Por Stella Calloni - http://www.nuestraamerica.info/leer.hlvs/5675
Uno de los signos del cambio que registraría el país con la llegada de Néstor Kirchner al gobierno lo advertimos en ese pequeño pero inolvidable gesto de aquel 25 de mayo de 2003 al tomar el bastón de mando con un juego de manos que rompía el acartonamiento ridículo de viejos protocolos.
Desde allí el ex presidente saldría a la calle para recorrer caminando las cuadras que separan el Congreso de la Casa Rosada, mezclado entre la gente, una marea incontenible que rompía el espejo congelado de diciembre del 2001.
Eran signos vitales todos ellos, incluso su frente golpeada por un fotógrafo, a su vez empujado por la marea, su cabello despeinado, ese parecerse a todos, lo que dio cuenta de que el hombre que llegaba del lejano sur, en un país enormemente extendido que no se conoce entre sí, venía para algo distinto.
Pocos recuerdan ahora ese “infierno” que encontraba y al que se refirió en su primer discurso: un país de llagas abiertas, una dictadura omnipresente, aunque se había ido en 1983, y otra, la globalizadora experiencia que fue un saqueo abierto a la nación. Y cuando decimos la nación estamos diciendo a un pueblo.
Nada quedaba en pie. El cierre de fábricas en Argentina durante los 90 se correspondía a la situación de un país que había vivido una guerra. Desmanteladas y vendidas al mejor postor las empresas del Estado, con el desempleo más grande en la historia del país, la pobreza e indigencia más desoladoras y la destrucción implacable de los mejores avances sociales.
El estallido de diciembre de 2001, que algunos políticos aprovecharon para atizar fuegos y sacar ventajas sobre las cenizas humeantes -lo que tanpoco hay que olvidar- dejaba un país derrumbado, donde grandes masas populares, la mayoría de desocupados “excluidos” -como les gusta llamarlos a algunos sociólogos- desterrados en su tierra, estaban en constante movimiento.
La protesta era intensa, aunque lamentablemente de lo que pudo surgir de la rebelión en el 2001, mucho se perdió por las miserias y mezquindades humanas que surgían de aquel individualismo feroz que se vendió como baratija durante la noche neoliberal. Esto también horadó a sectores de una izquierda, que aún no se había reorganizado en la medida en que la dictadura militar no sólo dejó 30 mil desaparecidos y otras consecuencias gravísimas, sino también rompió con la continuidad histórica.
Era difícil encontrar el camino, que bien hubiera trazado la dirigencia política, los delegados gremiales, estudiantiles, perdidos en la noche y niebla de las desapariciones forzadas.
Los signos hacia el interior del país fueron muchos. Pero las presencias internacionales como la de los presidentes de Cuba, Fidel Castro y Venezuela, Hugo Chávez y otros, así como las delegaciones que llegaron, de alguna manera, y en otra magnitud, recordaron aquella primavera breve de 1973 cuando se bailaba en la plaza de Mayo, porque había llegado Héctor Cámpora al gobierno después de años de proscripción partidaria y persecución al peronismo, todo lo cuál muchos olvidan.
Y por cierto aún no se escribió la historia de la infamia de los que abrevaron de esa proscripción para sus propios intereses sin enfrentarse a los poderes de turno para que se hiciera justicia en este caso.
El discurso de Kirchner fue muy claro. Habló de salir del infierno. Y muchos no lo creyeron. Sobre lo que dijo hizo muchísimo más. A veces he escuchado políticos y sociólogos fuertes críticos del gobierno, que dicen: “reconocemos lo que hizo en derechos humanos, en cambios en la Corte, en algunos pasos sociales, en abandonar las relaciones carnales con Washington, su posición de integración con América Latina, y “algunos ” pasos económicos, pero… Y ahí viene la retahíla de unos y otros.
Unos desde consignas vacías y otros desde planteos teóricos en los que han abandonado toda mirada estratégica sobre el momento que vive el país y América Latina.
Por cierto aquellos que “reconocen” lo realizado por Kirchner con el “pero” posterior, no explican que en cada uno de esos pasos que daba tocaba el corazón oscuro del poder económico- político, más concentrado y brutal de la historia, el poder militar y policial y el poder mediático, que es el que se transformaría en el primer partido opositor del país.
