Lavih Abraham - http://www.8300.com.ar/2015/10/14/a-proposito-del-nobel-de-economia-que-se-mide-cuando-se-mide-la-pobreza/
No sabemos a ciencia cierta cuántos pobres hay. Depende, siempre, de cómo querramos medir la pobreza, de dónde pongamos la vara y de qué contemos. En cada país, además, las estadísticas oficiales se han empecinado en ser diferentes: las comparaciones internacionales, entonces, se hacen complejas. A pesar de las dificultades, se hace necesario conocer para poder, más tarde, pensar y aplicar soluciones a los problemas prácticos de la política, del día a día.
Este tipo de problemas ha llevado a algunas personas a reflexionar primero y aportar soluciones concretas luego: Angus Deaton, economista escocés que trabaja hace años en los Estados Unidos, fue galardonado con el Premio Nobel de Economía al ser uno de estos. Es la persona que ha trabajado mezclando las cuentas nacionales, las encuestas de hogares y ha juntado datos para poder arribar a respuestas concretas. Comparar entre países es un verdadero desafío debido a las diferencias culturales, los precios relativos (hay cosas que son más baratas o accesibles en algunos lugares y en otros no existen prácticamente) y el valor de las monedas en el ámbito internacional que hace parecer cosas más baratas o caras de lo que en realidad son, entre otras.
Una de los aspectos que más ha criticado Deaton es que para medir la pobreza nos fijamos en cuánto gasta la gente y no en cuáles bienes son a los que efectivamente accede. Por ejemplo, la presencia de una gran proporción de gasto público que mejora la calidad de vida de los más humildes no es tomada en cuenta en las mediciones entre países o en el tiempo en el mismo país. Aunque alguien haya comprado los mismos bienes (digamos comida, ropa, gastos de hogar y esparcimiento) en dos momentos diferentes del tiempo, si en uno de esos momentos tiene acceso a servicios de salud, educación y cultura que da el estado de manera gratuita, esa persona vivirá mejor. El índice de pobreza será el mismo, pero la calidad de vida es diferente.
Por otro lado, una pregunta que guía las investigaciones de Deaton es por qué el aumento del PIB per cápita (es decir, la riqueza nacional dividida por el total de habitantes) no redunda en una baja de la pobreza. Y allí aparece una segunda cuestión insoslayable: el aumento de la desigualdad, es decir, cómo se distribuye ese total de riqueza en la población. La concentración del ingreso en pocas manos es algo que no aparece en las mediciones de la pobreza (porque son cosas distintas) pero que de todos modos influye en el bienestar de la población, porque el crecimiento económico se lo está apropiando sólo una minoría.
Finalmente, está la cuestión política: un cambio en las formas de medir la pobreza hace que más las estadísticas muestren mayor o menor cantidad de personas pobres. Entonces, modificar las estadísticas es algo que nadie quiere hacer. Deaton, en una conferencia reciente, cita los casos de los Estados Unidos y de la India: en el primer país, los criterios se han mantenido estables por más de 50 años, llevando la línea de pobreza a una estadística obsoleta que no explica los cambios recientes en la vida de los ciudadanos norteamericanos. En el otro extremo, India modificó tantas veces el indicador de pobreza que ya nadie confía en él: derecha y la izquierda de ese país se pelean de manera indefinida por el número total de pobres que efectivamente hay.
En definitiva, es imperioso tener una buena medida de la pobreza, pero al mismo tiempo requerimos ser críticos de qué es lo que está por detrás, en la “cocina” del indicador para saber qué es lo que estamos midiendo. El objetivo, claro está, no es la medición en sí sino propiciar políticas estatales que ayuden a eliminarla y a mejorar la calidad de vida de nuestra población.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario