Cualquier extranjero que haya deambulado por la noche porteña del
miércoles seguramente no entendió lo que sucedía. El centro de la Ciudad
era una fiesta, la plaza… una asamblea multitudinaria como pocas,
grupos de mujeres y hombres revoleaban camisetas y banderas alrededor
del obelisco y los autos acompañaban con bocinazos. El centro era una
fiesta… la fiesta de los que dejaban el gobierno y ya prometían volver.
Horas después, esos mismos desorientados pueden haber recalculado y,
ahora sí, habrán asistido al entusiasmo de quienes coronaron sus
expectativas con el triunfo electoral de Mauricio Macri que, a las 11.45
de ese día, se convertía Presidente de la Nación hasta el 10 de
diciembre de 2019.
Analizar los dos discursos, el de Cristina Kirchner desde el frente
de la Casa Rosada, el de Mauricio Macri en la Asamblea Legislativa ante
la que juró, sería más de lo que ya vienen cruzándose. Una reseña de los
doce años del gobierno que más hizo por la integración social y
económica de los argentinos en seis décadas, contra un conjunto de
frases que incluyen conceptos como “pobreza cero” o “generación de
trabajo”, no sólo sin explicaciones de las herramientas para lograrlo,
sino contra las consecuencias de los adelantos que sus propios
funcionarios formularon los días previos a la asunción y que se
confirmarán –o no– a través de decretos y decisiones de los nuevos
ministros.
Tal el escenario que construyó la sociedad argentina. El de la
institucionalidad incuestionable del nuevo presidente y su equipo,
apoyado en un discurso que parece extraído de un manual de autoayuda,
junto a la representatividad no menos sólida de un peronismo
kirchnerista expresado en un frente estructurado para la victoria y en
la figura de una Cristina Kirchner que, por encima incluso de los buenos
números de su imagen pública, tras doce años y a pesar de todo, dejó el
centro de la escena oficial con su capacidad de convocatoria intacta,
con el agregado de la suma de centenares de miles de “espontáneos”
incondicionales que se sumaron a los sectores organizados alrededor de
los movimientos sociales.
Parrala
Con ese marco, Macri salió a la cancha presidencial. Zigzagueante,
fue el adjetivo usado por algunos análisis relacionados con los dichos
previos a su asunción. En realidad fueron contradictorios y, en la
explicación que se dé a las marchas y contramarchas que expusieron la
credibilidad inicial del presidente inminente, tal vez se pueda obtener
la radiografía de los primeros meses de su mandato.
Dolores Parrales Moreno fue una “cantaora” de flamenco, que se
destacó como una de las intérpretes más significativas de la segunda
mitad del siglo XIX en Sevilla. Le decían “La Parrala”, no tardó en
convertirse en mito y su fama llegó en los barcos de inmigrantes hasta
las costas del Río de la Plata, sobre todo en la descripción de unos
versos que contrapunteaban el “que sí, que sí, que sí, que sí”, con un
“que no, que no, que no, que no”; por eso, los descendientes de aquellos
viajeros y herederos de sus costumbres calificaban de “Parrala” a todo
aquel que formulaba una afirmación y, después, se inclinaba por todo lo
contrario.
Entre los botones de muestra de las contradicciones dignas del canto
dedicado a Dolores, sobresalen los dichos y desdichos acerca de la
aplicación o no del Impuesto a las Ganancias sobre el medio aguinaldo de
diciembre, finalmente saldada a favor de la carga.
Cabe preguntarse si cada anuncio después retrucado –por ejemplo,
valor del dólar, levantamiento inmediato del cepo o cláusula democrática
contra Venezuela– fue una improvisación, el esbozo de quien está
acostumbrado a ponerle, solamente, el tinte de budismo zen a las
cuestiones de fondo no explicables para no perder simpatías y, a la hora
de las decisiones, quienes en realidad las toman tras bambalinas le
explican que no se puede, no se debe o no conviene.
Peor aún, cabría dudar acerca de si tales dobleces son producto del
juego de presiones con los sectores más poderosos de la economía
concentrada de la Argentina, que van por todo, después de apoyar su
candidatura con sus juegos de presiones sobre la justicia, con el manejo
de los medios de más peso en la agenda nacional y con los recursos que
un día decidieron trasladar desde la campaña de Sergio Massa hasta las
tolderías del PRO, cuando el de Tigre se caía de la cima y su hijo
dilecto y gerente de sus intenciones, al fin, empezaba a pintar.
Gracia
Los primeros tiempos de un presidente, de cualquier mandatario electo
por la mayoría, cuentan con un “período de gracia” que le otorga la
ciudadanía y, en general, la prensa. Será, seguramente, el caso de
Mauricio Macri, ayudado por los tiempos navideños y vacacionales y por
las “explicaciones” de Hugo Moyano que responsabiliza al gobierno
saliente del pico inflacionario provocado por los hombres de Macri.
Los grandes diarios se regodean, como desde hace años, “despidiendo” a Cristina Kirchner y, después de la feria judicial seguramente desde Comodoro Py saldrán misiles de distinto calibre destinados a la mandataria, su familia y el equipo de gestión que la acompañó.
Los grandes diarios se regodean, como desde hace años, “despidiendo” a Cristina Kirchner y, después de la feria judicial seguramente desde Comodoro Py saldrán misiles de distinto calibre destinados a la mandataria, su familia y el equipo de gestión que la acompañó.
Sin embargo, esos períodos concesivos tienen una fecha de
finalización que no se registra en los calendarios, sino en la bonanza o
las dificultades de la vida de los pueblos. Políticas acertadas irán
extendiendo el tiempo de la concordia; acciones contra los avances que
hombres y mujeres sienten como propios, tanto que hasta votaron al
sector que se opuso a ellos, escaladas de precios como la de las últimas
tres semanas, pueden generar disgustos, broncas y hasta construir
oposiciones.
Con un desafío cortante, durante su discurso de despedida
presidencial Cristina Kirchner les dijo que esperaba que, “dentro de
cuatro años, quien tiene la responsabilidad de conducir los destinos de
la Patria pueda decir frente a una Plaza como esta que también puede
mirarlos a los ojos”, como hizo ella hasta el último segundo de su
mandato.
Calabaza
La ahora ex presidenta, también hizo gala de humor al referirse a los tiempos “cautelares” que signaron el período kirchnerista,
más de una vez obstaculizado desde los tribunales de justicia, que
trabaron la ejecución de leyes declaradas constitucionales hasta por la
Suprema Corte, permitieron el incumplimiento de deudas gravosas por
parte de grupos económicos o, como sucedió en el estertor de su mandato,
recortaron la extensión del mismo estipulada por la Constitución
Nacional.
Ironizó sobre ese recorte al señalar que debía abeviar ya que “a las
12 me convierto en calabaza”, como sucedería con la carroza mágica de la
Cenicienta de los cuentos infantiles. En verdad, transportada por un
mar de gente.
Y lo hizo cuando el peronismo ya orejea los cartones de su destino, los tiempos de su nueva institucionalización, el orden de prioridad territorial para la elección de autoridades y, en particular, calcula influencias, posibilidades, fuerza propia y simpatías que acompañan a cada una de las figuras que estuvieron y ya están en la pista de la competencia que se viene.
Y lo hizo cuando el peronismo ya orejea los cartones de su destino, los tiempos de su nueva institucionalización, el orden de prioridad territorial para la elección de autoridades y, en particular, calcula influencias, posibilidades, fuerza propia y simpatías que acompañan a cada una de las figuras que estuvieron y ya están en la pista de la competencia que se viene.
La aguja del aplausómetro de Plaza de Mayo llegó al tope cuando
Cristina Kirchner le reconoció a Daniel Scioli su trabajo de años en el
gobierno; los de a pie saludaron su compromiso por una campaña que, en
el último tramo, se pusieron al hombro la militancia silvestre, las
organizaciones con mayor despliegue territorial y el propio candidato
del FpV.
Aquellos paseantes de la Ciudad, que pueden haber confundido a
perdedores con ganadores, tal vez no estaban tan equivocados, ni el
perro se murió ni se acabó la rabia. El peronismo ya lo demostró otras
veces.
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