LUIGI LOVECCHIO.* - www.losbuenosvecinos.com.ar
El odio hacia la presidenta de la Argentina —o hacia Chávez o cualquier presidente que conduzca una política de carácter nacional y popular— tiene un secreto cuando es publicado en los medios periodísticos: es el comportamiento de quienes reciben las informaciones. Los editores saben de eso y lo guardan bajo siete llaves; aunque ese secreto no elimina los hechos, que conviven a la vista de quienes saben verlo.
Lo conocen bien los varios Magnetto, Mitre, Fontevecchia y demás directores a sueldo que pueblan las redacciones de todos los medios de comunicación del mundo sintonizados sobre la misma línea editorial.
Las columnas de Jorge Fontevecchia pueden ser un ejemplo: en sus escritos el CEO de editorial Perfil camina al borde de la verdad, pero desviando la mirada en el último tramo hacia la conveniencia de los intereses personales. Sus dos últimas columnas no han sido la excepción al ignorar que la mayoría de los caceroleros reclaman a la presidenta medidas absurdas y pocos claras —aparte de abundante insultos groseros.
Reclaman por la inseguridad y se olvidan que la Argentina es uno de los tres países más seguros de la región, incluyendo Estados Unidos. Tal vez sólo algunos saben que también es uno de los países con menor pobreza[1]; la segunda después de Canadá, y lleva la delantera en la relación entre sueldos y poder adquisitivo, comparando con los sueldos de todos los países de América Latina.
Eliminando estos tres ejes de la protesta, sólo quedan, como tema de los caceroleros, la corrupción, el asunto dólar y el odio injustificado.
La corrupción se puede demostrar que no lo es. Este es el gobierno que más dinero público ha empleado en activar la economía, en acumular reservas, en satisfacer asistencia social, en pagar jubilaciones, en incluir más de dos millones de nuevos jubilados, en la asignación universal por hijos, en subsidiar las tarifas de los servicio público como el gas, la electricidad, el transporte, en pagar las deuda externa tildada de incobrable por los anteriores gobiernos.
Al ver tantos logros acertados, viene uno a preguntarse dónde iba a parar tanto dinero que ahora alcanza para pagar todas las obligaciones (sociales o no) que antes se descuidaban. Aumentó el PBI, aumentaron los recursos, es verdad, mismo así antes había crisis y el dinero apenas alcanzaba para hacer funcionar al país de manera muy reducida, y el país ofrecía el triste espectáculo de la pobreza exagerada.
Pero… ¿por qué el odio?
Al descorrer el telón y mirar con ojo imparcial y crítico el escenario de los medios de comunicación argentinos se descubre gran parte de la verdad. El odio a Cristina, las mentiras sobre pobreza e inseguridad se fomentó desde el primer día de aparición en el escenario político de los Kirchner y se ha ido sedimentando sutilmente y sin pausas en el ánimo de quienes no tienen capacidad de análisis o viven distraídos y toman un mundo prestado o tienen intereses bien marcados con una política neoliberal y no aprueban, por distintas razones, las medidas económicas del gobierno.
Los medios de comunicación de la región están planificados para hacer creer a sus seguidores que el pensamiento brotó de su cerebro y la idea subsiguiente es que este pensamiento hace parte de su misma personalidad, le pertenece, porque olvida con el tiempo la lectura anterior o en qué medio leyó la información. En la prensa de la región abundan los meta-mensajes, de apariencia ingenua, que luego surten el efecto de una germinación agigantada en el ánimo de las personas. Obedeciendo a esa manera de comunicar, un simple delito pasa a ser una tragedia que se repite y repite.
Esta comunicación veraz, pero mentirosa en la dimensión de la ética comunicacional crea en el espectador un transfondo psicológico que lo prepara para recibir la impresión que en su país cunde la inseguridad. En el diario la Nación, Santiago Kovadloff, titula su columna: “Lo que la gente puso en marcha”, aludiendo como “gente” a los caceroleros. Luego añade en cursiva: “Pidió ser gobernada y no sometida. Más aún: dejó bien claro que no se dejará someter”. ¿Quién quiere someter a quién?, estimado Kovadloff.
