W. Abraham Pérez A * - http://www.la-epoca.com.bo/index.php?opt=front&mod=detalle&id=3690
Los denominados “fondos buitre” resultan ser producto de “inversiones especulativas” que aprovechando las crisis de deuda de países no desarrollados, recompran títulos de sus deudas a precios muy reducidos, con el objetivo es obligarles, por la vía judicial, al reembolso a un alto precio, es decir, el monto inicial de las deudas, más los intereses, sanciones además de diversas costas judiciales. Las ganancias que estos fondos acumulan son descomunales. Ejemplo de estas operaciones es como las empresas especuladoras NML y Aurelius recompraron en 2008 bonos de deuda pública argentina cuyo valor nominal era de 222 millones de dólares. Mientras que estas empresas compraron la deuda en apenas 48 millones de dólares para adquirir dichos títulos, ahora reclaman que la Argentina pague de 222 millones de dólares más los intereses de demora y demás gastos judiciales. En total, el Estado argentino tendría que pagar 1.330 millones de dólares a NML y a Aurelius, según decisión de los juzgados de Nueva York confirmada por la Corte Suprema. Habiendo “invertido” 48 millones ganarían 1.282 millones en 6 años, una ganancia de 213,7 millones por año.
Por los datos anteriores, una locura para quien se considera cuerdo en estos tiempos, resulta que es normal y justa para los defensores del “orden civilizatorio” vigente y dominante de nuestros tiempos. Los apologistas del sistema capitalista y su desorden especulativo, salvaje y destructor, permanentemente defienden, estos acontecimientos como producto de la “brillante institucionalidad” lograda por las sociedades desarrolladas. Lo más indignante es que, en la propia sociedad argentina existe un pensamiento de derecha que justifica y pide que se “honre” esa deuda.
Las opiniones de que el mundo del Siglo XXI es un lugar mejor al de tiempos antiguos, podría ser una afirmación totalmente errónea y producto del optimismo ilusionista de los que afirman dicha hipótesis. Ilusionismo basado en las comodidades que permite la producción y oferta de productos suntuosos a los cuales acceden un porcentaje extremadamente minoritario del conjunto de las sociedades que ocupan el planeta.
Muchos estudiosos de la situación actual nos están dando pautas que el mundo del presente Siglo XXI sigue siendo desventurado para la mayoría de sus pobladores. Sin embargo, la gran mayoría de los ilustrados de clase media, entre ellos mis colegas los economistas, todavía creen en la institucionalidad del mundo moderno, en su democracia y su justicia, les parece totalmente natural todo el cúmulo de atrocidades que acontecen en el marco del “orden establecido”. Ven con agrado y simpatía la dominada justicia de los países desarrollados, jueces dominados y serviles al capital improductivo, les parece normal las actividades de carroña que practican los especuladores financieros.
En los Estados Unidos, se practicaron y se practican las atrocidades más flagrantes e impunes que el ser humano y la naturaleza conocieron. Durante los Siglos XVII, XVIII y XIX se separó sistemáticamente de sus tierras a los pueblos originarios, en ocasiones por la fuerza del exterminio y en otras con engaños de su corrupta justicia. Una vez instalada su economía de carroña se lanzaron a apropiarse del resto del planeta, con toda la fuerza de su “institucionalidad”, a la que admiran los ingenuos economistas de la modernidad neoliberal de nuestros tiempos.
Hoy ocurre que cuando vemos la hipócrita prevalencia de la ley que, en apariencia, respetan los derechos de propiedad de especuladores, parece una acción normal, una confirmación de la acción del mercado, mano invisible divina y natural. A pesar de que los economistas y los demás sabemos que en los mercados se engaña a la gente y se explota a los trabajadores, se especula y se obtiene ganancias de no trabajar nada.
Los intercambios que ocurren en la realidad no se limitan a intercambios de viene necesarios para la subsistencia del ser humano, como lo explican los manuales de economía. También sucede que existen algunos grupos superados en astucia que usan nuevas formas de apropiarse del esfuerzo presente y futuro de los pueblos empobrecidos y de sus grupos más explotados.
El debate permanente y abierto ha logrado que la solidaridad de los países del sur, Latinoamérica y el G-77 apoye el no pago de la deuda inmoral. Sin embargo no se trata de reacciones de coyuntura, hay que actuar en la construcción de una arquitectura financiera y económica de alternativa.
* Docente Investigador Titular de la UMSA, economista subversivo, miembro de la “Red Boliviana de Economía Crítica”.
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