sábado, 24 de marzo de 2012

Madres de la resistencia

Por Martín Soler - http://diagonales.infonews.com/Content.aspx?Id=176718
Les quitaron a sus hijos, les robaron a sus nietos, les cambiaron para siempre sus vidas. Las dividieron, las enfrentaron, las mataron. Pero siguieron adelante, con un reclamo vivo de Justicia y Verdad. Buscando a los suyos y a los de los otros. Sin violencia, con sus pañuelos blancos. Las Madres de Plaza de Mayo, un ejemplo de la lucha presente.
Hay personas que con la simple mención de sus nombres sabemos de quién o quiénes se trata sin más que aclarar. Decir Hebe, Azucena o Adelina es decir Madres de Plaza de Mayo, sinónimos de lucha por la memoria y la verdad, sin revanchismos, pero con el reclamo de justicia para los secuestradores de sus hijos y de los treinta mil más que se llevaron los genocidas bajo el eufemismo de Proceso de Reorganización Nacional. Detrás de estos tres íconos de la lucha y defensa por la plena vigencia de los Derechos Humanos hay miles de incansables mujeres que hace 34 años viven una pesadilla que aún las desvela: la desaparición de sus hijos.
Doce de estas mujeres reunidas por Diagonales recordaron en la Sala de las Madres de Plaza de Mayo del Pasaje Dardo Rocha 34 años de rondas y pañuelos blancos, años en los que fueron perseguidas por la dictadura y reprimidas por la democracia. Un testimonio para no perder la memoria.
CONTEXTO. 
El 24 de marzo de 1976, un golpe militar destituyó a la entonces presidente constitucional María Estela Martínez de Perón. Cuando se apoderaron del gobierno, los militares golpistas manifestaron que venían a poner "orden". Pero el orden que impusieron fue el del terror y la muerte.
Inmediatamente comenzó una verdadera caza de brujas, terrorismo de Estado mediante. Durante este período los llamados "grupos de tareas" integrados por elementos policiales, civiles y militares asesinaron a miles de personas y secuestraron a varios miles más, los que fueron conducidos a lugares clandestinos de detención (campos de concentración y exterminio) donde fueron encerrados en condiciones degradantes, salvajemente torturados y finalmente -casi la totalidad- asesinados.
En la Argentina llegó a haber alrededor de 368 campos de concentración.
"La detención-desaparición fue inédita en el mundo y salimos a reclamar incansablemente. Para nosotras no están muertos porque no tenemos el cadáver, por eso seguimos exigiendo la aparición con vida. Nosotras no hemos podido hacer el duelo", afirma Nora Centeno, madre de Alejandro De Sio, quien está desaparecido desde el 4 de septiembre de 1976.
Se menciona la palabra "desaparecidos", esa categoría terrible se refiere a las personas secuestradas -detenidas clandestinamente- de las cuáles no se dio más información y que se convirtieron así en "desaparecidos": la mayor crueldad para sus familiares que ignoraban si estaban vivos o muertos. "Los testigos que dejaron vivos fueron para que sembraran el terror en futuras generaciones", considera Alba Martino de Pernas, madre de Graciela Pernas Martino.
Para Zulema Castro de Peña "la búsqueda es incesante, permanente. Nadie nos ha respondido quién fue ni por qué". Zulema sufrió la desaparición de sus dos hijos, Jesús Pedro e Isidoro Oscar Peña. El primero fue secuestrado el 26 de junio de 1978; al segundo lo "chuparon" el 10 de julio del mismo año. 
Los militares siempre negaron la existencia de los "desaparecidos" hasta tanto les fue imposible continuar haciéndolo. Y como la censura era total, esa palabra casi no figuraba en los diarios ni se escuchaba en ningún medio masivo de comunicación.
La política represora derivó también en el exilio de muchos argentinos, varios de ellos ilustres o distinguidos en sus actividades, que dejaron el país para salvar sus vidas. Aunque también hubo un exilio interno, ya que quienes se quedaron estaban condenados al silencio para evitar ser "desaparecidos". 
En ese marco de silencio y miedo colectivo surgieron las Madres de Plaza de Mayo, un grupo pequeño de mujeres que por amor a sus hijos desafió al poder y se levantó como testigo y denuncia pública en un país ocupado por sus propias fuerzas militares. Este grupo de Madres superó el terror.
A medida que sus hijos eran secuestrados y "desaparecidos" las Madres acudían a golpear todas las puertas que pudieran dar alguna noticia sobre sus hijos.
Adelina de Alaye recuerda que entonces y hoy exigen "la aparición vida de nuestros hijos". Esa frase "ya es un ícono de nuestra lucha", dice.
Así concurrieron al ministerio del Interior, a cuarteles, destacamentos de policía, iglesias y por supuesto escribían a los integrantes de la Junta Militar que gobernaba el país. Jamás recibieron respuesta.
Hoy, 34 años después del comienzo del horror, comienzan a ver algunos avances desde la Justicia "que históricamente miró para otro lado, los civiles siguen gozando de impunidad total", dispara Nora Centeno.
Jorgelina Azzarri de Pereyra cree que "hay jueces que tuvieron una buena postura, ya que al menos nos escucharon, no todo el Poder Judicial fue cómplice".
PAÑUELOS. 
Las Madres empezaron a reconocerse al encontrarse en todos esos lugares y una tarde de abril de 1977, mientras esperaban que las atendiera el párroco de la iglesia Stella Maris, una de ellas, Azucena Villaflor de De Vicenti dijo: "Individualmente no vamos a conseguir nada, ¿por qué no vamos todas a la Plaza de Mayo y cuando seamos muchas, Videla tendrá que recibirnos ..."
