Miguel Guaglianone - http://suramericapress.com/?p=5527
Si bien deformar y distorsionar la realidad ha sido un sistema usado tradicionalmente a lo largo de la historia por la propaganda de guerra, probablemente hayan sido los nazis quienes lo convirtieron en una forma sistemática de capturar las mentes y las emociones de las grandes masas. Su propaganda (que fue siempre propaganda de guerra, aún antes de que la guerra comenzara) se basó en la tergiversación de los hechos, en la mentira sistemática, en el cambio de la perspectiva del mundo usando los medios masivos de comunicación (en ese momento fundamentalmente la radio y la prensa) y en la exacerbación del resentimiento y el odio, para imponer una seudorealidad adecuada a sus fines. El sistema se complementaba con adjudicar a sus adversarios los males y la violencia que los propios nazis producían (se culpaba a las víctimas de los males producidos por el victimario, se invertían los roles)
En 1949 George Orwell publicó la antiutopía llamada “1984”, en la que nos mostró una futura sociedad absolutamente tiránica y controladora. Una dirigencia secreta manejaba todos los aspectos de la vida de los ciudadanos (a través de la represión, el miedo, la alienación y los medios masivos de comunicación representados por una TV de doble vía que adoctrinaba y a la vez vigilaba cada movimiento de los individuos). Basándose en los hechos del nazifascismo, y previendo un derrotero aún peor para la Unión Soviética estalinista, la novela fue una denuncia feroz contra el totalitarismo. Uno de los recursos empleados por el sistema de alienación consistía en el uso de la neolengua, una forma de hablar que llamaba a lo negro, blanco y a lo blanco, negro. El protagonista trabajaba en el “Ministerio de la Verdad”, que se encargaba de alterar la realidad a través de la manipulación controlada de la información, según los intereses del Partido.
En la actualidad Eduardo Galeano en su libro Patas Arriba, La Escuela Del Mundo al Revés, nos mostró con fina ironía y con gran maestría literaria todos los aspectos contemporáneos de esa inversión de la realidad.
Pero aun conociendo todo esto desde hace mucho tiempo, se hace como imposible no desconcertarse e indignarse cuando este sistema se aplica hoy con total impunidad en pleno Siglo XXI, a través de la hegemonía de los medios corporativos de comunicación masiva y nos afecta directamente.
El turno de Venezuela
El 12 de febrero Venezuela festejó el Día de la Juventud, que conmemoraba en este caso el aniversario 200 de la batalla de La Victoria, una batalla de la Independencia que fuera ganada por los jóvenes tesistas universitarios al frente de José Félix Ribas, un héroe de la patria. Ese mismo día fue el elegido por la extrema derecha de oposición para comenzar un movimiento de calle contario al gobierno que bautizó como “La Salida”. En Caracas, además de una manifestación de unos dos mil estudiantes de las universidades privadas, entraron en acción comandos entrenados en agitación civil que destruyeron edificios públicos, atacaron a las fuerzas de vigilancia y comenzaron una serie de hechos de violencia que se han continuado en todo el país. Junto a otras manifestaciones aisladas de estudiantes, estas acciones son llevadas a cabo por grupos pequeños que provocan “guarimbas” (cierre de calles y avenidas incendiando neumáticos y basura), actos terroristas en instituciones y servicios del estado (quema de vehículos, destrozos de instalaciones, etc.), actuando cada vez más clandestinamente, desplazando sus acciones a las noches y madrugadas en la medida que las fuerzas policiales han ido deteniendo a los que actúan a la luz del día. Este ha sido el “estado de agitación” que viene viviendo Venezuela consistente en hechos puntuales de violencia, con el agravante que en el Estado fronterizo de Táchira los actos de violencia han tenido un más alto nivel, producidos por elementos paramilitares armados y apoyados por alcaldes electos de oposición y ha sido necesario enviar allí a las Fuerzas Armadas para garantizar la paz social.
La matriz mediática
Sin embargo, a pesar de que la normalidad haya sido lo usual en estos días en el país, la matriz mediática que ha salido al exterior creada por los medios privados, impuesta a través de la hegemonía comunicacional de las cadenas corporativas globales, es la de un país al borde de la guerra civil, en el cual la violencia imperante es masiva y es ejercida por el gobierno venezolano, que reprime ferozmente las protestas estudiantiles. Esta absurda perspectiva, que describe a un gobierno suicida que no solo mata a sus propios militantes (la mayor parte de los muertos hasta la fecha han sido partidarios del gobierno bolivariano), que destroza sus propios edificios, equipamiento y servicios, e intenta desestabilizarse a sí mismo, es a pesar de todo la que ha llegado a constituir la “verdad informativa” de lo que sucede hoy en Venezuela, en casi todo el mundo.
