lunes, 16 de abril de 2018

Lula no es el fin, es el comienzo

Ivana Bentes * - http://revistacitrica.com/lula-no-es-el-fin-es-el-comienzo.html

Lo nuevo no va a emerger neutralizando a Lula. Una de las mayores falacias de los que prefirieron no tomar posición a lo largo de este proceso que comenzó con el impeachment ilegítimo a Dilma Rousseff y culminó con la prisión de Lula -produciendo una conmoción gigantesca y un nuevo horizonte de configuraciones políticas- es el intento de llevar a la cárcel a Lula como aquello que "tiene que desaparecer", para liberarnos de las "polarizaciones"; lo que tiene que "desaparecer" de la escena política para liberar lo nuevo. Aquello que debería desaparecer para que otras causas, pautas y formas de política puedan emerger.
La miopía en ese tipo de argumento es -justamente- el hecho de pensar de forma dual y maniqueísta, exactamente como los que hallaron en Lula el "chivo expiatorio" para todos los males de la corrupción. Lula se convirtió en el "signo del mal" a ser extirpado del antipetismo histérico; y también de ser "neutralizado", según los ponderados, los equilibrados, los que quieren "acelerar" la aparición de lo nuevo.
Para estos, con dilemas y conflictos de Edipo, habría que matar al padre, el estadista, el rival, matar aquello que traspasó las fronteras. Es decir que "el problema" sería el exceso de grandeza de Lula, que proyectaría su sombra sobre lo nuevo. Ellos, en el fondo, respiran aliviados con esta prisión. Ahora sí, podemos poner a cero el juego y -sin Lula- las "izquierdas oprimidas" van a poder florecer. Creen que sin Lula se acaban las polarizaciones.
La estupidez es pensar que Lula no sea -justamente fue y es- una de las condiciones esenciales para que existiese la posibilidad de que "lo nuevo" emergiera como tal, en ese período de democracia convulsionada que vivimos.
Fue esa extraordinaria jornada que hizo que Brasil produjera nuevos sujetos de discurso: desde la emergencia de la potencia de las culturas de las periferias, hasta los nuevos feminismos; del empoderamiento de los movimientos sociales y culturales clásicos (MTST, MST) hasta el afro-futurismo; la cultura de la diversidad pop y de los pueblos, espacios de debate, las experiencias de los nuevos grupos y movimientos urbanos provenientes del interior del país como Fuera del Eje (una red colaborativa y descentralizada de trabajo constituida por colectivos culturales basados en la economía solidaria, cooperativismo y demás acciones), la posibilidad de los medios alternativos y autogestivos, etc.
Hay un Lula en esos nuevos líderes jóvenes y negros que surgieron de las favelas. Las Marielles (en referencia a la militante asesinada Marielle Franco) son parte de ese proceso, y de ese "efecto-Lula". No se trata de un culto a la personalidad, sino de procesos históricos complejos e intrincados, donde Lula es uno de los “hubs” -es decir, ese dispositivo que permite centralizar el cableado de una red de computadoras-, un nexo, una idea, un concepto, etc.
Lula y el proceso en torno a él, Lula-idea, Lula-concepto, como nexo y no como “personalidad” ni “mesianismo”, fue y es la condición necesaria para la posibilidad de "lo nuevo", y no la sombra que “calla” y que impide el devenir.
¡Lula trascendió el campo de las izquierdas hace mucho tiempo! No pertenece más al PT, ya no pertenece a un “partido”, es por eso que la lucha contra su arresto arbitrario y todo su recorrido de vida ya es una de esas piedras fundamentales que fue lanzada y produce olas cada vez más amplias. En un país desencantado, brutalizado, violentado, no podemos darnos el lujo mezquino de rifar a Lula.
Un hecho significativo ocurrido en las jornadas de San Bernardo fue cuando el PCO (Partido da Causa Operária), en contra de la decisión del propio PT, de los abogados y del deseo del propio Lula, intentó impedir que se entregara a la Policía Federal, en una situación fuera de control, tensa, y que apuntala ese pensamiento incontrolable sobre la figura y el legado de Lula. ¡Lula ya no pertenece a nadie!
Ese fin de semana, después de horas viendo a través de los medios libres, las redes sociales, amigos cercanos, chats de Telegram y Whatsapp todo lo que pasaba, se percibía claramente esa cuestión ampliada, generosa, extendida, de Lula, y de esos procesos por los que pasamos y que fueron ganando en volumen, a una velocidad vertiginosa.
Lula trascendió las burbujas y las izquierdas.
Se dieron cuenta algunos artistas, ex-petistas, desilusionados, familiares, personas que se estaban desligando de todo y no les importaba nada. Sabemos que los procesos son complejos, traen consigo miles de errores, desvíos, equívocos y todas las críticas tienen que ser hechas. Pero nada de todo eso puede neutralizar la grandeza y riqueza del proceso encabezado por Lula.
El único momento en el que realmente lloré profundamente fue cuando, después de aquel largo cortejo por las calles de San Pablo, el minúsculo y frágil bimotor de la Policía Federal despegó del aeropuerto de Congonhas y se llevó a Lula preso.
Pero hasta esa imagen era una paradoja: en el menor espacio del mundo, capturado y abrumado, Lula volaba sobre la ciudad que le dio todo y que detonó un proceso histórico y singular. La prisión ya era un vuelo. #LulaLivre.

PD: Este texto nació como respuesta a la tesis defendida por el medio Estadão –y por tantos otros en Brasil, Argentina y el mundo– en su editorial post-prisión, sobre "enterrar" a Lula: "Brasil ya no soporta más tener su destino condicionado al de Lula da Silva. Es preciso voltear esta triste página de la historia y dirigir los ojos hacia el futuro". Pero no existe futuro en nuestra frágil democracia que no pase por el legado, por los aciertos y errores, de Lula.
* Ensayista, profesora e investigadora brasileña. Texto publicado en midianinja.org


jueves, 12 de abril de 2018

Lo que está en juego en la actual crisis brasileña: ¿recolonización o refundación?




La derrota de Lula en el STF a propósito del rechazo del habeas corpus y su prisión, revela la vuelta de las fuerzas del atraso que perpetraron el golpe parlamentario, jurídico y mediático contra Dilma Rousseff en 2016. La gran cuestión no se restringe a la difamación de nuestro mayor líder, condenado sin pruebas convincentes, y a la sangría del PT. Se están enfrentando dos proyectos que van a definir nuestro futuro: larecolonización o la refundación.
El proyecto de la recolonización fuerza a Brasil a ser mero exportador de commodities. Esto implica desnacionalizar nuestro parque industrial, nuestro petróleo, las grandes instituciones estatales. Se trata de dar el mayor espacio posible al mercado competitivo y nada cooperativo y reservar al Estado solamente funciones esenciales mínimas.
Este proyecto cuenta con aliados internos y externos. Los internos son aquellos 71.440 multimillonarios censados por el IPEA que controlan gran parte de las aportaciones del país. El aliado externo son las grandes corporaciones multinacionales, interesadas en nuestro mercado interno y, principalmente, el Pentágono que vela por los intereses globales de Estados Unidos.
El gran analista de las políticas imperiales, recientemente fallecido, Moniz Bandeira, Noam Chomsky y Snowden nos revelaron la estrategia de dominación global. Se rige por tres ideas fuerza: la primera, un mundo y un imperio; la segunda, la dominación de todo el espacio, abarcando el planeta con cientos de bases militares, muchas de ellas con ojivas nucleares; la tercera, la desestabilización de los gobiernos progresistas que están construyendo un camino de soberanía y que deben ser alineados a la lógica imperial. La desestabilización no se hará por vía militar, sino por vía parlamentaria. Se trata de destruir los liderazgos carismáticos, como el de Lula, difamar el mundo de lo político y desmantelar políticas sociales para los pobres. Un contubernio ha sido organizado entre parlamentarios venales, estratos judiciales, del ministerio público, de la policía federal y por aquellos que siempre apoyaron los golpes particularmente los grandes medios.
Depuesta la presidenta Rousseff, todos los elementos político-sociales a decir verdad empeoraron sensiblemente.
El otro proyecto es el de la refundación de nuestro país. Es un proyecto que viene de muy atrás, pero ganó fuerza bajo los gobiernos del PT y aliados, para el cual la centralidad era dada a los millones de hijos e hijas de la pobreza. No sólo mejoró la vida de ellos, sino que rescató su dignidad humana, siempre humillada. Este es un dato civilizatorio de magnitud histórica.
Este proyecto de la refundación de Brasil, proyectado sobre otras bases, con una democracia construida a partir de abajo, participativa, socio-ecológica, constituye la utopía esperanzada de muchos brasileños.
La sostendrán tres pilares: nuestra naturaleza de singular riqueza y fundamental para el equilibrio ecológico del planeta; nuestra cultura, creativa, diversa y apreciada en el mundo entero y, finalmente, el pueblo brasileño inventivo, hospitalario y místico.
Estas energías poderosas podrán construir en los trópicos, una nación soberana y ecuménica que integrará los millones de desheredados y que contribuirá a la nueva fase planetaria del mundo con más humanidad, ligereza, alegría y fiesta, a ejemplo de los carnavales. Pero hay que derrotar a las élites del atraso.
No anunciamos optimismo, sino esperanza en el sentido de San Agustín, obispo de Hipona, hoy Argelia. Bien dijo: la esperanza incluye la indignación para rechazar lo que es malo y el coraje para transformar lo malo en una realidad buena.
Una sociedad sólo puede sostenerse sobre una igualdad razonable, con justicia social y la superación de la violencia estructural. Este es el sueño bueno de la mayoría de los brasileños. 