El 30 de abril acudieron a la plaza las catorce Madres que habían estado en la iglesia. Catorce Madres solas en esa inmensa plaza. Es de imaginar su coraje, solas ahí, en un país aterrorizado. 
Azucena Villaflor eligió Plaza de Mayo como sitio de las reuniones, porque está situada frente a la Casa Rosada y a la catedral metropolitana. 
La Plaza continúa siendo un lugar histórico y tradicional para las manifestaciones, una suerte de foro público. A medida que pasaba el tiempo el número de Madres aumentaba, porque incrementaba el número de desaparecidos. 
La presencia de las Madres en la Plaza era conocida por comentarios de boca en boca, puesto que así como no existían los "desaparecidos" para la prensa, tampoco existían las Madres. 
A comienzo de las reuniones semanales acordaron que fueran los jueves de 15.30 a 16, por ser un día y una hora en el que transitaba mucha gente por la Plaza. Ellas permanecían en grupo y de pié, sin caminar. 
Fueron los propios policías que custodiaban la Plaza quienes les indicaron que marcharan de a dos, porque como el país estaba bajo estado de sitio, estaban prohibidos los grupos de tres o más personas. 
Así comenzaron las marchas. Marchas alrededor de la pirámide de Mayo, que es el símbolo de la libertad, marchas que continúan aún hoy. 
Con el objeto de reconocerse, tiempo después comenzaron a usar pañuelo blanco en la cabeza, confeccionados en un principio con la tela de los pañales que se usaban para bebés. Ese pañuelo se convirtió en su símbolo. 
Las Madres intentaron dar a conocer sus dramas y es así que, por ejemplo, participaron de marchas religiosas, numerosas y populares, en las cuales era conveniente que pudieran reconocerse. 
Las Madres provenían de diferentes sectores sociales, las unían sus hijos desaparecidos y juntas desde una cierta ingenuidad primera, adquirieron con el tiempo una cierta sabiduría. Supieron así que sus hijos fueron secuestrados en general por su entrega generosa con el fin de ayudar a quienes no habían sido favorecidos por la misma suerte y transitaban por la vida con muchas dificultades y pobreza. Se dieron cuenta entonces que también estaban luchando contra una dictadura y sin duda la batalla dio sus frutos. Cuando comenzaron a reunirse eran un grupo pequeño de Madres que creció hasta ser habitualmente de 300 a 400 mujeres. Con el tiempo fueron incorporándose los padres, hermanos, esposas, hijos, nietos de los desaparecidos y fueron formándose grupos de Madres en el interior del país. 
Jamás hicieron uso de las armas, mientras que la dictadura -que mediocrizó la cultura, la educación y la calidad de vida de los argentinos-, poseía toda la fuerza y todas las armas. Con el paso del tiempo fueron escuchadas y adquirieron fuerza, ya que sus reclamos eran legítimos, mientras que la dictadura carecía de toda legitimidad.
El prestigio de las Madres en todo el mundo creció de tal manera que en otros países de América Latina y de Asia con problemas similares surgieron grupos que imitaron la acción de las Madres de Plaza de Mayo.
DESPRECIO. 
La dictadura militar menospreció la capacidad de lucha de las madres y la fuerza de amor que ponían para conseguir información de sus hijos. Las llamaban "las locas de Plaza de Mayo" y cuando se dieron cuenta que sus denuncias tenían fuerza intentaron silenciarlas con el secuestro de un grupo de fundadoras y familiares de desaparecidos en la iglesia de la Santa Cruz; el golpe más fuerte fue, sin dudas, la detención y desaparición en la puerta de su casa de la líder del grupo, Azucena Villaflor, cuando regresaba de comprar el diario donde salía por primera vez la solicitada a la Junta Militar pidiendo información de los detenidos-desaparecidos, el 10 de diciembre de 1977. Irónicamente, es el día recordatorio de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Suponía la dictadura que las Madres perderían poder con el secuestro masivo de integrantes. Se equivocaba.
Las Madres son la reserva moral de los argentinos durante los años de plomo, por eso constituyeron un foco de luz y esperanza. Sus demandas fueron y son "Verdad, Justicia y Castigo" por las violaciones de los derechos humanos. Hoy reina la impunidad que genera nuevos crímenes perpetrados por ex integrantes de "los grupos de tareas", que a pesar de haberse comprobado que fueron torturadores y asesinos, gozan de una amplia libertad.
Las Madres fundadoras ponen especial empeño en la Memoria. 
Las Madres creen que la Democracia no se agota con el solo ejercicio del voto. 
De hecho, hoy las Madres continúan en la Plaza para afirmar que sus demandas siguen vigentes y están en cada rincón del país donde se las invita, acompañando a los ciudadanos en sus reclamos y exigiendo a los gobernantes Verdad y Justicia.
En ese sentido su lucha y ejemplo se va trasvasando generacionalmente. "Trabajamos con los hijos de desaparecidos, nietos y no vamos a dejar de hacerlo, estamos dejando espacios para la memoria", afirma convencida Nora Centeno.
Zulema Castro de Peña se suma y detalla que ese trabajo es "junto con escritores, ensayistas y periodistas, para dejar testimonios que sirvan para las futuras generaciones". El objetivo es que ese material "sirva como base documental para que las futuras generaciones sepan que en la Argentina hubo Terrorismo de Estado".
Así será.































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