Después de los tiempos de los primeros gobiernos de Juan Domingo Perón (1946-1955) y de la despiadada e inmoral furia contra Eva Perón, no se ha visto en el país una reacción tan brutal de los medios de comunicación masivas -simples apéndices hoy de un poder dictatorial mundial- como lo sucedido desde que Kirchner comenzó a tomar sus medidas más profundas.
De lo que la derecha haya hecho y siga haciendo para destituir a ese gobierno (2003-2007) y a la actual administración de Cristina Fernández de Kirchner nadie puede sorprenderse. Lo que sorprende es la decadencia de alguna llamada izquierda que se jactó de oposición crítica, para convertirse en el ala “izquierdista” de la derecha más burda y pobre ideológicamente de nuestra historia.
El legado de Kirchner es vasto. La reinstalación del debate político en un país acostumbrado a la guerra de los escorpiones, es sin duda lo que en estos momentos ha permitido el retorno de miles y miles de jóvenes a la política. Pero también derrotar a la corporación mediática, como sucedió con lo acontecido alrededor de la muerte del ex presidente. Allí quedaron al desnudo los mercenarismos encubiertos como “tarea periodística” las hipocresías, las falsificaciones ideológicas y hasta de algunas aparentes luchas gremiales sociales.
Para América Latina, la muerte del ex mandatario elegido en agosto de 2010, por unanimidad, por los presidentes de la región como secretario general de la Unión de las Naciones Suramericanas (UNASUR) es una pérdida evidente. Su trabajo en varias circunstancias, como el intento de lograr un intercambio humanitario que abriera la posibilidad de una paz verdadera y no de cementerios en Colombia, fue sin duda una muestra de su capacidad de acción y negociación y del interés profundo de integrar definitivamente a Argentina a esta América Latina, a la que pertenece.
Algunos nostálgicos dictatoriales deben recordar que fue esa América la que se puso de pie para defender el derecho de este país a recuperar las islas Malvinas, durante la llamada Guerra del Atlántico Sur (1982).
La muerte de Kirchner se produjo poco tiempo después de que por una reacción inmediata de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y del propio ex presidente en horas, se reunieran los mandatarios de Unasur para hacer muralla contra el intento de golpe de Estado en Ecuador (30-11-10) cuya matriz hay que estudiar a fondo para entender que entre los nuevos protagonistas de la oligarquía y el militarismo a su servicio, también estas nuevas creaciones de “izquierdas” aparentemente opositoras críticas a ese gobierno. Y la capacidad de infiltración de la inteligencia de EE.UU en movimientos sociales con historias respetables en el pasado como ha sucedido con un sector del movimiento indígena.
También Cristina y Néstor estuvieron en la primera fila para impedir el golpe contra el presidente Evo Morales de Bolivia en septiembre de 2008 y para decir “no aceptamos” el golpe de Honduras en junio de 2009, ni su continuidad encubierta. Se mantuvieron firmes para rechazar los intentos mediáticos y otros de guerras sicológicas, para separar a Argentina de Venezuela o de Brasil, un sueño que ha comenzado a ser eterno para el poder mundial, que no acepta que América Latina se haya convertido en el continente de la resistencia. Especialmente hoy ante el triste espectáculo de ver a la orgullosa Europa arrodillarse ante los mandatos del FMI cuando ya este ha sucumbido en el mundo y el centro del capitalismo mundial hace aguas por todas partes.
Por eso persiguieron despiadadamente a Kirchner y a su esposa, la actual presidenta. Basta leer los vergonzosos artículos de alguna prensa europea.
El discurso de Kirchner en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata en noviembre de 2005 ya está escrito en la historia del mundo, para mostrar como un grupo de países, mediante la voz firme del presidente anfitrión en este caso, decía que “no” nada menos que al proyecto más brutal de recolonización y recuperación de una región como fue el Area para el Libre Comercio de las Américas, que planeó Washington.