* Leonardo Boff es Teólogo de la liberación, Filósofo.

domingo, 1 de abril de 2018

¿Qué significa ser progresista hoy?






Las preocupaciones políticas del mundo contemporáneo están relacionadas con las formas de vivir de nuestras sociedades y con las respuestas que podemos dar para resolver sus problemas. De la manera como logremos dar esas respuestas dependerán los resultados a futuro. El progresismo, como posición política, tiene ante sí un enorme desafío en el momento actual.
El progresismo está vinculado con el cambio, el laicismo, el pluralismo, el feminismo, la participación ciudadana y el vanguardismo. Ser progresista significa procurar los cambios que se necesitan ahora. Es evidente que estos cambios deben ser ejecutados por actores sociales y políticos provenientes de una amplia base social. Las siguientes propuestas están abiertas para un debate amplio.

10 propuestas abiertas a la discusión

1) Defensa de la democracia participativa
El progresismo solo puede florecer en una república democrática, y por esta razón propugna un republicanismo radical, en el sentido originario de este concepto. República viene del latín res pública (la cosa pública); y radical se deriva de radix (raíz). El republicanismo radical es la defensa de los intereses públicos desde su raíz; es decir, desde la sociedad.
La sociedad actual debe profundizar la democracia, que es el gobierno (kratos) del pueblo (demos), según sus raíces griegas. La democracia se profundiza cuando es participativa, lo cual significa el involucramiento de todos los ciudadanos en las actividades estatales, sociales, culturales y otras. También lo hace cuando es consultiva, pues la voluntad popular tiene la posibilidad de expresarse mediante el voto en las urnas. La participación del pueblo es esencial en una sociedad democrática. Participar se complementa con pronunciarse.
El pronunciamiento popular no solo se refiere a la elección de representantes políticos o de funcionarios públicos de una sociedad. En realidad, las consultas populares son los mecanismos que más se aproximan a la democracia directa. En una consulta popular es el pueblo quien se convierte en un legislador, y es esta acción popular la que confiere legitimidad a la república. Una democracia auténtica apoya las intervenciones económicas y sociales que promueven la justicia económica, social y ambiental, cuando estas decisiones han sido consultadas al pueblo y ejecutadas por el bien común, y no por determinados intereses particulares, pues ello le restaría sentido al bien colectivo del conjunto de la comunidad.
2) Macroeconomía enfocada al trabajo digno y a lo social
Ser progresista significa ser partidario de una macroeconomía que genere trabajo y que sirva primero a la gente, y no al mercado. Eso solo se obtiene aplicando una economía heterodoxa. La economía ortodoxa es la que sigue la corriente establecida, la del libre mercado; es esa economía individualista y estática; es la economía del consumismo, de lo desechable, de la obsolescencia programada, de las privatizaciones.
Esa visión y prácticas económicas están representadas por el grupo de gobiernos europeos que enfrentaron la crisis del capitalismo central de 2008 (cuyo preludio fue la desregulación financiera en los Estados Unidos), cuando entregaron la economía a los mismos culpables de la crisis: los banqueros de Grecia, Irlanda, Portugal y España. Se trató de un triunfo del neoliberalismo que produjo secuelas desastrosas en la cultura. El desplazamiento de lo real por lo virtual: solo lo que se ve en los medios es real. Los ritos, las ceremonias y los mitos locales dejaron de tener sentido, porque fueron reemplazados por festejos mundiales impuestos desde afuera y carentes de vínculos con un contexto histórico.
El neoliberalismo rompió muchos lazos culturales, sustituyó el mercado popular por el centro comercial, donde se vende lo mismo en todas partes, en vez de la fruta de temporada o la artesanía local. El buscador de internet reemplazó al diálogo. Junto al neoliberalismo creció y crece el narcotráfico y el tráfico de armas, el “coyoterismo” y la trata de personas, e incluso el robo de bebés para las empresas de adopción. Se dice que el socialismo tradicional ─como se practicó en la ex URSS desde 1917 hasta 1989─ no pudo acabar con la iglesia y menos con la familia. El neoliberalismo lo está logrando.
La economía heterodoxa es innovadora, es la del mercado regulado, es social y dinámica; es Islandia enfrentando la crisis de 2008 y entregando la economía a un manejo social. Desde una posición más drástica, podría decirse que la economía ortodoxa pretende ser una ciencia exacta, mientras la economía heterodoxa reconoce que es una ciencia social. Las ciencias exactas pueden hacer predicciones de alta confiabilidad. Las ciencias sociales tienen un alto componente de imprevisibilidad y además tienen como sustento la historia del desarrollo de las sociedades, y son producto del avance del pensamiento en sus diversos períodos.
Ser progresista equivale a ser creativo. Una sociedad consciente exige que su gobierno sea creativo, que combine la inversión pública a gran escala con las iniciativas privadas en proyectos que generen trabajo. A eso habrá que sumar incentivos fiscales para empresas que puedan crear más empleos. Esta política debe complementarse con planes de salud, educación y vivienda para todos. Además es el momento de discutir y aplicar la renta básica universal o ingreso ciudadano.
Para financiar los programas sociales, el Estado debe cobrar impuestos según los ingresos y patrimonios; es decir, que quien gane más pague un porcentaje mayor. Esto implica optimizar la recaudación tributaria y restringir el consumo de bienes no prioritarios así como los bienes (o mejor dicho males) que provocan enormes daños ambientales, entre otras medidas. Para lograrlo, es importante la participación y el diálogo entre los actores de la economía. Ser progresista, en lo económico, es votar por un gobierno eco socialista. Un gobierno que considere prioritarias a las personas por encima de los intereses del mercado, y esté dispuesto a que el conjunto de la sociedad dictamine el rumbo de la economía, respetando y cuidando siempre el ambiente.
La macroeconomía que priorice a la gente por encima del mercado es la que decide con independencia de aquellos organismos internacionales que representan los intereses exclusivos de los mercados internacionales. Debemos reconocer el fracaso de las políticas de austeridad y privatizaciones. La autonomía en materia económica es garantía de equidad.
3) Defensa del ambiente desde el Sur planetario
En mi más reciente libro “Solidaridad sostenible. La codicia es indeseable” (Editorial El Conejo, 2017), he planteado que la defensa irrestricta del ambiente es la prioridad del siglo XXI. Tras esta portada inflamable que es el acelerado cambio climático, se esconde una crisis civilizatoria como consecuencia de las injusticias sociales y ambientales acumuladas, unidas en el mundo actual a las relaciones asimétricas entre norte y sur.
En realidad esa es la base del ecosocialismo, conocido también como marxismo ecológico, término acuñado por un pensador visionario. James O’Connor (“Natural Causes: Essays in Ecological Marxism”. Guilford Press, New York 1998) sostiene que hay una segunda contradicción del capitalismo: la apropiación auto destructiva de los recursos humanos y naturales; es decir, el crecimiento cuyo costo implica destruir la salud, la educación y la naturaleza. Los costos privados se vuelven costos sociales.
Frente a una realidad como la que brevemente describo, desde el punto de vista político, el progresismo debe unirse con los movimientos sociales y ambientales que se opongan a esta depredación del planeta.
Ser progresista no solo significa aceptar los hechos científicos que demuestran el calentamiento global. Es alinearse con quienes luchan por la justicia ambiental planetaria, exigiendo la urgente transferencia de tecnología para reducir los niveles de contaminación en la atmósfera. Una aspiración tan necesaria como esta solo podrá alcanzarse cambiando las reglas de propiedad intelectual, mediante acuerdos con y desde el Sur. El cambio climático es un fenómeno geopolítico y es así como debemos enfrentarlo. No es posible una mitigación del cambio climático con un crecimiento económico ilimitado. Es más, una civilización con un crecimiento ilimitado nunca podrá sobrevivir.
Hay un punto de partida para la conciencia ambiental, que es el reconocimiento de que los países de mayores ingresos están contaminando al resto del planeta. Nos hemos convertido en una especie de fumadores pasivos, y ello nos lleva a rechazar la codicia del crecimiento económico ilimitado que conduce a la extinción. Ese nivel de conciencia empujó a muchos a pensar en la naturaleza como titular de derechos, tal como se encuentra establecido en la Constitución ecuatoriana aprobada en el año 2008.
4) Construcción de capacidades humanas mediante educación y salud, con profundización en derechos
La complejidad de las sociedades actuales nos obliga a realizar continuas intervenciones. Estamos en un momento en el que miramos con enorme preocupación el futuro de nuestra sociedad; prepararnos en lo inmediato es nuestra exigencia y deber ahora. La educación es uno de los puntales para sostener una sociedad digna, y ello implica la entrega de todos los esfuerzos posibles para mejorar las condiciones en las que se desarrolla el proceso educativo; es decir, contar con una gran capacitación de los docentes, la construcción de una infraestructura digna y la creación de un entorno educativo de paz.
Ser progresista es brindar atención integral en salud. La salud no puede ser tratada como una mercancía, porque las ganancias obtenidas de ese trato comercial se convertirán a la larga en gastos fúnebres. Existen enfermedades fáciles de prevenir, pero que en situaciones de pobreza se han vuelto incurables.
Ser progresista significa respetar y hacer respetar los derechos de los seres humanos. En una democracia real, para consolidar una sociedad sana y educada, hace falta profundizar los derechos. Esto solo se puede alcanzar con el ejercicio permanente de los derechos humanos, económicos, sociales, culturales y ambientales. Estos derechos deben enseñarse y cumplirse desde la primera infancia; desde las escuelas hasta llegar a las áreas de trabajo como adultos.
