Francisco Navarro
En la actualidad, el sistema capitalista tiene distintos mecanismos de apropiarse de la riqueza generada, mecanismos que son complementarios a la explotación del trabajo asalariado. Con el objetivo de recuperar y aumentar la tasa de ganancia, el poder de las oligarquías y el dominio en el campo ideológico, el sistema genera toda una serie de procesos que tratan de garantizar su reproducción material y de clase. El geógrafo David Harvey lo ha denominado como la etapa de la desposesión, entendida como una situación en la que se intensifican los mecanismos a través de los cuales se expolia al trabajador del excedente que ha logrado retener mediante su salario. Así, el capital logra recuperar en el ámbito de la circulación parte de lo que se le ha escapado en el ámbito de la producción, que es donde se reparte el excedente.
Las formas de desposesión son múltiples y cada una puede tener
distintos actores y procedimientos. El aumento inducido de los precios de los
productos necesarios para la vida, los procesos de mercantilización y
privatización de servicios públicos universales como la salud y la educación,
los sistemas impositivos regresivos e injustos, los intereses de la deuda
pública y privada, el control sobre los medios de comunicación y la cultura,
son ejemplos de estos mecanismos de desposesión sobre los distintos espacios de
nuestra vida personal y colectiva, tanto en el ámbito material como en el
político e ideológico.
En cada economía, y en distintos momentos históricos, los mecanismos de
desposesión utilizados con más intensidad varían, por lo que es necesario
analizarlos y sacarlos a la luz [1]. De hecho, cuando en el libro “La mano
visible del mercado” Pasqualina Curcio desentraña rigurosamente las armas
económicas utilizadas contra Venezuela, está vislumbrando los distintos
mecanismos de desposesión del bienestar material y derechos de soberanía que
las clases dominantes están aplicando sobre las clases populares venezolanas
[2].
Uno de los mecanismos de desposesión más efectivos y más utilizados es
el del endeudamiento público en coordinación con un sistema de impuestos
regresivos. Este instrumento funciona con más intensidad cuando debido a la
crisis generada por las contradicciones intrínsecas de la acumulación
capitalista, el Estado ve disminuir sustancialmente sus ingresos tanto por la
caída de la recaudación de impuestos como por la venta directa de productos,
como es el caso de la mayoría de países en Latinoamérica con la caída de los
precios de las materias primas. Simultáneamente, el Estado puede decidir
políticamente aumentar el gasto público para hacer frente a las consecuencias
sociales de la crisis y la reactivación económica. Es fácil entender que en
esta situación un Estado pueda incurrir en déficit fiscal y requiera
financiación. Ésta puede venir del sistema financiero nacional o internacional
(deuda pública interna o externa), sabiendo que para los países
latinoamericanos la primera suele ser en moneda nacional y la segunda en
dólares, pero que por ambas habrá que pagar un tipo de interés que viene
determinado por los llamados “mercados” [3] con la estimable colaboración de
las agencias de calificación (a las que desentrañamos desde Celag en un
reciente artículo [4]).
Estas tasas de interés son especialmente altas para América Latina y su
determinación no se corresponde ni con el nivel de endeudamiento público (un
34,7% en 2015, muy inferior al de los países centrales y que tienen tasas de
interés mucho más favorables), ni con las cifras macroeconómicas de
crecimiento, ni con la capacidad y el cumplimiento de los pagos [5]. Estos
elevados tipos de interés se corresponden con la correlación de fuerzas
existentes en el sistema financiero internacional y que sitúa a Latinoamérica
en una situación geoeconómica debilitada y frágil frente a los movimientos
financieros especulativos. Más adelante volveré a este punto.
Toda esta situación descrita intensifica el crecimiento de la deuda
pública, para el pago de la cual tendrán que destinarse cada vez una mayor
cantidad de recursos públicos presentes [6] y futuros. En última instancia,
estos recursos se obtienen a través de los impuestos y de la venta,
principalmente, de materias primas. En otras palabras, esta deuda pública son
derechos que el sistema financiero tiene sobre la riqueza presente y futura de
la economía real. Por un lado, sobre el valor creado por los trabajadores que
tendrán que dedicar parte de su jornada de trabajo futura a pagar unos
impuestos que servirán para cumplir con las obligaciones de la deuda. Y, por
otro lado, es un derecho sobre los recursos naturales del país que serán
vendidos para hacer efectiva esta obligación.
