martes, 5 de abril de 2011

Libertad de expresión, pilar del cinismo capitalista

Romualdo Retamal Maureira.* - http://www.surysur.net/?q=node/16208


La llamada “libertad de expresión”, fundamentada  en el libre mercado y la propiedad privada de los medios de comunicación social, constituye una de las más grandes rapacerías del capitalismo occidental. Haciendo un poco de historia, no está demás recordar, por ejemplo,  el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Dice: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

A su vez, el artículo 19 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, teóricamente, garantiza:
1. Nadie podrá ser molestado a causa de sus opiniones.
2. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión; este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección.
3. El ejercicio del derecho previsto en el párrafo 2 de este artículo entraña deberes y responsabilidades especiales. 

Por consiguiente, puede estar sujeto a ciertas restricciones, que deberán, sin embargo, estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para:
a) Asegurar el respeto a los derechos o a la reputación de los demás;
b) La protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral públicas.

El artículo 3° del Pacto Internacional protege precisamente uno de los enunciados jurídicos más antidemocráticos de las oligarquías del mundo occidental (salvo algunas respetables excepciones) que versa sobre el sacrosanto concepto de la libertad de expresión.

El concepto se funda en lo que escribió en el Digesto el jurista romano Ulpiano: Jurisprudentia est divinarum atque humanarum rerum notitia, justi et injusti scientia, que significa: Jurisprudencia es la noticia o conocimiento de las cosas humanas y divinas, así como la ciencia de lo justo y de lo injusto.

Es decir, la jurisprudencia y el derecho romano —una disciplina exclusiva de los aristócratas— saltaron a todas las escuelas de leyes de occidente, y a todos nuestros países; junto con sus enfermedades venéreas, los conquistadores nos trajeron sus leyes y su religión para perpetuarlas en las cátedras de derecho de nuestras poco democráticas sociedades surgidas tras las gloriosas guerras  de independencias contra el yugo español, británico, portugués y francés.

La sagrada propiedad privada de los medios
A medida que el capitalismo se apoderaba de Occidente (incluida América) surgió la sagrada propiedad privada, otro concepto vital para los creadores del capitalismo, las monarquías y oligarquías occidentales y criollas que ya habían logrado cimentar sus países a fuerza de banderas, fronteras y sangre aborigen.  La organización social que más aplaudió esta revolucionaria visión de progreso fue la venerable Iglesia Católica Apostólica Romana.

El derecho a la libertad de expresión es defendido como un medio para la libre difusión de las ideas, y así fue concebido durante la Ilustración. Para filósofos como Montesquieu, Voltaire y Rousseau la posibilidad del disenso fomenta el avance de las artes y las ciencias y la auténtica participación política. Fue uno de los pilares de la guerra de la independencia de EEUU y de la revolución francesa, hechos que remecieron a las cortes de los demás Estados occidentales.

La alusión más clásica a la libertad de expresión del capitalismo internacional la podemos encontrar en los juristas estadounidenses Oliver Wendell Holmes Jr. y Louis Brandeis, quienes acuñaron el argumento del “Mercado de ideas”.

Según esta analogía con la libertad de comercio, la verdad de una idea se revela en su capacidad para competir en el “mercado”. Es decir, estando en igualdad de condiciones con las demás ideas (supuestamente, gracias a la “libertad de expresión”), los individuos apreciarían qué ideas son verdaderas, falsas o relativas.

Este argumento ha sido criticado por pre asumir que cualquier idea cabría en el “mercado de ideas”. Y aún así, aquellas ideas que tengan mayores medios de difusión se impondrían sobre otras, al margen de la verdad. Aún más: tras la teoría del “mercado de ideas” existe la asunción de que la verdad se impone sobre la falsedad.

Para los detractores está demostrado que los prejuicios se imponen a menudo sobre la verdad, y cuando ésta llega a imponerse ya muchos han sufrido la represalia del “mercado de las ideas”, a veces de una manera brutal y despiadada. Esto se ha visto muchas veces, por ejemplo en graves daños a la imagen de personas o sociedades antagónicas al capitalismo y a la tiranía del llamado “cuarto poder”.

Efectivamente, medios de comunicación, periódicos y la televisión, con la complicidad de “periodistas” que sirven a sus amos y a su ideología, han llegado a tener el poder de poner o sacar presidentes y fomentar guerras y sangrientos golpes de Estado mediante la mentira, la tergiversación y la injuria.

Incluida América Latina, los pueblos tercermundistas conocen bastante de esta práctica delictiva amparada por mercaderes inmorales de la “información”. 

Entre los ejemplos emblemáticos está la implicación de los medios en el golpe a Salvador Allende, liderado por El Mercurio y su red de diarios —que hasta hoy representan la aplastante mayoría de la prensa escrita de Chile—, más otros medios escritos y el pontificio Canal 13 de TV, perteneciente al Vaticano y a la Santa Iglesia Católica chilena, y ahora en 66% al grupo Luksic.

Asimismo, en el golpe a Manuel Zelaya, en Honduras, se involucró el 99,9% de los medios privados y el 100% de la TV. El golpe frustrado en la Bolivia de Evo Morales, con el apoyo del 98% de la prensa, incluyó a todos los canales privados.

También el golpe frustrado a Rafael Correa en Ecuador, apoyado por toda la prensa escrita de derecha y el 99,9 % de las televisoras privadas, y el golpe de Estado a Hugo Chávez Frías, que en los hechos no sólo fue apoyado sino protagonizado por el 100% de la prensa privada y de los canales de TV.

Parar el terrorismo mediático
También conocemos organizaciones terroristas de la información. Por ejemplo, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) que aglutina a los grandes diarios de EEUU y América Latina en una asociación patronal mafiosa, aliada a toda la telaraña mediática de las corporaciones transnacionales planetarias alineadas bajo la batuta de EEUU. La SIP es protegida por todos los gobiernos capitalistas neoliberales o fascistas de la región.

Estamos conscientes que en las sociedades “modernas” las actividades de sus ciudadanos, sean empresariales o particulares, están todas normadas. Es decir, están reguladas por leyes que rayan la cancha a cada una, quedando además establecidas en las constituciones de cada país, haciendo por esta razón, poco comprensible la noción de hombres libres que con tanto orgullo declaran (casi siempre en sus primeros articulados) las cartas magnas de los países “democráticos” de occidente.

Pero ¡qué extraño!, qué paradójico, qué extravagante, qué misterioso: La actividad humana de las empresas privadas de comunicación e información (prensa y televisión) es la única que se excluye del rayado jurídico de la cancha, tan necesario para la democracia social.