Nadie somete a quienes piensan diferente aún cuando, quienes baten cacerolas, usan métodos de prepotencia dictatorial para imponer criterios casi extravagantes. El mensaje de Kovadloff deja implícito que el gobierno somete a quienes no piensan igual —y de ahí el meta-mensaje malicioso que descansará en el pensamiento de más de uno de una manera tranquila e inofensiva.
Sin embargo quien leyó este título de La Nación no sabe que cayó en una trampa, que está asimilando una información que se grabará en su subconsciente de manera involuntaria cargando una mochila que un día despertará como una idea propia. A este tipo de recado, el mismo lector, unirá otros meta-mensajes que recibirá en tiempos diferentes; estos se sedimentarán como herencias activas, como haciendo parte de una memoria propia. Se recordarán todos juntos cuando ya está maduro el momento de la protesta. Momento que los mismos medios deciden con sutilezas en la manera de comunicar.
Las conclusiones son que nadie recuerda (o si lo recuerda no importa) que la Argentina es uno de los tres países más seguros de la región, tampoco importa si la pobreza es la menor y menos aún, que los sueldos de los argentinos son los mejores en poder adquisitivo y que este gobierno no gerencia la corrupción. No importa nada, aún cuando un empresario, CEO de Techint (Paolo Rocca), dice que los sueldos de los operarios locales duplican a los mexicanos y casi triplican a los brasileños y que la Argentina es récord en poder adquisitivo.
Se podría seguir con los meta-mensajes hasta al infinito, como el de Perfil.com que dice: “El riesgo de Cristina: ganar o perder todo”; o “El Gobierno usó Fútbol para Todos para descalificar los cacerolazos”, de La Nación.
Cada día aparecen mensaje demoledores que se acumulan de manera silenciosa en el ánimo de la gente, y ahí quedan, en estado embrionario hasta el momento de actuar. Cuando llega ese momento, la gente salta como un resorte cuando de manera casi invisible recibe la orden. Parece un cuento imposible pero este es el grado de sofisticación de las comunicaciones actuales. Crear una cultura de las mentiras al volverlas creíbles.
Si hubiese una necesidad real como lo manifiestan los mensajes comunicacionales, el gobierno habría caído desde hace tiempo.
Me enoja la estupidez, pero con ella tenemos que convivir. Estúpidos son los diarios que escriben imprecisiones y los noticieros que dan informaciones malintencionadas. No es posible que se llamen “periodistas” quienes con toda intención y deslealtad escriben patrañas para fomentar el odio y sacar provecho de la situación.
Ayer en una plaza de San Telmo tuve la oportunidad de hablar con una pareja de venezolanos; él tenia aspecto de ser un empleado de alguna multinacional, ella su esposa. Me comentaba que había oído a Aníbal Fernández hablar con mucho desprecio de la protesta en la Plaza de Mayo. Suspiré y le dije:
“Es una lucha desigual, los medios de comunicación mienten y deforman las informaciones, fomentando el odio entre argentinos. La libertad de prensa no autoriza las mentiras”.
Y añadí:
“El problema de la región es que fuertes intereses empresariales foráneos les interesa mantener el predominio de una política global en vez de una regional que permita el desarrollo del mercado interno. Esos monstruos gigantescos de los negocios compran todos los medios de comunicación de manera tal que los dueños de las empresas son apenas gerentes administradores de sus voluntades”.
La pareja esperaba un auto que llegó. Partieron de la plaza felicitando el encuentro. Pero yo continué mentalmente:
“El verdadero enemigo no es Magnetto ni Mitre, ni Fontevecchia, el verdadero enemigo son los poderosos intereses que descansan al norte e inquietan a la región para intentar desestabilizar sus políticas nacionales y populares por medio de las comunicaciones obligadas en llevar adelante la tarea.
“La Vuelta de Obligado siempre es actual en este lado del mundo”.
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1] Estadísticas Banco Mundial: http://www.bancomundial.org/es/country/argentina
Notas relacionadas:
En diario Perfil
En mismo medio.
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* Periodista.