Federico Mana* - http://www.minutouno.com/notas/350795-hay-limites-el-humor
Generar la risa mediante la acción de resaltar defectos, imitar o exacerbar rasgos característicos de una persona o institución es una práctica antiquísima que no sólo tiene y ha tenido la intención de alegrar a las multitudes, sino también la de manifestar fuertes críticas al orden establecido y al poder imperante. Ahora bien, ¿debe haber algún límite para el humor?
Existen diversas maneras de hacer humor, una de las cuales (tal vez la más frecuente) es la de representar situaciones "tabú" de las sociedades a través de la jactancia o el chiste fácil, acudiendo por lo general a aspectos escatológicos o sexuales; también se suele recurrir a situaciones absurdas, anómalas o que dejen en evidencia la torpeza humana.
Claro que hay diversos tipos y niveles de humor, que estarán dados por el medio a través del cual se busca despertar la risa en el público. Entre este amplio abanico encontramos la sátira o la burla, que pretenden tomar como eje a un personaje y extraer sus características principales, de manera tal que pueda representárselo exacerbando las mismas. No obstante, en estas verdaderas caricaturas, no sólo se pone en juego la burla sino que además se genera una fuerte crítica hacia el objeto burlado, porque se ponen de manifiesto todos sus defectos, casi hasta el punto de dejar completamente de lado sus virtudes.
Así pues, la burla no suele ser más que la reducción de una persona o institución a una característica defectuosa, como puede ser la obesidad, su forma peculiar de hablar, su ideología, etc. Es por esto que a lo largo de la historia se ha visto muchas veces con sospecha a la risa, ya sea desde el plano religioso como el filosófico. Por más que existieron pensadores que manifestaron la importancia del humor como lo fueron Aristóteles o Nietzsche, la tendencia ha sido ver a la seriedad como una condición casi exclusiva para manifestar teorías "contundentes", situación expresada con maestría en "El nombre de la rosa" de Umberto Eco y el debate acerca de la risa de Dios.
Sin embargo la potencia del humor y de la sátira ha seducido a grandes personajes a lo largo de la historia, quienes comprendieron a la perfección que desde la risa también se puede poner en jaque un pensamiento, como lo han hecho Montesquieu y Voltaire. Ellos han entendido que el humor le da un halo de flexibilidad al lenguaje de manera tal que se pueden emitir críticas profundas e inteligentes sin la necesidad de recurrir a argumentos extensos y por momentos aburridos. La sátira y la burla dejan un mensaje evidente y fácil de captar, "oculto" detrás de la ingenua intención de propender un sentimiento tan "banal" y que genera tan poca sospecha de peligrosidad como la risa.
Ahora bien, la pregunta es inevitable, ¿todo ha de ser susceptible de ser reído? Responder esta cuestión es algo sumamente delicado. Manifestar los límites del humor puede conducirnos a la censura, a pretender decir sobre lo que se puede pensar y lo que no, a dejar fuera del pensamiento crítico algunas dimensiones de la vida que quedarán cristalizadas, fosilizadas y factibles de ser impuestas rígidamente. Sin embargo, sostener que no han de existir límites para el humor nos puede llevar a perder todo respeto por los dolores humanos, a olvidar el derecho del otro a no ser lastimado en pos de nuestra búsqueda inescrupulosa de la risa.
Entonces ¿existe una respuesta? La crítica política, la observación de los defectos de las instituciones humanas que tienden a cercenar la libertad de los sujetos sociales deberían ser tanto un derecho como una obligación. Pero tal vez haya que tener en cuenta la escala de valores que confecciona Max Scheler, en donde se colocan a los valores de lo santo y lo profano en lo más alto. Es decir que este autor sostiene que atentar contra lo que una sociedad considera como "santo" (valor que no ha de ser sólo religioso) es el peor acto moral que pueda llevarse adelante; por ejemplo, nadie aceptaría como gracioso en nuestro país un chiste sobre los desaparecidos.
En conclusión, el humor puede ser un arma efectiva tanto para denunciar los males de una época como para socavar las bases de un poder instituido (pensemos en el rol de "Tía Vicenta" en el derrocamiento de Arturo Illia). Establecer límites es una cuestión conflictiva, más en una época donde "límite" pareciera ser tomado como antónimo de "libertad"; no obstante nadie debería poder limitar nuestro derecho a la reflexión, a la denuncia, a la aspiración de una sociedad mejor.
"El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa" dijo Nietzsche; sin embargo la risa que sólo busca ofender al otro, tal vez no haga más que aumentar el sufrimiento.
* Licenciado en Filosofía
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