5) Ética y transparencia en todos nuestros actos
Según el filósofo del sentido común, Aristóteles, lo que nos lleva al logro de nuestro bienestar es bueno y todo lo que nos aparta de ese fin es malo. En eso se acerca la filosofía clásica griega a la sabiduría ancestral andina, que se expresa en el concepto de Sumak Kawsay o Buen Vivir. Ser progresista es mantener en la vida individual y social un estándar moral elevado, sobre todo, cuando nos referimos a los temas de corrupción.
Ser progresista va más allá de la moral religiosa. El mundo actual pone en contacto a muchas religiones y creencias, con lo cual es imposible fundamentar la moral bajo un solo credo. De igual manera, existen personas y grupos sociales muy respetables que son agnósticas, ateas o no creyentes. Es ahora muy necesario apelar a una ética humanista universal que sea aceptada por todos los seres humanos del planeta.
Ser progresista es ser transparente. La transparencia tiene que ser una actitud personal y social. Toda persona ─mucho más quien ejerce funciones públicas─, debe ser transparente en sus actos individuales. Las sociedades deben levantarse sobre la base de la confianza mutua, y por ello las instituciones deben reflejar esa aspiración de transparencia. En la vida cotidiana, cuanto más filtros tengamos que pasar para obtener información o realizar trámites, más posibilidades y espacios se abrirán para las acciones de corrupción.
La corrupción es un flagelo social, pero no es exclusiva del sector público. Se trata de un mal general de la sociedad del capital. La lucha contra la corrupción debe ampliarse a fin de erradicar los paraísos fiscales en el planeta.
6) Sin soberanía en lo internacional, no hay paz
Ser progresista es ser soberano en las relaciones internacionales. Nuestra época no admite protectorados ni colonias. Es importante promover el alineamiento entre naciones que se tratan como iguales y actúan por el bien del grupo. Una actitud o conducta opuesta al principio del derecho y la equidad entre naciones y estados podría convertirse en un apoyo servil o entreguismo, lo cual deforma y atrasa las relaciones internacionales del mundo contemporáneo.
La soberanía nacional es un componente esencial del Estado. El concepto actual de soberanía tiene nuevos elementos, si lo comparamos con los de otras épocas. El Derecho y la Política han tenido que adaptarse a la globalización del capital, pues las exigencias de la sociedad mundial han empujado a una modernización en las relaciones entre los estados.
7) Participación popular en todos los procesos públicos
Ser progresista es involucrar de manera íntegra a la sociedad en los procesos de cambio. Primero, porque la sociedad es corresponsable con el Estado. Pero lo más importante es que la participación activa de la sociedad se convierte en un componente esencial del cambio duradero o de larga duración. Ser progresista es trabajar por el empoderamiento de los grupos excluidos de la sociedad. Este proceso significa promover los cambios que beneficien a esos grupos, en el ámbito de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales. Pero no solamente eso, sino además, que provoquen el empoderamiento dentro de un proceso de auto confianza al interior de esas comunidades.
Ser progresista es ser partidario de la organización popular. Si la economía ortodoxa va al ritmo de las estructuras conservadoras, es obvio que se oponga a la organización popular, porque se trata de un ingrediente que atentaría contra su seguridad. La organización popular se consolida cuando muchas personas sienten identificación con un grupo social, comparten la misma visión crítica y mantienen un objetivo común de cambio.
Como dijimos al principio, estos cambios deben ser ejecutados por actores sociales y políticos provenientes de una amplia base social. Esa base es la suma de las capacidades individuales para identificar y resolver problemas. Es el sector social más consciente de su corresponsabilidad con el Estado en mejorar sus condiciones de vida. Los actores políticos que ejecutan estos cambios son quienes negocian con el Estado el bienestar de la sociedad. Esta puede alcanzar esa amplia base social identificando necesidades y proponiendo soluciones, que se logran con empoderamiento y participación en la democracia, y generando ciudadanía.
Entre los actores sociales llamados a participar activamente en estos procesos están los movimientos indígenas, la militancia de grupos minoritarios marginados, los sindicatos de trabajadores, las asociaciones estudiantiles, las agrupaciones culturales, los gremios profesionales, los defensores de derechos humanos y ambientales. El mundo moderno ha visto surgir, como contrapartida de la globalización del capital, movimientos globales de justicia planetaria. Además, en todas las épocas, la juventud ocupa la primera fila de las transformaciones sociales. Mientras más amplia sea la base social que participe en la cosa pública, mayor será la democracia.
8) Oposición a una cultura dominante y exclusivista
Las culturas populares se oponen a las culturas dominantes. Ser progresista es ser partidario de las culturas populares. Estas se enraízan en su geografía, conservan sus lenguas originarias, prefieren la tradición oral y son más intuitivas. La cultura dominante impone, tiende a ser uniforme, prefiere lo escrito, lo validado y lo que está sometido a regulación. La cultura dominante se inclina por el uso de una lengua internacional y por la globalización cultural.
9) Sintonización con los cambios, sin olvidar las raíces
Ser progresista significa estar sintonizado con los cambios actuales. Sin caer en el esnobismo, es necesario escuchar la voz popular y mantenerse al día con el conocimiento y las innovaciones del mundo. Las organizaciones sociales hoy reclaman derechos diferentes a los que reclamaban antes. Ahora se reclama el derecho a la equidad de género, al feminismo, a la recreación, a la educación continua, a escoger las preferencias sexuales, etc.
El derecho más importante que se reclama en el siglo XXI es uno difícil de conceder para un gobierno, pues depende de muchos actores y factores externos: el derecho a la vida y a un ambiente limpio. Para el progresismo este es el derecho que más lo diferencia del conservadurismo político. Por esta razón el ambientalismo debe ser bien entendido y no tratado como una moda o una conducta muy en boga en el mundo. Un ejemplo típico de la distorsión ambientalista podría ser el consumo de agua limpia embotellada, que está llenando el planeta de basura plástica.
Ser progresista significa, además, estar sintonizado con las nuevas tendencias tecnológicas del mundo. No obstante, no debemos olvidar que la tecnología es un medio, no es un fin. El progresismo es sinónimo de innovación y se encuentra actualizado y al tanto de los últimos inventos útiles en el mundo. Seamos más precisos: con aquellos inventos que propician la solución de necesidades humanas fundamentales y que no profundizan injusticias sociales o deterioran más la base natural de nuestro planeta. El buen uso de la tecnología requiere destreza y eso es lo que debemos formar. Sin embargo, existen reglas internacionales que lo impiden por su alto costo agravado por el sistema actual de patentes y derechos de comercialización, en especial en los aspectos de la salud pública que deberían ser abiertos por un sentido humanitario; además, faltan políticas que fortalezcan la ciencia y la tecnología, tanto en su estudio como en su aplicación.
No se puede ser progresista sin comprometerse con todos los sectores de la sociedad y con la innovación internacional. En resumen, ser progresista significa estar al día con los cambios positivos, en beneficio de la humanidad y del planeta.
No obstante, quien solo sigue la moda termina siendo obsoleto. Para no flotar a la deriva en el mar de los cambios, el progresismo debe estar anclado a las culturas ancestrales. En los Andes, tenemos una tradición telúrica del bienestar social: Sumak Káusai o Buen Vivir que se fundamenta en el respeto a la vida y al cosmos. El Buen Vivir es una alternativa a la idea del desarrollo, como una mera extensión del crecimiento económico sin respetar las culturas humanas o los límites biofísicos. Es un concepto de bienestar colectivo que surge por un lado del discurso postcolonial, crítico al desarrollo, y por otro lado de las cosmovisiones de los pueblos originarios andinos. La felicidad es el objetivo último de su sistema ético y en el caso andino se da mucha importancia al respeto debido a la naturaleza. La Chakana o cruz andina simboliza las normas naturales del Buen Vivir.
10) Libertades políticas y sociales
Al principio de la II Guerra Mundial, el presidente estadounidense Fraklin Roosevelt propuso al mundo luchar por cuatro libertades. “Queremos libertad de expresión y libertad de cultos, y queremos estar libres de necesidades y estar libres del miedo”. Eso lo dijo cuando la mitad de Europa estaba esclavizada por el fascismo. Es lamentable que sus palabras no hayan sido retomadas por sus sucesores, sobre todo, en lo referente a necesidades y miedo.
Una persona progresista debe aspirar a convertirse en adalid de las libertades individuales y sociales, de la misma manera como las consignó después la Declaración de los Derechos Universales de las Naciones Unidas en 1948. Esa declaración histórica confirió dignidad e igualdad, y estableció las libertades políticas, de movilidad, de pensamiento, de opinión, de conciencia, de asociación, de temor al daño físico y de temor a la pobreza.
Llegar a conceptualizar el ser progresista es un reto constante en todas las sociedades del mundo, pues debe recoger elementos basados en el análisis de la historia, en la configuración universal de un concepto de cultura que provoque una visión auténtica de humanidad con posibilidades de permanecer en un planeta equilibrado, como especie capaz de vivir en afinidad con la naturaleza, compartiendo relaciones también equilibradas y justas entre sus habitantes, pues de ello dependerá su permanencia o aniquilación en el futuro.