Claro que para sustentar esta matriz de “realidad virtual” en los medios, hay que apoyarla con imágenes, y como estas imágenes no existen ha sido necesario difundir a nivel internacional las más burdas falsificaciones, atribuyendo al acontecer venezolano fotografías de sucesos de fechas anteriores, en lugares como Chile, Bulgaria, Siria, Grecia y otras locaciones más exóticas (incluidas algunas tan insólitas como supuestos policías tropicales venezolanos reprimiendo, vestidos con trajes y mitones de extremo invierno), así como la difusión de videos antiguos (dónde por ejemplo aparece la desaparecida Policía Metropolitana reprimiendo a manifestantes).
Lo más grave es la impunidad que disfruta esa hegemonía comunicacional que abarca las más grandes cadenas de TV (entre otras CNN, Fox, RTE, RTF, DW) y los periódicos de mayor circulación en todo el mundo, una impunidad tan absoluta que les permite imponer a nivel global una “realidad” absolutamente opuesta a los hechos, utilizando los más groseros medios de manipulación.
Y esa matriz creada no es fija, sino que va adaptándose a las circunstancias. En los primeros días de violencia programada ninguno de los grandes medios se permitió una comparación de los sucesos en Venezuela con los que simultáneamente venían dándose en Ucrania, ya que podía quedar al descubierto que se estaba utilizando en ambos países del mismo libreto de desestabilización que vienen usando desde fines de la Segunda Guerra Mundial los poderes centrales. Pero bastó que el gobierno de Viktor Yanukovich, presionado directamente por los cancilleres presentes en Kiev de la Unión Europea, anunciara un llamado a elecciones anticipadas, para que desde ese momento fuera inevitable para los medios corporativos la comparación de Venezuela con Ucrania. Una comparación que ha venido arreciando en la medida que Yanukovich fuera destituido por un “golpe suave” realizado por su congreso, luego que un número importante de sus propios diputados cambiara de bando y apoyara su destitución y que haya asaltado el poder un gobierno de la oposición asociada con la extrema derecha.
Ahora se trata de implantar en las mentes de la gente que la caída del gobierno venezolano es tan inevitable como fue la del de Ucrania, sin por supuesto tener en cuenta que, a pesar de haber utilizado el mismo guión de desestabilización, se trata de dos sociedades muy diferentes, donde los factores políticos y sociales operantes son otros y que los resultados (y la realidad “real” así lo mostrará) van a ser muy diferentes.
El fin de la racionalidad y el sentido común
Roberto Hernández Montoya, con el fino humor que lo caracteriza dijo una vez que “… en Venezuela ser de oposición embrutece”. Mucho más que un chascarrillo, la frase está definiendo una verdad desconcertante con la que nos encontramos cotidianamente. Gente educada, estudiada, leída y en general con sentido común, se comporta y opina de una forma absolutamente irreal e irracional en lo que se refiere a la situación política. Este fenómeno viene siendo cada vez más generalizado en Venezuela desde 1998 y no es una casualidad.
Las acciones individuales de los seres humanos según algunos sociólogos, están orientadas por tres factores fundamentales, nuestro yo personal, nuestro conocimiento del mundo y nuestro sentido del entorno (el alter). Cuando esos factores están equilibrados es cuando nuestras acciones responden más coherentemente a la realidad. Pero cuando nos conducimos como en este caso, guiados exclusivamente por nuestro sistema emocional, nuestras acciones se despegan fácilmente de los hechos reales.
Durante varios años la oposición venezolana ha sido bombardeada a través de los medios de comunicación y sus instituciones políticas por una incitación permanente al miedo y al odio, que ha germinado fácilmente en un terreno ya abonado por prejuicios, racismo y desprecio de clase. El odio es una emoción absolutamente negativa que nubla el entendimiento. Dicen los expertos que la mejor preparación para la guerra está en formar a un combatiente que sea capaz de no ser dirigido por el odio al enemigo, sino por la convicción de la justicia de su lucha, ya que el odio conduce sistemáticamente a buscar solo la destrucción del enemigo, y las batallas y las guerras (leer el Sun Tzu) se ganan realmente cuando se es capaz de entender al enemigo y cuando se logra el menor ejercicio de la violencia. Así es explicable como estas emociones presentes son capaces de violentar todo tipo de sindéresis o racionalidad, generar acciones amorales y hacer perfectamente creíble y posible el mundo al revés.
