Lo nuevo no va a emerger neutralizando a Lula. Una de las
mayores falacias de los que prefirieron no tomar posición a lo largo de
este proceso que comenzó con el impeachment ilegítimo a Dilma Rousseff y
culminó con la prisión de Lula -produciendo una conmoción gigantesca y un nuevo
horizonte de configuraciones políticas- es el intento de llevar a la cárcel
a Lula como aquello que "tiene que desaparecer", para
liberarnos de las "polarizaciones"; lo que tiene que
"desaparecer" de la escena política para liberar lo nuevo. Aquello
que debería desaparecer para que otras causas, pautas y formas de política
puedan emerger.
La miopía en ese tipo de argumento es -justamente- el hecho
de pensar de forma dual y maniqueísta, exactamente como los que hallaron en
Lula el "chivo expiatorio" para todos los males de la
corrupción. Lula se convirtió en el "signo del mal" a ser
extirpado del antipetismo histérico; y también de ser "neutralizado",
según los ponderados, los equilibrados, los que quieren "acelerar" la
aparición de lo nuevo.
Para estos, con dilemas y conflictos de Edipo, habría que
matar al padre, el estadista, el rival, matar aquello que traspasó las
fronteras. Es decir que "el problema" sería el exceso de grandeza de
Lula, que proyectaría su sombra sobre lo nuevo. Ellos, en el fondo, respiran
aliviados con esta prisión. Ahora sí, podemos poner a cero el juego y -sin
Lula- las "izquierdas oprimidas" van a poder florecer. Creen que sin
Lula se acaban las polarizaciones.
La estupidez es pensar que Lula no sea -justamente fue y es-
una de las condiciones esenciales para que existiese la posibilidad de que
"lo nuevo" emergiera como tal, en ese período de democracia
convulsionada que vivimos.
Fue esa extraordinaria jornada que hizo que Brasil
produjera nuevos sujetos de discurso: desde la emergencia de la
potencia de las culturas de las periferias, hasta los nuevos feminismos;
del empoderamiento de los movimientos sociales y culturales clásicos (MTST,
MST) hasta el afro-futurismo; la cultura de la diversidad pop y de los
pueblos, espacios de debate, las experiencias de los nuevos grupos y
movimientos urbanos provenientes del interior del país como Fuera del Eje
(una red colaborativa y descentralizada de trabajo constituida por colectivos
culturales basados en la economía solidaria, cooperativismo y demás acciones),
la posibilidad de los medios alternativos y autogestivos, etc.
Hay un Lula en esos nuevos líderes jóvenes y negros que
surgieron de las favelas. Las Marielles (en referencia a la militante asesinada
Marielle Franco) son parte de ese proceso, y de ese
"efecto-Lula". No se trata de un culto a la personalidad, sino
de procesos históricos complejos e intrincados, donde Lula es uno de los
“hubs” -es decir, ese dispositivo que permite centralizar el cableado de una
red de computadoras-, un nexo, una idea, un concepto, etc.
Lula y el proceso en torno a él, Lula-idea, Lula-concepto,
como nexo y no como “personalidad” ni “mesianismo”, fue y es la condición
necesaria para la posibilidad de "lo nuevo", y no la sombra que
“calla” y que impide el devenir.
¡Lula trascendió el campo de las izquierdas hace mucho
tiempo! No pertenece más al PT, ya no pertenece a un “partido”, es por eso
que la lucha contra su arresto arbitrario y todo su recorrido de vida ya es una
de esas piedras fundamentales que fue lanzada y produce olas cada vez más amplias. En
un país desencantado, brutalizado, violentado, no podemos darnos el lujo
mezquino de rifar a Lula.
Un hecho significativo ocurrido en las jornadas de San
Bernardo fue cuando el PCO (Partido da Causa Operária), en contra de la
decisión del propio PT, de los abogados y del deseo del propio Lula, intentó
impedir que se entregara a la Policía Federal, en una situación fuera de
control, tensa, y que apuntala ese pensamiento incontrolable sobre la
figura y el legado de Lula. ¡Lula ya no pertenece a nadie!
Ese fin de semana, después de horas viendo a través de los
medios libres, las redes sociales, amigos cercanos, chats de Telegram y
Whatsapp todo lo que pasaba, se percibía claramente esa cuestión ampliada,
generosa, extendida, de Lula, y de esos procesos por los que pasamos y que
fueron ganando en volumen, a una velocidad vertiginosa.
Lula trascendió las burbujas y las izquierdas.
Se dieron cuenta algunos artistas, ex-petistas,
desilusionados, familiares, personas que se estaban desligando de todo y no les
importaba nada. Sabemos que los procesos son complejos, traen consigo
miles de errores, desvíos, equívocos y todas las críticas tienen que ser
hechas. Pero nada de todo eso puede neutralizar la grandeza y riqueza del
proceso encabezado por Lula.
El único momento en el que realmente lloré profundamente fue
cuando, después de aquel largo cortejo por las calles de San Pablo, el
minúsculo y frágil bimotor de la Policía Federal despegó del aeropuerto de
Congonhas y se llevó a Lula preso.
Pero hasta esa imagen era una paradoja: en el menor espacio
del mundo, capturado y abrumado, Lula volaba sobre la ciudad que le dio
todo y que detonó un proceso histórico y singular. La prisión ya era un vuelo.
#LulaLivre.
PD: Este texto nació como respuesta a la tesis defendida por
el medio Estadão –y por tantos otros en Brasil, Argentina y el mundo– en su
editorial post-prisión, sobre "enterrar" a Lula: "Brasil ya no
soporta más tener su destino condicionado al de Lula da Silva. Es preciso
voltear esta triste página de la historia y dirigir los ojos hacia el
futuro". Pero no existe futuro en nuestra frágil democracia que no
pase por el legado, por los aciertos y errores, de Lula.
* Ensayista, profesora e investigadora brasileña. Texto
publicado en midianinja.org
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