Un humano lúcido y consciente de sus derechos y deberes no puede considerar que la declaración de la ONU, o el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, sea la panacea de la democracia ya que allí falta lo fundamental: la responsabilidad social que lleva consigo esta actividad humana y las necesaria sanción económica e incluso la caducación de la concesión asignada de un segmento del espectro radioeléctrico a los medios de comunicación privados y/o estatales que al traficar con la mentira traicionan así la necesaria neutralidad y pluralidad frente a los hechos noticiosos, sean políticos o sociales, que ocurren en el mundo, sin dejar de lado que muchas “noticias” son ignoradas por la censura.

Es decir, estos medios de información se echan al bolsillo el derecho humano a ser informado de manera oportuna, veraz y plural.

Para este periodista, el cáncer que representa para la humanidad el “cuarto poder”, y toda su batería ideológica, necesariamente pasa por una impostergable legislación democrática abocada a poner justicia y sentido común al escandaloso problema de la (des)información masiva en el mundo global de los mass media.

La democratización del derecho a la información verdadera y neutral pasa por la absoluta necesidad de prohibir la propiedad privada de cualquier medio de comunicación masivo que se difunda utilizando el espectro electromagnético de una nación, porque éste bien no es propiedad de una persona privada, ni de un consorcio, ni siquiera de un gobierno: pertenece a todos los ciudadanos, al igual que las riquezas naturales de la tierra donde nacieron.

Debería abolirse la propiedad privada de los medios de comunicación masivos —prensa y televisión incluidos— privilegiando, en cambio, la propiedad de grupos organizados de la sociedad: organizaciones regionales, comunitarias, universidades, grupos culturales, partidos políticos, etc. Es decir, ese derecho debería otorgarse a voces colectivas y no a personas privadas, o consorcios de “accionistas”, la mayor parte invisibles para la opinión pública.

La ley debe castigar o multar severamente la estratagema “cazabobos” que utilizan los medios privados de información, tanto en la prensa escrita como en la TV privada, al utilizar personas  o “analistas” (evidentemente seleccionados por ellos mismos) para dar su opinión sobre temas de especial interés para el dueño o dueños del medio informativo, haciendo decir a este invitado especial lo que no puede proclamar el amo del medio, ya que su ideología antidemocrática quedaría al descubierto.

Entonces, usando esta estratagema cazabobos, se escudan bajo el manto sagrado de la libertad de opinión, cuando en realidad se están mofando descaradamente del derecho de las personas a una información plural y verdadera, o sea a mostrar en el mismo espacio las dos caras de la información, como dicen en la jerga periodística. Es tanta la desvergüenza en la utilización de este cazabobos que no sólo se llega al extremo de injuriar personas y gobiernos, y a mentir descaradamente, sino que a proferir elegías al fascismo, al odio racista e instigar a la violencia y a los golpes de estado, llamando incluso a asesinar políticos y al propio Presidente de la República democráticamente elegido.

Los países seudo-democráticos del capitalismo aliado a las oligarquías  internacionales amparan toda esta basura se en la protección del derecho a la libre expresión y opinión.

Para hacer realidad la democratización de esta injusticia irracional e irrefutable sólo se necesita voluntad política para cambiar la ley sobre este espinoso asunto, aunque sea utilizando un plebiscito nacional donde los ciudadanos puedan aceptar o rechazar el proyecto de rectificación democrática propuesto. Y para que todos vean que esto va en serio, habría que crear un ministerio, con fiscales e investigadores, que podría llamarse Ministerio contra el Crimen Organizado en la Información Pública.

* Periodista, reside en Canadá.

jueves, 31 de marzo de 2011

Libia y la hipocresía de Occidente

Editirial - http://www.jornada.unam.mx/2011/03/30/index.php?section=edito

Ayer, al cumplirse 11 días de bombardeos aliados sobre la convulsionada Libia, los líderes de la coalición internacional - encabezada por Washington y Bruselas- acordaron en Londres continuar sus acciones militares hasta que Muamar Kadafi abandone el poder; señalaron que el régimen de Trípoli "ha perdido totalmente su legitimidad y deberá rendir cuentas por sus acciones", y acordaron crear un "grupo de contacto" encargado de coordinar la transición política en ese país.  La secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, fue más lejos que sus homólogos de las naciones aliadas y dejó abierta la posibilidad de suministrar armas y explosivos a los rebeldes libios, lo que, de concretarse, implicaría un incumplimiento del veto contemplado en las resoluciones 1970 y 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, como advirtió la ministra española de Exteriores, Trinidad Jiménez.

Ahora que las potencias occidentales se horrorizan en público por la barbarie con que Kadafi ha respondido a la rebelión en su contra -ayer mismo el primer ministro inglés, David Cameron, deploró los "ataques asesinos" del dirigente libio contra su población-, y que el objetivo de las acciones aéreas sobre la nación norafricana ha pasado de"proteger a la población" agredida por las tropas oficialistas al derrocamiento del gobierno de Trípoli -algo que, por cierto, no está previsto en las resoluciones referidas-, es oportuno recordar que la capacidad de fuego y de resistencia de régimen de Kadafi se explica, en buena medida, como consecuencia de la complicidad y de la ayuda directa de Estados Unidos y de Europa occidental. En los años pasados, y al margen de divergencias ideológicas y políticas, esas potencias suscribieron una alianza tácita con el líder de la revolución libia a fin de de asegurar sus intereses geopolíticos en la región y su abasto de petróleo. En esa lógica, toleraron a Kadafi y a sus familiares como inversionistas prominentes en las economías occidentales; ayudaron con ello a consolidar la fortuna personal del líder libio, y lo proveyeron, para colmo, de buena parte del armamento que hoy emplea contra su población, a efecto de procurar oportunidades de negocio para la industria armamentista estadunidense y europea.

Ahora, agotado el capital político del gobernante libio ante las potencias occidentales, éstas han decidido intervenir de manera tardía e improcedente en la nación magrebí y repiten con ello un patrón harto conocido: se presentó en Panamá en 1989, con la invasión de tropas estadunidenses para derrocar al ex dictador Manuel Antonio Noriega -quien se había desempeñado como estrecho colaborador de la CIA en Centroamérica-, y se ha reproducido durante las posteriores invasiones a Afganistán e Irak, en las que la Casa Blanca y el Pentágono han enfrentado, respectivamente, a las milicias talibanas armadas por ellos mismos durante la invasión soviética a la nación centroasiática y al régimen de Saddam Hussein, apoyado por el gobierno de Ronald Reagan en sus afanes bélicos contra Irán a principios de los años 80 del siglo pasado.

De tal forma, al carácter intrínsecamente injustificable y bárbaro de la actual intervención occidental en Libia -que hasta ahora ha cobrado decenas de vida de civiles inocentes y ha multiplicado el sufrimiento humano y la destrucción material de ese país- se suman dos agravantes: la tolerancia y el respaldo que Washington y sus aliados mantienen en la hora presente a regímenes del mundo árabe tan corruptos y antidemocráticos como el de Libia, y la ayuda política, económica y militar que esos mismos gobiernos dieron en su momento al propio Kadafi. Se evidencia así, una vez más, la hipocresía de los gobiernos de Occidente.

martes, 29 de marzo de 2011

Sobre la guerra mediática que une Japón y Libia: Los medios matan primero

Ángeles Diez* - http://www.surysur.net/?q=node/16144


Para que haya una guerra se necesita: matar la memoria, ocultar las víctimas y compartir objetivos; para que haya una central nuclear se necesita: sepultar la memoria, enterrar las víctimas y compartir intereses.
 