Y el “chau” FMI que muchos no quisieron comprender, aunque saben perfectamente bien, que el no pago de la deuda externa, expoliadora de nuestros pueblos y el recurso clave para hacernos altamente dependientes, sólo es posible con una alta cohesión interna en torno a las consecuencias. Como periodista he conocido o vivido en tres países bajo bloqueo: el más duro y largo de la historia en Cuba, donde la resistencia es heroica y el que se impuso a Nicaragua en los años 80 y a Panamá antes de la invasión del 20 de diciembre de 1989.
La muerte de Kirchner nos puso frente al espejo de la realidad y obliga a una introspección a la izquierda toda a mirarse en las profundidades. A preguntarse hasta cuando se utilizará la teoría vaciada por un consignismo anti- histórico o cuál será el momento para asumir la necesidad de dejar de recitar versículos como salmos abstractos y a utilizar la dialéctica, que es la esencia del marxismo vivo, no muerto. Sin dejar nunca de lado los principios esenciales.
Nada de lo que hizo Kirchner fueron sólo actos simbólicos. Si no, miren las páginas de los conspiradores de siempre demonizándolo o los pichones de los dictadores de turno llamando al golpe, frotándose las manos sin entender que hay muertos que para los pueblos son un motor que se agiganta cada día.
Los recuerdos de la vida que dejó Kirchner detrás son como la lava del volcán. Más allá de los errores lógicos que se pueden cometer cuando se está construyendo en caminos tan erizados.
No se equivoquen. Los que salieron a las calles, le dieron la razón a la idea base que inspiró la transversalidad al ex presidente. Fue una masa trasversal, organizada o anónima que se lanzó a la plaza. Fue el retorno del mejor peronismo lo que vimos aparecer desde debajo de las piedras.
El acto fue multitudinario y tan sorprendente que los medios de incomunicación del poder económico extranjerizante no pudieron encubrir. Hay un antes y un después del 2003. Analicemos lo que significan los juicios contra los dictadores-únicos en el mundo- para destruir los hilos de baba de la impunidad. Hay un antes y un después del 27 de octubre de 2010. Pero requiere el sostén de todos, entre ellos un cuidadoso, inteligente y coherente accionar de sus seguidores, abriendo caminos.
También se requerirá de la crítica constructiva, no la que destruye compulsivamente, para saltar al vacío. O lo que es peor la que no se diferencia del discurso de los verdaderos demonios de un poder criminal.
En 2005, durante una entrevista que le hice al presidente Hugo Chávez, me dijo que Néstor Kirchner desde un principio lo acompañó en su proyecto latinoamericano y bolivariano. “No lo quiero decir públicamente porque sus enemigos lo van a usar contra él”, dijo entonces. Ahora Chávez ya pudo decirlo públicamente.
La presencia de los presidentes latinoamericanos de todo signo en el velatorio de los restos de Kirchner fue otro golpe para la corporación mediática, que está alineando fuerzas para golpear al gobierno de Cristina Fernández.
No parecen entender lo que sucedió cuando repentinamente miles de silenciados por sus chantajes mediáticos pudieron dar rienda suelta a su bronca y su dolor. Se ha perdido el miedo, sembrado cuidadosamente día tras días. La continuidad de este gobierno se refleja en la profundización que significaron las recuperaciones de empresas entrañables del Estado, de los fondos de pensiones, que se han convertido en una estafa trágica en otros países, la asignación universal por hijos -que se une a aquellas jubilaciones históricas que adjudicó Kirchner a millones de personas que quedaban a la deriva- así como en la serie de cambios muy importantes también en los social, cultural y educativo que se van dando desde la nada en que habíamos quedado.
Y esa Ley de Medios, que democratiza verdaderamente la información y la igualdad de la palabra y la voz para un pueblo, conforman otros capítulos de la historia, que sólo se puede escribir desde una compacta unidad nacional, respaldados por una unidad continental en tiempos en que nos amenazan con bases, flotas, Fundaciones, guerra sicológicas y el retorno golpista con otros elementos. Falta mucho por hacer. Y hay otros aspectos que se analizan como dignos de críticas, pero en todo caso hay caminos para ese disenso, que es importante, para evitar riesgos futuros.
El desafío es intenso, la demanda nada menos es asegurar la independencia futura. Eso sin dejar de exigir, demandar, advertir responsablemente. Algo que conocía muy bien el hombre que llegó desde el sur y al que le gustaba repetir “nunca más” para que en realidad nunca más fuera.