(*) Actual ministro de Educación y excanciller del Ecuador


viernes, 30 de marzo de 2018

ALTA SUCIEDAD



La consultora británica involucrada en el Facebook-Gate tiene viejos lazos con la Argentina. La trama que vincula aristocracia campera, campañas basura y sociedades en Panamá.
El escándalo de moda ofrece evidencias de esa tradición. El caso que involucra a Facebook por el uso de su base de datos para la realización de campañas sucias, noticias falsas y manipulación de la opinión pública -como la que llevó a Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, entre otras- tiene, por supuesto, una conexión argentina.
La Argentina VIP huele a bosta. En parte por su origen agropecuario, pilar de las dinastías económicas más encumbradas del país. Pero también porque, camuflada en el lujo y los buenos modales, la aristocracia local habita en una ciénaga de negocios viscosos, tráfico de influencias y política basura.
El escándalo de moda ofrece evidencias de esa tradición. El caso que involucra a Facebook por el uso de su base de datos para la realización de campañas sucias, noticias falsas y manipulación de la opinión pública -como la que llevó a Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, entre otras- tiene, por supuesto, una conexión argentina.
El primer indicio surgió durante la investigación que llevó a cabo el canal británico Channel 4. En una de las cámaras ocultas, Alexander Nix -CEO de Cambridge Analytica, la empresa apuntada por estos manejos-, mencionó los países donde habrían implementado su método para manipular elecciones: Nigeria, Kenia, República Checa y Argentina, entre otros. De hecho, la primera imagen del informe muestra a una mujer argentina festejando con un globo en la mano.
La sede de SCL Group en Buenos Aires está ubicada en una de las zonas más tradicionales de la aristocracia porteña.
Cambridge Analytica quedó en el ojo de una tormenta global luego de que se revelara que le pagó millones a Facebook para acceder a los datos privados de unos 50 millones de usuarios. El objetivo: personalizar los mensajes políticos. La compañía, con sede en Inglaterra, pertenece a SCL Group, una consultora global que, según su página web, posee oficinas en una decena de países. Uno de ellos es, precisamente, la Argentina.
La sede de SCL Group en Buenos Aires está ubicada en Arenales 941, 5° A. Se trata de un departamento residencial, emplazado en una de las zonas más tradicionales de la aristocracia porteña. El teléfono está a nombre -y suele ser atendido- por Lucas Talamoni, un ex polista que provee servicios agropecuarios.
Talamoni y Nix se conocieron en las canchas de polo. Habitué de la Argentina desde hace dos décadas, el ahora célebre ejecutivo inglés -que en los 90 intentó abrir una consultora en el país- despunta su afición por el deporte favorito de la alcurnia doméstica conformando equipos con profesionales locales. En 2012, por caso, con los hermanos Nicolás y Lucas Talamoni formaron Libertines, que participó en la copa Eduardo Moore en la Royal County of Berkshire Polo Club, cerca de Windsor, en Gran Bretaña. Según los registros, perdieron los tres partidos que disputaron en primera ronda.
Nix comparte padrinazgo de una ONG pampeana con celebridades del jet set local, entre ellos, el presidente Mauricio Macri.
En esas jornadas de deporte, lujo y bosta conoció también a Juan Pepa, un joven pampeano de intensa vida social. Con Pepa, Nix formó Rubirosa Ltd., una firma con sede en Londres que ya fue disuelta. Pero el vínculo se mantiene: el ejecutivo británico es padrino de la Fundación Pro Alvear, una ONG con la que la familia Pepa se propone aportar al desarrollo educativo, económico y social de Intendente Alvear y otras localidades de La Pampa.
El ejecutivo británico Alexander Nix, Ceo de la consultora Cambridge Analytica que protagoniza el Facebook-Gate, suele Argentina y conformar equipos de polo con jugadores locales.
Como es usual en ese tipo de organizaciones, la ONG recauda fondos en eventos de gala donde participan personalidades del polo, la moda, los negocios y la política. Además de Nix, entre otros “padrinos” de Pro Alvear aparecen el polista y modelo Nacho Figueras, la modelo Valeria Mazza, la jugadora de hockey Luciana Aymar y el actual presidente Mauricio Macri, que visitó la entidad en 2009, cuando aún gobernaba la Ciudad de Buenos Aires.
Como ya se dijo, el informe elaborado por channel 4 sugiere que SCL Group habría operado en campañas políticas de la Argentina. Pero en la oficina de Recoleta lo desmienten: “Hubo contactos con políticos de distintos partidos, pero no se concretó nada” dice una voz que pide reserva de su nombre. Es conocido, sin embargo, el gusto del macrismo por las campañas sucias.
El ejemplo más notorio trascendió en 2011, cuando una falsa encuesta telefónica difundió información apócrifa sobre el padre del actual diputado K Daniel Filmus, entonces candidato a jefe de gobierno de la Ciudad. Ante el escándalo, el equipo de campaña del PRO rechazó haber orquestado la maniobra por la que resultó procesado el consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba, asesor estrella del presidente. La justicia porteña, un territorio colonizado por los operadores macristas, confirmó el hecho, pero consideró que Durán Barba no había cometido el delito.
Todos los gobiernos del PRO tiene oficinas dedicadas a monitorear y establecer lazos directos con “la gente” a través de las redes sociales.
En 2015, el opo-oficialista Martín Lousteau también denunció haber sido víctima de una campaña sucia del macrismo. En esa elección, la Alianza Cambiemos se hizo de los tres distritos más importantes del país: Nación, provincia de Buenos Aires y Ciudad. No hay mejor posición política para obtener la big data más completa y poderosa del país.
Todos los gobiernos del PRO tiene oficinas dedicadas a establecer lazos directos con “la gente”. El Jefe de Gabinete de la nación, Marcos Peña, tiene bajo su órbita la dirección de Vínculo Ciudadano, una repartición que, según el decreto que la creó, se utiliza para colectar información y contactar a las personas en las redes sociales. Pero eso no es todo: esta semana Peña creó la Unidad de Opinión Pública, una oficina donde, como su nombre lo indica, medirá minuto a minuto la sensación térmica de la ciudadanía sobre la gestión PRO. Todo, por supuesto, alimentado con recursos públicos: el Estado provee la información y el dinero para pagar las cuentas de una tarea que, se descarta, el gobierno utilizará para la campaña.
Al malogrado señor Nix le gustaría esto.

