POR ESTHER VIVAS - http://www.cronicon.net/paginas/edicanter/Ediciones67/nota16.htm
¿Cómo cambiar el mundo? Ésta es
la pregunta que se formulan miles de personas empeñadas en cambiar las cosas,
la pregunta que se repite a menudo en encuentros sociales alternativos... una
pregunta que como bien decía el filósofo francés Daniel Bensaïd no tiene
respuesta porqué "No nos engañemos, nadie sabe cómo cambiar el
mundo". No tenemos un manual de instrucciones pero sí que tenemos algunas
pistas de cómo hacerlo y algunas hipótesis de trabajo.
La lucha en la calle y en los
movimientos sociales es la primera premisa, ya que no habrá cambios espontáneos
desde arriba. Aquellos que hoy ostentan el poder no renunciarán sin más a sus
privilegios. Cualquier proceso de cambio será fruto de la toma de conciencia de
los de abajo y del combate por recuperar nuestros derechos desafiando desde la
calle a los que mandan. Así lo demuestra la historia.
Pero también es necesario
construir alternativas políticas que vayan más allá de la movilización social,
ya que no podemos limitarnos a ser un lobby de aquellos que mandan. Es
necesario ser capaces de plantear opciones políticas alternativas antagónicas a
las hoy dominantes y que tengan su centro de gravedad en las luchas sociales.
Siendo muy conscientes de que el sistema no se cambia desde dentro de las
instituciones sino desde la calle, pero que no podemos renunciar a unos
espacios que también nos pertenecen.
Hoy las instituciones están
secuestradas por los intereses privados y del capital. Una minoría social, que
es la que tiene el poder económico, está totalmente sobre representada en las
mismas y cuenta con el apoyo incondicional de la mayor parte de quienes
ostentan cargos electos. La dinámica de 'puertas giratorias': aquellos que en
la actualidad están en las instituciones y mañana en los consejos asesores de
las principales empresas del país es una constante y una realidad. Nos
presentan la ideología neoliberal como socialmente dominante... y esto es
falso. Y por eso pensamos que voces anticapitalistas y antisistema serían
útiles en las instituciones rompiendo con el discurso político hegemónico.
Demostrando que "otros mundos" son viables y que "otra práctica
política" es tan posible como necesaria.
Hay que avanzar en ambas
direcciones y supeditar esta última a la primera, creando mecanismos de control
de abajo a arriba y aprendiendo de los errores del pasado tanto de la izquierda
política como social. Partiendo de que nadie tiene verdades absolutas, de que
el proceso de cambio será colectivo o no será, de que hay que aprender los unos
de los otros, de que es necesario trabajar sin sectarismos ni seguidismos y que
a menudo las etiquetas separan más que unen. Sin por ello caer en relativismos
ni en renuncias ideológicas. Seguramente éstas sean las lecciones más
difíciles: romper con el dominio moral e ideológico del sistema capitalista y
patriarcal.
Y como cambiar el mundo no es
cosa de dos días... sino que es una tarea de largo recorrido, que requiere de
constancia, perseverancia y de una "lenta impaciencia", como señalaba
de nuevo Daniel Bensaïd, es necesario ir avanzando en nuestras utopías desde lo
cotidiano en paralelo a la movilización social contra las políticas actuales y
en defensa de otras medidas. Modificando el mundo en nuestro día a día.
Demostrando con nuestra práctica que "otra manera de vivir" es tan
posible como deseable. Alternativas desde la economía cooperativa y
autogestionaria, el consumo crítico y agroecológico, las finanzas éticas, los
medios de comunicación alternativos... son iniciativas imprescindibles para
caminar hacia otro modelo de sociedad.
Siendo conscientes de que éstas
no son un fin en sí mismo sino un medio para avanzar sin perder de vista un
horizonte de sociedad más justa y equitativa para todas y todos. Apostar por
una economía solidaria en el día a día y reivindicar a la vez una economía
fiscal progresiva, que los que más tienen más paguen, que se eliminen las
SICAV, se persiga el fraude fiscal; construir proyectos agroecológicos y
trabajar también para que se prohíban los transgénicos, a favor de un banco
público de tierras; tener nuestros ahorros en una cooperativa de crédito pero
reivindicar una banca pública al servicio de los de abajo. El camino se
demuestra andando y no podemos esperar a mañana.
Aunque no hay que olvidar que un
cambio de modelo social requiere de la movilización consciente de la mayoría de
la población y una proceso de ruptura con el actual marco institucional y
económico. La irrupción de la "revolución" en el panorama político, a
raíz de las revoluciones de Túnez y Egipto, a pesar de sus debilidades y límites,
es por ello una magnífica e inesperada noticia que nos ha deparado este 2011.
Asimismo tenemos que situar
nuestro papel en el mundo y el impacto de nuestras prácticas en el ecosistema.
Vivimos en un planeta finito, aunque el sistema capitalista se encargue de que
nos olvidemos a menudo de ello. Nuestro consumo tiene un impacto directo allí
donde vivimos y si todo el mundo consumiera como aquí lo hacemos un solo
planeta no bastaría. Pero igualmente nos instan a un consumismo desenfrenado y
compulsivo, prometiéndonos que a más consumo más felicidad, aunque la promesa
después nunca se cumple. Hay que empezar a plantearnos que tal vez podamos
"vivir mejor con menos".
De todos modos, nos quieren
hacer culpables de unas prácticas que nos imponen. Nos dicen que vivimos en una
sociedad consumista porqué a la gente le gusta comprar, que hay agricultura
industrial y transgénica porqué así lo queremos... mentira. Nuestro modelo de
consumo se basa en la lógica de un sistema capitalista que produce mercancías a
gran escala y que necesita que alguien las compre para que el modelo siga
funcionando. Nos quieren hacer cómplices de unas políticas que sólo a ellos
benefician. Afortunadamente el mito del más mejor ha empezado a resquebrajarse.
La crisis ecológica que vivimos ha encendido las luces de alarma. Y sabemos que
esta crisis climática tiene sus raíces en un sistema productivista y
cortoplacista.
Hoy una ola de indignación
recorre Europa y el mundo... rompiendo el escepticismo y la resignación, que
durante años ha prevalecido en nuestra sociedad, y recuperando la confianza en
que la acción colectiva sirve y es útil para cambiar el actual orden de cosas.
Aprendemos de la Primavera árabe, del "no pagaremos su deuda" del
pueblo islandés, del levantamiento popular, huelga general tras huelga general,
en Grecia y ahora del latido de Occupy Wall Street en el "corazón de la
bestia" que señala que frente al 1% que manda somos el 99%. Los tiempos se
comprimen y se aceleran. Sabemos que podemos.
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