 
En la película de Don Siegel, La invasión de los ladrones de cuerpos, bastaba que los humanos se quedaran dormidos para que los invasores (espíritus fríos y calculadores) se apropiaran de sus cuerpos y mataran su humanidad. Sirva este excelente film como metáfora del mundo contemporáneo en el que el la guerra, la Gran Guerra, es la que se libra contra nuestras conciencias.
 
Desde el momento en que los medios de comunicación se convierten en el pilar central que sostiene el edificio de las democracias liberales, dejan de ser un instrumento en manos de la política para ser el alma del cuerpo político en su conjunto, su sustancia. Los federalistas, padres fundadores del régimen estadounidense, se decidieron por el voto universal (de la época) cuando constataron que no peligraba el gobierno de la plutocracia: la gente, convenientemente orientada, elegiría siempre a aquellos que creía más capaces o que defenderían mejor sus intereses.
 
La minoría descubrió que influir en la mayoría puede ser de gran ayuda, dijo el padre de la propaganda Bernays en 1927. Ese mismo año, Lippman -el periodista y teórico de la opinión pública que participó como corresponsal en los interrogatorios de EEUU en la primera guerra mundial-, decía que los regímenes democráticos contemporáneos no podrían sobrevivir sin los medios de comunicación. Lippman era un profeta. El poder de las masas, esa fuerza inmensa recién conquistada, debía ser dirigido para que no pusiera en peligro a los gobiernos. Los pueblos son la gran amenaza de sus gobiernos.
 
Democracia liberal y guerra forman una unidad. La misma que forman capitalismo y explotación.
 
Para que la unidad funcione es necesario que los medios de comunicación sean eficaces en su cometido: subsumir nuestra humanidad. No es fácil. La conciencia humana se atrinchera en nuestra memoria, se hace fuerte con nuestras dudas y pone bajo sospecha los mensajes. Si los nuevos seres no pueden apropiarse de nuestros cuerpos y liquidar nuestra conciencia por lo menos habrán de paralizarnos. Se necesita tiempo ya que la esencia humana tiende a la resistencia, por eso el bombardeo mediático precede a la guerra, o a los terremotos. Los medios son la forma suprema de la guerra. Por encima y antes de que los F16, aviones muy tripulados sobrevuelan todos los días nuestro espacio mental cobrándose nuevas víctimas.
 
Matar y sepultar la memoria: simplifiquemos el mundo
 
Para que pueda darse una guerra no puede haber memoria. Un terremoto es siempre único, circunstancial. La guerra también. La guerra de Libia no es como la de Iraq: hay una resolución del Consejo de Seguridad, la guerra es legal y legítima. El terremoto de Japón no fue como el de 1923, el de ahora ha sido el de mayor intensidad en la historia y ha habido un tsunami. El periodista es el gran encubridor del pasado. La historia no es información, es paisaje. En la era de la información no puede haber memoria.
 
Los medios de comunicación son los primeros en establecer una zona de exclusión. Que no vuele sobre nuestras conciencias ninguna duda ni ningún recuerdo, si los hay, bombardéelos por favor. Decía Bernays en su manual de propaganda que la principal tarea de ésta es simplificar el mundo. El periodista es el “gran pacificador” –perdón-, el gran simplificador. Explica a la gente de forma simple aquello que no lo es. Los matices, las zonas grises crean dudas en el público y le hacen un ser reacio a la compra, ya sea de una mercancía o de una idea. Para que el público pueda ser guiado hay que despejar sus dudas reduciendo su campo de elección: Gadafi o el pueblo libio, Fukushima o crisis energética.
 
Hoy en día no es posible distinguir la información de la propaganda. La propaganda opera en un mundo complejo. La sociedad está fragmentada en múltiples grupos de interés, de aficiones, amigos, familiares, comunidades, ideologías... La función del buen propagandista es generar agregados alrededor de un producto o una idea. La de Libia no es una guerra sino una “operación militar para proteger a los civiles; Fukushima no es una bomba atómica en potencia sino “una enseñanza para mejorar la seguridad de nuestras centrales”. Obama es el prototipo del propagandista, comunicador y político en una sola persona, por eso el imperio sigue siendo el imperio. Para que una mercancía funcione en el mercado ha de borrar las huellas del proceso de producción que contiene, decía Marx.
 
Los nuevos agregados sociales son desmemoriados. Los medios desagregan las resistencias y producen nuevos agregados: voluntades alrededor de un eje común. En general, ese punto común para producir agregados son los sentimientos comunes: repudio de los malvados y solidaridad con las víctimas. Cuando se expone a millones de personas a los mismos estímulos todos reciben las mismas improntas, lo cual no quiere decir que reaccionen de la misma forma. La manipulación es también un juego de probabilidades.
La historia no se repite. La realidad es demasiado compleja e ilimitada. Pero el repertorio de respuestas que damos a los acontecimientos es limitado, por eso el poder estudia a fondo estas respuestas para poder manejarlas según sus intereses. El poder tiene memoria. Nuestra única salvación cuando arrecian las bombas mediáticas es la trinchera de la memoria.
 
Ocultar y enterrar a las víctimas: el dolor es irreparable
 
Fuera del espectáculo de los medios sólo está la muerte. La muerte representada no es muerte, es pura representación, aparece y desaparece a conveniencia. Se repite hasta la extenuación o se esfuma sin dejar huella. En la guerra contra Libia las víctimas son propaganda del régimen. En la guerra de Fukushima las víctimas son sólo una posibilidad improbable.
 
El héroe moderno es el corresponsal o el experto, su objetivo es gestionar a las víctimas ya sean de desastres naturales o de guerras. Un corresponsal curtido selecciona en cada momento lo que conviene o no conviene contar, dosifica y selecciona las víctimas, su número, su procedencia, su verdugo, el momento en que se muestran… Nuestro corresponsal en el terreno, dice Ana Blanco – locutora de los informativos españoles-, nos cuenta cómo viven los libios la ayuda Occidental. Nuestro corresponsal en Tokio acude a un supermercado para informarnos de los niveles de contaminación de las verduras que no son peligrosos para la salud de los japoneses. El héroe humanitario no se distingue del médico, del técnico de comunicaciones, del operador de un tanque. El mismo reportero Óscar Mijallo pasa tanto tiempo al lado de los tanques que bien podría manejar cualquiera de ellos.
 