BLACK SOIL… ¿BLACK HOLE?
En la declarada sede porteña de SCL Group habita también otra empresa: Black Soil SRL. Creada el 1 de enero de 2013, su presidente es Lucas Talamoni, el amigo polista de Nix.
En uno de sus viajes por Australia, Talamoni descubrió el proceso de siembra líquida, el servicio que ofrece con Black Soil. Según su página web, el “emprendedor” (así se define) se expandió al Paraguay y posee oficina en la capital regional del dinero sucio: Panamá. Por cierto, no hay indicios de que en ese país estén particularmente interesados en los procesos de la siembra líquida.
Nix figura entre los inversores declarados por la argentina Black Soil, cuyo titular es un ex polista que ofrece servicios agropecuarios.
Black Soil Global Corp. fue fundada el 28 de noviembre de 2014 en la Ciudad de Panamá. Allí Talamoni figura como Tesorero, mientras que el británico Stephen Rapahel Edkins (presidente de la inversora Checkpoint Parters, entre otras sociedades) figura como director.
Edkins, además, entre los “asesores e inversores” que Black Soil publicita tener en el sitio Gust.com, una web donde las startups cargan su perfil en búsqueda de “ángeles” (representantes de fondos de inversión). Entre sus “ángeles”, la compañía de Talamoni menciona a su socia y esposa, Cecilia Dodero, cuyo apellido remite a una de las familias más activas de la aristocracia argentina. También está mencionado Edkins, el chairman con asiento en el directorio panameño, y otros más: Eddie Fay (ingeniero agrónomo y director de Mosaic Argentina S.A., el brazo de Cargill en el mercado de los fertilizantes), Patrick Teroerde y Alexander Ashburner Nix.
Los últimos dos mencionados hoy son famosos a escala global, y no precisamente por el éxitos deportivo del equipo de Polo que compartieron con Talamoni: Teorerde y Nix fueron los dueños SCL Elections LTD, precursora de Cambridge Analytica, la consultora que puso a Facebook en el ojo de una tormenta. En la cámara oculta donde confiesa sus fechorías, Nix explicó que para ocultar sus operaciones suelen utilizar compañías locales como fachada. ¿Será Black Soil una de ellas? Quizá algún fiscal se haga pronto esta pregunta.

jueves, 22 de marzo de 2018

El auto-odio de clase social

Por Erico Valadares/Fotos: Estanislao Santos - https://www.identidadperonista.com/2018/02/18/el-auto-odio-de-clase-social/
El odio de clase es una cosa ancestral: los ricos en todas partes odiando a los pobres y viceversa, propietarios de todo contra esclavos sin pan en un mundo de sagrados códigos de propiedad privada. Poco hay de tan tradicional y conocido como el odio de clase, puesto que siempre estuvo allí. Siempre. Desde que alguien obtuvo algo mediante la desposesión de otros, el odio de clase existió.
En consecuencia, no hay mucho más para decir sobre el odio de clase. Es eso nomás y básicamente cualquiera lo conoce y lo puede comprender, si es que no lo ha experimentado ya. La nota viene dada por un fenómeno que al parecer es más bien reciente en la historia de la humanidad y, aunque tiene la misma naturaleza del odio de clase —porque igualmente es odio y es de clase social—, no parecería ser comprendido por el sentido común de igual manera: el auto-odio de clase, que no es ningún moco de pavo, como veremos.

Desclasamiento y odio

La mejor definición de auto-odio de clase social es la del famoso “pobre de derecha”, es decir, la del empleado que expresa la ideología del patrón. Si seguimos aceptando las denominaciones genéricas de “pobres” y “ricos” para clasificar a estos últimos como los propietarios de los medios de producción, transporte, distribución y comunicación, y a los primeros como propietarios de nada más que su propia fuerza de trabajo, nos vamos a encontrar con que los “pobres” somos precisamente todos los trabajadores, haciendo caso omiso de las mal llamadas “clases medias” y otras entelequias. La cuestión se reduce a tener o no tener en propiedad privada el capital, que es el poder económico concentrado. Y ahí veremos que entre los que no poseemos el capital nos solemos auto-odiar mucho más profunda y frecuentemente de lo que se puede imaginar.
La llamada “mano dura” es el desiderátum de los que padecen el desclasamiento social.
Desde luego, los ricos —que son los dueños del mundo entero y más allá— no conocen el auto-odio de clase. Los ricos no se odian entre sí mismos y un análisis superficial de las relaciones al interior de su clase social nos mostrará que viven en comunión y en perfecta armonía. Compiten con otros ricos por momentos, eso sí, porque el sistema capitalista así está dispuesto, pero en un juego de caballeros sin odiar jamás al contrincante, al que consideran un par, un igual. Los ricos no desean la muerte ni la destrucción de sus propios pares, sino que, por el contrario, tienden a preservarlos. Y eso es así porque los ricos tienen mucha conciencia de clase, son pura conciencia de clase desde que nacen; los ricos conocen perfectamente su lugar en la sociedad. Entonces los ricos están demasiado ocupados en odiar a los que tienen en frente y no pierden el tiempo ni gastan energías odiando a los que tienen al lado. Los ricos hacen economía del odio de manera muy inteligente.
Lo mismo no puede decirse de los trabajadores, o sea, de los pobres. Al escasear la conciencia de clase entre estos últimos, lo que le suele pasar al trabajador es el desclasamiento: los pobres empiezan a delirar que son ricos cuando acceden a una vivienda propia, una cuenta bancaria y a un automóvil, e incluso a mucho menos. No es infrecuente la ocurrencia de “oligarcas de maceta”, que por tener un teléfono celular y un salario estable que le dan la ilusión de “clase media” sale a tocar cacerolas en defensa de los intereses del también mal llamado “campo”.
El “pobre de derecha” odia todo lo que tenga que ver con sí mismo de manera real: como es trabajador, odia cualquier expresión del trabajo, como los sindicatos. El “pobre de derecha” ama la patronal.
Cuando el pobre delira que es rico, entonces está desclasado, lo que es diametralmente opuesto a tener conciencia de clase. Y en consecuencia empieza a reproducir toda la ideología de la clase social a la que cree pertenecer sin pertenecer de hecho: la clase dominante. Y, naturalmente, incorpora el odio de esas clases, ya que el odio es parte fundamental de cualquier ideología. El pobre desclasado empieza entonces a odiar a otros pobres desde un pretendido lugar de rico. Pero como nunca llega a ser rico de verdad, lo que termina expresando no es odio, sino auto-odio de clase social. El desclasado se odia sí mismo sin comprender en ningún momento que lo hace: piensa que odia al de en frente, pero en realidad odia al de al lado sin entender que está al lado.

El discreto encanto de odiarse a uno mismo

El auto-odio es una cosa peligrosa porque generalmente resulta en muerte y destrucción para el que lo expresa. En el caso del mentado “pobre de derecha”, por ejemplo, es solo una cuestión de tiempo para que esa muerte y esa destrucción vengan a tocarle la puerta. Su auto-odio genera las condiciones necesarias para que eso ocurra más temprano que tarde.
Cuando la cantidad de desclasados en una sociedad determinada supera el límite de la normalidad, entonces la derecha se hace con el poder político, ya sea mediante golpes de Estado apoyados con entusiasmo por esa multitud de desclasados o por elecciones, gracias al voto de estos. Los individuos de clase dominante son naturalmente muy poquitos y no pueden dominar políticamente una sociedad sin contar con la complicidad de muchos pobres desclasados.
Otra característica del desclasado es la deshumanización. Al no tener conciencia de clase, tampoco tiene de género ni de raza: no entiende que es humano y, por lo tanto, sale con esta figura a pedir el fin del “curro” de los derechos humanos.
Entonces la derecha —que es la expresión de los ricos en la política— se hace con el gobierno y empieza a implementar el proyecto político de los ricos en el Estado. Dicho proyecto es muy nocivo para todos los pobres, porque legitima la expoliación y el saqueo de los propietarios en perjuicio de los trabajadores. Cuando un gobierno es de derecha, lo más natural es que, por ejemplo, elimine las retenciones a la exportación de soja (beneficiando a la oligarquía terrateniente) y quiera cubrir el vacío en la recaudación que esa quita de retenciones produce con ajustes en jubilaciones, pensiones, salarios, programas sociales, educación y salud pública, impuestazos, etc. En una palabra, la derecha implementa el proyecto político de los ricos beneficiando a económicamente a los ricos y haciendo que los pobres paguen el pato. Otro tanto pasa con los tarifazos de gas, electricidad, agua, combustibles y demás: cada vez menos dinero en el bolsillo del pobre que va a parar en el bolsillo del rico. Los ejemplos de esto que en política económica se llama transferencia de ingresos son infinitos.
Los desclasados y los santos de las clases dominantes. Alberto Nisman es el máximo exponente de la corrupción moral que los tilingos identifican como marca de clase.
El proyecto político de los ricos, como decíamos, es muy nocivo para todos los pobres. Para todos, para los que tenemos conciencia de clase y también para los desclasados. Ningún tilingo se va a salvar porque crea que es rico y vote a la derecha o aplauda sus golpes de Estado. Desde el punto de vista de los ricos, pero de los ricos en serio, el individuo que sale a la calle con un cartelito repleto de consignas de derecha o va a marchar para defender los intereses de la oligarquía terrateniente es un peón y es descartable. Los ricos en serio no ponen jamás la cara: lo hacen los desclasados a su servicio, los pobres de derecha con auto-odio en el corazón. Para las clases dominantes a la hora de llevar muerte y destrucción a una sociedad, da lo mismo el negro villero que el rubio de “clase media” con autito cero kilómetro. Son todos negros villeros por igual al no pertenecer al selecto club de los ricos propietarios de todo, donde el auto-odio no existe.
Finalmente, así es como el pobre de derecha o el desclasado va a terminar odiándose a sí mismo, porque el resultado de su proceder (que es de expresar ideas ajenas y contrarias a sus intereses reales) será muerte y destrucción para sí mismo. Como el negro que apoya el racismo como blanco, el homosexual homofóbico y la mujer machista, el trabajador desclasado está generando las condiciones para su propia destrucción. Vota a la derecha, pide ajuste y represión, quiere que vuelva la dictadura militar, le prende una velita a la imagen de Nisman todas las noches. Y piensa que así entra al círculo rojo del poder fáctico de tipo económico concentrado. Piensa que es rico, que es oligarca terrateniente, pero no deja de ser un pobre desclasado pronto a ser esquilmado por el rico con poder político. Es una oveja, tanto por víctima como por absoluta inconsciencia de ser oveja.

