de presas o de las “alojadas”. Cuando le comenté de la otra persona, la que estudiaba para monja, contestó muy enojada. “Esa no era monja, no tenía vocación, por eso dejó los hábitos”. O sea que sabía de quien hablaba.
Ampliación de declaración ante el Juzgado N° 1
Con toda esta información me presenté al Tribunal Federal a ampliar mi declaratoria. La persona que me lo recibió, una mujer joven, cuando comenzó a escribir quedó visiblemente sorprendida y me preguntó:
-“¿Usted sabe lo que está diciendo?”.
Le contesté que sí y que a su vez, yo le preguntaba a ella por qué no habían llamado a declarar a las monjas del Buen Pastor en este caso. Respondió que porque la jueza había dicho que era inútil dado que estaban muy viejitas y con Alzheimer. Le contesté que no coincidía con mi experiencia dado que manejaban la computadora, celular y leían el diario.
Al finalizar mi declaración llamó a Mirta Rubin, la secretaria del Juzgado para que me escuchara y ésta, a su vez, llamó a la propia jueza, Cristina Garzón. Mi sensación fue que mi testimonio le disgustó. A esa altura, yo ya sabía que Cristina Garzón era la sobrina de la Madre Angélica Olmos Garzón. Al finalizar me preguntó si mi madre vivía sola en Córdoba. Esa pregunta, totalmente descontextuada del caso, la sentí como una advertencia.
Finalizada esta amarga experiencia indagué sobre la historia de la orden del Buen Pastor, y la relacioné con los conocimientos que tuve durante mi estancia en esa unidad, de lo que ocurría con las otras detenidas, comunes. La práctica de entrega de bebés de muchachas embarazadas, presas comunes o “alojadas”, a familias adoptantes era frecuente en esa orden. La cárcel del Buen Pastor era asistida por un sacerdote llamado Luchessi (la escritura puede tener errores ortográficos). Monseñor Primatesta, entonces Arzobispo de Córdoba, tenía la sede del arzobispado frente al propio Buen Pastor, y alguna vez, según las propias monjas, había visitado esa unidad carcelaria durante el tiempo que refiero. La Orden habría sido disuelta en 1978.
Supe que, luego de mi testimonio, las madres mencionadas fueron convocadas a declarar en el juicio de referencia. Pero la madre Nilda Herrera falleció unos días antes por lo que su testimonio no pudo ser ratificado frente a la jueza. Desconozco si la hermana Asunción fue citada.
Buenos Aires, 5 de agosto de 2015 - Mi testimonio en la causa de La Perla, 5/08/15
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