sábado, 21 de septiembre de 2013

A 40 años del triunfo de Perón, una historia en primera persona

Por Alfredo Silletta  - http://diagonales.infonews.com/nota-202460-A-40-anos-del-triunfo-de-Peron-una-historia-en-primera-persona.html


Durante los años ‘71 y ‘72 comencé a interesarme y a participar en política, pero fue recién en enero de 1973 cuando inicié mi militancia activa en la izquierda nacional de Jorge Abelardo Ramos.

Tengo recuerdos intensos de ese año. Por las mañanas iba al colegio secundario, donde editábamos una revista, y las tardes las pasaba en el local del Frente de Izquierda Popular (FIP), de donde salíamos diariamente a vender el periódico a la calle, a los trenes y a los barrios humildes de Mar del Plata.

Estábamos convencidos de que la revolución estaba a la vuelta de la esquina y, como la mayoría de los argentinos, estábamos felices por el regreso del general Juan Domingo Perón a la Patria.

Al 11 de marzo Perón continuaba proscripto, pero la consigna “Cámpora al gobierno, Perón al poder” se hizo carne en los argentinos y arrasó en las urnas con casi el 50 por ciento de los votos.

 



La llegada del peronismo al poder produjo una enorme felicidad que recorrió todo el país. Por primera vez en muchos años los dirigentes gremiales podían sentarse a discutir con la patronal sin temor a ser detenidos. La huelga y la reivindicación laboral eran legales. La Universidad no quedó ajena y el gobierno nombró rector de la Universidad de Buenos Aires a Rodolfo Puiggrós, un intelectual que había aportado al conocimiento del pensamiento nacional junto a Arturo Jauretche, Raul Scalabrini Ortiz, el “Colorado” Ramos y Juan José Hernández Arregui, entre otros.

 


Antes de Ezeiza se produjeron los primeros enfrentamietos entre la cúpula de Montoneros y Perón, al cuestionarle su liderazgo y plantear la creación de “milicias populares”, por lo cual Perón separó a Rodolfo Galimberti. Esos enfrentamientos se agudizaron el 20 de junio, cuando la derecha peronista se tiroteó con Montoneros y Perón no pudo reencontrarse con tres millones de argentinos que habían ido a esperarlo. El retorno de Perón llevó a la renuncia de Cámpora y el llamado a elecciones libres para el 23 de septiembre.

Durante un mes se discutió fervorosamente quién acompañaría al general en el cargo de vicepresidente. Perón quería que lo acompañara Ricardo Balbín, en busca de lo que él llamaba la ‘unión nacional’ entre el justicialismo y el radicalismo. Los sindicalistas preferían a un hombre de sus filas o a Antonio Cafiero, un político con vuelo propio pero muy vinculado a la Unión Obrera Metalúrgica, pero aceptarían al dirigente radical si Perón lo pedía. Por su parte, la Juventud Peronista quería que la fórmula fuera completada con Héctor Cámpora para frenar el avance de la derecha y terminar con el ‘cerco’. Finalmente Perón, fiel a su estilo, nombró a su mujer y con ello suprimió cualquier lucha interna.



Recuerdo aquellos días intensos, comprometidos, discutiendo con todos, cada uno con su propia idea. Tengo fresco en mi memoria el 22 de agosto de ese año, se cumplía el primer aniversario de la masacre de Trelew, al momento de izar la bandera en el patio del colegio, alguien gritó un nombre y todos los alumnos gritamos: “presente”, luego otro nombre y así recordamos a todos los asesinados. El desconcierto de los directivos de la escuela se completó cuando los abanderados dejaron la bandera a media asta.

En los primeros días de septiembre Perón citó a la residencia de Olivos a las máximas figuras de la Juventud Peronista, incluidos los líderes de FAR y Montoneros. Allí les pidió la unidad, que participaran de su próximo gobierno y se comprometió a que serían el recambio generacional que él había soñado. Sólo puso como condición que abandonaran las armas. Pero una vez más la conducción de Montoneros no entendió el mensaje. Al salir del encuentro Mario Firmenich expresó: “El poder político brota de la boca de un fusil. Si llegamos hasta aquí, ha sido en gran medida porque tuvimos fusiles y los usamos. Si abandonáramos las armas, retrocederíamos en posiciones políticas…”.

 


El que sí entendió el momento político de aquel entonces fue Abelardo Ramos. El 28 de agosto se reunió con Perón y le pidió autorización para llevar la fórmula con la boleta del FIP separado de la boleta del FREJULI. El general prestó su consentimiento y se imprimieron las boletas con el lema “Liberación y Patria socialista”, impreso en el ángulo superior izquierdo.

Recuerdo que toda la campaña la hicimos con el llamado de “Vote a Perón desde la izquierda con la boleta del FIP”. Fueron días de una militancia agotadora y alegre, pero finalmente el 23 de septiembre la boleta de Perón obtuvo el 62 por ciento de los votos, de los cuales el 8% (casi 900.000 votos) fueron con la boleta del FIP.



Los votos, obviamente, no pertenecían sólo al FIP sino a amplios sectores de la clase media que habían optado por Perón pero no por algunos de los funcionarios que lo acompañaban. Arturo Jauretche contó que votó con la boleta del FIP y hace pocas horas la presidenta Cristina Fernández de Kirchner también reconoció que al entrar al cuarto oscuro eligió la boleta del FIP.

La presidenta ha dicho por estas horas en una entrevista realizada por Hernan Brienza: “Mi relación con Perón siempre fue muy buena, y de reconocimiento de liderazgo porque tenía patrimonio histórico y mucha mochila para asumir ese liderazgo. Ésta fue la gran diferencia que tuvimos dentro de los propios sectores juveniles, discutir el liderazgo de Perón era discutir precisamente la dirección y las posibilidades de éxito de un proceso como el que se había iniciado con el retorno de Perón a la Argentina”. La presidenta con solo veinte años tenía claro el rol de Perón, la cúpula de Montoneros no. Pero esa es otra historia.

 


Mejor quedarnos con aquellas palabras del General, cuando regresó a la Argentina en 1973, sobre el significado de gobernar un país: “Si el pueblo está contento, eso es lo que me interesa. La mitad de la tarea de un gobierno, para mí, está en que el pueblo esté contento. El pueblo contento comienza el camino de la felicidad y ésa es una de las funciones fundamentales del gobierno. La otra es ejercer la grandeza del país. Eso se hace despacito y de a poco”.

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