domingo, 11 de marzo de 2018

Dolor…

Héctor Amichetti - http://rinacional.com.ar/sitio/dolor/


Hubo un tiempo de paz y de justicia en que fueron los únicos privilegiados.
Un día el salvajismo arrojó sus bombas sobre la plaza dando la señal de que ese tiempo debía terminar.
Junto a centenares de víctimas, seis inocentes criaturas cayeron en aquella trágica jornada.
Dos décadas más tarde, la brutalidad genocida los arrancó sin piedad de los brazos de sus padres… de los vientres de sus madres.
Los obligó a vivir en la mentira.
Uno tras otro, los saqueos neoliberales condenaron a millones de ellos a la pobreza.
Fueron muchos los que murieron instrumentados para el robo por la misma policía.
Vidas difíciles segadas por el gatillo fácil.
UNICEF acaba de informar que la mitad de los niños y niñas argentinas viven en la pobreza, dice que más de 1.000.000 apenas pueden alimentarse cada día.
Facundo Burgos fue uno de esos niños pobres de Tucumán que seguramente habrá soñado con tener algo de aquello que la oligarquía considera que no le corresponde a su clase.
Lo condenó un sistema cargado de injusticias, lo mató la policía.
Hoy los únicos privilegiados son los ricos.
Que vuelva el buen Peronismo…! Es nuestra tarea Urgente!

jueves, 8 de marzo de 2018

El día de la mujer no es una celebración, conmemora un evento sangriento



Cuando se conmemora el Día de la Mujer, algunos lo hacen pensando que es una especie de celebración alegre. Sin embargo, el verdadero origen dista mucho de ser un motivo para sonreír o inflar globos. Lo que sucedió hace un poco más de 100 años es realmente terrible. Hoy lo podemos recordar pensando que esas injusticias quedaron atrás, pero lo cierto es que aún después de tanto tiempo las mujeres continúan luchando por sus derechos.
Lo que se recuerda cada 8 de marzo es la muerte de 146 mujeres trabajadoras. Ellas fallecieron cuando pudieron haberse salvado si es que hubieran sido tratadas de manera igualitaria. Un incendió se las llevó de este mundo. Eso hizo que en todas partes se levantara gente para exigir un cambio. Las cosas a no podían seguir como estaban. Había que obtener justicia en la vida conyugal, en el trabajo y en el ámbito de los derechos civiles.
La tragedia sucedió en una fábrica de camisas ubicada en Nueva York, el 25 de marzo de 1911. Este fue uno de los mayores desastres industriales en toda la historia de Estados Unidos. Las trabajadoras textiles fallecieron debido a las quemaduras, los derrumbes y la inhalación de humo; otras se suicidaron al no ver escapatoria. Gran parte de las empleadas eran inmigrantes jóvenes que rondaban los 20 años de edad.
Las muertes se produjeron porque las trabajadoras no pudieron salir del edificio en llamas. Los dueños de la fábrica habían cerrado las puertas de las escaleras y sellado las salidas para evitar robos. Este desastre hizo que se produjeran cambios legislativos importantes en temas laborales y provocó la creación del Sindicato Internacional de Mujeres Trabajadoras Textiles. El incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist, es lo principal que se recuerda los 8 de marzo, por lo que es más una razón para seguir luchando que para celebrar.
En 1909, un 28 de febrero, se celebró por primera vez en EE.UU. el Día de las Mujeres Socialistas. Luego en agosto de 1910, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas (en Copenhage), se reiteró la demanda por el sufragio universal para todas las mujeres. Luise Zietz y Clara Zetkin fueron las principales impulsoras. Esto quedaría fijado en el evento y se establecería el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Zetkin elaboró una propuesta que fue respaldada por más de 100 mujeres de 17 países que asistían a la conferencia. Con esto se pretendía avanzar en la igualdad de derechos y en el sufragio universal. 
La primera vez que se celebró el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, fue un 19 de marzo en Alemania, Austria, Suiza y Dinamarca. En esa ocasión se produjeron mítines a los que asistieron millones de mujeres que exigían el derecho a voto, el de poder ocupar cargos públicos, también derecho al trabajo, al de la formación profesional y a la no discriminación laboral.
La gran feminista Alexandra Kollontai, quien siendo Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública logró el voto para la mujer, la legalidad del aborto y el divorcio, consiguió que el 8 de marzo se estableciera la fiesta oficial. Ese día era laborable, sin embargo, en 1965 por decreto de Sóviet Supremo de la Unión Soviética, se declaró no laborable. El hecho comenzó a conmemorarse en todo el mundo. China lo celebra desde 1922 y España desde 1936. 
Y dos años más tarde, la Asamblea General de la ONU fijó el 8 de marzo como el Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. Esto hizo que otros países pusieran este día oficialmente en sus calendarios.
En ese año también comenzó a funcionar la entidad de la ONU referida a la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer. Tras haber conocido los hechos históricos, uno se puede dar cuenta de que los logros han sido fruto del trabajo de mujeres que se sacrificaron por la causa. Sin embargo, todavía no se ha alcanzado totalmente la igualdad de género. Queda mucho por trabajar y sólo se conseguirá si es que hombres y mujeres de todo el mundo se comprometen con el progreso y la justicia. Todos pueden luchar para que esto suceda. Y los 8 de marzo son una ocasión para recordarlo.


miércoles, 21 de febrero de 2018

LOS REGÍMENES DE EXCEPCIÓN: Michel Temer, Mauricio Macri y Lenín Moreno




Los regímenes de excepción son el tipo de sistema político que corresponde a los gobiernos de restauración liberal. En Argentina, en Brasil, en Ecuador, se revelan como el modelo político compatible con gobiernos que reaccionan en contra de los gobiernos populares, antineoliberales.
Son sistemas basados en la judicialización de la política, como forma de criminalizar a los líderes populares, así como a los movimientos sociales y a las formas alternativas de medios de comunicación. Una alianza entre los medios monopólicos de comunicación, los partidos de derecha, sectores del Poder Judicial y de la policía son el bloque político que implementa los regímenes de excepción.
Un rasgo típico de esos regímenes de excepción es la persecución a los líderes populares, por lo que representan como defensa de los programas antineoliberales, de extensión de los derechos sociales y políticos, de soberanía nacional, de crecimiento económico y de expansión del mercado interno de consumo de masas.
Típicos de la coyuntura política actual son los intentos de excluir a los líderes más populares que esos países han tenido en este siglo de la posibilidad de que puedan volver a ser candidatos a presidentes. Lo que ha pasado recién en Ecuador es una expresión más de que regímenes que adhieren a proyectos antipopulares y antidemocráticos tienen como obsesión excluir la posibilidad de enfrentarse a candidaturas que representan exactamente lo que ellos tratan de contradecir.
Lo que confirma que el gobierno de Moreno traiciona el mandato que ha recibido es que nada de lo que hace –incluso el referendo– estaba en su programa electoral y deja de defender lo que sí estaba en ese programa. Pone la responsabilidad de la situación económica en los supuestos gastos excesivos del gobierno de Rafael Correa, precisamente como dice la derecha ecuatoriana. Y como hacen las derechas de Argentina y de Brasil.
Para defender ese tipo de posición, no puede enfrentarse a Correa, que representa exactamente lo opuesto. Entonces tiene como objetivo central su exclusión como posible candidato que proponga el retorno del programa más exitoso de la historia de Ecuador.
Así como también la derecha boliviana se empecina en intentar que Evo Morales pueda ser candidato de nuevo. Sabe que no puede enfrentarlo en una campaña democrática, por eso le gustaría excluirlo. A la vez que desarrolla la campaña mediática –en la prensa tradicional y en internet– más sucia que Bolivia ha conocido, similar a la que hizo para el referendo con la absurda invención de una supuesta amante e hijo clandestino de Evo.
Trata de rebelar a sectores de clase media que se sienten incomodados por la afirmación de los derechos de la masa indígena del pueblo boliviano, por eso desarrolla campañas racistas, de discriminación, con mentiras y acusaciones falsas. Sabe que es la única manera de conquistar apoyos para disputar con Evo Morales, responsable del gobierno que ha transformado de la manera más extraordinaria a Bolivia.
De la misma manera, en Argentina se busca criminalizar a Cristina Kirchner, para intentar excluirla, vía judicialización de la política, de la posibilidad de que vuelva a disputar la presidencia del país y ejercer plenamente su liderazgo popular, sin las absurdas acusaciones con que intentan ensuciar su prestigio y su apoyo popular. Conforme el gobierno de Macri va perdiendo apoyo, resultado sobre todo de su política económica antipopular favorable a los bancos, necesita intensificar los ataques a Cristina, para buscar que no se imponga la comparación central en el país, entre el gobierno antineoliberal de ella y el gobierno neoliberal de Macri.
Lula es objeto de la más monstruosa campaña de persecución política, paralela al apoyo popular expresado en todas las encuestas, que lo convierte en el único líder brasileño en condiciones de pacificar el país y retomar un proyecto que ha hecho crecer la economía con una distribución de renta como Brasil nunca había conocido. Se suceden los procesos, al mismo tiempo que explotan los escándalos en torno a los mismos jueces que lo acusan, por recibir sobrepagos para vivienda –aun teniendo fastuosas casas propias–, como forma de superar el techo salarial que podrían recibir. Moro lo justifica como forma de aumentar los sueldos millonarios que ya tienen.
Se suman así las persecuciones a Lula, a Evo Morales, a Rafael Correa, a Cristina, como formas de intentar excluirlos de la disputa política via judicial e intentos de destrucción de imagen pública. Es otro rasgo de los regímenes de excepción que se han instalado en Argentina, en Brasil y que ahora surge en Ecuador y que es el proyecto de la derecha en Bolivia.
La izquierda, el movimiento popular, todos los que defienden la democracia en nuestros países, tienen que empeñarse a fondo en la resistencia en contra de los regímenes de excepción, en la denuncia de su carácter antidemocrático, en su objetivo de restauración neoliberal. De ese enfrentamiento depende el futuro del continente por mucho tiempo.