La propaganda trata a la sociedad como un todo y trata de localizar las partes más sensibles, los discursos y los sentimientos que movilizarán y los que retraerán la movilización. La identificación con las víctimas y la sensibilidad hacia el dolor ajeno es la piel más sensible de la humanidad por eso desaparecen las víctimas tan a menudo.
 
Compartir objetivos e intereses: nosotros, colaboradores necesarios
 
Los medios de comunicación operan un cambio ideológico fundamental, dicen “necesidad” cuando han de decir “utilidad”. Cameron contesta a la Liga Árabe que “era necesario bombardear” para crear un espacio de exclusión aérea. Obama señala que el mandato de la ONU autoriza a “cualquier operación necesaria para proteger a la población civil”; el ministro español Blanco dice hacer “todo lo necesario para acabar con una guerra”, la oposición del PP constata que es “necesaria una intervención para garantizar la seguridad”. Es el mismo lapsus que le lleva al periodista español Mijallo a decir “ellos han comenzado las operaciones militares” cuando quiere decir nosotros.
En la guerra pro nuclear de Fukushima hay una vuelta de tuerca añadida. De la incongruencia que significa en el caso de Libia la necesidad de la guerra para salvar vidas, se pasa a la necesidad del riesgo último de desaparición de la especie a cambio de preservar el nivel de vida: necesitamos morir para poder vivir así. En ambos casos los riesgos se desplazan hacia el futuro, nadie puede prever los daños colaterales y la contaminación ambiental que nos destruirá a todos no es previsible.
 
Decía Ferlosio en sus escritos sobre la guerra “Incoar sospechas sobre lo necesario es menoscabar o minar el pilar ideológico que constituye la coartada moral decisiva de la guerra nueva”. Sólo la sospecha, decimos nosotros, fisura la granítica losa mediática. El discurso de lo necesario e inevitable encaja a la perfección en el imaginario del hombre económico que se apropia cada día de nuestros cuerpos: el cálculo racional se naturaliza en forma de dogma invisible. La causa que se persigue está por encima de lo humano. En los dos ejemplos que manejamos es el control de la energía y la preservación del nivel de vida… En el mes de abril “no subirá el recibo de la luz” dice Ana Blanco. Los rebeldes “controlan las zonas petrolíferas” dice Mijallo con una sonrisa.
 
En el lenguaje del imperio la inevitabilidad es la piedra angular. Alrededor de ella, palabras aisladas, expresiones hechas, imágenes repetidas millones de veces… la dosificación adecuada para que surtan efecto en el momento preciso. Gestionemos el miedo, dicen los expertos en marketing político, modernos propagandistas, que no cunda el pánico. Pánico cuando quieren decir resistencia.
 
Sin embargo, una manipulación eficaz no se apoya en las mentiras sino en las verdades. Se trata de crear imágenes y circunstancias. El público, en el gran mercado al por mayor de las ideas, encontrará las opiniones que creerá suyas. La propaganda, dice Bernays, es universal y continua y “se salda con la imposición de una disciplina en la mente pública tanto como un ejército impone la disciplina en los cuerpos de sus soldados”.
 
En las guerras modernas ya no hay retaguardia. Todos estamos en el frente de batalla. Los medios bombardean en casa. El éxito de los medios de propaganda no está en llamar la atención del público sino en “conseguir su cooperación”. La propaganda busca el punto común entre los intereses objetivos del manipulador y la simpatía del público. La aceptación de las centrales nucleares y la aceptación del liderazgo de la OTAN en la guerra contra Libia tienen un punto común de simpatía hacia las grandes corporaciones basado en la creencia de que las centrales nucleares, dada la alta tecnología que requieren, abaratan la energía, la segunda porque el gran consorcio de la guerra está más capacitado para una contienda rápida.
 
Los políticos ocultan su responsabilidad en el mandato. Las NNUU fueron una de las víctimas de la guerra de Iraq. Ahora tenemos la explicación de por qué sobrevivió una institución que quedó tan desprestigiada en el 2003. La ONU no es necesaria para legitimar una guerra. Es necesaria para desresponsabilizar a los gobiernos a través de sus mandatos. Gracias a NNUU la autoridad moral de emprender una guerra queda desligada de su autoría. Para que haya culpabilidad se necesita que haya responsabilidad pero si no hay responsables no hay culpables. Los aviones no tripulados son la imagen más precisa de las guerras actuales. Por encima de su eficacia bélica está su utilidad simbólica.
 
Para impugnar la guerra hay que impugnar las formas de lenguaje que le corresponden. Dice Comolli “Nosotros, en las luchas de todos los días, hablamos demasiado a menudo con palabras del enemigo”. Los medios nos matan de miedo: el miedo a no disponer de energía o a perder el nivel de vida es más fuerte en occidente que el miedo, diferido, a un desastre nuclear. El miedo a ser marcados como cómplices de un dictador es superior al temor a nuestra conciencia. El miedo del poder es el miedo a que los pueblos dejen de tener miedo. El miedo de los medios es no ser creíbles.
 
Consideraciones finales
 
Al final de la película de Siegel, el protagonista, Kevin Mccarthy, se encuentra en un túnel arrastrando a su novia y tratando de mantenerla despierta para que no se convierta en un mutante. Desesperado y conmovido por el sufrimiento de ella, la besa apasionadamente, Dana cierra sus ojos, apenas un instante, un segundo, lo suficiente para que al abrirlos él descubra en la frialdad de su mirada que ya no es su amor. Así le pasa a nuestra conciencia política. Son cientos, miles, los segundos en que bajamos la guardia, pero es suficiente un instante, sólo uno, para que sin darnos cuenta caigamos del lado de la inhumanidad.
 
Si en los tiempos de relativa calma no hemos sido capaces de construir un discurso propio, de izquierdas, complejo y lleno de matices en relación a los gobiernos, países y sociedades aliadas, cuando estalla la guerra abierta, en los momentos decisivos, aquellos en los que nos ensordece el sonido de las armas, los matices no pueden ser el lastre que nos impida oponernos a la guerra con la contundencia necesaria. La función del intelectual ha de ejercerse por adelantado porque por adelantado es que los medios preparan la guerra.
 
Los acontecimientos son siempre más rápidos que la reflexión que podemos hacer sobre ellos. Decía Umberto Eco que el barón rampante [1] vivía encaramado en los árboles “no para sustraerse del deber intelectual de entender el propio tiempo y participar en él, sino para entenderlo y participar mejor”. La función del intelectual está del lado de los matices, las dudas y las ambigüedades. Pero en el campo de batalla no existen los matices, ni las dudas ni las ambigüedades, solo existen los amigos y los enemigos. Por eso, como el momento de la acción requiere que se eliminen los matices: dice Vittorini “el intelectual no debe tocar el clarín en la revolución” [2].
 
