El golpe de Estado preparado desde hace tiempo contra el
gobierno de Evo Morales se concretó en el mismo momento en que las Fuerzas
Armadas bolivianas, que se habían mantenido en la pasividad a pesar de que
debían defender la democracia y la Constitución del país, le «sugirieron» al
presidente y su vicepresidente renunciar para la pacificación del país, lo que
dejaba a la población atacada por los paramilitares del Comité Cívico y la
Juventud Cruceñista, en completa orfandad.
Al plegarse al golpe, evidentemente de acuerdo con los
mandatos de Washington, ni siquiera se comprometieron a proteger a la población
de los criminales ataques de quienes toda la vida apoyaron las dictaduras y
consideran a los pueblos originarios seres inferiores, con lo cual van a proseguir
con los crímenes de lesa humanidad que ya han cometido en los últimos días.
En las últimas horas de ayer los jefes de las Fuerzas
Armadas aparecieron por primera vez después de tantos días tumultuosos y con
las rebeliones policiales diciendo «las Fuerzas Armadas, enmarcadas en la
democracia y las leyes, garantizaremos la unión entre compatriotas, por lo que
ratificamos que nunca nos enfrentaremos con el pueblo, a quien nos debemos y
siempre velaremos por la paz, convivencia entre hermanos y el desarrollo de
nuestra patria», como anunció el comandante de esa institución, Willams
Kaliman.
A su lado estaba todo el alto mando. «Los actuales problemas
generados en el ámbito político deben ser solucionados en el marco de los más
altos intereses de la patria, antes de llegar a momentos irreversibles»,
dijeron poco después de una conferencia de prensa que ofreció el presidente Evo
Morales para llamar al diálogo a los cuatro partidos que lograron
representación legislativa en los comicios nacionales.
Pocos días antes, Estados Unidos urgió a Bolivia a respetar
el voto de la ciudadanía so pena de «serias consecuencias». Lo dijo el
miércoles el subsecretario interino de Estado para Asuntos del Hemisferio
Occidental, Michael Kozak, en una audiencia ante la Comisión de Relaciones
Exteriores de la Cámara de Representantes. «Ellos deberían hacer eso y si no lo
hacen nosotros les hemos dejado claro que van a haber serias consecuencias en
sus relaciones con la región». Desde hace más de un mes ya habían amenazado con
lo mismo.
Adelantando algo de su discurso de renuncia, Evo dijo en
esos momentos: «Ya hemos soportado con mucha paciencia hasta ahora, ni la
Policía ni las Fuerzas Armadas pueden mancharse con la sangre del pueblo
boliviano. Para preservar la nueva Bolivia, la vida misma, la democracia,
convoco al diálogo a los partidos que han obtenido asambleístas en las últimas
elecciones nacionales. Convoco con agenda abierta a debatir para pacificar
Bolivia. Convoco a una reunión de manera urgente e inmediata».
Por entonces ya tenía conocimiento de que las criminales
fuerzas de choque con que siempre han contado los golpistas en Bolivia estaban
secuestrando a familiares de funcionarios, alcaldes, gobernadores, exigiéndoles
las renuncias y quemando casas después de saquearlas.
También atacaron sedes de radios y televisión, sin que en
ningún momento ni policías ni militares aparecieran en ayuda de las víctimas.
El presidente Evo Morales denunció también la utilización de
la figura de Jesucristo y la Biblia por los que usaban la religión para
maldecir, para discriminar y para «hacer odiar». «Oran para después gritar ‘Evo
cabrón’», dijo en entrevista con Radio Panamericana.
«Quiero pedir a las Iglesias: usen la Biblia y a Jesucristo
para pacificar, no recen para hacer odiar, no oren para discriminar. La Biblia,
la religión, es reconciliación y bendición, no es maldición. ¿Qué clase de
grupos tenemos?», dijo el mandatario.
«Yo soy admirador de Jesucristo. Jesucristo ha dado su vida
por los pobres. Ahora [usan] la Biblia para someternos», sostuvo Morales.
Se refería sin duda a los evangélicos de las grandes
Iglesias como la Universal o el Reino de Dios, que han actuado en Brasil, donde
el presidente Jair Bolsonaro se fue a bautizar como evangélico a Israel, en el
Río Jordán. Parece una historia bíblica al revés.
Estas Iglesias, que nada tienen que ver con los antiguos
templos evangélicos, están entrando como caballos de Troya a nuestros países, y
son las que han mantenido a la derecha más brutal contra Lula desde 1994 y
apoyado el golpe contra la expresidenta Dilma Rousseff en 2016, y ahora a
Bolsonaro, siendo los mayores propagandistas contra el recién liberado
expresidente de Brasil.
En Argentina, cuando fue derrotado en las primarias de
agosto pasado, Mauricio Macri, quien deja un país arrasado con territorios
entregados, recurrió a reunirse con los pastores evangélicos de estas Iglesias
que lo ayudaron a repartir miles de dólares y a comprometerse en llevar a sus
seguidores a su campaña política y a votar masivamente por él.
Hay que tener en claro que el respeto a los cultos
religiosos es constitucional, pero en este caso los poderosos grupos que se
llaman asimismo evangélicos están trabajando para los servicios de inteligencia
de Estados Unidos e Israel, como ya se ha denunciado en países europeos.
Evo también señaló a ex miembros de la Asamblea Permanente
de Derechos Humanos y a exdefensores que participan en las movilizaciones de
estar «junto a racistas y fascistas. No entiendo. Soy muy sincero. Están con la
gente que ostenta poder económico y no con la gente humilde».
Morales habló junto a Álvaro García Linera para explicarle
al pueblo las razones de su renuncia, evidentemente asombrado por el
comportamiento de algunos sectores. Podrá o no comprenderse desde fuera esta
decisión, pero si hay alguien que conoce la capacidad de violencia y crueldad
contra su pueblo, de los que con una Biblia en la mano están a la cabezas de
los criminales ataques, es Evo Morales, tantas veces víctima.
Incluso esta tarde de domingo contra la Embajada de
Venezuela, donde actuaron con extrema violencia, o de la complicidad de los
medios de comunicación en los crímenes de lesa humanidad cometidos tanto en
Bolivia como en América Latina, ya sea mintiendo, desinformando o haciendo
silencio ante el horror.
Los logros del gobierno de Evo quedarán para siempre en la
memoria de su pueblo y de América Latina. Fue el mejor tiempo vivido en la
historia de ese país, sin duda alguna, haciendo exactamente lo contrario de los
planes del terrorismo genocida que impone el neoliberalismo en nuestros
pueblos. Ahora la OEA deberá responder por qué estando presente en
Bolivia viendo la violencia de los opositores y del golpismo no hizo
absolutamente nada para proteger a la población indefensa, después de haber
abierto la puerta a los golpistas.
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