Esto funciona así a tal punto, que alguien que nos es muy querido (que se jugó la vida en las manifestaciones a finales de los 60) y que hoy está frontalmente opuesto al gobierno bolivariano, llega a escribirnos reivindicando las “protestas estudiantiles” hasta compararlas con aquellas luchas, y diciéndonos: “Los estudiantes en la historia del mundo son LA CONCIENCIA DE LOS PUEBLOS”. Increíble tal ceguera en una persona cuya inteligencia, experiencia y sentido común siempre respetamos. En su visión aparece con toda naturalidad una doble confusión:
1) Supone que estos estudiantes son el futuro y pelean por la patria. Al respecto, escribimos en el 2009 : “Este es un movimiento estudiantil que: a) Defiende al status quo (manifiesta a su favor) b) No es masivo sino de elites (está constituido en su mayoría por los estudiantes privilegiados de las universidades privadas) c) Tiene amplio apoyo de los medios (da hasta conferencias de prensa) e) Sus dirigentes sufren de ‘pobreza ideológica’ (sus reivindicaciones son balbuceantes apelaciones a conceptos vacíos o jingles infantiles producidos por Agencias de publicidad) e) No están dispuestos a ser tocados ni por el pétalo de una rosa (basta que las autoridades digan que se usará gas lacrimógeno, para que vociferen -por anticipado- por sus derechos humanos)…¡Qué lejos están de aquellos que tomábamos en la década de los 60 las calles para enfrentar al sistema dominante, sabiendo que arriesgábamos la vida cada vez que salíamos a manifestar! … Los que fuimos protagonistas en 1968 de un movimiento universal (el primer síntoma de un mundo interdependiente) que hizo temblar y estremecerse a gobiernos y sistemas. La indignación que todo esto produce es moderada al recurrir al análisis y percibir como este “movimiento estudiantil” es sólo un producto de laboratorio… Su forma de actuar y hasta su simbología (las manos blancas) fueron programadas en algún think-tank para ser un factor de desestabilización. Este ‘movimiento estudiantil’ fue usado por primera vez en Ucrania, siendo uno de los factores de la ‘revolución naranja’ promovida por los servicios de inteligencia occidentales, que derrocó un gobierno surgido de elecciones… y este mismo ‘movimiento estudiantil’ sigue siendo una herramienta más en la creación de las nuevas ‘revoluciones de colores’ promovidas por el poder hegemónico para derrocar a gobiernos progresistas que no respondan a sus intereses.”
2) Cree honestamente en la matriz de realidad virtual creada por los medios y las redes sociales de que la violencia surgida en Venezuela es un producto de la “represión del gobierno a las manifestaciones de estos estudiantes”, aceptando sin dudar en absoluto la “verdad” de la manipulación mediática.
La hegemonía del mundo al revés
Hasta aquí estamos llegando (y sospechamos que este es un síntoma más de la desintegración de nuestra cultura). Ya estamos mucho más allá de la pérdida de valores que los movimientos revolucionarios y las vanguardias artísticas denunciaban a principios del Siglo XX. Hemos arribado a la instauración de los antivalores y la realidad virtual como la forma de vida aceptada. El lenguaje y los métodos usados por el fascismo para la manipulación de las masas han llegado a generalizarse a nivel global, disfrazándose de cotidianeidad, de naturalidad, y aparentemente todos quedan felices así.
Claro que, como dijo Fito Páez, “¿Quién dijo que todo está perdido?”
Del otro lado del “mundo al revés” está la gente, los movimientos sociales que vienen desde abajo buscando su lugar en la historia, los excluidos, los contestatarios, los que nada tienen que perder y todos aquellos que creemos que el mundo para nuestros hijos y nuestros nietos puede y debe ser mejor, y que vale la pena luchar por él. La hegemonía de los medios de comunicación podrá todavía dominar la mente de los estratos medios (tanto en los países centrales como en la periferia), pero cada día es más poderoso y numeroso el sector de los que descreen de esos medios, los que no se dejan manipular ni alienar por ellos y que buscan sus propias verdades en la realidad de los hechos.
En estos términos es que está planteada esta verdadera Guerra de Cuarta Generación que nos han impuesto. Pero David va a vencer a Goliat y a la larga (siempre es a la larga) la vamos a ganar.