Porque no podemos dejar que nuestros argumentos se conviertan en boomerang que nos decapite haciéndonos correr como zombis siguiendo una extraña luz de verdad a la que nunca tendremos acceso en el presente. Nuestra responsabilidad no está del lado de nuestra buena conciencia, ni de nuestras buenas intenciones, sino del lado de nuestro compromiso político, que por supuesto, también tiene una parte de conciencia moral pero no individual sino colectiva. 
 
Notas:
 
[1] El barón rampante es una de las novelas de la trilogía del novelista italiano Italo Calvino
 
[2] Citado por Umberto Eco en “Pensar la guerra”, Cinco escritos morales.

viernes, 25 de marzo de 2011

La muerte argentina (a 35 años del golpe genocida)

Osvaldo Bayer* - http://www.surysur.net/?q=node/16114


Se cumplen treinta y cinco años. Escribo esto para los jóvenes que no vivieron ese pasado. Es una síntesis para tener en cuenta. Sólo queda el recuerdo del dolor ante crímenes como nunca habían ocurrido antes en la Argentina. De militares que se creyeron dueños de la vida y de la muerte. Con una sociedad civil cómplice. Una dictadura de la quema de libros y de la “desaparición”. De campos de concentración, de torturas y robos de las pertenecias de las víctimas.

De personajes uniformados que se creían omnipotentes. De sectores económicos, intelectuales y religiosos que apoyaron desembozadamente ese sistema para “pacificar el país”. Miles de exiliados. La Muerte con todo su rostro de cinismo.
 
Pero las Madres.
 
Increíble el heroísmo de esas mujeres que dieron un ejemplo al mundo. Pocas veces en la historia humana se ha visto nacer un movimiento así, del dolor, solas ante una sociedad enemiga con miedo. Salir a la calle y reclamar por el destino de sus hijos.
 
Esos dos son los ejemplos que nos quedan de un período tan aciago. Los crímenes más inimaginables y el coraje de esas mujeres. Como resumen final del extremo de la crueldad, nada mejor que expresarlo en la muerte de las tres madres fundadoras de ese movimiento: Azucena Villaflor, Teresa Careaga y María Ponce: después de torturas indecibles, arrojadas al mar vivas desde aviones. ¿La humanidad ha asistido alguna vez acaso a un acto que supere algo tan sádico? Esto ocurrió en la Argentina.
 
Todo para asegurar un sistema económico de base liberal-capitalista que tiene un apellido imborrable: Martínez de Hoz.
 
Pero no nos detengamos sólo en la realidad de esa dictadura militar perversa y voraz, sino preguntémonos cómo fue posible. Fue posible por el fracaso de la sociedad civil. El horror ya había comenzado antes. Las Tres A fueron el símbolo de lo que luego iba a llegar al extremo. Prólogo: matar al enemigo político. Prefacio que terminaría en la desaparición de personas. Los partidos políticos gobernantes fueron cavando la tumba a la democracia tan esperada luego de que el pueblo consagrara a Cámpora con su voto y su deseo de democracia y de más justicia social. Pero apenas unos días después, Ezeiza y el reemplazo de Cámpora por el pariente de López Rega: Raúl Lastiri. Aquí ya comenzó a delinearse el espíritu de la represión que vendría poco después con toda fuerza. Tengo una experiencia personal. Mi primer libro, Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia, fue prohibido por un decreto de Lastiri. Así, sin explicaciones. Preví entonces que vendrían tiempos muy difíciles. Primero se prohibiría, luego se quemaría y luego se asesinaría a sus autores. López Rega como poder omnipotente en las sombras. Luego de nueve meses de Perón, que terminaría con su fallecimiento, comenzará ya la lucha abierta.

El 12 de octubre de 1974 no sólo se prohibió el libro La Patagonia Rebelde, cuyos tomos estaba publicando, sino también el film del mismo nombre. Hablo de mi experiencia, pero es que esto pasó a ser una regla general con algo peor todavía: el asesinato en la calle de todo aquel sospechado de izquierdista. Isabel Perón, ascendida no por su capacidad sino por su nombre.
 
Sí, hubo intentos de salir del pozo, como la caída de López Rega, pero igual ya se iba directamente a la caída final. Los militares. Tres nombres para recordar: Videla, Massera, Agosti.
 
Ensuciaron nuestra historia para siempre. No ya la Década Infame. La década perversa. La perversión desde la Casa Rosada. “No están ni vivos ni muertos, están desaparecidos”, dirá el general Videla a los periodistas extranjeros. Cuando le preguntaron sobre gente que había sido detenida. Desaparecidos. Los generales harán lo de Malvinas para salvarse ante la historia. Pero demostraron la incapacidad de su oficio. Quedaron más de 600 soldados muertos en plena juventud.
 
El sistema de Videla-Viola-Galtieri produjo también otro crimen pocas veces registrado en la historia del ser humano: el robo de niños. A las mujeres embarazadas detenidas les quitaban el hijo en el momento del parto. El destino: esos niños iban a parar a matrimonios de militares, policías o adeptos al sistema que no podían tener hijos, bueno, pues a ellos iba el recién nacido. La madre que acababa de dar a luz, en casi todos los casos, era asesinada. En un país católico, con cardenales, arzobispos y obispos.
 
Todo esto es ya sabido. Ha salido todo a la luz. Pero nos empecinamos en repetirlo para que no se olvide de ninguna manera. Tuvieron que pasar más de dos décadas de la dictadura para que en nuestro país se comenzara a hacer verdadera justicia. Ni obediencia debida ni punto final ni indultos. La verdadera justicia.
 
Toda una historia trágica. Las dictaduras militares típicas de la Argentina. Tres décadas y media hace que comenzó a gobernar el cinismo más cruel. La lección nos dice que sólo nos queda el camino de la verdadera democracia, que no sólo debe conformarse con dar la libertad de poner el papelito en la urna cada dos años, sino lograr una sociedad en libertad, con derechos igualitarios. Todavía mueren niños de hambre en la Argentina. Cuando ya no haya estadísticas con esa vergüenza nacional, cuando ya las villas miseria pertenezcan al pasado, podremos decir que cumplimos con los principios de nuestros héroes de Mayo.
 
El nunca más a la Muerte Argentina.
 
*Historiadosr y escritor argentino

martes, 22 de marzo de 2011

Se tambalea el régimen en Yemén


El presidente yemení, Ali Abdullah Saleh, se queda solo. Sin el apoyo ya de la cúpula militar y defenestrado hasta por su propio clan tribal, el imperio de sangre del presidente yemení comienza a desmoronarse. El número dos de las Fuerzas Armadas, el general de brigada Ali Mohsen, desertó ayer del Gobierno, junto a otros dos militares de alta graduación. Su objetivo es unirse a los manifestantes que desde finales de enero exigen un cambio de régimen.