domingo, 11 de febrero de 2018

Nace una nueva religión: los medios de comunicación

No hay diferencias sustanciales entre la forma de mirar televisión y el altar de una Iglesia.” – Víctor Hugo Morales[1]

El poder amenaza con peligros que el mismo construye, impone prejuicios y creencias, al estilo de que el pueblo en la calle es violento, que la oposición es desestabilizadora, que Venezuela es una dictadura, etc. A través de los medios de comunicación primero se instala el miedo y luego se promete protección, inoculando en los individuos la ingenua ilusión de que si obedecen estarán a salvo bajo una supuesta seguridad protectora, que en verdad enmascara lo peor: un violento disciplinamiento social.
Con el objetivo de configurar el pensamiento y colonizar la subjetividad los medios de comunicación concentrados utilizan, de forma irresponsable y sin escrúpulos, una manipulación de la opinión pública instalando creencias y prejuicios.
Walter Benjamin afirmó, en uno de sus fragmentos redactado en 1921, que el capitalismo es una religión. Esta definición de asombrosa actualidad, anticipa lo que podemos denominar una nueva religión sostenida en la fe ciega en los medios de comunicación.
La creencia en los mensajes comunicacionales que imponen los medios concentrados tiene una eficacia muy superior a la de cualquier religión. Constatamos a raíz de la visita del Papa Francisco a Chile y Perú que muchos católicos en lugar de desempeñarse con fidelidad al jefe de la Iglesia, lo cuestionan repitiendo el relato de Clarín.
A medida que se fueron desarrollando los medios de comunicación ocuparon el lugar del ideal, construyendo y alimentando día a día una cultura de masas que cree con una convicción inquebrantable en los mensajes que aquellos emiten, lo que conforma un acto de fe y sometimiento a lo que se presenta como una nueva religión.

La masa, una hipnosis colectiva, constituye el paradigma social del neoliberalismo
Freud en sus inicios comenzó trabajando con el método hipnótico, advirtiendo tempranamente el tipo de influencia que la presencia y la palabra del hipnotizador ejercían. El paciente se sugestionaba, creía en el poder del médico, se volvía obediente, sumiso, obteniéndose como resultado una curación temporaria en la que los síntomas desaparecían para luego retornar. Fue ésta una de las principales razones por las que el médico vienés abandonó definitivamente ese método: comprometido con la búsqueda de la verdad, no se trataba de sugestionar y de obtener por esa vía pseudo curaciones.
Años más tarde, ya avanzada la teoría psicoanalítica, Freud pudo demostrar que la masa poseía idéntico mecanismo de formación que la hipnosis. En ambas, el hecho de ubicar al hipnotizador o al líder en el lugar del ideal conducía a un estado de fascinación, a una creencia en su autoridad y a una obediencia a los mandatos que aquel profería sin importar si eran comprensibles o racionales: los mensajes recibidos funcionaban con una fuerza que impulsaba a obedecer incondicionalmente.
Freud comprobó que la masa estaba basada en un enlace de tipo libidinal, amoroso, resultando el mejor sistema social para alimentar la sugestión, la obediencia colectiva e instalar una serie de construcciones ideativas que le iban a dar sustento: las creencias.

La creencia
Una manera de definir la subjetividad es considerarla como un sistema social de creencias compartidas. Las creencias no constituyen algo exclusivamente mental o íntimo sino que se “apoderan” de la subjetividad, se ponen en juego en la realidad social efectiva, en los actos y elecciones, para terminar siendo la envoltura formal de repeticiones rituales. Implican modos de satisfacción que adquieren fijación, motivo por el cual van a funcionar como piedras muy difíciles de remover.
Freud investigó el fenómeno de la creencia en varios de sus artículos. En “Moisés y la religión monoteísta” (1939) analizó la fe en las religiones dando cuenta de que el creyente deja de lado la racionalidad y, a pesar de ser capaz de captar la irrealidad de su creencia, se adhiere a ella y la conserva como una verdad absoluta. Hace referencia a la paráfrasis de Tertuliano credo quia absurdum, “lo creo porque es absurdo”, para justificar que a pesar de que los dogmas religiosos sean indemostrables poseen un valor de verdad que no se fundamenta en lo racional ni en la comprensión, volviéndose irrefutables. Intentar convencer al creyente utilizando la lógica o la demostración racional producirá una sensación de impotencia similar a la de hablarle a una pared. En pocas palabras, las creencias no se fundamentan en errores de comprensión o aprendizaje sino que conforman un sistema de ilusiones que dan sentido, estabilizan, de ahí que el sujeto se aferre a ellas con un convencimiento inquebrantable.
La tesis de Freud en “El porvenir de una ilusión” es que las creencias religiosas se basan en la añoranza de un padre, dando cuenta de una necesidad de protección y autoridad que vuelva soportable el desvalimiento humano; esta añoranza es propia de todo tipo de creencia, más allá del plano religioso.
Las creencias organizan y sostienen la vida funcionando como una matriz para interpretarla, condicionan las percepciones al operar como prejuicios inquebrantables capaces de sortear las evidencias que se le opongan: se cree y luego se ve. El sujeto, de manera conservadora, tiende a aferrarse a sus creencias, no está dispuesto a renunciar a ellas aunque pueda reconocer la irracionalidad de sus argumentos: reniega, realiza una desmentida de un trozo de realidad, como si expresara “ya lo sé, pero aun así…”.
La necedad expresada en aferrarse a las creencias se articula con la pasión por la ignorancia que consiste en una inercia conservadora respecto de lo establecido, una satisfacción por no querer escuchar, ver, ni saber. Con frecuencia creciente encontramos individuos que prefieren no saber y se satisfacen en la ignorancia con el mal de la banalidad. No nos referimos en este caso a la educación formal, que por otra parte no garantiza la ausencia de esta pasión, sino a un deseo de no querer saber sostenido, por una parte, en una comodidad homeostática e inercial propia de lo instituido, y por otra, en una cobardía, un horror al saber capaz de conmocionar las creencias. Esta pasión va de la mano de la promoción del narcisismo que estimula un individualismo descarnado que intenta no ser afectado por el lazo social: “No me quiero amargar”, “no quiero enterarme”.
La pasión por la ignorancia constituye uno de los mayores obstáculos para transformar la posición del sujeto y la cultura. Resulta funcional al capitalismo, de ahí que los medios de comunicación concentrados la promuevan de múltiples maneras, apuntando todas ellas al totalitarismo comunicacional, a la abolición del pensamiento crítico y, en definitiva, a la destitución del sujeto. En consonancia con esto, el neoliberalismo alimenta la cultura del entretenimiento vacío, la frivolidad y la evasión con distintos “quitapenas”, buscando arrasar con la memoria, los legados históricos y el “curro de los derechos humanos.
La masa, construcción laboriosa que realizan día a día los medios de comunicación concentrados, es la vía regia para la obediencia y el desarrollo de creencias muchas veces disparatadas pero indiscutidas.
El poder amenaza con peligros que el mismo construye, impone prejuicios y creencias, al estilo de que el pueblo en la calle es violento, que la oposición es desestabilizadora, que Venezuela es una dictadura, etc. A través de los medios de comunicación primero se instala el miedo y luego se promete protección, inoculando en los individuos la ingenua ilusión de que si obedecen estarán a salvo bajo una supuesta seguridad protectora, que en verdad enmascara lo peor: un violento disciplinamiento social.
La masa fascinada ante el “altar de la iglesia”, mientras invoca al dios del consumo por “el pan nuestro de cada día”, incorpora creencias que promocionan una resignación obediente, sacrificial, temerosa y cobarde.
Una cultura democrática capaz de ir en contra del neoliberalismo y de la masa, que estimule la pluralidad de voces y cuente con mecanismos que apunten a la desconcentración del poder, constituye el mejor antídoto contra esta forma de colonización de la subjetividad que podemos caracterizar como una nueva religión.

