domingo, 15 de junio de 2014

Historia del Batallón 601, servicio de inteligencia de la dictadura

Pablo Waisberg - http://www.infojusnoticias.gov.ar/nacionales/historia-del-batallon-601-servicio-de-inteligencia-de-la-dictadura-4452.html

Funcionó en el edificio de Viamonte y Callao que hace unos años fue comprado por la Universidad del Salvador. Allí, donde se planificaron decenas de miles de secuestros, torturas y asesinatos, ahora quieren borrar las huellas de la represión.
El Batallón 601, el nombre con el que se hizo famoso el Servicio de Informaciones del Ejército (SIE), fue uno de principales arietes de la represión de la última dictadura. Allí se reunió buena parte de los datos que luego sirvieron para aniquilar a los militantes políticos de las distintas organizaciones. Su nombre quedó asociado a varias operaciones represivas de peso como el secuestro y desaparición del director del diario El Cronista, Rafael Perrotta, y la cacería de quienes retornaron a la Argentina desde el exilio para participar de la contraofensiva montonera.
“Desde ese edificio de nueve pisos y sótanos, se diseñó y planificó la desaparición de miles de ciudadanos argentinos y de otros países hermanos en el marco del Plan Cóndor. También se organizó el envío de sus expertos en torturas y desaparición a países centroamericanos”,  escribieron los integrantes de Barrios por la Memoria y Justicia-Balvanera y Baldosas por la Memoria en una denuncia que hicieron pública para denunciar “la irresponsabilidad de quienes por acción u omisión permitieron que se esté modificando la estructura del edificio con refacciones y derrumbes parciales, mientras hoy se desarrollan los juicios por crímenes de Lesa Humanidad, donde pruebas concretas pueden encontrarse todavía en ese lugar”.
Además, pidieron suspender las obras y que se investigue cómo es que salió a la venta –por licitación pública- en el último semestre de 2002. La venta se concretó en los dos primeros meses de 2003. Y ahora, después de una década de estar cerrado, la Universidad del Salvador inició una remodelación parcial del lugar que, entre otros destinos, funcionó como depósito clandestino del cadáver de Eva Perón después del golpe de Estado de 1955.
Infiltrados
Pero esa operación de secuestro del cuerpo, que luego sería repetido con miles de militantes políticos, no fue lo diferenció a ese edificio de los otros inmuebles de la dictadura. La diferencia estuvo en el dispositivo de inteligencia, que reunió a más de cuatro mil agentes civiles (personal civil de inteligencia, en la jerga castrense). Ellos proveyeron de información al Ejército para avanzar en las tareas represivas. Esa información fue “secreto de Estado” hasta 2010, cuando un decreto presidencial hizo pública la lista de esos agentes.
La tarea de inteligencia fue el fuerte del 601. Sobre esa base sostuvieron su accionar. En algunos casos la información llegaba por sus agentes civiles que recogían datos en fábricas, sindicatos, universidades, partidos políticos y organizaciones sociales. En otro, la información era obtenida bajo tortura. Y esta última forma fue la que permitió detener a Perrotta, quien ya había vendido su diario -que había fundado su padre- pero seguía integrando la estructura de inteligencia del PRT-ERP.
Nacido en 1920, Perrotta se había criado como uno de los hijos de la élite local: educación cristiana, integrante de Acción Católica Argentina, abogado recibido en la UBA y una vida completa en Recoleta. Para 1950, era un perfecto exponente de su clase social: miembro del Jockey Club, de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas y del Círculo de Armas. Era amigo del ministro de Economía de la dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz, y tenía trato con el almirante Emilio Massera. Pero poco a poco había ido trabajando relación con algunos periodistas del diario que dirigía que eran parte del PRT-ERP y así se sumó al partido de Roberto Santucho, en el más absoluto secreto.
Un mes antes de su secuestro, el 13 de junio de 1977, un grupo del 601 detuvo a su contacto en el PRT-ERP, que después de un mes de tortura reveló el dato. Ese fue el fin para Perrotta, que pasó varios días bajo tortura en el edificio de Callao y Viamonte y fue usado de carnada para cobrar un rescate de 85 mil dólares (medio millón a precio e hoy). Nunca más apareció.
Blanco de Montoneros
El rol del 601 no era desconocido para las organizaciones políticas. Por eso fue uno de los objetivos de la Campaña Ofensiva Táctica que lanzó Montoneros para el Mundial 1978, que incluyó al edificio entre las veinte operaciones que se hicieron para enfrentar a la dictadura. También atacaron la Casa Rosada, la ESMA, la Escuela Superior de la Policía Federal, el Regimiento de Infantería y la Escuela Superior de Guerra. Además, atacaron las casas del general Reynaldo Bignone, del coronel Adolfo Pandolfi y del secretario de Hacienda, Juan Alemann. Ninguna operación trascendió en los medios locales. No fueron tan espectaculares como para no ocultarlas y la dictadura utilizó a fondo su cerrojo sobre la prensa.
El “vuelto” de esos ataques se los cobraría el Batallón dos años después, durante la contraofensiva montonera de 1980. Para el 31 de marzo de 1980, según el documento de inteligencia “Situación de la BDT (Banda de Delincuentes Terroristas) Montoneros”, los militares sabían cómo y de qué modo los militantes retornarían al país.
También, sumando otros datos aportados por la Policía bonaerense, sabían que los depósitos de armas se habían camuflado en guardamuebles. Encontraron un lanzamisiles, pistolas, escopetas, ametralladoras, granadas, explosivo plástico y municiones varias. En esos lugares esperaron a los militantes que se les habían filtrado por las fronteras.
En base a toda esa información, elaboraron su informe, donde indicaron que se preveía que entre marzo, abril y mayo un grupo TEI se asentaría en la zona norte del Gran Buenos Aires. Tenía varios blancos posibles: el subsecretario de Coordinación Económica, Juan Antonio Nicholson; el socio de Martínez de Hoz, Luis Alberto Aragón; Marcos Raúl Firpo (Sociedad Rural) y Fernando Campos Méndez (Sociedad Rural); o los empresarios Ricardo Gruneissen (Astra), Eduardo Braun Castillo, Arturo F. A. Acevedo (Acindar).
Treinta y cuatro años después de esas cacerías, los vecinos de Callao y Viamonte se preguntan cuántos secretos están siendo borrados con las remodelaciones. “Me acuerdo te daba miedo pasar por esa esquina. Es más, hubo una época en que Viamonte directamente estaba cortada y no pasaban ni autos ni gente, tenías que bajar a la calle, paso por ahí y todavía se me pone la piel de gallina”, escribió Osvaldo Jalil en el muro de Facebook de Barrios por la Memoria y Justicia-Balvanera.


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