«Anunciamos nuestro apoyo pacífico a la revolución de los jóvenes y a sus peticiones. Para ello vamos a llevar a cabo nuestro papel de proteger la seguridad y la estabilidad de la capital», aseguró el militar, hermanastro también del presidente Saleh, quien lleva más de 32 años en el poder.Tras el anuncio, decenas de soldados de diferente rango se unieron a la manifestación frente a la Universidad de Saná, para anunciar sus deserciones desde la tribuna.

Pocas horas después, el ministro de Defensa, Mohammad Nasser Ali, mostraba su apoyo incondicional al mandatario, al asegurar que las Fuerzas Armadas y la Policía «no van a permitir ningún intento de oposición a la democracia, a la legitimidad constitucional y de perjudicar la seguridad nacional». En el panorama político yemení parece haberse ya entonado el «sálvese quién pueda».

Otras dimisiones
La renuncia del general Mohsen se produce tan solo dos días después de la dimisión de los ministros de Turismo, Asuntos Religiosos y Derechos Humanos, así como de 17 diputados. Y sirve, sobre todo, para que el militar comience a sembrar en su camino hacia la sucesión de Saleh. Una cuestión que parece preocupar, y mucho, a la Administración estadounidense. Según denunciaba en 2005 Thomas Krajeski, por entonces embajador estadounidense en Saná, Mohsen es conocido por «tener inclinaciones salafistas» y apoyar «un programa más radical» que el presidente yemení.

Según un cable publicado por Wikileaks, el ex embajador acusa al militar de haber ayudado a los saudíes «en el establecimiento de instituciones wahabíes en el norte de Yemen» y de ser «un estrecho colaborador del conocido traficante de armas Faris Manna».

Poco podría importar ya. Agudizada su represión contra la disidencia, el clásico comodín de «cruzado en lucha contra el islamismo radical» se muestra ya estéril en manos de Saleh. No es para menos. El pasado viernes, francotiradores progubernamentales abrieron fuego contra centenares de manifestantes en la capital del país, Saná, y causaron la muerte de al menos 52 personas.

Los disturbios comenzaron cuando los opositores, en su mayoría bajo la bandera del partido Al Islah (La Reforma), intentaron demoler un muro que impedía el acceso a la plaza del Cambio, icono de las protestas yemeníes, que se encuentra en los alrededores de la Universidad de Saná.

A raíz de estas muertes, el clérigo Sadiq al Ahmar —líder de la tribu Hashed, en la que se enmarca el clan del propio presidente yemení—, exigió al mandatario que evitara «un derramamiento de sangre» y optara por «una salida honorable». De igual modo, el ministro de Exteriores francés, Alain Juppé, afirmó en Bruselas que la marcha del mandatario era «inevitable».

domingo, 20 de marzo de 2011

La batalla por el petróleo de Libia y la esquizofrenia occidental

Alfredo Jalife-Rahme* - http://www.surysur.net/?q=node/16079


Desde el inicio de la extática revolución del jazmín que impregnó los cuatro rincones del mundo árabe, han sido defenestrados dos sátrapas aliados de Estados Unidos (EU), Gran Bretaña (GB) y Francia en el norte de África (Bin Ali Baba y Hosni Mubarak; este último también adepto de Israel) y se han escenificado en el lapso de una semana dos intervenciones (eufemismos que encubren guerras donde el común denominador se subsume por el control de los hidrocarburos): Bahrein y Libia.


Resulta inconsistentemente insostenible la descabellada propaganda occidental sobre la protección de civiles de Bengasi para implementar la zona de exclusión aérea en toda Libia mediante las operaciones bélicas de Francia, EU y Gran Bretaña –en ese orden secuencial y para citar sólo a tres miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.


Occidente emerge fracturado con la abstención relevante de Alemania respecto a la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad, además de la inhibición conspicua del BRIC (Brasil, Rusia, India y China), ya no se diga la reticencia de Turquía.

¿Por qué Occidente (sin Alemania) no protege entonces a los civiles contestatarios de Bahrein y Yemen, cuyos regímenes son aliados de EU, GB y Francia?

¿Son diferentes los civiles de Bahrein (ver Bajo la Lupa 16/3/11) y Yemen (Bajo la Lupa 2/3/11) a los de Bengasi?
Lorientlejour.com (19/3/11), uno de los rotativos mas pro occidentales del mundo árabe, narra que las autoridades de Bahrein destruyeron la Plaza de la Perla para facilitar el tráfico vehicular. La desacralización es mayúscula: la Plaza de la Perla representa el monumento que se convirtió en el símbolo de la contestación reprimida violentamente (¡súper sic!) por las fuerzas gubernamentales.

¿Que tan violenta deberá ser la represión gubernamental para que valga un operativo bélico de Francia, GB y EU, bajo el resguardo de una resolución del Consejo de Seguridad?

En Occidente el petróleo decide su axiología.

La batalla por Libia no tiene nada que ver con la hipócrita protección de los civiles, lo cual enunciamos en la radio española Prisa en una entrevista con Ángels Barceló en Hora 25 Global (18/3/11).

Si el represor de civiles posee petróleo y es aliado de EU, GB y Francia, pues tan sencillo como esconder la cabeza como avestruz.

Al contrario, si el represor es una potencia petrolera volátil, como Libia, en sus relaciones sado-masoquistas con Occidente (no olvidar las excelentes relaciones del coronel Kadafi con el ex primer británico Tony Blair y con el mismo Sarkozy, sobre las que podemos redactar una truculenta enciclopedia), entonces, se invoca selectivamente la salvación del género humano en Bengasi.

El mismo día que se aprobaba la Resolución 1973 para detener el sitio de Bengasi por las tribus leales al coronel Kadafi, otro sátrapa, Abdalá Saleh, con más de 30 años en el poder y gran aliado de EU en contra de Al Qaeda, realizaba una carnicería (¡súper sic!) en Saná (lorientlejour.com19/3/11).


Bahrein y Yemen, dos aliados de EU (por extensión, de GB y Francia), y cuyos déspotas tienen licencia para asesinar a sus opositores pacifistas, han decretado el estado de emergencia.

Andrew North de BBC News (18/3/11) –una televisora gubernamental de GB, vale recordar– pregunta cándidamente: ¿Por qué EU apoya el uso de la fuerza en Libia, pero no en Bahrein ni en Yemen?

North insiste obsesivamente: ¿Cuál es la diferencia entre Libia y Yemen o Bahrein? Los tres estados han usado la violencia para aplastar las protestas pro democracia.

Finalmente, se responde: en un nivel la respuesta es obvia (¡súper sic!) Bahrein y Yemen son aliados de EU, especialmente Bahrein, con su amplia base naval estadunidense. Libia no lo es ¡Que hallazgo!

Asevera que Arabia Saudita –furiosa por la defenestración de Mubarak, pero todavía gran aliada de EU– ha impuesto una línea roja sunnita en Bahrein.