[1] Prólogo de “Colonización de la subjetividad. Medios masivos de comunicación en la época del biomercado.”

Nora Merlín es Psicoanalista-Magister en Ciencias Políticas -Autora de Populismo y Psicoanálisis, Edit Letra Viva – Autora de Colonización de la subjetividad, Edit. Letra Viva

sábado, 3 de febrero de 2018

1968: el año de la esperanza


Hace cincuenta años las jornadas revolucionarias que se expandieron desde Checoeslovaquia a Italia, pasando por Francia, aunque su influencia traspaso las fronteras de esos estados, llegando un año después a nuestro país, resultó en un ciclo de alza de la lucha de clases (1968/1976) en todo el capitalismo occidental que constituyó el mayor desafío al sistema desde la Revolución Rusa de 1917.
El aire de aquellos tiempos
Aquel ciclo no inició de la nada ni espontáneamente. Fue el resultado de la acumulación de luchas nacionales y de clase, también de contradicciones que se fueron desenvolviendo en la onda larga del capitalismo nacida luego de la 2da. Guerra Mundial. Quienes protagonizaron aquel tiempo de luchas y esperanzas fueron los nacidos y crecidos en el período de la posguerra en el marco de la llamada “Guerra Fría”, que enfrentaba a dos bloques con formas de propiedad, relaciones de producción y organización social distintas. Esa relación de confrontación-colaboración estuvo en 1962 a punto de desembocar en una guerra nuclear. Fue la crisis de los cohetes en Cuba.
Fue el dirigente inglés Chris Hartman quien bautizó aquel tiempoo como “de la triple crisis”. Definía así el contexto en que se desarrollaron los acontecimientos hace 50 años: una clase obrera ampliada y un movimiento estudiantil que se levantaban contra el despotismo patronal y la opresión cultural en occidente y el autoritarismo en el este, contra la intervención norteamericana en Vietnam y contra el estalinismo en Checoeslovaquia. Pero antes habían ocurrido el fin del orden colonial, Argelia (1956) que inicia la descolonización del África; antes aún India (1946) y luego las Revoluciones China (1949) y Cubana (1959).
La emergencia de los nuevos movimientos sociales y de la nueva izquierda revolucionaria se afirmaba en un fuerte sentimiento antiimperialista –desde Praga a Berlín, desde Tokio a México y Argentina…- que cuestionaba la hegemonía económica y militar de EEUU, junto con una posición crítica frente al comunismo oficial de la URSS y su política de coexistencia pacífica. Estas dos tendencias a las que se sumó el movimiento contestatario al interior de los países centrales se expresó también en la aparición de una verdadera contracultura en las artes, en las letras y en la vida cotidiana -vestimenta, relaciones sexuales, familia- que cuestionaba la cultura dominante. Un emblema del internacionalismo de aquellos tiempos fue la figura del Che -que habiendo renunciado al poder en Cuba volvió al combate llano- ondeando en todas las manifestaciones y en todos los países. Ese fue el marco en que toda esa generación de jóvenes se incorporó masivamente a la militancia política en abierta ruptura con el reformismo de la socialdemocracia y de los partidos comunistas.
De la primavera a los otoños
Todo dio inicio en enero de 1968 con la Primavera de Praga. Cuando la sociedad accionó contra la censura y por libertad de expresión y en las empresas surgió, ya en 1969, un movimiento autogestionario que tomó la forma de “consejos obreros”, en lo que se conoció como el “otoño caliente checoeslovaco”. Finalmente los tanques soviéticos, como antes lo habían hecho en Hungría, invadieron Checoeslovaquia y pusieron fin a la rebelión política.
Quienes impulsaban y participaban de esas movilizaciones no renunciaban al socialismo pero sí querían formas democráticas de vida. Se emparentaban así con las luchas que los obreros y estudiantes polacos y húngaros desenvolvieron en 1956 contra la opresión estalinista en sus países.
Combativas y continuadas movilizaciones por reivindicaciones obreras y en solidaridad con la revolución argelina y, en el plano internacional, la ofensiva del Tet en Vietnam y la ocupación de la embajada de EEUU en Saigón fueron los antecedentes más recordados del Mayo Francés. Los famosos grafitis “Seamos realistas, pidamos lo imposible” o “Nosotros somos el poder” entre tantos otros expusieron la imaginación sin límites (querían llevarla al poder) del movimiento juvenil empoderado en las barricadas que se juntó a la ocupación de fábricas por millones de obreros bajo las banderas rojas, a pesar de la resistencia a sumarse del PCF, solo lo hizo tardíamente.
Los sucesos del mayo francés impactaron decididamente en Italia que también tuvo su Mayo Italiano, sustentado en la acumulación de conflictos fabriles anteriores y en el surgimiento de nuevas corrientes de izquierda que confluyeron en las movilizaciones estudiantiles y obreras, especialmente de las fábricas Fiat y Pirelli, hasta generalizarse y llegar a producir su propio “otoño caliente” en 1969. En él se cuestionó el control de las empresas y la organización capitalista del trabajo pasando por arriba de las estructuras sindicales, en ese entonces dominadas por el PCI.
Una visión descafeinada, muy común en estos días y propia del posmodernismo, centra toda la actividad de aquellas jornadas en el accionar de estudiantes e intelectuales que exigían mayores libertades cotidianas y de pensamiento, esta visión oculta la participación decidida de la clase obrera como tal. Tanto en el mayo francés como en los otoños calientes taliano y checoeslovaco las huelgas con ocupaciones de fábricas y los comités obreros fueron decisivos. La huelga general en Francia de la que participaron más de diez millones de trabajadores es aún hoy recordada como una de las mayores en la historia europea.
Nosotros tuvimos también nuestro propio mayo, la protesta obrero-estudiantil que fue un eslabón más de aquella cadena de acontecimientos que para quienes aún a la distancia, la seguían, seguíamos, con pasión, era parte indisoluble de un continuum que culminaría en la revolución mundial. El Cordobazo fue expresión de ese proceso y también parte constitutiva del mismo, resultó catalizador de grandes luchas del momento bajo la forma de puebladas (Casilda y Gral. Roca), manifestaciones estudiantiles (Resistencia, Corrientes y Rosario) y procesos insurreccionales (Córdoba y nuevamente Rosario) que hicieron de aquel 1969 nuestro 68.
La ruptura en los bordes
A ese proceso histórico, cuya influencia mundial fue mucho más amplia de lo que aquí es sintetizado, es lo que el historiador argentino-mexicano Adolfo Gilly llamó “La ruptura en los bordes”. Se preguntaba “¿Hubo en 1968 y en sus prolegómenos un peligro o una amenaza de ruptura del orden global existente?” Concluía que no pero que sí hubo “…un desafío generalizado al orden mundial existente, el establecido en los acuerdos de Yalta, un desafío no deseado por ninguno de los firmantes de ese acuerdo”. Como se sabe, los firmantes fueron los jefes de gobierno de la URSS, EEUU y Gran Bretaña.
Aquel proceso concluyó sin triunfos y el reflujo ha sido muy profundo. El sistema resultó tener más reservas que las pensadas, aunque también fue decisivo el colaboracionismo de luchar por pequeñas reformas sin impugnar el todo de comunistas y socialistas así como la política de coexistencia pacífica de la URSS.
Sin embargo aquellos jóvenes estudiantes y obreros abrieron puertas y nuevos senderos a explorar. Demostraron, aunque se quedaran en los bordes, que era posible desafiar el orden existente y amenazar con su ruptura, que había otra forma de organizar el trabajo y las relaciones sociales, que se podía conciliar socialismo y democracia. Aquellos sueños y esperanzas no cumplidas siguen vigentes en otro contexto, con nuevas dificultades y muchas incertezas, pero hoy como hace medio siglo alimentan nuestras esperanzas.

*Eduardo Lucita, integrante del colectivo EDI –Economistas de Izquierda