Paula Frere Flesler - http://www.rebelion.org/noticia.php?id=187445
“No hay justificación para las violaciones, ni las hay para las matanzas; se trata de crímenes de guerra. Pero en ciertas condiciones la expulsión no es un crimen de guerra. No creo que las expulsiones de 1948 fueran crímenes de guerra. No se puede hacer una tortilla sin cascar los huevos. Uno tiene que ensuciarse las manos. Una sociedad que pretende matarlo a uno lo obliga a destruirla. Cuando hay que elegir entre destruir o ser destruido, es mejor destruir”
Así explica Benny Morris, historiador israelí, la limpieza étnica que hubo entre 1946 y 1948 para establecer, poco tiempo después, el Estado de Israel. Estas declaraciones al periodista Ari Shavit del periódico Haaretz, reflejan la mentalidad de muchos ciudadanos con respecto a este tema. Solamente con leer “una sociedad que pretende matarlo a uno lo obliga a destruirla” muestra una sociedad aquejada de permanente manía persecutoria. La mentalidad del ataque preventivo es la que ha servido en bandeja la insostenible situación que se vive actualmente, aquella en la que el árabe quiere dominar e invadir, y por tanto, es necesario restringir su espacio y capacidad de actuación para que el estado israelí pueda seguir desarrollándose.
Tras la desaparición de tres jóvenes israelíes el pasado 30 de junio de este año, Israel vuelve a mostrar su cara más oscura, y este hecho reafirma una vez más que las medidas precautorias del gobierno israelí hacen mella en Palestina, con 189 muertos y miles de heridos. Los ataques han arrasado la zona, miles de viviendas destrozadas, desplazando a miles de personas, las cuales buscan refugio ante las inminentes agresiones.
Gran parte de la sociedad israelí busca justificar estas políticas a través de comentarios, vídeos e imágenes en muchas redes sociales. Un usuario de facebook hace el siguiente comentario: “Nos cuesta ser aceptados fuera del traje a rallas del campo de concentración y menos poder defendemos y mucho menos usar la fuerza, somos 15 millones queremos un espacio ínfimo del planeta que históricamente nos corresponde y tendrán que matar seis millones de hermanos más para que la lastima nos de paz”.
Pero qué se puede esperar cuando gran parte de la sociedad piensa con firmeza que los árabes quieren transformar el continente europeo en Eurabia, e incluso que en España desean recuperar Al Ándalus. Parte de estas reflexiones se apoyan en el sionismo, movimiento que lleva inculcándose desde el siglo XIX y que busca recuperar la Tierra Prometida.
Entonces si desde años, si desde la infancia, solo escuchas y estudias que esa tierra te pertenece, que los pueblos vecinos quieren acabar con el estado judío y reconquistar sus antiguas naciones, la primera reacción de un humano es la preventiva. Y esto es lo que a día de hoy vemos y escuchamos.
Noam Chomsky e Ilan Pappe lo describen muy bien en el libro “Gaza en crisis”: “Los mecanismos negacionistas israelíes son muy efectivos, pues funcionan como una exhaustiva herramienta de adoctrinamiento que abarca la existencia completa del ciudadano, de la cuna a la tumba. Esta herramienta garantiza al Estado que sus ciudadanos no se sentirán confusos ante los datos y la realidad o, al menos, que no tendrán problemas morales.”
El gobierno israelí ha conseguido mantener a su pueblo unido y confiado en las medidas territoriales que se toman en el país. Ha creado una consciencia única e imbatible, donde los hechos diferentes a la “establecida” no tienen lugar, véase lo sucedido con Ilan Pappe, profesor de historia israelí, quien fue expulsado del país por promulgar ideas equívocas.
Pero Pappe logró difundir sus pensamientos y reflexiones por otras vías. En una conferencia en Stuttgart, Alemania, explica: todos los acuerdos de Oslo por la paz no funcionaron y nunca lo habrían hecho, ya que lo que realmente sucede es el colonialismo sionista que no parará hasta conseguir un estado más fuerte y vacío de árabes. La única solución posible es la construcción de un único estado secular que garantice la convivencia entre todas las religiones, pero antes habrá que desprogramar a muchos civiles de la población israelí.
Esta afirmación confirma una vez más la teoría sionista, es decir, si la sociedad israelí, o al menos parte de ella, no conoce otra historia que la programada por el gobierno, supone que su postura seguirá siendo la misma, y que ante un posible ataque, es mejor la prevención. Probablemente en este siglo no se recurra a un nakba tan fuerte como se hizo en los años cuarenta porque la sociedad internacional no lo permitiría. Pero sí que existe un cerco que reduce el territorio palestino al mínimo y los israelíes apoyan esas decisiones.
Entonces para proponer una solución a esta complicada situación habría que empezar por recontar la historia y ofrecer más perspectivas al pueblo israelí, para que tomen conciencia de todas las realidades, no solo la suya. Solo en ese momento podría hablarse de una incipiente paz, y empezar a negociar una convivencia entre ambos pueblos, que se asemejan mucho más de los que ellos piensan.
Sin embargo, mientras que el gobierno fije sus pautas y el pueblo no las revoque, el conflicto entre Israel y Palestina no tendrá caducidad. Solo a través de la información y la concienciación de las personas sobre esta situación logrará poner punto y final a una guerra que ha dejado un número incontable de víctimas y secuelas que perdurarán a lo largo de muchos años.
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