Es así como la deuda pública se convierte en un mecanismo muy eficiente
de transferencia de renta y riqueza de la población al capital financiero. Este
mecanismo de redistribución a favor del capital es más eficiente, y más injusto
socialmente, cuanto más regresivo es el sistema tributario, es decir, cuanto
mayor es el esfuerzo y la participación de las clases populares en la
recaudación. El informe de la CEPAL sobre el panorama fiscal de América Latina
para el 2016 pone de manifiesto que el sistema impositivo de la región se
caracteriza por su regresividad y por no recaudar lo que podría, en especial a
las rentas más altas y al capital: la recaudación impositiva en la región no
llega al 19% del PIB (muy lejos del 35% de media de los países de la OCDE), el
grueso de esta recaudación recae en impuestos indirectos suponiendo un mayor
esfuerzo para las clases populares [7], los impuestos directos no alcanzan un
tercio del total recaudado siendo muy baja la tasa media pagada por las rentas
más altas (según el informe el 10% más rico paga un 5,4% efectivo), los
impuestos sobre el beneficio para las grandes empresas son ridículos y llenos
de bonificaciones, y el impuesto sobre el patrimonio, que grabaría a las clases
más acomodadas, es casi inexistente.
Con este panorama queda claro el potencial de desposesión para la
población de la región que supone el mecanismo de endeudamiento público en
coordinación con el sistema fiscal latinoamericano. En este sentido, vale la
pena destacar que durante la actual crisis del sistema capitalista el
endeudamiento de la región ha venido protagonizado principalmente por un
endeudamiento interno en la moneda nacional de cada uno de los países. Este
hecho ha provocado que en poco más de una década el peso de la deuda pública
interna sobre la deuda pública total haya pasado de suponer el 35% al 70%
actual [8]. Este hecho pone de manifiesto que se está produciendo un cambio en
cuanto a los actores protagonistas de este mecanismo de desposesión, en el que
el capital financiero-bancario de los países de la región (o al menos, filiales
de la banca internacional que operan en territorio latinoamericano) ha ganado
importancia como receptor de esta riqueza desposeída a la población. Como se ha
puesto de manifiesto desde Celag en artículos anteriores, la banca es el gran
ganador en este siglo XXI en América Latina [9].
Para concluir, hay que tener presente que la deuda pública como arma de
desposesión no solo constituye un mecanismo de transferencia de renta de abajo
hacia arriba, sino que históricamente ha sido un instrumento realmente poderoso
para condicionar e imponer a los países políticas económicas de corte
neoliberal, y América Latina tiene una amplia experiencia en la materia.
Actualmente este instrumento sigue más fuerte que nunca y debemos volver a
mencionar el protagonismo en este campo de las agencias de calificación.
Agencias cuyos análisis están ampliamente desacreditados y que estratégicamente
en muchas ocasiones responden a factores políticos e intereses del capital
financiero. Esto supone una desposesión en el ámbito de la soberanía política
de los países y, por lo tanto, de su población. Decía al comienzo de este
artículo que la desposesión no se produce exclusivamente en el ámbito material
de la vida humana, sino que tiene una incidencia directa en el campo de los
derechos políticos de la población, que lógicamente, en última instancia,
tendrá un impacto sobre sus condiciones materiales. Es imprescindible analizar
estos procesos en su totalidad para determinar el alcance de los distintos
mecanismos de desposesión que operan en la región, sacarlos a la luz y hacerles
frente desde los distintos espacios de lucha política.
1 En los años ochenta, el endeudamiento externo fue uno de los
mecanismos de desposesión más exitosos en Latinoamérica, puesto que no solo
generó una transferencia de renta colosal hacia el capital financiero
internacional sino que abrió la puerta a la intensificación de otros mecanismos
como la mercantilización y privatización de servicios públicos y la apropiación
de la explotación de los recursos naturales por el capital privado.
2 La autora destaca principalmente cuatro mecanismos: el
desabastecimiento programado de bienes esenciales, la inflación inducida, el
boicot en el suministro de bienes de primera necesidad y el embargo comercial
encubierto.
3 Los mercados son un entramado de empresas del sector financiero
internacional: bancos, gestoras de fondos de inversión, aseguradoras, fondos de
pensiones, fondos soberanos, fondos de capital riesgo, etc. El negocio de todos
ellos consiste en la obtención del máximo beneficio mediante la concesión de
préstamos a los Estados (de todos los niveles territoriales) y empresas
públicas y privadas.
4 http://www.celag.org/agencias-descalificadas/
5 Es de sobra conocido, aunque siempre es necesario recordarlo,
que la mayoría de dificultades de pago de la deuda externa de los países
latinoamericanos han venido por factores especulativos y políticos con
intereses en los países centrales.
6 Por ejemplo, de acuerdo al Comité para la Anulación de la Deuda
del Tercer Mundo (CADTM) en el 2013 Brasil destinó el 42,2% del presupuesto
público al pago de la deuda, Argentina destinó el 38,4% y Colombia el 24,3%.
7 Aunque hay excepciones como Venezuela, Bolivia y Ecuador que se
han apoyado más en la riqueza derivada de las rentas de los recursos naturales
que en los impuestos sobre el consumo. No obstante, estos últimos siguen siendo
más importantes que los directos.
8 Para una muestra de países de referencia de la región:
Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Venezuela.
9 http://www.celag.org/la-banca-y-su-mano-invisible/ y
http://www.celag.org/informe-las-ganancias-de-la-banca-privada-en-america-latina/
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