Concluye North con una apreciación de Marina Ottaway, directora del programa sobre Medio Oriente del Carnegie Endowment for International Peace: Al final, los intereses vienen primero. Para EU la estabilidad en los países petroleros aliados ahora parece (sic) cortar la esperanza de sus movimientos contestatarios. ¿Podrán? ¿Hasta cuándo?

Ya que existen líneas rojas sunnitas en ciertas subregiones de Medio Oriente, ¿Habrá también, en la óptica estadunidense, equivalentes de líneas rojas chiítas?

Mas allá de la palmaria esquizofrenia que expone dos pesas y dos medidas frente al mismo fenómeno contestatario, cuando la situación en el mundo árabe es sumamente precaria y excesivamente fluida, Occidente optó por repetir sus trágicos errores tanto en los Balcanes (v.gr Srebrenica) como en Irak, con sus disfuncionales zonas de exclusión aérea y decidió tomar partido en contra de las tribus de Trípoli y en favor de las tribus de Bengasi (donde se encuentra la mayor cantidad de los hidrocarburos de Libia, según la cartografía francesa de Le Monde 19/3/11).

Cabe destacar que Libia es un país cuya rivalidad entre sus dos polos históricos de poder es explotada por Occidente: Tripolitania (capital Trípoli) y Cirenaica (capital Bengasi).


En la fase del caos inherente a la transición del incipiente orden multipolar, Occidente no cuenta con Alemania, que se ha acercado más a Rusia y a China, mientras se aleja de la impetuosidad legendaria de Nicolas Sarkozy, de la eterna perfidia británica de David Cameron y de la notable inconsistencia de Obama, quien se debate dramáticamente entre el viejo orden del poder duro militar y el poder blando del siglo XXI, cuando EU se encuentra empantanado en Irak, Afganistán, Pakistán, Yemen y hasta en la transfrontera con México (con sus letales drones).

En una redición del entendimiento cordial (Entente cordiale) franco-británico reminiscente del anacrónico colonialismo decimonónico, ¿Sarkozy y Cameron le forzaron la mano a Obama, quien lanzó la orden de disparar sus misiles durante el inicio en Brasil de su gira mercantilista a Latinoamérica?

El costo aventurero de la fractura occidental por Libia puede ser enorme.

Steve Clemons, muy consultado jefe de política exterior de New America Foundation, quien suele ser amigable con Obama, revela que la Casa Blanca vuela sin estrategia y que tenemos ahora una presidencia reactiva (sic) y no una que sea estratégica (The Foreign Policiy 18/3/11).

Los problemas del siglo XXI no se resuelven con cañoneros reflejos condicionados de las decadentes potencias coloniales. Son tiempos de prudencia y de ajuste realista, no de fugas hacia delante.

El avispero de Libia, sea cual fuere su desenlace, que no parece halagüeño para nadie, es apenas el prólogo de un voluminoso libro que está por escribirse en el mundo árabe, pero también en toda África, donde se celebrarán numerosas elecciones este año que pueden despertar los demonios legados por el colonialismo.

¿Tendrán aviones y pilotos suficientes Francia, GB y EU para imponer zonas de exclusión aérea –es decir, el modelo libio– en los 22 países árabes o en los 57 países de la Organización de la Conferencia Islámica o en los 53 países de Unión Africana?

Alea jacta est: la moneda está en el aire.

*Analista internacional mexicano, columnista de La Jornada

lunes, 14 de marzo de 2011

Crisis en Libia - Kadaffi contraataca

Por Diego Ghersi - http://www.prensamercosur.com.ar/apm/nota_completa.php?idnota=4988


Denunciada la operación de prensa que intentaba demonizar a Kadaffi; demostrado en los hechos el carácter de guerra civil que ha tomado la situación, y ante el riesgo de que Kadaffi se alce con una victoria militar que prolongue su mandato y convierta en inalcanzables las riquezas petroleras libias, las acciones de la potencias centrales buscan otorgar el máximo apoyo diplomático, económico y militar a los rebeldes.

En lo militar, lo prioritario para la coalición europeo-estadounidense pasa por asegurar pertrechos y anular a la fuerza aérea lealdeslegitimar al gobierno libio reconociendo la autoridad rebelde, en lo económico en ahogar las reservas de activos libios en el extranjero y en la suspensión de toda transacción internacional.

El control del espacio aéreo ha sido clave para que las fuerzas leales a Kadaffiretomen la iniciativa en los combates y, de no mediar otros factores, el líder estaría en camino de aplastar la insurrección en su contra.

Las últimas noticias del frente indicaban la caída de la ciudad de Al Zawiya, 40 km al oeste de Trípoli, tras varios días de violentos combates con los insurgentes.

Al Zawiya constituye un enclave estratégico por ser la ciudad más cercana a la Capital y la más importante de la mitad oeste del país.

La recuperación de Al Zawiya marca el cambio a la ofensiva de Kaddafi que procura ganar terreno hacia el Este de Libia con vistas a retomar Bengasi, un lugar de fuerte contenido simbólico por ser la primera ciudad en que los sublevados vencieron.

Los rebeldes -que tienen tanques, proyectiles antiaéreos, piezas de artillería y armas automáticas, pero no aviones- insisten ante la ONU que autorice una zona de exclusión aérea sobre Libia para protegerlos de los bombardeos de la aviación del gobierno, conscientes de que, de no mediar ayuda extranjera, su suerte estaría marcada por la potencial derrota. 

Pero para Kadaffi el éxito momentáneo de la situación táctica es sólo un frente en una situación estratégica más compleja.

Su ventaja en el dominio del espacio aéreo puede perderse si las potencias centrales encuentran un mecanismo para establecer una zona de exclusión aérea que interdicte la maniobra de sus aeronaves de combate.

Hasta ahora, dicha posibilidad se ha trabado por la necesidad de aprobación internacional emanada desde las Naciones Unidas, organismo en el que Rusia y China -que ocupan lugares de veto en el Consejo de Seguridad- se oponen a lo que consideran “injerencia externa” en asuntos libios.

Por el lado de Moscú, la crisis libia ha puesto en suspenso algunos negocios de interés para el Kremlim. Uno de ellos es el que se gestara durante la visita a Roma del presidente Dimitry Medvedev a mediados de febrero y que sirvió para sellar la entrada del gigante estatal ruso Gazprom en el sector energético libio de la mano de la italiana ENI. Según Bloomberg, esa operación se valuó en 125 millones de euros.

Por otra parte, según fuentes de la empresa estatal rusa Rostekhnologii, la crisis libia ha generado que Moscú deje de ganar 4.000 millones de dólares sólo por la venta de armas.

Rusia tardó en reaccionar en los primeros momentos de la crisis, el 26 de febrero apoyó las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU al régimen libio, y también respaldó la iniciativa de establecer jurisdicción para la intervención del Tribunal Penal Internacional.

El límite ruso en la cuestión fue expresado por su canciller Serguei Lavrov: "No consideramos la injerencia extranjera, en especial militar, como un medio para resolver la crisis en Libia. Los propios libios deben resolver sus problemas".

Por su parte, China se encuentra encerrada entre sus crecientes responsabilidades internacionales, sus grandes intereses económicos en Libia -datos de la Universidad de Pekín fijan en 13 mil millones de euros a los contratos que empresas chinas tenían en ese país hasta la crisis- y su histórica política de no de inmiscuirse en asuntos de otra nación.

La negativa de China a una intervención extranjera también está influida por su situación interna: el ejemplo de las revueltas árabes podrían disparar las protestas dentro de sus fronteras.

China parece estar acomodándose al nuevo rol que su desmesurado desarrollo le obliga a tener en un sistema internacional capitalista que obliga a sus animadores a –literalmente- pelear los mercados. Parte de este nuevo rol implicó el envío de aviones de transporte y buques de guerra (¿?) con el fin de rescatar a los ciudadanos chinos que se desempeñaban en la zona de conflicto libio.

La deslegitimación diplomática de Kadaffi se efectúa en la práctica con la disposición de las potencias centrales a reconocer al Consejo Rebelde como única autoridad en Libia.

En ese sentido el 10 de marzo Francia se constituyó en el primer país en reconocer la autoridad al Consejo Nacional Libio y anunciar el envío de un embajador a Bengasi. En el mismo camino va Estados Unidos, cuya secretaria de Estado, Hillary Clinton, anunció el mismo día que Washington había roto sus vínculos diplomáticos con el gobierno de Kadaffi: "Vamos a reunirnos con la oposición dentro y fuera de Libia para debatir qué más puede hacer Estados Unidos y otros países". 

Desconocer la autoridad de Kadaffi es un paso sin retorno que da la idea de que las potencias centrales no se detendrán hasta enterrar al líder libio o, de no poder desalojarlo, proceder a su aislamiento y a la partición del país.

En ese sentido, el reconocimiento de la autoridad rebelde abriría las puertas a la apertura de un canal humanitario, que podría utilizarse para el abastecimiento de armas, asesores y pertrechos para los sublevados. De hecho, la excusa humanitaria justifica la creciente concentración de buques de guerra frente a las costas libias.

El apoyo humanitario suplantaría la posibilidad directa de invasión militar extranjera, obstruida en la ONU, y que causa rechazo en la población libia, cuestión que parece haber sido asumida por los insurgentes como un factor que podría volverse en contra del objetivo de derrocar a Kadaffi.

Esta situación daría la razón a Kadaffi, quién denunció repetidas veces la poca disposición de su pueblo frente a los intereses petroleros y colonialistas extranjeros en el conflicto intestino.

Con el correr de los días aparecen testimonios en el sentido de que b<>los intentos de apoyo indirectos a los rebeldes por parte de las naciones extranjeras parecen haberse iniciado mucho antes de que se desatara la crisis. 

Así, se denunció que fuerzas especiales de Estados Unidos, Inglaterra y Francia ya habrían entrado en Libia por Bengasi y Tobruk. La denuncia, impresa en el diario “Pakistán Observer” consigna que fuerzas de los tres países estarían en Libia desde el 23 de febrero apoyadas por varios buques de guerra de la Marina Hindú.

Según esas informaciones, la función de los citados grupos especiales sería hoy la de entrenar a las fuerzas rebeldes, para que, una vez liberado el espacio aéreo libio, puedan continuar con las operaciones militares en pie de igualdad contra las fuerzas de Muammar Kadaffi. 

Las informaciones referentes a los intentos por incrementar el apoyo indirecto extranjero a las fuerzas rebeldes tuvieron otra confirmación cuando el 3 de marzo arrestaron en Bengasig a siete oficiales británicos del Servicio Especial Aéreo (SAS) y a un agente secreto del servicio de espionaje M16. Todos portaban armas, mapas, explosivos y una carta personal del premier David Cameron, dirigida a la cúpula rebelde.

Aunque quedan dudas acerca de si el episodio se debió a una descoordinación o a que el movimiento británico quedó por alguna razón expuesto a los ojos de la comunidad internacional, es obvio que los apresados no debían estar ahí.

Por otra parte, el diario inglés The Independent reveló el 7 de marzo que el gobierno de Estados Unidos solicitó al de Arabia Saudita que facilite el suministro de armas a los rebeldes libios de Bengasi.

Arabia Saudita -aliado árabe de Washington- está estratégicamente situada para suministrar pertrechos a los opositores en Libia. En particular el periódico destacaba la necesidad de cohetes antitanques, morteros y misiles para enfrentar a los bombarderos del gobierno libio. 

Estos datos permiten pensar en la existencia de un plan previo que, encubierto en la ola revolucionaria que se iniciara en Túnez, buscaba el reemplazo del gobierno de Kadaffi por uno de corte más permeable a los negocios petroleros de occidente. Dicho plan habría fracasado por la resistencia en el tiempo del líder libio quién ahora, recompuestas sus fuerzas, ha complicado las relaciones internacionales de una manera imprevisible.

Mientras tanto, el Plan de Paz propuesto por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, parece no adquirir el consenso suficiente a pesar de que Kadaffi le ha dado su visto bueno. Las potencias centrales se han cansado de ningunearlo; otros países lo han rechazado de plano y los medios occidentales lo han catalogado como “vago”.

La cuestión es que, para los europeos y los estadounidenses, la opción de que Kadaffi conserve el poder aún bajo condicionamientos firmes de cambio resulta un camino sin retorno luego de que sus máximos líderes se han manifestado en ese sentido.

Es claro que un cambio de liderazgo en Libia debería dar paso a un nuevo régimen de carácter previsible para los gobiernos occidentales, condición que Kadaffi no cumpliría y menos aún después de haber sido traicionado por los mismos que hace muy poco lo lisonjeaban sin vergüenza alguna.

En la danza de adhesiones y rechazos que despertara la iniciativa venezolana resulta curiosa la posición del presidente de Chile, Sebastián Piñera, quién se manifestó en contra de la propuesta bolivariana y a favor de la intervención internacional. La actitud –que sin duda debe anotarse por la cuña que insinúa a los intentos de unión continental- representa hacer el juego a los intereses de las potencias occidentales y no aboga por la paz. 

En detalle, el presidente trasandino considera que el plan de paz propuesto por su par venezolano no ofrece las mínimas garantías para ser tomado en cuenta y cree que "intervenir en los asuntos de un país es una decisión difícil, pero ya hubo demasiadas muertes y no hacer nada es la peor decisión que podríamos tomar".

Da la sensación de que la decisión de acabar con Kadaffi ya ha sido tomada en las capitales europeas y en Washington, y que sólo queda determinar de qué manera se instrumentará el final del líder libio. Y todo eso deben hacerlo antes de que Kadaffi explote su actual situación de ofensiva y recupere el control del país.

dghersi@prensamercosur.com.ar